Johannes Kabatek. Lingüística coseriana, lingüística histórica, tradiciones discursivas. Madrid / Franfurt am Main: Iberoamericana Vervuert, 2018, 253 pp., ISBN 978-84-16922-93-2 y 978-3-95487-749-2

https://dx.doi.org/10.12795/PH.2020.v34.i01.10

0. Antes de partir con la reseña, he de decir que al terminar de leer este libro (me lo leí cuidadosamente, me tomé mi tiempo y no escatimé en notas y reflexiones) quedé con una sensación de alivio, alivio y algo de “hacer justicia” para un par de cuestiones que debían tratarse con cierta urgencia, creo. Urgencia para, de alguna forma, reivindicarse, justificarse algunas escuelas y teorías. Una es la teoría y escuela coseriana y su relevancia enorme (nunca es suficiente con Coseriu ¿no? y perdonen que me exceda) y la otra era poner puntos sobre las íes acerca de las tradiciones discursivas (desde ahora TD). Justamente, era necesario, en un discurso claro y conciso, definirlas, visitarlas críticamente e intentar delimitarlas. Ambas misiones eran absolutamente necesarias y nadie mejor que Kabatek para llevar a cabo esta empresa argumentativa, la que derivó en esta monografía, que es una selección de once ensayos previamente publicados en español o en otras lenguas y adaptados para esta edición. No quiero dejar de mencionar a los dos editores (Cristina Bleorţu y David Paul Gerards) por su cuidado trabajo y al mismo Kabatek por su aporte no a la lingüística histórica, sino a la lingüística como disciplina en sí. ¿Cómo se justifica este libro? Por algo que veníamos constatando hace un tiempo ya: fuera de la escuela de lingüística románica germánica y la escuela de historia de la lengua española (sobre todo el grupo de Soria y la Escuela de Sevilla), las TD se presentan como una teoría que aún no recibe la atención necesaria o correcta; por lo tanto, hay imprecisiones y confusiones por la falta de una monografía al respecto. De allí la propuesta de los editores y de Kabatek, que es la de divulgar un tema concreto: las TD desde una teoría del lenguaje y no solo de la lingüística histórica, por lo que el concepto en sí es indispensable para la lingüística, tal como intentaremos exponer a continuación.

1. ¿Por qué el título? Insistiré en lo bien engarzado que está este libro, de tal manera que su disposición responde a un afán pedagógico: atraer la teoría de Coseriu para explicar las TD y, para ello, se deben repasar algunos aspectos señeros de la teoría coseriana para dicho fin (repaso magistral, dicho sea de paso, en los dos primeros capítulos). En efecto, lo de lingüística coseriana se debe a que el fundamento teórico de las TD se debe a Coseriu. El libro, por lo tanto, desarrolla el concepto dentro del marco coseriano de la teoría del lenguaje. Aplaudo un punto en este aspecto: los datos relevantísimos de historiografía lingüística coseriana, los que, de no estar uno inmerso en la obra del moldavo en su totalidad, pasarían desapercibidos. Por ejemplo, Kabatek, en el segundo capítulo, describe bien un momento fundamental en la lingüística coseriana: la etapa de Montevideo, en la que Coseriu organizó su edificio teórico. Justamente, ensayos fundamentales como “Determinación y entorno”, “Sistema, norma y habla”, “Forma y sustancia en los sonidos del lenguaje” o textos como La geografía lingüística, Sincronía, diacronía e historia son de esta etapa, así como los inéditos Teoría lingüística del nombre propio y El problema de la corrección idiomática son de dicha época. Lo de lingüística histórica del título tiene que ver con el hilo conductor de los trabajos. Kabatek, a propósito de esto, en el sexto capítulo lo fundamenta: “Estamos viviendo una época fascinante en la que la lingüística histórica se presenta como disciplina en ebullición” (161) y esto implica una suerte de reforma que necesita de una lingüística histórica de corpus con diferenciación de TD distintas; es decir, se requiere de una perspectiva variacionista. Por último, lo de las Tradiciones discursivas, insisto, tiene que ver con una suerte de monografía extensa del concepto, inexistente antes de la aparición de este libro. El concepto fue introducido por Koch en 1987, como ampliación de la concepción coseriana del lenguaje a partir de la reflexión de la historicidad de los textos. Kabatek nos informa que, en su tesis de habilitación, Koch trabajó con el Ars dictaminis (una especial codificación para escribir cartas), y sus respectivos productos textuales en la Edad Media italiana. Lamentablemente, la versión original de esta tesis de habilitación nunca se ha publicado, “laguna importante” recalca Kabatek. De allí el objetivo de este libro: “Dado que su creador ya no puede, por desgracia, asumir esta tarea, creo que es nuestra obligación intentar colmar dicha laguna” (210).

2. ¿Qué hay de coseriano en las TD? El concepto tradiciones discursivas, en rigor, nunca fue usado por Coseriu, por lo que, a primera vista, es ajeno a su teoría del lenguaje. Sin embargo, hay mucho del moldavo en la construcción del concepto. En efecto, en 1955, Coseriu había postulado una lingüística propia del nivel texto, aspecto fundamental respecto a la relevancia de la distinción entre lenguaje oral y lenguaje escrito (cfr. cap. 8). Fuertemente influidos por Coseriu, la mayoría de los romanistas alemanes aceptaron como fundamental la distinción coseriana de tres niveles de hablar. De hecho, Koch desarrolló la idea a partir de la aportación más importante, asegura Kabatek, de Coseriu a la lingüística: la diferenciación de los tres planos del hablar: el universal, el histórico y el individual, cada uno considerable desde tres puntos de vista: actividad, saber y producto (cfr. cap. 1). Es este el punto de partida, entonces, para poder entender las TD desde su base. En “Determinación y entorno” Coseriu hablaba del nivel universal del hablar, la primera historicidad. Es este el nivel común a todos los seres humanos y se refiere a la designación como actividad lingüística universal, por lo que aquí caben las abstracciones, la lengua como sistema de posibilidades y como técnica libre del hablar. (cfr. caps. 1, 6, 7 y 8). En “Sistema, norma y habla”, se refería al nivel histórico de las lenguas, la segunda historicidad, relacionado con el saber idiomático. Se entiende el nivel histórico, grosso modo, como una lingüística de las lenguas, las lenguas como sistemas funcionales (cfr. caps. 1, 6, 7). En “Lingüística del texto” Coseriu se refirió al nivel individual de los textos. Son los textos o discursos concretos: “y concretamente en una actualización en actos individuales con finalidad y sentido particulares” (p. 164). Estos niveles, a su vez, se pueden considerar desde diferentes aspectos: como actividad (enérgeia), como saber (dynamis) o como producto (érgon). Por otro lado, desde una perspectiva holística, los sistemas funcionales son condición imprescindible para el acceso a la universalidad, y están presentes de manera simultánea cuando se habla, por lo que únicamente se pueden derivar a partir de actos concretos (“ya que no se puede hablar “universalmente” sin hablar una lengua y sin producir textos, y no se puede hablar una lengua como sistema de signos sino mediante textos”, p. 164). Me detengo con algo de detalle en este aspecto, porque es este el esquema en el que se basó Koch para las tradiciones discursivas, justamente.

3. Sin embargo, a partir de esta tripartición, hay un punto que Kabatek tocará en la mayoría de los capítulos del libro y tiene que ver con dos posturas en relación con la cuestión de la historicidad de los textos. En efecto, Koch recalcaba el problema que se daba en la noción de los textos, porque un saber presupone la comparación con otros textos. Justamente, los textos, las formas de decir, los géneros se repiten. Es más, los hablantes hablan una lengua y al mismo tiempo evocan tradiciones, tradiciones del hablar (Schlieben-Lange, cfr. cap. 7), de allí la tradicionalidad de los textos, o sea, las TD (cfr. cap. 1). Por esta razón es que el nivel textual está al mismo nivel que el saber histórico, por lo que Koch duplica el saber histórico, con un saber histórico idiomático, por un lado, y un saber histórico textual, por otro lado. Este procedimiento, en cambio, Kabatek no lo considerará necesario, puesto que las TD tienen una historicidad de otra índole. La propuesta de Kabatek es diferenciar el estatus de historicidad primaria y secundaria. En la historicidad primaria el hablante asume su lengua; es decir, esta, aún heredada y aprendida es suya y, a su vez, el hablante puede construir enunciados nuevos, puede producir textos. En efecto, es la enérgeia, actividad libre y creadora. La historicidad secundaria, en cambio, la sitúa, justamente, en el nivel de los textos, de la tradición, de la repetición de textos, formas o contenidos. Es una historicidad semejante a la de otros ámbitos de la tradición cultural, como la arquitectura o la moda. Para Kabatek, entonces, no hay dos niveles históricos, pues sigue existiendo uno solo: “el asumido y el apropiado” (p. 153). Sin embargo, habrá una historicidad relacionada con eventos históricos concretos, “únicos e irrepetibles” (154), los que a su vez corresponden a un tercer tipo de historicidad: el de la ubicación en el tiempo y corresponde al texto como individuo, por lo que contiene también rasgos individuales (cfr. caps. 6 y 7). Un aporte relevantísimo en esta historiografía coseriana es el texto inédito de Coseriu El problema de la corrección idiomática (1950), en donde el nivel expresivo, individual, tendría su propia historicidad y su propia universalidad. Por lo que cabría, en este nivel, la historicidad de los textos. La tarea por hacer con esta tercera historicidad es identificar estos textos individuales, “tarea ardua de reconstrucción no siempre lograda que suele dejar abiertas dudas con respecto a la representatividad de un texto dado para una época determinada” (139).

4. Uno de los grandes aportes del libro es, sin duda alguna, el constante ejercicio de definir lo que se entiende por tradición discursiva. Qué es y qué no es, cómo se caracteriza y cómo se puede clasificar. Este ejercicio aristotélico estará a lo largo de los once capítulos del libro y será tratado de diferentes maneras. Por ejemplo, en lo concerniente a la historiografía del concepto, no se puede dejar de mencionar a una discípula fundamental de Coseriu: Brigitte Schlieben-Lange. De ella, sobre todo su libro Tradiciones del hablar (1983), en donde presentó la propuesta de una pragmática histórica y sentó las bases de lo que posteriormente se llamará tradición discursiva. Es en Tradiciones del hablar en donde se hace referencia a que existe una historia de los textos independientemente de la historia de la lengua. Estas serán las que Koch llamará tradiciones discursivas (cfr. cap. 8). Lo que define a las TD es la relación de un texto en un momento determinado de la historia con otro texto anterior. Esta, por lo tanto, es una relación temporal, a través de la repetición de un texto. En rigor, es la repetición de algo. Ese “algo” puede ser cualquier elemento significable, sea formal o de contenido, como la repetición total del texto entero (en fórmulas, como “buenos días”), o de una manera particular de escribir o de hablar que es significable. A su vez, una TD, al tener el valor de signo, transmite una referencia a una tradición concreta. Por todo esto, una TD es más que un simple enunciado. Es por ello, además, por lo que una TD implica elementos ligados a una cultura en un sentido amplio (cfr. caps. 8 y 9). A su vez, una TD puede tener una composicionalidad sintagmática, si se da una sucesión de elementos o de subtextos a lo largo de un texto o una composicionalidad paradigmática, si se da una confluencia de referencias a diferentes TD en un mismo fragmento de texto. De esta última composicionalidad derivan diferentes posibilidades de transformación de una TD. Esta es otra de las características de las TD, puesto que se transforman a lo largo del tiempo, y pueden cambiar hasta convertirse en otra realidad totalmente diferente de la inicial. Esto no quita que hayan TD fuertemente fijadas, como, por ejemplo, en ámbitos religiosos o rituales o en instituciones sociales (cfr. cap. 8). Otro punto que se destaca en el libro y queda como un trabajo por hacer (de hecho, se toca sobre todo en el undécimo y último capítulo), es la cuestión de las categorizaciones. Kabatek, respecto a este punto, insiste en rechazar categorías ya establecidas; es más, propone que, de querer llegar a una categorización de las TD, se necesitará no tomar como base estas categorías ya establecidas (“Sin embargo, desde el momento en que partimos del terreno de las categorías, bloqueamos el propio proceso de categorización”, p. 94). En esta dinámica será fundamental el concurso del concepto universo del discurso (Wilhelm leyendo a Coseriu), una especie de constelación semiótica básica que determina la relación entre sujeto y objeto, tal y como viene expresada en el texto (cfr. cap. 11). Kabatek propondrá, para ello (cfr. cap. 11), 6 categorías basadas en la distinción entre significante y significado del texto, es decir, 3 categorías formales (forma discursiva, zona discursiva y fórmula discursiva) y 3 categorías de contenido para clasificar las TD (dominio discursivo, tema discursivo y motivo discursivo). Otro aspecto que se trata transversalmente a lo largo del libro tiene que ver con los problemas que se generan al confundir género con TD, puesto que no hay sinonimia, ya que las TD se refieren a un concepto más amplio. En efecto, las consecuencias del concepto de TD son mucho más amplias que las que se derivan del concepto género (cfr. caps. 4, 8, 10).

5. Punto aparte lo tiene otra cuestión de las TD y que se toca a lo largo del libro: la relevancia de la tradicionalidad de los textos. Justamente, tal como veíamos en el punto anterior, se debe entender que las TD no se deberían considerar a partir de los moldes ya formados, sino a partir de lo posiblemente tradicional de un texto. En ello, el trabajo de la romanística alemana fue fundamental, sobre todo en insistir en que más allá de los sistemas lingüísticos había textos y que los textos tenían tradición (cfr. caps. 4, 7, 10). En rigor, lo que producimos cuando hablamos no es la realización de un único sistema; tampoco es gramática y léxico de un estado de lengua; para nada. Lo que producimos cuando hablamos (y textualizamos) es tradición y la tradición puede permitir que aparezcan elementos correspondientes a reglas de sistemas distintos (cfr. cap. 7). La tradición puede ser una fórmula o una forma; también puede ser un texto o una construcción. Podemos, por ejemplo, tomar como tradición el “érase una vez” de un relato o abreviar un “Buenas” elidiendo una serie de elementos para saludar. La finalidad será, entonces, identificar, en la mayor medida posible, la totalidad de las posibles tradiciones; algo que no será fácil ni mecánico, sobre todo porque algunas veces será difícil distinguir lo tradicional de lo gramatical (cfr. caps. 7 y 11). Otro concepto que deriva de esta cuestión y que hay que destacar es lo relacionado a la composicionalidad tradicional. En efecto, tenemos una multitud de TD copresentes dentro de un solo texto y la combinación de TD muy diferentes corresponden, en su conjunto, a lo que se entiende como composicionalidad tradicional, la cual es fundamental para una interpretación textual integral. Es por esta razón que a una sincronía determinada no le corresponde necesariamente ningún sistema homogéneo, sino “una cierta pluralidad de sistemas, los cuales aparecen en diferentes TD y se influencian mutuamente” (p. 213). Toda esta reflexión se puede relacionar directamente con las reflexiones de Bajtín (sobre todo en El problema de los géneros discursivos), respecto a que cada texto es el reflejo de otros textos, de enunciados anteriores con sus rasgos formales y de contenido (cfr. caps. 6 y 10).

6. Otro aspecto destacable tiene que ver con las reflexiones derivadas acerca de las metodologías usadas para trabajar las TD, así como sus aplicaciones. Respecto a la metodología, Kabatek insiste en la complejidad que puede darse en el trabajo de detectar las TD, porque hay que conocer a fondo cada texto. El capítulo 8 toca este punto en detalle y Kabatek propone un par de metodologías con sus pros y contras. Por ejemplo, puede usarse el estudio filológico detallado (sí, el clásico y larguísimo, monográfico y, con todos los cuidados que debe tenerse al momento de hacer una edición y revisión crítica de un texto). Justamente, se trata de una tarea plenamente filológica y relevante, fundamental, para la lingüística. También Kabatek destaca (por usarlo él mismo, por lo demás) el análisis multidimensional (como lo desarrollado por Biber), que permite la identificación de una TD (los registros o tipos de textos para Biber) o las junciones en las que ha trabajado Kabatek. En efecto, por una cosa metodológica que vaya por lo certero, Kabatek redujo la cantidad de elementos por medir (para dar cuenta de ello, en los capítulos 6 y 8 se detiene en el proyecto TraDisc y da cuenta de los resultados del análisis cuantitativo para medir los esquemas de junción y otros parámetros). Esta cuantificación de elementos nunca va a ser un sustituto del análisis filológico de detalles, pero es una base objetiva para la comparación, “fundamento de cualquier estudio de evolución histórica” (183). En síntesis, el concepto TD tiene como objetivo tanto la búsqueda pormenorizada como la reconstrucción de referencias y alusiones a tradiciones dentro del texto (cfr. cap. 11). ¿Y cuál es la aplicabilidad? La aplicabilidad, claro está, está en el hacer historia de la lengua. Justamente, porque lo que se estudia en historia de la lengua (ayudan estas afirmaciones enfáticas de Kabatek) no es la evolución de la lengua, sino la variedad de textos de diferentes épocas, textos que se consideran representativos de los respectivos estados de lengua (cfr. cap. 8). A su vez, con la conciencia y los datos suficientes de la coesxistencia de TD diferentes, ya no tenemos una historia de la lengua monolítica, sino todo lo contrario. En efecto, se puede determinar en qué TD se crea una innovación o cómo se difunde esta a través de las TD. Asimismo hay, por lo demás, TD resistentes a las innovaciones o TD que preservan elementos que en otras TD ya no se usan (cfr. cap. 8 y 11). Dentro de la historia de la lengua, la aplicabilidad de las TD en la gramática histórica ha sido determinante para el repunte de dicha disciplina en los últimos años. Es más, se tiene una gramática histórica más diferenciada y que deja vislumbrar con más rigor las evoluciones de la lengua y los procesos del cambio lingüístico. Es más, Kabatek insiste en la necesidad de distinción de las TD en sintaxis histórica, porque la variación sintáctica depende en gran medida de la tradición textual (cfr. caps. 6, 8 y 11). La sintaxis histórica, en síntesis, necesita de corpus diferenciados, que permitan la reconstrucción de las distintas TD y del desarrollo de los elementos lingüísticos a través de los textos y las variedades.

7. Fuera de estos aspectos centrales, se van tocando otros temas relevantísimos que van complementando lo ya reseñado. Por ejemplo, la distinción de inmediatez y distancia, que también tiene base coseriana. Justamente, en la escuela de romanística en Friburgo de Brisgovia, contexto en donde Koch y Oesterreicher desarrollaron su investigación (entre 1985-1997) se trabajaba con la distinción oralidad y escrituralidad, base de la inmediatez y distancia comunicativa. En el ensayo emblemático que ambos escribieron “Sprache der Nähe – Srpache der Distanz” (1985), la base era el edificio variacional de Coseriu, con las tres dimensiones de variación (diatópica, diastrática y diafásica). El gran aporte en esta distinción es la cuarta variación que agregan los autores: la variación idiomática. Justamente, esta variación tiene el distingo de inmediatez y distancia. Las TD se relacionan con el concepto en cuestión, pues se entienden como tradiciones de hablar entre distancia e inmediatez o, en otras palabras, la inmediatez y la distancia son los dos polos de un continuo a lo largo del cual se sitúan las diferentes TD, influenciándose mutuamente (cfr. caps. 4, 6). La relevancia de esta distinción dentro de las TD se trata de manera detallada en el capítulo 7. Por ejemplo, dentro del ejercicio de hacer historia de la lengua, en vez de preguntarnos por el estado de la lengua x en una época determinada, lo que se debe hacer es reconstruir la gama de posibilidades entre inmediatez y distancia que ofrece esta lengua en la época en cuestión. Los variados estados de lengua en cada época corresponden en gran medida a la variación de los textos entre inmediatez y distancia comunicativa, por lo demás. Otro aspecto relevante es el contacto lingüístico. Justamente, las situaciones de contacto deben ser tomadas en cuenta pues “serían los típicos candidatos para profundas reorganizaciones de los sistemas hasta volver a establecer un tipo más o menos equilibrado” (135). Kabatek (con otra de sus salidas buenísimas) afirma que el contacto de lenguas en realidad nunca es contacto de “lenguas” en el sentido de sistemas abstractos, sino que se efectúa mediante textos (cfr. cap. 9, destinado al contacto en la Edad Media). Relacionado con este concepto, tenemos la noción de interferencia textual (IF), que es usual en contactos de lenguas semejantes al haber dos TD. En efecto, en el estudio de las transformaciones de las TD, este aspecto es fundamental. Es más: siempre que hay transformación de TD, habrá interferencia textual. En el capítulo 8, Kabatek se detiene a definir y clasificar los tipos de IF. La IF puede ser positiva (la interferencia sin más) o negativa. La negativa consiste en la ausencia de determinados elementos de la lengua B debido a la lengua A. Por último, podemos mencionar la criollización textual, tratada en el capítulo 11, que tiene que ver con la emergencia de nuevos discursos y de sus respectivas tradiciones debido a determinadas constelaciones históricas.

Conclusiones. En once apartados, Kabatek da cuenta de algunos de los trabajos que ha publicado en relación con la lingüística y escuela coseriana, con la pervivencia de la historia de la lengua y con la cuestión de las tradiciones discursivas. Hay aspectos relevantísimos en el libro en los que hay que insistir en estas conclusiones, como la crítica de la visión monolítica de la gramática histórica, considerando que conviene diferenciar diversas TD (cfr. cap. 8). En efecto, la lengua no se desarrolla monolíticamente (monológicamente, si mentamos a Bajtín) a lo largo del tiempo. La lengua, a diferencia, es un conjunto de variedades y de TD con evoluciones internas bien diferenciadas. Conviene, entonces, para un buen quehacer en el historiar de la lengua, diferenciar la diversidad textual real. A su vez, ya en metodología, es necesario usar un corpus diacrónico multidimensional, es decir, un corpus de textos pertenecientes a diferentes TD (cfr. cap. 8). Tampoco podemos dejar de lado la relevancia de las TD para ciertos fenómenos de la evolución de la lengua, en donde su concurso es imprescindible. Justamente, la historia de la lengua se enriquece si su estudio toma en consideración las tradiciones textuales y reconocer que el hablar supone la repetición de textos o de formas textuales, así como de las consecuencias que esto tiene. Además, una lingüística histórica que integre la diversidad de las TD estará en condiciones de dar cuenta de las innovaciones (cfr. cap. 7 y 9). A propósito de esto, una innovación se dará, por lo general, en un texto determinado, que pertenece a una TD. La innovación puede generalizarse en esa tradición, pero hace falta la adopción de la innovación en otras tradiciones para poder hablar de una innovación en la lengua. Lo mismo con la pérdida de un rasgo, con la desaparición de alguna forma (cfr. caps 8 y 9). ¿Qué queda como tarea por hacer en todo esto? Por ejemplo, seguir estudiando la relación entre análisis cualitativo y análisis cuantitativo, para ver cuáles de los aspectos de la TD son cuantificables y cuáles no. Sin embargo, hay un aspecto en Kabatek insiste a lo largo de todo el libro: el estudio de textos y discursos no constituye en sí un fin de la lingüística, sino que ha de ser integrado en una concepción amplia del lenguaje (cfr. cap. 11). En efecto, a menudo la investigación se queda en la mera identificación de TD, de su descripción o su relación con otras tradiciones. Si bien es esta una actividad legítima, no hay que olvidar que la descripción de tradiciones sin referencia al sistema lingüístico es insuficiente El trabajo, en rigor, debe consistir en la delimitación de la relevancia de la noción de las TD para el análisis lingüístico. En ello, y creo que es una de las cosas que más destaco de este libro, la noción de TD debe salir de su “zona de confort”, de su especial campo (que va entre la romanística y la historia de la lengua). Kabatek afirma, de hecho, que no se trata de otro campo u otra visión particular para algunos pocos que quieran dedicarse a las TD. El siglo XXI, para Kabatek será, de hecho, el siglo de los corpus diferenciados, de la variación, de la diversidad multidimensional, pero también de la reconstrucción de grandes líneas evolutivas que están detrás de los detalles. (cfr. caps. 6 y 7). ¿Qué recomiendo después de toda esta revisión? Pues ni más ni menos que leerse el libro, puesto que es valiosísimo.

Soledad Chávez Fajardo

schavez@uchile.cl

Universidad de Chile

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