
Contreras-Guerrero, Adrián, ed. 2024. El arte de la escultura en América del Sur. Siglos XVI-XIX. Madrid: Sílex Ediciones. ISBN 978-84-102067-19-0. 734 páginas.
Por Mario Segovia Portillo
Dado que no disponíamos de un estudio global sobre el arte de la escultura virreinal en América del Sur, al menos no de esta profundidad, esta monografía, recientemente editada por Adrián Contreras-Guerrero, resulta de lo más oportuno. El volumen ha sido publicado por la reconocida editorial Sílex y, en su prólogo, el eminente investigador Rafael López Guzmán, ya anticipa el significativo impacto que la obra tendrá en la comunidad científica.
La obra se organiza en varios capítulos –según cada espacio susceptible de ser analizado– formados a su vez por diversos textos donde participan una veintena de especialistas en cada área específica. De este modo, se presenta el virreinato del Perú, Bolivia, la Real Audiencia de Quito, el Nuevo Reino de Granada, las áreas del cono sur e incluso Brasil, combinándose estudios panorámicos regionales con análisis más detallados acerca determinados géneros o autores. En la primera sección, titulada “Introito”, están el ya mencionado prólogo y otros dos estudios firmados por el mismo editor y por Almerindo Ojeda. Por una parte, Contreras aborda la relación centro-periferia entre los distintos focos de la imaginería hispánica, detallando cómo las distintas escuelas americanas se desarrollaron hasta convertirse en nuevos centros artísticos que irradiaron sus propias influencias. Por otra parte, Ojeda examina los diversos niveles de invención e inventiva presentes en la escultura virreinal, partiendo de su muy conocida inicitiva “Project on the Engraved Sources of Spanish Colonial Art” (PESSCA).
Adentrándonos en el capítulo dedicado al virreinato del Perú, el primer análisis es llevado a cabo por el profesor Ramos Sosa, quien se ocupa de ofrecer una visión general de la escultura en esta región, enfocándose principalmente en el caso de Lima junto con las ciudades de Arequipa y Trujillo. Asimismo, la escultura española de importación es analizada por Porres Benavides, llegando a la conclusión de que el mercado americano –y en particular el peruano– se convirtió en un mercado muy atractivo para los artistas peninsulares. Por otra parte, Chuquiray Garibay presenta novedades y atribuciones relacionadas con la obra escultórica en la Iglesia de la Merced en Lima, mientras que Ewa Kubiak realiza un compendio de la escultura virreinal en Cuzco, ofreciendo una base sólida sobre la que trabajar en futuras y necesarias investigaciones.
El caso de la actual Bolivia –por entonces conocida como región del Alto Perú o la Audiencia de Charcas– cuenta con un capítulo formado por un único estudio. Este ha sido realizado de nuevo por Ramos Sosa, especialista también en la escultura de esta región. Aquí el autor presenta una síntesis de lo hasta ahora conocido, aportando incluso ejemplos inéditos como el Cristo recogiendo sus vestiduras de la Iglesia de San Miguel de Sucre.
El siguiente bloque está dedicado a la Real Audiencia de Quito. En esta ocasión, Valiñas López comienza tratando los orígenes de la escuela quiteña de escultura mediante la figura de Diego de Robles. Posteriormente, Bermeo Lema aborda el estudio de estas esculturas por medio de las diferentes personalidades que las patrocinaron, asunto poco estudiado hasta el momento. Un examen especial merece el belén quiteño, una de las producciones más icónicas de la escuela, siendo Peña Martín el encargado de abordarlo. El capítulo relativo a Quito prosigue con el análisis de Pacheco Bustillos, quien desgrana otro modelo iconográfico prototípico: la Inmaculada Apocalíptica alada. Por otro lado, el estudio de Justo-Estebaranz aborda la reproducción de imágenes escultóricas devocionales en la pintura quiteña barroca, mientras que el trabajo de Verdi Webster ofrece nuevos datos sobre lo que realmente conocemos acerca de Manuel Chili Caspicara, un importante escultor del que, a pesar de tener pocas evidencias documentales, se ha acabado convirtiendo en uno de los más famosos de la escuela. Para concluir, Kennedy-Troya finaliza este bloque analizando la escultura del siglo XIX en la ya establecida república de Ecuador.
El Nuevo Reino de Granada está representado por un epígrafe específico compuesto por un único estudio firmado por Herrera García, un investigador que, al igual que el editor, ha trabajado el ámbito neogranadino, subrayando aquí la diversidad y originalidad existente en la escultura neogranadina de los siglos XVI al XVIII.
Continuamos con la sección dedicada a las regiones del cono sur. Ahora, Guzmán Schiappacasse se encarga de mostrar la diversidad de la escultura en el reino de Chile durante el siglo XVIII, un espacio en el que las obras y la documentación preservada permiten afirmar la existencia de un vibrante ambiente artístico durante dicha centuria. Por otro lado, en relación a Paraguay, se incluye un estudio realizado por Corinna Gramatke centrado en las tallas policromadas de las reducciones guaraní-jesuíticas entre los años 1609 y 1768, examinando aspectos relacionados con las iconografías, modelos, soportes o policromías, entre otros temas, además de subrayar la relevancia de la escultura como un medio fundamental para la misión. Por último, el territorio argentino queda analizado en el estudio de Ricardo González, donde se investiga la escultura producida durante la dominación hispánica, demostrando como las características físico-culturales de cada entorno, la influencia de las corrientes colonizadoras, así como los distintos materiales y técnicas, por mencionar algunas variables, han contribuido a conferir rasgos particulares a la producción escultórica argentina.
La monografía culmina con un importante conjunto de textos dedicados a Brasil que ofrecen por primera vez muchos de estos contenidos en idioma español. En primer lugar, Ribeiro de Oliveira proporciona una visión general de la imaginería religiosa brasileña, resaltando de qué manera la escultura fue el vehículo privilegiado de expresión artística en dicho espacio durante el dominio portugués. A continuación, Proença Brusadin y Emery Quites dirigen su atención al estudio de las tipologías y particularidades de la escultura devocional brasileña durante los siglos XVIII y XIX. También, Olivera Pedrosa se encarga de examinar la escultura ornamental en los retablos setecentistas de Minas Gerais a partir de piezas producidas entre los años 1700 y 1760. Finalmente, Luciano Migliaccio se ocupa de la iconografía religiosa paulista mediante una síntesis de las culturas artísticas del mundo colonial y su permanencia, mientras que Almeida Martins trabaja las esculturas realizadas en los talleres de las misiones jesuíticas de la Amazonia a lo largo de los siglos XVII y XVIII, enriqueciendo así la visión de la América portuguesa con sus diversas peculiaridades y conexiones.
En resumen, tras la lectura de estas páginas hemos podido comprobar que la edición del volumen El arte de la escultura en América del Sur. Siglos XVI-XIX se presenta como una herramienta esencial de lectura obligatoria para llevar a cabo futuras investigaciones sobre la realidad escultórica en cualquiera de los territorios que aquí se consideran. De esta manera, se añade al acervo bibliográfico del ámbito americanista una monografía que de seguro tendrá un lugar preeminente en la biblioteca de cualquier investigador interesado en la escultura de la América virreinal. Y es que los rigurosos trabajos que conforman la obra, además de estar firmados por reconocidos expertos en cada materia, vienen acompañados de un detallado aporte gráfico a color que facilita la comprensión del texto y comparte valiosas imágenes de obras indispensables para el estudio de la escultura virreinal sudamericana.