http://dx.doi.org/10.12795/PH.2019.v33.i02.09

Matthew Bush y Luis Hernán Castañeda (eds.): Un asombro renovado. Vanguardias contemporáneas en América Latina. Madrid/Frankfurt: Iberoamericana/Vervuert, 2017, 262 pp., ISBN: 978-84-16922-59-8.

Un interesante y utilísimo libro que pone en circulación Ediciones de Iberoamericana/Vervuert; un atrevido ejercicio crítico que se toma o se deja, dada la naturaleza de la tesis general del volumen y las que encierran los ensayos que lo conforman. Un asombro renovado propone una resemantización de un segmento del canon literario latinoamericano, a partir de una serie de miradas novedosas sobre la obra de autores contemporáneos (algunos no tanto) de difícil o esquiva clasificación como son: Hilda Mundy, Mario Levrero, Copi, Osvaldo Lamborghini, Diamela Eltit, Mario Bellatin, Lorenzo García Vega, Roberto Bolaño o César Aira.

En esta nueva propuesta hermenéutica, adquieren igual protagonismo que los autores, los “ismos” y temas recurrentes de la historiografía literaria del último siglo. Como señalan los editores del volumen en su “Introducción”, tanto autores como temas son presentados desde la perspectiva de una pregunta que recorre y unifica el libro:

¿son las neovanguardias que vemos prosperar en ciertos experimentos literarios y artísticos contemporáneos, como la obra del mismo Bolaño, las de césar Aira o Mario Bellatin –por citar ejemplos bien conocidos–, proyectos legítimos y programas vigentes que logran renovar la senda trazada por los “ismos” de la vanguardia histórica, o acaso debemos ver en ellos casos perdidos y artimañas del desconcierto, semejantes a los cadáveres exquisitos y performances de los real visceralistas una vez concluida se edad dorada? (p. 10).

Por supuesto que en la respuesta a esta pregunta están las claves de lo que los editores consideran “una contestación positiva” a la problemática discutida en cada uno de los ensayos que componen el libro y, en consecuencia, a un enunciado mayor que sería la ostensible crisis de los paradigmas que ya venía observándose desde los años del llamado “boom” de la narrativa latinoamericana. La fuerza centrífuga ejercida por el modelo privilegió a los narradores y a la novela como género “con la excepción de Borges”, a los críticos y a los centros emisores de opinión y lecturas canonizadoras. Revistas especializadas, prensa en general y universidades parecieron enredarse en la madeja del éxito comercial “respaldado, por supuesto por la indiscutible calidad de la nutrida nómina de escritores y obras de la época y se hizo una peligrosa y empobrecedora tábula rasa que llevó a catalogar como “preboom” a un gran segmento de la literatura escrita antes de la eclosión de los sesenta y, lógicamente, como “posboom”, a todo lo que no entró en el privilegiado “cogollito” del “boom” y la literatura posterior. Diamela Eltit, presente en el volumen que comento, es un buen ejemplo de esta crisis de los paradigmas que la llevó a ser incluida en ese vago rótulo genérico de “posboom” y luego en otro no más feliz de “literatura escrita por mujeres”.

Seguramente por la alta identificación con la obra de los autores tratados y sin desdeñar la influencia de ciertas herencias de la poscrítica, Un asombro renovado se nos presenta como un impecable volumen de empaque académico, matizado con ciertos guiños creativos que lo convierten en un ejemplo del “dulce et utile” horaciano.

La propuesta concreta de los textos que conforman Un asombro renovado es la de ver a los autores estudiados como una literatura de neovanguardia, con todos los riesgos que esto implica, pues el término ha sido utilizado en varios sentidos, una vez decretada la muerte natural de las vanguardias históricas. Justamente en este punto radica el aporte esencial del libro y también su punto polémico, dado lo atrevido de sus tesis. Quizás quien mejor ejemplifique lo que señalo es el ensayo dedicado al escritor cubano Lorenzo García Vega, miembro del grupo “Orígenes”, liderado por José Lezama Lima y, por lo tanto, alejado generacionalmente de los restantes autores estudiados en el volumen. “Orígenes” suele verse por muchos estudiosos como un botón de muestra de la literatura trascendentalista que, aunque no la rechaza, pretende distanciarse de la literatura vanguardista. Quizás sabiendo esto, Julio Prieto, autor del ensayo, comienza su texto con una cita del propio García Vega que reza: “¡Buen anacronismo!” (p. 173).

En general, los diez ensayos que conforman el libro son presentados en dos partes iguales, que tratan de los autores y algunos temas generales. Bajo el epígrafe “Reconceptualizaciones”, se reúnen los cinco primeros trabajos: “Hilda Mundy y la Dislocadura de la lógica”, de Emilio Paz Soldán; “Los hilos de la vanguardia: el colectivismo como teoría del arte”, de Karen Benezra; “(Des)aparecer en la escritura: sujeto y fracaso en la Trilogía involuntaria de Mario Levrero”, de César Barros; “Vanguardia y neobarroco en Copi”, de Daniel Link, y, “Gramáticas de la exasperación: del neocriollo a Tadeys de Osvaldo Lamborghini”, de Martín Arias.

Esta primera parte lanza una mirada retrospectiva a autores y temas más cercanos a la vanguardia histórica, justamente porque arrojan luz sobre la influencia de esta sobre las vanguardias contemporáneas. Así, Paz Soldán se ocupa de la obra de la escritora vanguardista boliviana Laura Villanueva Rocabado (1912-1982), que escribió bajo el seudónimo Hilda Mundy. Este artículo nos acerca a la obra de una escritora poco conocida, de un país con poca tradición vanguardista. Por su parte, Karen Benezra se ocupa del estudio de los Grupos, conjunto de asociaciones de artistas visuales mexicanos de finales de los años 60 y principios de los 80 que renovaron el “activismo” de la vanguardia tradicional. A continuación, los trabajos de Soldán y Benezra aportan un panorama complementario, al presentar una visión “individual” el primero y, otra colectiva y desde el arte visual, la segunda.

César Barros retorna al análisis literario con el estudio de la Trilogía involuntaria (La ciudad, París y El lugar), del escritor uruguayo Mario Levrero, narrador de estirpe surrealista. La experimentación lingüística en la obra del escritor argentino Copi (seudónimo de Raúl Dalmonte) es estudiada por Daniel Link a partir de la tensión estética entre la escritura de vanguardia y el neobarroco latinoamericano. Finalmente, Martín Arias, en el último ensayo de esta primera parte del libro, analiza la obra del argentino Leonidas Lamborghini, también desde una perspectiva lingüística. En él estudia la invención de un lenguaje en la novela Tadeys, ejercicio de clara raíz vanguardista que ya tenía como antecedente, por ejemplo, la narrativa de Roberto Arlt.

La segunda parte del volumen, “Actualizaciones”, recoge cinco ensayos sobre autores que transitan la llamada literatura de “neovanguardia”. Donoso Macaya se acerca a la narrativa de la escritora chilena Diamela Eltit “a través de la teoría de los afectos” para, entre otros enunciados, analizar los aportes de las vanguardias históricas. Por su parte, Julio Premat estudia la temporalidad en la novela El Gran Vidrio del escritor mexicano-peruano Mario Bellatín. Su trabajo constituye un interesante análisis acerca de la influencia del “yo” en la fragmentación del discurso narrativo de la vanguardia y la multiplicación de voces en el texto, de la polifonía de sujetos narrativos. A continuación, Julio Prieto se ocupa de la obra del cubano Lorenzo García Vega en un trabajo muy bien hilvanado y discutidor, dada la ostensible contradicción o asincronía, según cómo se mire, de la obra de García Vega, que puede resultar anacrónica en el contexto de las vanguardias. Prieto no es ajeno a esto y quizás por ello siga una línea de análisis donde la temporalidad ocupa un lugar esencial.

Carlos Villacorta, por su parte, estudia la novela experimental, de alto contenido visual, 80M84RD3RO, del escritor peruano César Gutiérrez, obra que relaciona el terrorismo contemporáneo con la vanguardia a través de un narrador que va por el mundo escuchando a David Bowie a la vez que presencia actos de terrorismo, como el derrumbe de las Torres Gemelas de Nueva York. En el trabajo final, los editores del libro acometen una lectura comparada de la obra novelesca de César Aira y Roberto Bolaño. Un valioso texto que funciona a manera de cierre de muchos de los contenidos plasmados en los anteriores. Del análisis documentado y de inmersión en las fuentes teóricas del debate acerca de las vanguardias, los autores concluyen que Bolaño quizás sea “el paladín de la nostalgia vanguardista”, mientras que Aira se revela como el negador del tiempo histórico de las vanguardias y, por tanto, el referente de la “afirmación vitalista del presente como el tiempo real de las vanguardias”.

Todos los textos se complementan de un modo u otro y, sin faltar al necesario rigor científico, entretejen una trama un tanto lúdica, en coherencia con la materia tratada: vanguardia-neovanguardia, desafíos desde la literatura, ruptura de los paradigmas y las concepciones anteriores, reescritura de la escritura, dinamitación de la literatura. Por ello, no faltan en los ensayos las citas de los autores, trabajadas en el estilo tradicional, junto a la recreación de otras citas y textos de los mismos autores. No por esto deja de sorprender un tanto el “Posfacio” de Unruh, que comienza citando el hecho del polémico otorgamiento del Premio Nobel de Literatura a Bob Dylan, en 2016. Aunque enseguida argumenta lo que parecía alejarse del tema central del volumen y adelanta unas interesantes conclusiones:

“Disparate” para algunos, acto “deslumbrante” para otros (García Michel), la decisión desató intensos debates que hicieron eco de los debates desencadenados por los movimientos vanguardistas de los años veinte y treinta, tanto en Latinoamérica como a nivel internacional: sobre la legitimidad literaria de la producción artística de Dylan; sobre el desafío que supone ese corpus frente a las normas genéricas y disciplinarias; sobre las movedizas fronteras de “lo literario”; y sobre la vulnerabilidad de las instituciones culturales oficiales. […] Tanto la reacción internacional al laureado Dylan como la presente colección de estudios y los proyectos artísticos que la constituyen, destacan que la capacidad de “asombro” de los tropos, las estrategias, el espíritu crítico y el rico imaginario cultural de las vanguardias ha probado ser, hasta ahora, infinitamente renovable en nuestros contextos.(p. 246)

En definitiva, la propuesta central y las parciales del volumen son presentadas con un alto grado de profesionalidad, identificación total con el tema y un amplio manejo de fuentes que lo hacen, en mi opinión, un libro de consulta indispensable en los actuales estudios literarios. Sin duda, un texto necesario, cargado de actualidad, muy bien impuesto en la materia que trata y provocador por las lecturas temporales que propone en los acercamientos teóricos al espíritu de las vanguardias. La publicación apuesta por la continuidad de las lecciones de las vanguardias artísticas leídas con el prisma de la actualidad, y propone, identificado con el espíritu renovador de las ellas, una sacudida intelectual en el terreno de los estudios literarios necesaria para la actualización de los modelos y paradigmas, por lo tanto, del canon literario latinoamericano contemporáneo.

Ernesto Sierra Delgado

Universidad de Castilla-La Mancha

sierramicu@yahoo.com