Núñez González, María. 2022. Vocabulario arquitectónico ilustrado: la casa sevillana del Siglo XVI. Granada: Editorial Universidad de Granada. ISBN: 978-84-338-7101-5. 383 páginas.
Por Alfonso Jiménez
Las administraciones de varias instituciones sevillanas del siglo XVI (La catedral y tres hospitales, los de las Cinco Llagas, de San Cosme y San Damián y de San Hermenegildo), produjeron en su momento una interesante serie de libros de apeos que describían de manera sistemática y rigurosa las casas que eran de su propiedad, hasta llegar a la importante cantidad de mil setecientas. Sus autores fueron, entre los años 1541 y 1608, una serie de alarifes locales, concretamente veintinueve, de los que la mayoría son, al menos para las publicaciones de historia del arte al uso, unos perfectos desconocidos.
La cantidad de casos reunidos y el hecho de que normalmente aparezcan reseñadas las medidas de los espacios recorridos en el reconocimiento, pues, aunque hay apeos más antiguos no suelen dar dimensiones en varas, ha permitido a la arquitecta María Núñez González la realización de un estudio fundamental, como ha sido la restitución de las plantas de un buen número de casas a partir de descripciones y medidas, proyecciones que pocas veces fueron someramente dibujadas en los documentos originales. El rigor del trabajo realizado, que puedo atestiguar, ha sido ejemplar y está lejos de agotarse.
A partir de este análisis fundamental ha elaborado la autora un serie de publicaciones sectoriales, cuyo esquema ya planteó brevemente en la sexta parte de la primera publicación, la de 2021; así es que ha redactado e ilustrado, en los cuatro años transcurridos, numerosas publicaciones, a modo de lecturas monográficas, tanto espaciales, como funcionales y también formales, presentando el panorama detallado de una parte sustancial del tejido urbano de Sevilla; gracias a ella, además de los palacios, conventos e iglesias, ahora disponemos de información detallada y extensa de aspectos monográficos muy variados de edificios “menores”: el espacio de las mujeres en la vivienda, las alcaicerías de la ciudad, la cámara y la casapuerta como espacios notables, multiformes y ubicuos, las atahonas y otros locales comerciales, como almacenes, bodegas, carnicerías y boticas y de hospedaje, además de los corrales de vecinos, el agua en la casa, estudios de áreas y collaciones concretas, las casas de un grupo determinado, como fueron los conversos, etc. No faltan, por supuesto, aportaciones sobre la metodología usada, con especial atención al medio gráfico, tanto el actual aplicado al tema como el de los maestros que visitaron los edificios para informar de sus circunstancias exactas.
Es evidente que estos estudios pueden etiquetarse en algunas de las categorías académicas tradicionales, pero ni los materiales originales, ni el uso del dibujo como herramienta descriptiva y analítica, ni los resultados que ha alcanzado la autora encajan con los estudios de historia del arte, ni siquiera reconociendo la especificidad de la arquitectura como disciplina escasamente relacionada con sus compañeras de viaje por los salones de las viejas academias. Esto es otra cosa, análisis de formas arquitectónicas, podríamos decir. Pues bien, desde el primer momento, la autora, como parece inevitable cuando de profesionales de la arquitectura se trata, ha dedicado mucha atención al lenguaje, como acredita el capítulo titulado “Glosario de términos de alarifes del siglo XVI” (páginas 601-686 del libro de 2021), donde ya aparecieron muchos de los términos glosados en el libro que nos ocupa.
Este “Vocabulario Arquitectónico Ilustrado” que comento contiene seiscientas once palabras extraídas de los apeos de las casas según el argot especializado de los maestros alarifes que las describieron en la segunda mitad del XVI, cuando esta ciudad de Sevilla era una segunda babilonia, con torre fortísima incluida. Cada una de las entradas está encabezada por la grafía convencional (v.g. ZAQUIZAMÍ), la más actualizada, seguida de las variantes documentadas, que son seis en este caso concreto; le sigue el significado, lo que lleva, en muchos casos, a un cierto abanico de posibilidades, pues son multitud las palabras en desuso; continúa con el despliegue de la etimología de cada una de ellas, a partir de las autoridades convenientes, finalizando, en muchos casos, con una detallada relación de los tipos que da soporte a los distintos significados (para esta entrada concreta, zaquizamí de jaldetas, de lazo, de madera, de tablas y de yeso) con las debidas referencias a documentos concretos. Ha sido un trabajo concienzudo, aunque estimo que, para algunas palabras, hubiera sido interesante la consulta de la monumental obra de Joan Corominas i Vigneaux y José Antonio Pascual Rodríguez (Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico. Madrid, 1991 Gredos) además del Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana, que ha incluido la autora en la bibliografía.
Las páginas de este libro contienen ciento cincuenta y ocho imágenes para ilustrar la práctica totalidad de las voces recogidas, ya sean de fotos de elementos de edificios sevillanos del XVI, o posteriores, pero también de lugares diversos donde se conservan fósiles arquitectónicos que ilustran palabras concretas, amén de documentos, infografías y todo lo que ha podido ser fotografiado en color para ilustrarlas. A veces una foto corresponde a cuatro a cinco entradas y todas están debidamente acreditadas, lo que lleva a una observación sobre los pies de las ilustraciones, pues en algunos pocos casos, son textos largos, políglotas y antipáticos debidos al prurito de incluir el origen y autoría de la imagen. Creo que esta exigencia ética, y seguramente reglamentaria, cada vez más extendida, debiera hacerse de alguna otra manera en sucesivas ediciones.
En otro orden de cosas, me ha llamado la atención las escasas coincidencias de la lista de voces de este libro con las cuatrocientas y pico de entradas que registré, con Inmaculada Ríos Collantes de Terán e Isabel González Ferrín, en documentos relacionados con la obra de la catedral gótica; es decir, si se puede comparar el material vinculado a la cantería de la seo hispalense (1433-1506…), con el de los apeos de la segunda mitad del XVI, no sabríamos a que atribuir el cambio, si al desfase cronológico y la heterogeneidad de los primeros, o a que unos se refieren sobre todo a cantería ojival y carpintería de lo prieto mientras los otros reflejan descripciones de obras de albañilería mudéjar y carpintería de lo blanco.
Ambas colecciones, en cualquier caso, reflejan la riqueza del extinguido mundo de la edilicia del Siglo de Oro, dotado de sus propias reglas y lenguaje, que se ha mantenido en las poblaciones de la periferia sevillana hasta que la electricidad, allá por los años sesenta del siglo pasado, irrumpió en los tajos por medio de hormigoneras, herramientas radiales y compresores, dando el golpe de gracia a oficios tradicionales que ya estaban tocados de muerte desde que el hormigón armado acabó con las vigas de madera.
Este libro es un instrumento al que auguro mucho uso, especialmente entre los profesionales de la arqueología urbana que, de ahora en adelante, podrán incluir “almatraya” y otras sonoras palabras del mismo jaez, al describir los menguados restos que, con tanta dificultad, extraen del subsuelo de esta ciudad que se devora a sí misma.