https://dx.doi.org/10.12795/PH.2021.v35.i01.01
Este volumen está dedicado al andaluz, que, como se señala en el prólogo a Narbona (2009: 12) “es una de las variedades lingüísticas más estudiadas de todas las que tiene el español”. Tantos son los estudios que hubo necesidad de recopilaciones bibliográfícas, como Mondéjar (2006), que anotaban más de 1400 entradas. Desde ese año a la actualidad, la producción científica no ha hecho más que crecer. Entre esa multitud de obras aparecen trabajos seminales como los de Navarro Tomás, Espinosa y Rodríguez-Castellano (1933); atlas lingüísticos fundamentales como el ALEA (Atlas lingüístico y etnográfico de Andalucía) de Alvar, Llorente y Salvador (1960/1973), que sirvió de base para otros estudios más concretos, como los de De Molina (1971) sobre el léxico hogareño, el de Fernández Sevilla (1975) sobre el léxico agrícola o el de Martínez Marín y Moya (1982) sobre el vocabulario del aceite en la provincia de Jaén. No podemos olvidarnos de los muchos trabajos de cariz diacrónico, como, sin ánimo de exhaustividad temporal ni geográfica, los de Frago (1993), Ariza (1997), Congosto (2002), García Godoy (2008), Cano (2009), Calderón (2015), etc. También abundan los estudios dedicados a localidades o comarcas concretas, como los que se centran en Cabra ‒Rodríguez-Castellano y Palacio (1948) y Peñalver (2006)‒, Cúllar-Baza ‒Salvador (1957)‒, Sevilla ‒Carbonero (1982)‒ o la costa granadina ‒García Marcos (1991)‒. Estos estudios, y muchísimos otros de los que lamentamos no poder dejar constancia en estas páginas, han dado paso a excelentes obras de conjunto, como el manual de Narbona, Cano y Morillo-Velarde (1998).
En la citada recopilación bibliográfica aparecieron aportaciones de cariz sociolingüístico, como las de Carbonero et al. (1992) sobre Jerez de la Frontera, Moya y García Wiedemann (1995) que trataron la situación de Granada o Villena (1997) acerca de Málaga. La sociolingüística andaluza ha tenido en los últimos tiempos un gran empuje gracias a que tres ciudades andaluzas (Málaga, Granada y Sevilla) están incluidas en PRESEEA (Proyecto para el estudio sociolingüístico del español de España y América). Se trata de un proyecto panhispánico que recopila corpus homogéneos (de acceso público en https://preseea.linguas.net/) de más de cuarenta ciudades de España y América, que sirven de base para el estudio de la situación geosociolingüística del español actual.
Es en la sociolingüística donde se enmarca este monográfico. Debemos recordar que uno de los aspectos fundamentales de esta disciplina es el estudio de las evaluaciones sociolingüísticas o estudios sobre creencias y actitudes. Cualquier manual que se precie debe dedicar un extenso capítulo a la evaluación porque, como señala García Marcos (2015: 83), los “juicios y opiniones sobre los hechos lingüísticos llegan a formar parte de nosotros mismos, de nuestra visión del mundo y, en última instancia, de la cultura entre la que nos desenvolvemos; también de la ideología a la que nos adscribimos”.
Ha habido numerosas aportaciones de estudiosos sobre creencias y actitudes de los andaluces sobre su propia variedad. Desde la inicial de Alcaraz et al. (1979), se han ido sumando aportaciones de, entre otros, García Marcos y Manjón-Cabeza (1989), Fuentes (1996), Martínez y Moya (2000), Díaz Salgado (2002), Carbonero (2003), etc. Modernamente, con una metodología unificada por el proyecto PRECAVES XXI (Proyecto para el estudio de las creencias y actitudes hacia las variedades del español en el siglo XXI), del que tenemos que tratar en el siguiente apartado, destacan las aportaciones de Manjón-Cabeza (2018, 2020a y 2020b) y Santana (2018a y 2018b).
Más escasos son los estudios sobre evaluaciones sociolingüísticas externas a la variedad, es decir, el análisis de lo que piensan sobre el andaluz hispanohablantes cuya variedad materna no es la andaluza o cuya lengua materna no es el español. Podemos recordar análisis de creencias y actitudes hacia el andaluz de toledanos (Manjón y Crespo 1996), madrileños (Yraola 2014) y de extranjeros, concretamente eslavos, reflejados en trabajos como los de Svetozarovová (2020a y 2020b).
Este relativo vacío es el que pretende llenar el monográfico que presentamos, puesto que las aportaciones son estudios de evaluaciones sociolingüísticas externas, es decir, de hablantes de otras variedades del español, tanto de España como de América, y de hablantes extranjeros. Hay una excepción de evaluación interna, plenamente justificada, como se dirá más adelante.
Además, frente a otros trabajos, todos los estudios del presente monográfico aplican la metodología de PRECAVES XXI, lo que contribuye a dar rigor a las aportaciones.
Este proyecto tiene como objetivo conocer la percepción de los hispanohablantes hacia las variedades cultas del español (Cestero y Paredes 2015, 2018). Siguiendo a Moreno Fernández (2009: 79), estas se han conformado a partir de una serie de soluciones dialectales registradas, preferentemente, entre los hablantes del sociolecto alto, que se agrupan en torno a ocho áreas dialectales: andaluza, castellana, canaria, caribeña, andina, rioplatense, mexicana y chilena[1]. Específicamente, para la recopilación de los datos se ha empleado una aplicación en línea diseñada para el proyecto (https://www.variedadesdelespanol.es), a través de la cual los informantes rellenan un cuestionario en el que pueden escuchar las grabaciones de dichas modalidades geolectales y evaluarlas. Para este monográfico se seleccionaron los audios correspondientes a la variedad andaluza.
En primer lugar, los participantes deben introducir algunos datos relativos a su identificación personal y sociogeográfica, de cara a poder obtener en el análisis consideraciones de carácter sociolingüístico: sexo, edad, nivel educativo, profesión, lengua materna, país de nacimiento, comunidad autónoma / estado / región, provincia, localidad, frecuencia de viajes realizados, países hispanohablantes visitados y número aproximado de horas diarias de televisión y de conexión a internet. A continuación, los informantes proceden a evaluar, una a una, las variedades cultas del español, las cuales están representadas en la encuesta mediante dieciséis audios. Esta cantidad, que supone el doble de áreas dialectales exploradas, deriva de que para cada una de ellas hay dos grabaciones, que se corresponden con dos tipos de discurso: uno cercano a la conversación espontánea, en el que una persona habla sobre el tráfico en su ciudad; y otro formado por un texto leído, que trata sobre el tema de la vivienda. Es importante destacar que las voces que aparecen en los audios son de hombres y mujeres, con nivel de estudios universitarios, que tienen edades comprendidas entre 34 y 54 años, y que proceden de cada una de las áreas dialectales seleccionadas. Concretamente, en el caso de la variedad andaluza son personas nacidas y residentes en Sevilla capital. Teniendo en cuenta este criterio de las voces juzgadas, cabe reseñar que hay informantes que rellenan el cuestionario evaluando una voz masculina y otros que lo hacen a partir de una voz femenina. Se intenta que ambas opciones estén representadas de forma equilibrada en el corpus de trabajo[2].
La encuesta está formada por doce bloques de cuestiones distribuidas entre las que requieren respuestas cerradas (se propone una escala basada en una gradación semántica) y las de carácter abierto (estas se someten posteriormente a codificación siguiendo pautas metodológicas comunes). Las preguntas, a su vez, se subdividen en tres apartados: 1) selección de la variedad del español más prestigiosa; 2) valoración directa de la modalidad lingüística (esto se hace mediante un primer bloque de cuestiones con el que se juzga una selección de características afectivas y cognitivas de cada uno de los acentos; un segundo bloque con preguntas en las que se sondean los rasgos lingüísticos específicos que a los sujetos encuestados les gustan y no les gustan de cada grabación evaluada; y un tercer bloque en el que se intenta averiguar el grado de proximidad que los informantes perciben entre la variedad que están escuchando y su vernáculo); y 3) valoración indirecta de las cualidades personales (estatus social y características psicológicas) y de la región y de la cultura con la que los participantes han asociado la grabación que están evaluando.
Desglosando algo más, en lo que respecta a la valoración directa, el componente afectivo se descompone en seis pares de adjetivos antónimos que los encuestados deben seleccionar asignando una posición dentro de una escala gradual que va desde el 1 (polo negativo) al 6 (polo positivo). Los rasgos relacionados con la afectividad son: desagradable / agradable, complicada / simple, distante / cercana, dura / blanda, aburrida / divertida y fea / bonita. Por su parte, el componente cognitivo se distribuye en los siguientes cinco pares de adjetivos antónimos: áspera / suave, monótona / variada, rural / urbana, lenta / rápida y confusa / clara. Para evitar respuestas automáticas, las características afectivas y cognitivas aparecen intercaladas. Además, estas últimas se proponen en el cuestionario mediante una escala de valores en el sentido inverso al aludido (1 polo positivo y 6 polo negativo), aunque para el análisis de resultados acomodamos los datos a la gradación ascendente de peor (nivel 1) a mejor (nivel 6) que indicábamos unas líneas arriba[3]. A continuación, cada informante debe señalar qué rasgo lingüístico le gusta y cuál no le gusta de la grabación que está evaluando. En esta ocasión se obtienen respuestas abiertas que posteriormente se codifican en torno a seis criterios previstos dentro de PRECAVES XXI: rasgos fónicos, gramaticales, léxicos, pragmático-discursivos, otros y ninguno (cuando esto último es expresado explícitamente por el informante). Y, para finalizar la parte de la evaluación directa, los encuestados tienen que responder a algunas preguntas que sirven para medir el grado de similitud y de diferencia que perciben entre su variedad propia y la que están juzgando. En este punto de la encuesta se vuelve al formato de respuestas cerradas sometidas a gradación escalar ascendente, la cual va desde la no identidad con la voz evaluada hasta la identidad plena[4].
En cuanto a la valoración indirecta, se sondean en primer lugar el estatus social y las características psicológicas que se le atribuyen a la persona que habla en la grabación. Ambos aspectos se plantean en forma de respuesta cerrada. Para el primero se pide valoración del puesto de trabajo[5], del nivel de ingresos[6] y del nivel de estudios[7] que tendría el o la hablante; para el segundo se proponen los siguientes pares de adjetivos: poco inteligente / inteligente, antipática / simpática, distante / cercana, inculta / culta y maleducada / educada. Seguidamente, se les pregunta a los participantes de qué país o región creen que es el hombre o la mujer cuyo acento está escuchando. Las contestaciones se codifican posteriormente, acomodándose a cada una de las ocho variedades cultas del español y, además, se añaden las opciones genéricas Hispanoamérica, España y otros. A partir de este apartado sabremos si los sujetos encuestados están valorando la modalidad dialectal de la grabación o si, por el contrario, están juzgando aquella con la que creen que se corresponde. En este segundo caso se trataría de una falsa identificación, que también se puede estudiar, partiendo de las creencias del informante. A continuación, se les pide a los participantes que especifiquen si conocen a personas de ese país o región con la que asocian el audio y, en su caso, qué opinión tienen de ellas[8]. Por último, se plantean dos bloques de preguntas con respuesta cerrada, una vez más con opciones dispuestas en forma de pares de adjetivos antónimos, que guardan relación con la valoración del país o la zona de la que cree que es la persona que habla (retrasado / avanzado, aburrido / divertido, extraño / familiar y feo / bonito) y de su cultura (tradicional / innovadora, pobre / rica, distante / cercana y poco interesante / interesante).
Los trabajos que se incluyen en este monográfico se basan en corpus de análisis que fueron recopilados siguiendo unos parámetros similares. No obstante, cada investigador ha manejado una serie de particularidades específicas que afectan a su estudio, con posibles variaciones sobre las premisas iniciales. Estos aspectos quedarán detallados en sus correspondientes artículos. En esta ocasión nos limitamos a presentar las líneas generales que agrupan a todas las colaboraciones.
En esta investigación conjunta se busca sondear las creencias y actitudes hacia el andaluz que tienen dos colectivos específicos: estudiantes universitarios nativos procedentes de distintas variedades dialectales no andaluzas y estudiantes de español como lengua extranjera (ELE). Ambos grupos se encuentran dentro de los objetivos de investigación fijados para PRECAVES XXI (Cestero y Paredes 2015: 661-662, Cestero y Paredes 2018: 29). A este respecto, cabe señalar los factores que hacen que esta selección de informantes sea de especial interés. En el primer caso, buena parte de estos universitarios hispanohablantes van a dedicarse a la docencia del español (como lengua materna o como lengua extranjera), tanto en sus zonas de origen como en otras regiones o países. Esta circunstancia los convierte en futuros “transmisores de prestigio” (Manjón-Cabeza 2000), pues es previsible que trasladen al aula la percepción que tienen de su lengua y de sus variedades dialectales y, además, que proyecten en ese entorno determinados patrones lingüísticos, así como la consideración o no de una perspectiva jerarquizada de las variedades del español (es decir, si unas tienen más prestigio que otras o si, por el contrario, son solo diferentes manifestaciones de un mismo idioma). Es especialmente relevante la valoración que estos futuros docentes tengan tanto de su propio acento como del resto de las variedades del español: una visión positiva haría pensar a sus estudiantes que esa variedad puede conservarse en entornos formales tales como el ámbito académico o los medios de comunicación, entre otros, mientras que una visión negativa los podría llevar a interiorizar la idea de que esos rasgos dialectales deben quedar restringidos al entorno familiar y privado. En lo que respecta a los estudiantes de ELE, es posible que una parte de ellos opte por dedicarse profesionalmente a la enseñanza del español en sus respectivos países, por lo que estamos en un escenario parecido al que acabamos de describir. Por otro lado, como futuros hablantes de nuestro idioma, con posibilidad de viajar o de vivir en alguna de las áreas del mundo hispánico, es importante conocer qué actitud tienen hacia sus variedades dialectales, para poder prever en qué medida optarían por una u otra en caso de que se sitúen en un proceso de inmersión lingüística.
De cara al análisis de la muestra, para los estudiantes universitarios nativos se tuvieron en cuenta las siguientes variables: colectivo al que pertenecen, edad, sexo y, para las áreas bilingües, lengua materna. En lo que respecta al colectivo, se pasó el cuestionario a estudiantes universitarios de grado o posgrado relacionados con el español (u otras lenguas) y la lingüística. Encajan en este bloque, fundamentalmente, alumnos de Filología (preferentemente hispánica, aunque también de otras lenguas), de Lingüística, matriculados en el grado en Traducción e Interpretación e inscritos en el Máster de Formación de profesorado de ELE. El número de encuestados presentó variaciones dependiendo de las particularidades de cada investigación: osciló entre los 40 de las secciones bilingües eslavas y los 206 de Málaga. A su vez, este grupo de universitarios se divide en dos sectores: los que no cuentan con conocimientos especializados sobre las variedades del español (no han cursado materias específicas como Dialectología o Sociolingüística), y los que, en un estadio más avanzado de su formación académica, sí cuentan con dichos conocimientos. Partimos de la hipótesis de que esta diferencia constituye una característica que puede influir en la valoración que los participantes hagan de las variedades del español, por lo que contar o no con formación especializada se considerarán variantes de estudio. Por otra parte, la cualidad de ser estudiantes universitarios condicionó la edad de los encuestados que, con ligeras oscilaciones dependiendo de cada investigación, se ubicaron fundamentalmente en la franja entre los 18 y los 34 años. En lo tocante a la variable sexo, el hecho de estar matriculados en grados o posgrados del ámbito de las Humanidades influyó bastante en lo participantes, pues, en consonancia con el mayor número de mujeres que cursan estos estudios, en términos generales, la cantidad de féminas que rellenaron cuestionarios también fue mayor. Finalmente, para las áreas de Barcelona y de Mallorca se tuvo en cuenta el carácter monolingüe o bilingüe del informante. En el primer caso, además, se diferenció si la L1 era el español o el catalán.
En lo que respecta a los estudiantes de ELE, se sondearon las valoraciones de polacos, eslovacos y checos. En lo relativo a su especialización académica, todos tienen formación universitaria y se dividen entre los que cursan estudios filológicos (en español u otros idiomas) y los que están matriculados en otros grados. En cualquier caso, su nivel de español se sitúa entre el B2 y el C1, y, por su formación, cuentan con un elevado conocimiento de la cultura hispana. Cuando las características de la muestra así lo permitieron, se consideró la estancia en un país hispanohablante, la edad y el sexo de los informantes como variables de estudio.
Por último, en todas las muestras, tanto las de universitarios nativos como las de estudiantes de ELE, se tuvieron en cuenta otras dos variables que guardan relación con las grabaciones: el tipo de discurso (si era conversación o texto leído) y la voz evaluada (si pertenecía a un hombre o a una mujer).
La estructura de este monográfico está conformada por esta introducción, nueve artículos y dos reseñas. Tras la presentación, las cuatro primeras colaboraciones tratan de creencias y actitudes sobre el andaluz de hablantes de otras variedades europeas del español. El quinto es el único que presenta una investigación sobre evaluación interna, plenamente justificada en este caso, porque viene a llenar un vacío evidente como es el de la ausencia de estudios de esta naturaleza en Málaga, una de las ciudades con más peso demográfico y económico de Andalucía. Los artículos que van en sexta y séptima posición se centran en la valoración del andaluz desde América, mientras que los dos últimos tratan evaluaciones sociolingüísticas acerca de esta variedad dialectal por parte de estudiantes de ELE.
El estudio de Ana Cestero y Florentino Paredes analiza las respuestas obtenidas de 204 informantes de variedad materna castellana centro-norteña, todos ellos jóvenes (de entre 18 y 34 años) y universitarios. Entre los numerosos datos analizados, destacamos que los encuestados del centro y norte de España tienden a establecer jerarquías entre variedades del español, puesto que un 67,6 % de los participantes señala que hay variedades mejores que otras. Ni qué decir tiene que es la castellana, la propia, la que consideran mejor. También es cierto que se da un alto reconocimiento de la variedad andaluza a la que ven, en algunos aspectos, como muy diferente de su vernáculo. Las respuestas, por otra parte, vuelven a manifestar la persistencia de ciertos estereotipos en relación con el andaluz. El habla andaluza se considera más divertida, blanda, bonita, confusa y rural, lo que se puede poner en relación con las valoraciones indirectas, porque a las personas cuyas voces fueron identificadas como andaluzas se les asignan trabajos menos cualificados, menos ingresos y un menor nivel de estudios que aquellas cuyas audiciones fueron identificadas como castellanas.
Clara Hernández y Marta Samper sondean las opiniones de 117 estudiantes palmenses matriculados en el grado en Lengua Española y Literatura Hispánica en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. La cercanía con la modalidad de habla andaluza puede justificar el elevado índice de reconocimiento de las grabaciones de dicha variedad (67,1%), así como una valoración directa bastante positiva. En este sentido, los rasgos afectivos obtienen puntuaciones más altas (los informantes canarios perciben la variedad andaluza como agradable, sencilla y cercana) que los cognitivos (destacan ligeramente la rapidez y la claridad de la dicción). En lo tocante a la valoración indirecta, los universitarios canarios asocian el acento andaluz, mayoritariamente, con personas que tienen un estatus social bueno y que son educadas, simpáticas y cercanas. Por su parte, las puntuaciones atribuidas a la región y a la cultura andaluzas son, en términos generales, bastante altas.
Beatriz Méndez estudia las valoraciones de jóvenes universitarios mallorquines hacia el andaluz. Los informantes identifican bien la variedad andaluza, pero tienden a jerarquizar la lengua y a relacionar su modalidad dialectal con el modelo idiomático prestigioso. Como es lógico, no se obtiene un grado muy alto de proximidad, ya que son hablantes de otra variedad. Las valoraciones directas se pueden considerar neutras, casi siempre más bajas que las de su vernáculo, aunque hay excepciones, porque algunas características afectivas se valoran mejor que las de su variedad. Es en las valoraciones indirectas donde encontramos evaluaciones más bajas, en especial en relación con la categoría del puesto de trabajo asignado a la voz, el nivel de ingresos y el nivel de estudios. Los resultados indican que el andaluz recibe puntuaciones muy bajas, mucho peores que las asignadas a la modalidad propia.
Las creencias y actitudes de los universitarios barceloneses son estudiadas por las profesoras Cristina Illamola y Clara Forment. Dada la situación sociolingüística catalana, el trabajo carece de precedentes porque es la primera vez que se miden las evaluaciones de los barceloneses respecto de variedades del español. Como en el caso de los otros encuestados del español europeo, la identificación del andaluz es alta (80,3% de identificación exacta en el caso del discurso espontáneo). De hecho, es la variedad mejor identificada junto con la rioplatense. En el apartado del componente cognitivo los valores son, en general, más bajos que en el componente afectivo. Se considera a la variedad andaluza como agradable y divertida, aunque los informantes creen que es rural. Del análisis de las valoraciones indirectas, al igual que ocurre con la propia autovaloración de los andaluces (Manjón-Cabeza 2018 y Santana, 2018a), se deduce que para buena parte de los jóvenes universitarios barceloneses la variedad andaluza no se asocia a los sectores sociales más altos.
Inmaculada Santos y Antonio Manuel Ávila analizan una muestra formada por 206 cuestionarios que fueron completados por estudiantes universitarios de la provincia de Málaga, matriculados en los grados en Filología y Traducción e Interpretación. El hecho de que estos informantes juzguen su propia variedad puede justificar que, en la valoración directa, los rasgos afectivos reciban juicios más positivos que los de carácter cognitivo. En lo que respecta a la evaluación indirecta, el andaluz es asociado significativamente con personas con niveles bajos de ingresos y de estudios, así como con sujetos menos inteligentes, cultos y educados que los que hablan otras variedades, pero más cercanos y simpáticos. Por su parte, puntúan alto tanto la región como la cultura propias. Finalmente, el grado de formación especializada de los informantes, el sexo y la voz juzgada son las variables que más influyen en algunas de las medias obtenidas.
María Claudia González-Rátiva, Diana V. Muñoz-Builes y Maira Guzmán parten de una muestra formada por 108 jóvenes universitarios de Antioquia, Colombia. Entre los resultados más destacados se encuentra la escasa identificación exacta de la variedad andaluza (4%), porcentaje que aumenta cuando esta se relaciona de forma más genérica con el español de España (35%). La valoración directa que hacen los estudiantes antioqueños del andaluz arroja las puntuaciones más bajas de todas las variedades juzgadas. No obstante, la situación mejora cuando se asocia este acento a las personas que lo hablan, tanto en lo relativo a su estatus socioeconómico (puestos de trabajo bien cualificados, ingresos medios y estudios universitarios), como a sus cualidades psicológicas (bastante inteligentes y simpáticas). Además, los juicios emitidos sobre la región y la cultura andaluzas también son favorables en algunos aspectos: región divertida y familiar; cultura rica e interesante.
Claudia Borzi y Sofía Gutiérrez Böhmer sondean a 89 estudiantes universitarios, mayoritariamente bonaerenses, con edades comprendidas entre los 18 y los 34 años. Sus resultados muestran escasa identificación exacta de la variedad andaluza (8,9%). Además, las autoras observan que el acento andaluz es juzgado más negativamente que el rioplatense en algunos aspectos de la valoración directa (se percibe como más distante y más confuso) y de la valoración indirecta (se posiciona a sus hablantes en un estatus social inferior y la región y la cultura a la que pertenecen se sienten como más extraña y lejana, respectivamente). Por otro lado, la variedad andaluza recibe consideraciones bastante positivas en lo tocante a su carácter divertido, bonito o agradable. Las comparaciones que realizan Borzi y Gutiérrez Böhmer entre las modalidades andaluza, andina y castellana resultan también de gran interés. Por último, cabe destacar que la identificación genérica de la variedad andaluza como voz europea, con mayor representación (52,8%), influye en el incremento de juicios negativos. La razón podría estar, apuntan las autoras, en que posiblemente estos participantes no conozcan a personas de Andalucía o no hayan viajado nunca a esa zona.
El artículo de Radka Svetozarovová representa otro tipo de acercamiento a las evaluaciones sociolingüísticas porque estudia las creencias y actitudes hacia el andaluz de estudiantes universitarios de Eslovaquia, República Checa y Polonia. Todos ellos realizaron sus estudios secundarios en las secciones bilingües españolas de los países mencionados. Este requisito nos asegura no solo un nivel de idioma medio-alto (generalmente correspondiente a B2-C1), sino también un conocimiento bastante profundo de la cultura de los países hispanohablantes. La profesora eslovaca confirma que la variedad andaluza, en caso de hablantes extranjeros, no constituye un modelo prestigioso. Además, su porcentaje de reconocimiento es bastante bajo (menos del 30 %). Aunque las valoraciones afectivas y cognitivas son positivas para todas las variedades, es la andaluza la que presenta los valores más bajos. La modalidad andaluza es considerada ligeramente más variada y divertida que la castellana, pero, por otro lado, se considera marcadamente más difícil y confusa. Es en aquellas características que están relacionadas con el prestigio social del hablante donde mayores diferencias se encuentran, siempre con la variedad andaluza evaluada por debajo
Marcin Sosinsky y Edyta Waluch estudian las encuestas de 73 universitarios de Varsovia. Como en el caso de los estudios humanísticos en España, hay más mujeres (63) que hombres (10). En total evalúan 143 grabaciones andaluzas y el dato más destacable es que el grado de reconocimiento exacto es bajo, aunque aumenta entre el grupo de los que han viajado a países hispanohablantes. Incluso con bajo nivel de identificación, ya se crean estereotipos sobre la variedad del centro y norte de España, a la que se relaciona con la ciudad de Madrid. Esa variedad es la mejor valorada y, por tanto, más prestigiosa. También reconocen relativamente bien la variedad rioplatense, aunque no se identifican con ella. El andaluz, por su parte, ni está bien reconocido ni bien valorado.
Completan el volumen dos reseñas. La primera parece obligada, puesto que Rocío Cruz reseña el volumen 53 de Boletín de Filología de la Universidad de Chile (https://boletinfilologia.uchile.cl/index.php/BDF/issue/view/5051). Se trata de un monográfico del proyecto PRECAVES XXI enfocado a la autovaloración de variedades del español por parte de estudiantes de humanidades de diversos territorios hispánicos. También es pertinente la reseña de Natalia Ruiz del volumen de Francisco Moreno Fernández, Variedades de la lengua española, publicado en 2020 por Routledge. No debe olvidarse que el proyecto PRECAVES XXI debe mucho a las propuestas de este investigador.
Sería un atrevimiento por nuestra parte resumir la ingente cantidad de datos recogidos en los trabajos de este monográfico. Invitamos, pues, a los lectores a una lectura atenta para la correcta extracción de conclusiones generales sobre las evaluaciones sociolingüísticas del andaluz.
Juana Santana Marrero y Antonio Manjón-Cabeza Cruz
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Juana Santana Marrero (JSM) Y Antonio Manjón-Cabeza Cruz (AMC)
La aportación realizada por cada uno de los/las autores/autoras al artículo son las siguientes:
[1] Esta delimitación de áreas se combina con las variaciones internas que hay en cada una de ellas.
[2] No obstante, aunque este aspecto se prevé en la planificación de la muestra, no siempre es tarea sencilla conseguir una proporción similar de encuestas realizadas a partir de voz de hombre y a partir de voz de mujer. Esto se debe a que hay cuestionarios que, tras revisarse, finalmente no se pueden utilizar para la investigación, fundamentalmente porque se dejan incompletos.
[3] A modo de ejemplo, las opciones para el par desagradable / agradable serían: 1. Extremadamente desagradable, 2. Bastante desagradable, 3. Ligeramente desagradable, 4. Ligeramente agradable, 5. Bastante agradable, 6. Extremadamente agradable.
[4] Los estadios propuestos son: 1. Totalmente diferente, 2. Bastante diferente, 3. Ligeramente diferente, 4. Ligeramente igual, 5. Bastante igual, 6. Totalmente idéntica.
[5] 1. Poco cualificado, 2. Bien cualificado, 3. Altamente cualificado.
[6] 1. Bajo, 2. Medio, 3. Alto.
[7] 1. Sin estudios, 2. Primarios, 3. Secundarios, 4. Universitarios.
[8] La escala propuesta en esta ocasión para codificar los comentarios recopilados es: 1. Positiva, 2. Negativa, 3. Mezcla, 4. Otras.