La visión de los jardines españoles en el viaje de Cosme de Médici en los años 1668 y 1669

The vision of the Spanish gardens in the journey of Cosme de Medici in the years 1668 and 1669

José Miguel Morales Folguera

Universidad de Málaga. España
ORCID: 0000-0002-3936-9927
jmmorales@uma.es

Resumen:

En este artículo se analizan las referencias a los jardines españoles visitados por Cosme de Médici en su viaje por varias regiones en los años 1668 y 1669. Los datos más importantes se refieren a los jardines de Madrid y de los Sitios Reales, así como a los de las tres principales ciudades andaluzas, en las que se hospedó. Las noticias referentes a Cataluña y Aragón son escasas, mientras que no hay ninguna mención a los jardines y huertos de Extremadura y de Galicia.

Palabras clave:

Cosme de Médici; jardines españoles; jardines de Madrid; jardines de Andalucía.

Abstract:

In this article we analyze the references to the Spanish gardens visited by Cosme de Medici on his journey to various regions in 1668 and 1669. The most important data refer to the gardens of Madrid and the Royal Sites as well as the three main Andalusian cities, where he stayed.The news referring to Catalonia and Aragon are scarce, while there is no mention of the gardens of Extremadura and Galicia.

Keywords:

Cosme de Médici; Spanish gardens; Madrid gardens; Andalusia gardens.

Fecha de envío: 27 de octubre de 2021.
Fecha de aceptación: 6 de marzo de 2022.

Cómo citar este trabajo / How to cite this paper:
Morales Folguera, José Miguel (2022): “La vision de los jardines españoles en el viaje de Cosme de Médici en los años 1668 y 1669”. En: Laboratorio de Arte, 34, pp. 111-134.

© ٢٠٢٢ José Miguel Morales Folguera. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la licencia Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 4.0. International License (CC BY-NC-SA 4.0).

Hasta el presente no se ha llevado a cabo ninguna publicación, que analice de forma conjunta las referencias sobre los jardines españoles aparecidas en los distintos relatos del viaje, que Cosme de Médici realizó por diferentes regiones de España a lo largo de los años 1668 y 1669. Sólo hay noticias dispersas en varias publicaciones. Por consiguiente, la principal finalidad de este artículo es analizar, desde una perspectiva histórica y estética del jardín, y de forma monográfica, esta cuestión tan importante en las diferentes relaciones del viaje.

Cosme de Médici (1642-1723) llevó a cabo entre septiembre de 1668 y marzo de 1669, como heredero del ducado de la Toscana, un viaje por España y Portugal. Tenía entonces 26 años. Iba acompañado por un selecto grupo de 39 nobles, intelectuales, servidores y criados. La expedición arribó en dos galeras a Palamós el 28 de septiembre de 1668, desde donde se dirigió con posterioridad a Barcelona, Zaragoza, Madrid, Andalucía y Extremadura, siendo Badajoz la última población española visitada en una primera etapa, a donde llegó la comitiva el 7 de enero de 1669. Tras recorrer la zona norte de Portugal, el 1 de marzo Cosme se dirige a Tuy y, tras pasar por Pontevedra, Santiago de Compostela y A Coruña, embarca en una fragata británica el 19 de marzo con dirección al Reino Unido. La estancia más prolongada fue en la corte madrileña, donde permaneció cerca de un mes. En los restantes lugares solamente estuvo uno o varios días, salvo en A Coruña, donde pasó doce días, esperando para embarcarse. Solía hospedarse preferentemente en ventas y conventos, aunque en Madrid residió en la casa del embajador de la Toscana. Una de sus principales ocupaciones fue la asistencia a los oficios religiosos.

El relator oficial del viaje fue el conde Lorenzo Magalotti (1637-1712), secretario de la Academia del Cimento1, del que se conserva una copia caligráfica titulada Relazione ufficiale del viaggio di Cosimo III dei Medici, scritti di Lorenzo Magalotti (Fondo Mediceo Palatino, Códice 123, 1), la cual está ilustrada con 136 acuarelas a la aguada en color sepia realizadas por el arquitecto Pier Maria Baldi. La mayoría de las imágenes son perspectivas lejanas y externas de las poblaciones, siguiendo los modelos de los paisajistas del siglo XVI.

Uno de los nobles del séquito era el marqués Filippo Corsini (1647-1706), el cual llevó a cabo también una descripción del viaje, de la que se conservan dos copias, en las que se dedican hasta siete páginas al Escorial. Otro de los relatos del viaje fue el realizado por Gian Battista Gornia (1633-1684), médico personal de Cosme, que se encargaba de la salud de los expedicionarios y que se interesaba especialmente por los temas sanitarios de las ciudades visitadas2. Jacopo Ciuti era el administrador y también escribió un diario, en el que informaba de los mercados, los alimentos y los precios, anotando el coste total del viaje: 52.392 escudos3.

Las descripciones de los huertos y jardines están centradas principalmente en dos regiones: la Corte y los Sitios Reales situados en los alrededores de Madrid, y las tres principales ciudades andaluzas visitadas: Granada, Córdoba y Sevilla. Por el contrario, hay muy pocos datos, no solo en Magalotti sino también en los otros relatores del viaje, de los huertos y jardines de Cataluña y de Aragón, mientras que no hay ninguna referencia en Extremadura y Galicia. Posiblemente, no debieron llamar la atención lo suficiente a la exquisita comitiva italiana, como para incluir sus descripciones. La mayoría de los conventos y monasterios, en los que se hospedaba Cosme de Médici, contaba con amplios huertos y jardines claustrales. Lo mismo puede afirmarse de los palacios visitados. Sólo en Madrid se citan con mayor precisión algunos de estos jardines, sobresaliendo, por la relación de sus propietarios con Italia, la descripción del jardín de la Florida, perteneciente al marqués de Castel Rodrigo, y la del II marqués de Montealegre. Por el contrario, en Sevilla, el palacio de los duques de Alcalá, que en el momento de la visita pertenecía a la Casa de Medinaceli, ni siquiera aparece, y el palacio de los duques de Medina Sidonia, que contaba con dos grandes patios ajardinados, solo tiene una simple mención. En cambio, sí hay una pequeña referencia al jardín del duque de Cardona en Lucena, el cual también era propiedad del ducado de Medinaceli.

Cataluña y Aragón

La primera gran ciudad visitada por Cosme fue Barcelona, habitada por cincuenta mil personas, y de la que Corsini dice que sus calles son en su mayoría estrechas y mal pavimentadas, destacando especialmente la plaza, donde se hallaba la Aduana y la Casa del Mercado, así como el paseo situado junto al mar. Afirma que de todas sus calles solo tres o cuatro se podían definir como hermosas. Son pocos los datos referentes a los jardines. Del Palacio de la Diputación dice que tiene varios patios “cultivados con naranjos, y pavimentos de mármol con fuentes de agua muy galantes en correspondencia con las puertas. Igualmente habla del Paseo de la Rambla, descrito como un sitio sin pavimentar, que está entre la nueva y la vieja ciudad. Corsini afirma que frente a Montjuic hay una deliciosa colina de palacios y de grandes pueblos. Debe referirse a la Sierra de Collserola. Gornia, por su parte, señala la amplitud del Hospital, el cual tenía un buen paseo en el centro con una gran cantidad de árboles de especias4.

La ciudad de Zaragoza debió seducir favorablemente a la comitiva florentina, ya que es descrita como “muy grande y muy poblada; aunque no puede igualar a Barcelona en habitantes y en dimensiones, la supera en la calidad de las construcciones, en la alegría y limpieza de las calles y en la cantidad de plazas”. También son muy pocas las referencias a espacios ajardinados. Sólo señala el jardín de la Aljafería, próximo al río y plantado de “coles y de otros cultivos similares”, por lo que su aspecto debió ser mas bien el de un huerto. El edificio estaba rodeado por una zanja de ladrillo, recubierta con setos y con bolardos en las esquinas. Magalotti destaca el Paseo de Verano, una amplia avenida a lo largo de las orillas del Ebro y alrededor de dos puentes, uno de piedra y otro de madera y que, en ese momento, se estaba preparando un nuevo paseo fuera de la puerta de Santa Engracia, denominado Prado de San Jerónimo, protegido de los vientos, abierto al mediodía y a algunas lomas cultivadas y fructíferas5.

Madrid y Sitios Reales

Cosme estuvo en Madrid desde el 24 de octubre hasta el 25 de noviembre de 1668, residiendo en la casa del embajador de la Toscana6. Los acompañantes de Cosme de Medici, que redactaron un diario de su viaje, describen a Madrid como una ciudad muy sucia tanto por las calles de tierra como por la costumbre de los ciudadanos de arrojar la basura por las ventanas. Este era un mal común a todas las ciudades españolas, que solo se corregía temporalmente, cuando se recogía esta basura en carros, lo que normalmente ocurría, cuando se celebraba alguna festividad. En esos momentos las autoridades obligaban a los vecinos a limpiar los terrenos próximos a sus viviendas. Gornia describe Madrid como una ciudad con unos 200.000 habitantes, erigida sobre suaves colinas, que se extienden sobre una gran llanura, con las casas de muros bajos de tierra y madera, que solo tienen las fachadas de ladrillo. Carecía de desagües y drenajes, por lo que abundaba la inmundicia en las calles7. El Diario de Ciuti la describe como una ciudad no muy grande, con calles rectas, anchas y largas, pero muy sucia, porque la gente tira las inmundicias por las ventanas, hasta el punto de que “toda la ciudad es una pocilga y siempre se camina hasta las rodillas de inmundicia…El Palacio Real es muy grande y bien hecho pero con patios muy sucios y allí, en la plaza de delante, están los cerdos”. Por su parte Magalotti dice que la ciudad no es muy grande, “aunque con amplias calles, y con un aire perfecto, porque tiran toda la basura en la calle y en un corto periodo de tiempo todo está dañado y resultando gran polvo, pero en invierno es tal la cantidad de barro, que se suelta por el tráfico de carrozas y parece aquello una pocilga”8.

El primero de los jardines madrileños visitado por Cosme fue la Casa de Campo, que es definida como “antigua casa de recreo de los Reyes de España” (fig. 1). Se hallaba ubicada en una de las zonas verdes más importantes de la ciudad, ocupada por bosques, huertas y villas con jardines, cuyo verdor se ha conservado en gran medida hasta nuestros días9. Entre otras propiedades se encontraban la Huerta del cardenal de Toledo Don Bernardo de Rojas y Sandoval, la Huerta del Convento de frailes menores de San Bernardo, la Huerta del conde de Nieva, etc. Al otro lado del río y en la cuesta del Alcázar o Palacio Real se hallaba, según el plano de Mancelli, “El parque y monte de los venados y otras cazas”, conocido con posterioridad con el nombre de Jardines del Campo del Moro.

Figura 1. Pier Maria Baldi, Perspectiva del Alcázar de Madrid y de la Casa de Campo desde el río Manzanares, 1668-1669, Biblioteca Nacional de Portugal.

El acceso a la Casa de Campo se realizaba por un portón, ubicado en un camino junto al río Manzanares, por el que se llegaba a un “pradillo”. A la izquierda había “una especie de taberna” y a mano derecha un corto paseo conducía a la “casa del Rey”, que Magalotti considera que en la Toscana sería impropia de “un particular acomodado. Estaba hecha de ladrillo, excepto las columnas de “una mísera galería”. Por el lado contrario se accedía a través de una puerta al jardín, “que parece un cuadrado circundado de muros”. El jardín es considerado como muy bello, pero de extensión reducida para un “Rey tan grande”. El jardín estaba formado por el cruce de dos calles, que conformaban una plaza en el centro, rodeada por árboles altísimos y una fuente en el centro de mármol blanco y tres “tazas, pero sin surtidores de agua debido a que los canales” estaban todos estropeados, por abandono10. “Entre la fuente y la casa está, sobre un pedestal muy gracioso de mármoles de Carrara, un caballo de bronce, dado por un Gran Duque de la serenísima Casa de Médici, con la estatua de Felipe III armado, estatua que disuena delante de un edificio tan desdichado”. El Manuscrito de Corsini añade que “el caballo sobre el cual se encuentra la imagen de Felipe III, era obra de Juan de Bolonia”11 (fig. 2).

Figura 2. Félix Castello, Casa de Campo, Madrid, 1637, Museo de Historia de Madrid.

Magalotti describe la hermosura del paseo junto al río, cuyas riberas estaban plantadas con por chopos muy altos, desde donde se divisaba el palacio del Rey sobre la cima de una larga cuesta ocupada por una “larga cinta de edificios interrumpida de cuando en cuando por frondosos jardines y por varias plantaciones de árboles”. Desde este paseo se contemplaba “la magnífica quinta del marqués de Castel Rodrigo, llamada la Florida”, así como el “bellísimo puente del Manzanares, de setecientos setenta pasos de longitud y veintitrés de anchura, completamente fabricado de piedra, colocadas encima de pedestales que descansan sobre cada uno de los pilares del mismo…nueve arcos están abiertos por la parte inferior, de los cuales sobran la mitad para el agua que lleva el río”. Con respecto al puente, el Manuscrito Gornia señala que “el puente de Segovia, donde se sabe que un embajador turco dijo al Rey, o vender el puente o comprar el río, es donde las lavanderas de Madrid lavan la ropa y pagan tanto por el lugar que ocupan como por el agua de manantial que se llevan para las casas”12.

Magalotti habla también del denominado “Prado Nuevo, que es una calle ancha plantada con dos hileras de olmos por la cual se baja hasta el río y en la cual se encuentran numerosas fuentes de piedra, todas ellas muy pobres de agua, se baja a La Florida”. El lado derecho estaba lleno de huertas, conocidas genéricamente con el nombre de “Las Huertas de las Minas”13, llamadas así por los agujeros en forma de cuevas. Las fuentes de Madrid llamaron la atención de los visitantes toscanos, hasta el punto de realizar excursiones para visitarlas. Es lo que sucedió con la Fuente Castellana, famosa por su aire fresco y por la calidad del agua, considerada como la mejor de Madrid. Provenía de las montañas próximas y era recogida a una milla en un pozo, desde el cual a través de un caño era conducida a la ciudad y repartida por diversos lugares. Más abajo del pozo había una fuente o abrevadero de piedra, utilizado tanto por los pasajeros como por los animales. La familia real se surtía de otro manantial proveniente de Alcalá, que vertía en un depósito cerrado con dos llaves. También era famosa el agua de Húmera, que brotaba a una legua de Madrid, y la fuente llamada del Membrillo, que surgía originalmente al pie de un árbol de este fruto junto a la Casa de Campo y que entonces vertía en una fuente colocada en el paseo del río14.

En este enclave, rivalizando con la propia Casa de Campo, se hallaba la quinta del marqués de Castel Rodrigo, que fue descrita también por otros visitantes de Madrid, como el conde Fernando Buenaventura en 1673, o la condesa D’Aulnoy en el año 167915. La finca fue adquirida en 1647 por el III marqués de Castel Rodrigo, Francisco de Moura al marqués de Camarasa, Manuel de los Cobos16. Cosme tuvo una entrevista con el marqués de Castel Rodrigo, que duró dos horas, lo que fue excepcional, ya que normalmente las visitas eran bastante breves17. Conocemos muy bien el aspecto que tenían en 1670 tanto el palacio como los jardines y los bosquetes que lo rodeaban por una imagen anónima, que se conserva en el palacio de Mombello, Imbersago, Lombardía. y del que hay una copia en el Museo de Historia de Madrid, fechada en 1780 (fig. 3).

Figura 3. Anónimo, Palacio y Jardines de la Florida, Madrid, Palacio de Mombello, Lombardía, Italia.

La importancia dada por Cosme a su propietario justifica la amplia descripción de los jardines realizada por Magalotti: “La Florida es un edificio muy cómodo de dos pisos, adornados con algunos cuadros venidos de Flandes para el marqués de Castel Rodrigo. Delante tiene un prado, y en medio hay una fuente de mármol blanco, que es una gran pila angular, con una taza sostenida por tres figuras dentro. A un lado y otro de la casa hay dos pequeñísimos jardincillos que llegan hasta el prado, y debajo de éste igualmente hay otro jardincillo rodeado por un emparrado bello y grande con dos tazas de piedra que echan agua. En la puerta que mira al río hay otra fuente. Arriba, más cerca de la casa, hay un gran cuadro, en torno al cual han construido recientemente un muro, destinado a plantar en él ciertas flores traídas de Flandes, de donde han venido también los jardineros”.

El segundo gran jardín visitado por Cosme en Madrid fue el Buen Retiro, residencia oficial del rey en Madrid, aunque en ocasiones también se usaba el Alcázar, al que Magalotti señala como el Palacio del Rey. Era el jardín mas monumental y moderno de Madrid, por lo que el relator oficial del viaje le dedica la mayor extensión en su manuscrito. La arquitectura del palacio no fue muy del gusto de los toscanos, señalando la carencia de adornos en las fachadas, el uso del ladrillo y la poca altura, aunque destaca la armonía y simetría del conjunto, así como los muros de fábrica orientados a los jardines, donde, en el segundo piso, había un corredor, que se extendía por las cuatro fachadas con barandas de hierro “hecha de varias figuras”.

“El patio, o sea, el jardín, está adornado con parterres, bastante descuidados, y se halla dividido con macetas de jazmines y naranjos alternando con granados; pero lo que lo hace más bonito es una gran pila colocada en medio que presenta la figura de una fortaleza hexagonal revestida de ladrillos”.

Magalotti describe también las vistas del “Jardín Grande” o “Jardín de la Reina, que se podía disfrutar desde uno de los salones de la fachada del “cuarto regio o Salón del Trono, desde el que se descubre un patio en medio del cual hay un caballo de bronce, obra de Pietro Tacca, que se sostiene con noble actitud solamente sobre las patas traseras, encima de un pedestal de mármol blanco, montado majestuosamente por la estatua de Felipe IV, el cual fue dado por el serenísimo gran duque Fernando II” 18.

Tras visitar a la reina, Cosme bajó al patio, donde se hallaba la carroza para llevar a cabo el recorrido por el jardín, “que no es ciertamente la cosa más bella del Retiro, pues todo él se presenta quebrado e irregular19. Los paseos están la mayor parte descubiertos y son angostos, concurriendo todos al centro del jardín en forma de estrella20. La desigualdad del terreno y la confusión que se encuentra en las partes bastaría para hacerlo desagradable, aparte de la sequedad de la tierra que produce poca hierba en las partes mas considerables y la negligencia de los jardineros en cultivarlo y limpiarlo”.

Magalotti señala la existencia de un edificio a unos ciento cincuenta pasos del jardín21, con las paredes de ladrillo, zócalos de azulejos, con las bóvedas pintadas, y “al pie de las paredes se veían varios bustos con las cabezas de pórfido y el resto de mármol que representaban emperadores romanos…sobre pedestales de mármol blanco”.

Del conjunto arquitectónico Magalotti sólo destaca la fachada del jardín, por donde se accedía a un espacio, donde se hallaba sobre un alto pedestal de mármol la obra en bronce de Carlos V y el Furor, obra de Leone Leoni y de Pompeo Leoni, que se encuentra en la actualidad en el Museo del Prado22. A unos cuarenta pasos había una fuente con más de veinte pies de altura, dos grandes tazas de bronce y mármol gris, sobre la que se situaba una escultura en bronce de Narciso23 “en actitud de mirarse a sí mismo”24 (fig. 4). Tras contemplar la fuente y el espacio a su alrededor, Cosme se volvió a subir al coche para visitar la ermita de Nuestra Señora de Atocha, ubicada en una de las extremidades del parque. El acceso se realizaba a través de una calle con árboles de sombra a los lados, aunque el terreno circundante estaba casi desierto, con excepción de algunos árboles frutales casi secos, suponiendo que originalmente era una huerta. Cosme contempló el camarín de la Virgen y el tabernáculo de plata con cuatro columnas para la exposición del Santísimo25.

Figura 4. Juan Gómez de Mora y Baccio del Bianco, Fuente de Narciso en el Buen Retiro, 1656, Museo de Historia de Madrid.

Desde Atocha Cosme atravesó un olivar de frailes y, tras entrar de nuevo en el Retiro, visitó la ermita de San Antonio, “la más suntuosa de muchas que se encuentran esparcidas por el jardín”. Originalmente las ermitas estaban habitadas por monjes del vecino convento de San Jerónimo, aunque en ese momento estaban deshabitadas. La ermita de San Antonio, construida por los portugueses, se hallaba en el centro de un pequeño jardín. Desde este lugar, y a través de caminos bordeados por filas de árboles, se dirigió a lo alto de una colina, donde se hallaba el “famoso lago”, de forma cuadrada, al que vierten agua dos animales de piedra, que en verano se complementa con el agua de varios pozos. En los alrededores había varios canales de ladrillo, que conformaban una isla irregular con una milla de circunferencia, así como algunos árboles “raros y pequeños”, colocados en las riberas, que solo se podían visitar al atardecer por el calor. Al fondo del primer canal se hallaban los restos de un pequeño arsenal, donde se encontraban las barcas para el paseo por el estanque, aunque tanto el arsenal como las barcas habían desaparecido recientemente en un incendio26. Cosme paseó por los canales en “dos lindísimas embarcaciones; un bergantín todo él dorado, con toldo y gallardetes de brocado de oro y verde, y una barraca también toda ella de talla de oro y cubierta de brocado de plata y encarnado; estas embarcaciones son las que conducen a las personas reales cuando quieren divertirse por el estanque indicado”27.

Gornia afirma que el estanque tenía forma rectangular y que su Alteza fue a “ver los jardines con juegos de agua, de los cuales hay muchos y muy bellos en cada lugar del jardín, en el centro hay un castillo bajo de bronce que desde las almenas de los torreones lanza agua, además de verse numerosos frutales”28.

Tras la ermita de San Antonio, Cosme se dirigió a otra ermita, cuyo nombre no se cita en el manuscrito de Magalotti, aunque se dice que estaba formada por una “graciosa construcción y por el bonito jardín anejo”. Antes de abandonar el Retiro, Cosme visitó “el teatro de las comedias”, que compara por el tamaño y la gracia con el de Florencia, aunque indica que éste era más rico en adornos. También señala que en él había trabajado el pintor e ingeniero florentino Baccio del Bianco. Al parecer, la visita terminó con una diversión en el jardín, que no es especificada en el manuscrito de Magalotti.

Cosme también disfrutó de un paseo por el Pardo, donde se hallaba la Fuente de la Reina, distante de Madrid una media legua y situada entre la carretera y el río en un prado rodeado de chopos. El Pardo es señalado como una “Casa del Rey, colocada en medio de algunos montes con caza de gamos y corzos”29. Cosme se detuvo en el camino de la ribera del Manzanares para disfrutar del paseo, comentando el alboroto existente por la numerosa concurrencia de coches, que disputaban entre ellos, como “el pasatiempo usual y favorito de los más grandes caballeros de aquella Corte. Por lo demás, los coches iban y venían en uno y otro sentido sin ningún orden de fila”. Al paseo también acudían “aldeanillasa caballo, acompañadas de hombres a pie, vestidas de fiesta, cantando y portando a la vuelta “las mujeres en la cabeza y los hombres en el sombrero algunas estampas religiosas”. Aquí Cosme tuvo la ocasión de saludar a los embajadores de Portugal y de Venecia30.

El día 6, después de oír misa en Santa Bárbara, marchó junto con el caballero Vieri de Castiglione en un carruaje cerrado a la plaza del Palacio, para ver el espectáculo de la entrada de los grandes, ministros de Estado y embajadores, todos ataviados con sus más vistosas galas y joyas para felicitar al rey en su cumpleaños. Corsini señala que los caballeros de Su Alteza fueron a Palacio en otro carro, contemplando el jardín, que “es de forma cuadrada, tamaño mediocre, a cuyo alrededor hay diferentes taquillas”31.

El día 11, después de almorzar, fue a visitar el Palacio32, construido, según Magalotti, por Carlos V, “pero la fachada, toda de piedra, es moderna y presenta en sus extremos, según el estilo de España, dos torrecillas de ladrillo, adornadas también con encuadramientos de piedra que sobresalen un poco”. Magalotti describe el jardín del palacio llamado de “La Priora”, el cual “no tiene nada de particular, pues se reduce a un parterre muy pequeño y a una plantación irregular de árboles frutales”33. Cosme fue atendido en palacio por un grupo de caballeros, “entre los cuales estaba un graciosísimo enano llamado Nicolasillo, que tiene el honor de estar continuamente en las habitaciones de la Reina y de ser uno de sus más particulares entretenimientos”. Nicolasillo era el apodo más conocido del noble italiano Nicola Pertusato (1635-1710), que vivió en el Palacio Real de Madrid y que fue retratado por Velázquez junto a la también enana Mari Bárbola en el cuadro de Las Meninas.

El día 13 realizó la visita al Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, donde pernoctó. En ese momento era la orden de San Jerónimo la encargada de su custodia. Magalotti se quedó impresionado tanto por el edificio como por algunas de sus dependencias, pero las referencias a los jardines son mas bien escasas. Habla de los patios “muy espaciosos con estanques y fuentes de aguas transparentes y graciosas”34. Igualmente dice que en “la fachada de la tramontana hay un enorme recinto de un vasto jardín, con galería cubierta, y a mediodía un enorme jardín lleno de frutas y verduras para la comodidad de la Corte Real cuando van a quedarse, y de los Padres”35. En la zona de levante se hallaba el edificio del palacio real. “Entre estas dos construcciones hay una hermosa pradera en medio cruzada por múltiples caminos, todos hechos de granito cerrados con cadenas a veces para evitar que entren las bestias”36.

Tras la estancia en el Escorial, Cosme regresa a Madrid el día 15, visitando nuevamente el Palacio de El Pardo, definido como una quinta del rey, ubicada al fondo de un valle y utilizada fundamentalmente para la caza de gamos, “que en grandísima cantidad, esperando servir a los placeres del Rey, gozan de la seguridad que les da el bellísimo boscaje de carrascas”. Magalotti dice que el edificio no tiene nada de extraordinario, aunque destaca su regularidad y el estilo característico de los edificios de la Casa de Austria. A su alrededor existía un foso seco, utilizado como jardín. En los lados había un prado y dos “bosquecillos de árboles altísimos, que hacen mas deleitosa la vida en la quinta”, para cuya contemplación Cosme bajó de la carroza y “dejó a los guardianes una muestra de su generosidad”37.

Uno de los pocos jardines privados visitado por Cosme y descrito por Magalotti fue el del II marqués de Montealegre, Luis Francisco Núñez de Guzmán, “de la casa de Guzmán, primo del duque de Medina, del Consejo de Indias y caballero muy rico” (fig. 5). Esta deferencia se pudo deber a que una parte importante de su carrera se desarrolló en Sicilia, donde fue General de las Galeras y virrey interino. Su palacio, ubicado en el Paseo del Prado de los Agustinos Recoletos frente al convento, estaba dotado de un gran jardín con cerca de 200.000 pies. El jardín estaba organizado en tres terrazas. La primera correspondía al jardín ornamental formado con parterres y árboles de moras, y una fuente de mármol, que recibía el agua de un estanque colocado en la parte mas alta. La segunda terraza estaba constituida por un huerto de árboles frutales, mientras que la tercera estaba sin cultivar38.

Figura 5. Antonio Mancelli, Detalle del Plano de Madrid con el Prado de San Jerónimo y el Prado de Recoletos, 1657, Biblioteca Digital Hispánica.

El día 25 la comitiva de Cosme salió de Madrid para pernoctar en Valdemoro y dirigirse el día siguiente a Aranjuez, definido como “jardín real a siete leguas largas de Madrid”. Cruzaron el río Jarama por un largo puente madera, que conducía a grandes paseos plantados con olmos de gran altura, uno de los cuales terminaba en un puente de madera, que cruzaba el río Tajo y por donde se llegaba al palacio. Cosme se hospedó en una residencia privada, donde tras el almuerzo visitó el parque y el jardín. “Aranjuez es un Sitio Real, construido por Felipe II en una llanura rodeada por pequeñas montañas y regada por el Tajo, y es una mezcla de parque, palacio y jardín”.

El primero de los jardines descritos es el Jardín del Rey, definido por Magalotti como “jardín secreto”, el cual puede ser contemplado desde una galería alta adornada con cuadros con escenas de cacerías, paisajes y vistas de varias quintas del rey, entre ellas algunas de Aranjuez. Por el lado contrario se hallaba el río Tajo, que formaba el Jardín de la Isla, al que se llegaba a través de un puente de madera. El jardín estaba formado por paseos estrechos y cubiertos, organizados por setos de boj, tomillo, arrayán y otras plantas, con fuentes ubicadas en los cruces. Destaca especialmente tres fuentes: la Fuente de Hércules estrangulando a la Hidra, una segunda fuente con una taza sostenida por delfines y una figura en el centro de pie, que puede corresponder a la Fuente de Apolo, y otra tercera formada por una taza soportada por varias figuras en el centro y un amorcillo en la parte superior. Magalotti señala la existencia de otras fuentes menores y de los consabidos juegos de agua, colocados en los entrecruces de los viales y en las piedras de las fuentes. Una de ellas se hallaba en una pajarera fingida, en la que el agua imitaba el canto de los pájaros pintados y hacía sonar la trompa de una pequeña figura, que representaba la Fauna39. Esta pajarera tampoco se ha conservado40. Magalotti explica que el Jardín de la Isla estaba rodeado por paseos de olmos, que formaban figuras geométricas, huertos de árboles frutales, especialmente membrillos, gamos y camellos, así como un estanque sobre una colina. Lo que más le extraña es la ausencia de un eje axial en estos paseos, que partiera del centro de la fachada del edificio.

Andalucía

El día 27, tras oír misa, Cosme puso rumbo a Toledo, transcurriendo su camino junto al río Tajo, cuyas riberas estaban plantadas con olmos, continuando camino hacia Córdoba, a donde llegó el día 8 de diciembre, hospedándose en el convento de San Francisco. De la ciudad, Magalotti destaca el jardín de la Casa del Prior del convento de San Agustín, así como el bosque de naranjos y limoneros del huerto del convento de San Jerónimo, situado a una legua y media de la ciudad, “en que dicen que no ha entrado mujer alguna salvo la reina Isabel”41. Gornia también describe la abundancia de limoneros, naranjos, así como los jazmines y las violetas de sus jardines. El convento contaba con una herboristería, dirigida por un monje, que elaboraba recetas para ciertas enfermedades, así como un perfume con el destilado del agua de rosas, denominado “agua de Córdoba”. Al parecer, Cosme también realizó una visita a las ruinas de Madinat al-Zahara, pero no se dan datos de la posible existencia de jardines42. Fuera de las murallas, había un convento de monjas, del que no se dice su nombre, el cual tenía un huerto, que “había pertenecido a Séneca”.

Igualmente, con motivo de la asistencia a la famosa corrida de toros en la Plaza de la Corredera, se construyó un pórtico con naranjos, para que Cosme pudiera contemplar el festejo desde este jardín efímero. Por su parte, Gornia se refiere al patio de la Mezquita como “piena tutta di limoni e arancie”43. A los florentinos les llamaba la atención el florecimiento de las plantas y de los árboles frutales en pleno invierno.

El día 16 de diciembre la comitiva de Cosme llegó a la ciudad de Granada, donde permaneció los siguientes tres días. El día 17, tras oír misa en San Francisco, donde se hospedó, contempló el claustro, “que es grande y cuadrado, con dos plantas de pórticos y una fuente en medio de los cuatro cuadrados del jardín”. A continuación, visitó la Alhambra, en la que destaca el Patio de Comares, que describe como “un patio con jardín que encierra en el centro un pequeño estanque lleno de agua, que allí cae desde una taza de mármol redonda situada enfrente, y alrededor de ésta hay plantas de mirto venidas de África, que poseen un olor intenso y unas hojas más grandes que las nuestras”. El Patio de los Leones es definido como “Sala de Los Leones en honor a la fuente, que está en el centro de un patio cuyo estanque está sostenido por algunos leones de mármol mal esculpidos y con adornos recurrentes de ciertos pórticos en columnas de mármol de arquitectura imperfecta”. A la salida de los palacios reales se dirigió “a un jardín de naranjos y palmeras donde no había nada interesante, sólo algunos jarrones de barro adornados con oro como acostumbraban los árabes”44. Corsini lo define como un “jardincillo, desde el que se disfruta de un estupendo panorama”45. De estas palabras se puede deducir no solo un gran menosprecio de este impresionante monumento para un hombre formado en la cultura barroca florentina, que infravaloraba no solo el arte medieval, sino también un total desconocimiento de la estética y del simbolismo del arte hispanomusulmán, algo que ya se pudo apreciar también en la descripción de la Mezquita de Córdoba, en la que apenas se habla del Patio de los Naranjos, y otro tanto se puede decir de los jardines del Alcázar, que solo aparece citado como el “palacio de los reyes moros”, ubicado junto a la catedral, donde se hallaba la Inquisición.

Una de las visitas realizada fue a la Cartuja, a la que se llegaba tras salir por la Puerta del Triunfo, junto a la cual se hallaba el monumento del Triunfo de la Inmaculada. Malagotti describe con brevedad los dos claustros con arcos dispuestos sobre columnas de mármol grisáceo. El mas grande tenía en el centro una fuente entre cipreses, tres cuartos de jardín y el cuarto usado como cementerio. Parece que lo único que les interesó fue este segundo claustro, ya que el resto “no tenía nada de especial”.

De la ciudad de Granada cita el paseo plantado con olivos, en las orillas del Genil, y el claustro del convento de los dominicos: “hermosísimo, de dos plantas con pórtico largo y ancho, espacioso y en línea sobre pilastras”, y en el centro una fuente con dos tazas, con agua del Darro en la de arriba, y en la de abajo agua del Genil. “Los alrededores están ocupados por cuatro cuadros rodeados de espalderas de arrayanes, cortadas por plantas de limones y naranjas y cuyas ramas están curvadas en distintas direcciones en torno al tronco, formando diversas figuras de naves y de barcas”.

De los alrededores de Granada se destaca la Vega de Granada, considerada como “el más bonito, el más hermoso, el más delicioso, y el más poblado de toda España, donde los moros decían que se hallaba el paraíso, plantado con viñedos, olivos, frutales, cáñamo, lino, mijo, comino, cilantro, matalauva y melones blancos. En el centro del valle se encontraba un bosque reservado al rey, donde abundaban los faisanes, que vivían en un terreno rodeado por juncos. Este bosque era denominado como “Soto de Roma”46. En medio del bosque se hallaba la casa del rey, donde Cosme pasó un día cazando faisanes. Corsini dice que era el único lugar de toda España donde había faisanes, que fueron traídos de Flandes por Carlos V. Había además conejos, codornices y liebres. Antes había ciervos y francolines, pero ya se habían extinguido (fig. 6). Magalotti habla de la existencia de plantaciones de caña y de ingenios para la fabricación de azúcar refinada en los municipios costeros de Motril, Algarrobo y Almuñécar.

Figura 6. Pier Maria Baldi, Perspectiva del Soto de Roma, Granada, 1668-1669, Biblioteca Nacional de Portugal.

El día 20 Cosme partió de Santa Fe para dirigirse a Sevilla, a donde llegó el día 27 de diciembre. Durante su estancia en Lucena el día 22 visitó el palacio del duque de Cardona, perteneciente al ducado de Medinaceli, que poseía “un jardincillo anexo revestido de espalderas de naranjos y repartido en cuadros de arriates, rodeados de espalderas de Mortella (mirto) con cipreses esquilados en los ángulos y espesas plantas de naranjos, limas, limones normales y dulces. En el centro hay una fuente bastante pequeña y común”47.

El camino desde Carmona hasta Sevilla debió impresionar a los florentinos, ya que el paisaje es definido como un “jardín ininterrumpido… selva de olivos interrumpida sólo por viñas, bosquecillos de pinos piñoneros, abundantes pastos de palmeras estelares, almácigo, tomillo y otras plantas olorosas…compactas aldeas…cada una de las cuales posee su selva de fruta, naranjas y limones…cargados de flores, cantidad de cipreses y de palmeras que, alzándose sobre la escasa altura de otras plantas, dan al pueblo un cierto aire de nobleza y de elegancia”. Corsini señala la presencia del acueducto de Carmona48 conducido sobre arcos, que estima en diez brazos de altura49.

Después del almuerzo fue a ver el Alcázar, “donde hay varios jardines, reducidos sin embargo en cuanto a la disposición de las plantas, y las fuentes modernas…Su disposición consiste en caminos con espalderas de arrayanes, y bosquecillos de limoneros y naranjos cargados de frutos y de flores; hay varias fuentes y riachuelos comunes. Sin embargo, la maravilla de estos jardines fue para nosotros encontrar el día 28 de diciembre los limoneros cargados de flores, los espaldares llenos de rosas damasquinadas y de jazmines de Cataluña, las orillas con violetas; vimos los baños y las fuentes, merced al muy templado cielo, no sólo sin sombra de espanto sino con encanto y deleite. También Felipe II quiso participar en esta construcción haciendo una hermosa entrada y colocándole su inscripción”.

Uno de los principales entretenimientos de Cosme en Sevilla fue oír misa en los numerosos conventos, tras lo cual efectuaba la obligada visita, en la que principalmente se destacaban los claustros y los huertos, tanto por sus grandes tamaños como por la abundancia de los frutales, mayoritariamente naranjos y limoneros. Uno de los primeros lugares visitados por Cosme en Sevilla fue el convento de la Merced, donde, tras la misa, transitó por sus claustros de columnas de un mármol, que se extraía de un “lugar próximo a Ronda”. El claustro mayor tenía en el centro un cuadro destinado a jardín. También se describe brevemente el huerto del convento de los Capuchinos, “ubicado fuera de la muralla” y con un gran huerto plantado con numerosos naranjos y limoneros cargados de frutas, así como el huerto del convento de San Francisco, que tiene “un huerto muy grande lleno de árboles altos de naranjos y de limones”.

El día 30 fue a la Cartuja, cuya arquitectura califica de mediocre, aunque destaca por la amplitud de sus jardines y la belleza de los limones silvestres y naranjos. Corsini dice que los naranjos eran tan “gordos que un hombre difícilmente puede abrazar su tronco, cargados de flores y muy deliciosos, independientemente de la estación del año. Se vio en el huerto una celda donde desde hace cincuenta años está preso un fraile que en su juventud mató al prior y al vicario de este convento”.

Otro de los grandes conventos visitados por Cosme en las afueras de Sevilla fue el de San Jerónimo, del que sólo se habla de la belleza de su claustro “tan hermoso que supera el patio del palacio del rey de España”. Del convento de San Agustín, Corsini destaca sus numerosos claustros, uno de los cuales estaba adornado con pinturas y en el centro un pequeño jardín, dispuesto a la manera española de esta forma: “dentro de algunos espaldares de arrayanes, como los que nosotros usamos, encierran otras plantas más bajas de naranjos que giran en forma de cuadro, y en los rincones plantan algunos cipreses, que no dejan crecer más de dos veces la altura de un hombre; después en el sitio que queda entre los compartimentos hay otros arrayanes a los que le dan diversas formas de hombres y de animales, poniéndoles la cabeza y las manos de madera pintada al natural, y de esta clase de adornos se sirven todavía para sus huertos muchos particulares”50.

Son pocos los datos aportados por Magalotti de los numerosos palacios existentes tanto dentro como fuera de las murallas. Intramuros solo se citan la Moneda, la Casa de la Contratación, el Palacio Arzobispal y el palacio de Medina Sidonia. Llama la atención el que no aparezca en la relación el palacio del duque de Alcalá, que poseía uno de los jardines urbanos más importante de la ciudad. Corsini habla de la casa del duque de Medina-Sidonia, que califica como muy grande, pero no indica nada de los jardines ubicados en los dos grandes patios del palacio51 (fig. 7).

Figura 7. Anónimo, Plano de planta del Palacio de Medina Sidonia o de los Guzmanes, Sevilla, h. 1756, Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía.

Sevilla contaba además tras las murallas con varias villas de placer dotadas con huertos y jardines. Algunos de estos palacios fueron visitados por Felipe II en su viaje a la ciudad y aparecen descritos por Mal Lara en su libro publicado en el año 1570: la “villa de la Florida” en el camino de la Algaba frente al convento de San Jerónimo, que pertenecía a Pedro López Puertocarrero, y “Bellaflor”, propiedad de la duquesa de Béjar y ubicada en la zona de Tablada52 Ninguna de estas villas es mencionada en la relación del viaje de Cosme. Sin embargo, sí se comenta la visita al Palacio de la Al Buhaira, citado como el “Jardín del Rey”, perteneciente en ese momento al “ducado de Medinaceli”53. Magalotti lo describe como un bosque de naranjos amargos en flor, que solo servían para hacer confituras. Corsini da algunos datos más extensos. Destaca el bosque de naranjos, la casa cuadrada con cuatro torres, y el gran estanque cuadrado situado delante, que en ese momento no tenía agua. También habla de la existencia de manzanos, cuyos frutos se mandaban a Inglaterra54 (fig. 8).

Figura 8. Matteo Florimi, Vista de Sevilla, 1600, Biblioteca Digital Hispánica.

Conclusiones

Se aprecia cierto aire de superioridad con respecto a la cultura y a la sociedad española en la comitiva, que acompañó a Cosme de Médici por España durante cinco meses, en los comentarios y relaciones de Magalotti, Corsini y Gornia, que son los más importantes. Hay un menosprecio del arte español, que supone sobre todo incomprensión, e incluso hasta algo de racismo, como se observa, cuando durante la estancia en Córdoba Magalotti habla de la “gran mezcla de sangre mora, por lo que resulta muy difícil casarse de forma pura, y que los caballeros más cualificados no reparan en casarse con las hijas de los trabajadores con tal de que quede demostrada la limpieza de sangre y la antigüedad del cristianismo de la familia”.

Las ciudades son definidas normalmente como muy sucias y con calles estrechas, lo que era por otro lado verdad, pero no solo en España, sino también en toda Europa, incluida Italia. Abundan las definiciones de los jardines como “sin importancia”. Por el contrario, siempre se destaca la presencia de obras y de artistas italianos en España, entre los que se incluye erróneamente al propio Diego de Siloe. Y se echan de menos en estos relatos los jardines de la aristocracia, que eran numerosos, en la mayoría de las ciudades visitadas. A pesar de haber residido en conventos y monasterios, apenas se habla de sus huertos y jardines claustrales, elementos fundamentales en todos ellos, salvo en Sevilla, donde sí son más frecuentes estas descripciones. De Extremadura y de Galicia no se menciona ninguno de los huertos y jardines existentes en los conventos y pazos.

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1. Preti/Matt, 2006.

2. De su diario se conservan tres copias. Una de ellas se halla en el fondo Mediceo del Principato, Archivio di Stato de Florencia, con el título Viaggio fatto dal Serenissimo Principe Cosimo Terzo di Toscana per la Spagna, Inghilterra, Francia ed altri luoghi negli anni 1668 e 1669.

3. Magalotti, 2018: 36.

4. Magalotti, 2018: 76-87.

5. Magalotti, 2018: 102-107.

6. Fermosel/Sánchez, 2019: 355-383.

7. Magalotti, 2018: 187.

8. Magalotti, 2018: 188.

9. Magalotti afirma que, tras la construcción del Retiro por el conde duque, la Casa de Campo había empeorado su condición, convirtiéndose “en lugar dedicado a los placeres menos inocentes de Felipe IV”.

10. Esta fuente era denominada como la Fuente del Águila por la escultura de este animal que la remataba. Un cuadro del siglo XVII, propiedad del Museo Arqueológico Nacional, nos la representa con cuatro tazas, en vez de las tres que señala Magalotti. También con esta estructura nos la describe un cuadro del Museo del Prado, cedido actualmente al Museo de Historia de Madrid. Aunque este jardín ha desaparecido completamente, lo conocemos bastante bien por algunos planos y varios cuadros, entre los que destaca por su realismo la obra del pintor Félix Castello (1595-1651), realizada hacia 1637, que se halla en el Museo de Historia de Madrid.

11. La estatua ecuestre de Felipe III fue colocada en este lugar en el año 1616. Fue diseñada por Juan de Bolonia y fundida en bronce por Pietro Tacca. En la actualidad se halla en la Plaza Mayor de Madrid.

12. Magalotti, 2018: 138-139.

13. El plano de Pedro Texeira del año 1656 señala la existencia de al menos 34 fuentes distribuidas por toda la ciudad de Madrid.

14. Magalotti, 2018: 139, 142,146.

15. Fernández Talaya, 1999: 49-55.

16. Novero Plaza, 2013: 1135-1150.

17. Magalotti afirma que Castel Rodrigo fue siempre tratado por Cosme “de altura con todas las mejores y más respetuosas expresiones que pueden haber sido capaces de esperar del sirviente más fiel de Su Alteza”.

18. Este nuevo modelo barroco del caballo en cabriola se impuso en Europa en el siglo XVII al monumento renacentista del caballo con tres patas sobre el suelo y la cuarta alzada para dar la sensación de movimiento. En la actualidad el monumento ecuestre se halla en la Plaza de Oriente de Madrid.

19. Los jardines del Buen Retiro carecían de unidad compositiva, ya que estaban formados por entidades independientes y yuxtapuestas, lo que contrastaba con la unidad y regularidad existente en los jardines italianos de los siglos XVI y XVII.

20. Magalotti se debe referir al Jardín Ochavado, llamado así por las ocho calles que confluían en una plazoleta central, formada por arcos de madera adornados con rosales, moreras y membrillos, creando “como una pared verde, con sus ventanas a trechos”.

21. Magalotti puede aludir al edificio del Casón, utilizado como Salón de Baile.

22. El acceso al Buen Retiro se realizaba por el denominado Patio del Emperador, por el grupo de Carlos V y el Furor, obra fundida en bronce y realizada entre 1551 y 1555.

23. Narciso es una figura mitológica relacionada con el agua y por este motivo es frecuente verlo en las fuentes de algunos jardines. En el Jardín del Príncipe de Aranjuez hay una fuente de Narciso de la época de Carlos IV, aunque rehecha por Joaquín Dumandré en 1827.

24. Esta fuente, que no se conserva, se hallaba en la glorieta de la ermita de San Pablo y fue construida en 1656 con diseños de Juan Gómez de Mora y del ingeniero y escenógrafo florentino Baccio del Bianco. La conocemos por una estampa del Museo de Historia de Madrid y también por un dibujo de Domingo de Aguirre de hacia 1778. En el Retiro trabajaba un nutrido grupo de artistas italianos como Cosme Lotti y Baccio del Bianco, que intervinieron como escenógrafos y autores de fuentes y de juegos de agua, junto con los escultores Gatti, Semeria, Ceroni y Zumbigo.

25. Una de las peculiaridades más significativas eran las ermitas, utilizadas tanto con fines religiosos como lúdicos, del tipo de banquetes, meriendas y otras diversiones. Su arquitectura imitaba la del palacio con paramentos de ladrillo, molduras de piedra, tejados de pizarra y remates achapitelados, siguiendo el modelo austria entonces imperante en Madrid. Estaban consagradas a santos penitentes como Santa María Magdalena, San Jerónimo y San Bruno, o a santos de devoción local como San Isidro y San Antonio de los Portugueses, que se hallaba sobre una isla en medio de un estanque lobulado.

26. Magalotti, 2018: 151-157.

27. Uno de los mayores atractivos del Buen Retiro estaba constituido por los estanques y albercas unidos por un gran canal. Por ellos navegaba la flotilla real formada por góndolas, doce de las cuales, realizadas en plata, oro, bronce y cristal, fueron enviadas desde Nápoles por el duque de Medina de las Torres. En el Estanque Grande se hacían regatas, naumaquias y representaciones teatrales.

28. Magalotti, 2018: 155.

29. Magalotti, 2018: 157.

30. Corsini señala la costumbre de las mujeres españolas de ir muy tapadas con vestimentas negras, que apenas les dejaban mostrar los ojos, así como la de beber chocolate caliente y comer dulces.

31. Magalotti, 2018: 159.

32. Magalotti se refiere al Alcázar de Madrid. 2018: 172.

33. Como se puede apreciar en el plano de Madrid de Pedro Texeira de 1656, el Alcázar contaba entonces con cuatro jardines, El Jardín del Cierzo se encontraba al norte. Tenía planta rectangular y cuatro cuadros regulares. Al suroeste se hallaba el Jardín del Rey con una superficie cuadrada formada por cuatro cuadros y una fuente central. En el sector noreste se ubicaba el Jardín de la Reina, que tenía forma rectangular con ocho cuadros regulares. El cuarto jardín era el de la Priora, situado entre el Jardín de la Reina y el convento de la Encarnación. En 1626 Juan Gómez de Mora, que intervino en la construcción de la nueva fachada del palacio, realizó el proyecto de un gran jardín, que pretendía dar unidad a los diversos jardines existentes, aunque no se llegó a realizar, por lo que esa situación se mantuvo durante todo el siglo XVII. El Jardín de la Priora era el más grande. Tenía un jardín ornamental formado por cuatro parterres o cuadros vegetales con ocho calles cada uno, que confluían en el centro, donde había una plazoleta con una fuente. Esta organización recuerda la del Jardín Ochavado del Buen Retiro. Estaba rodeado por huertas y diversas plantaciones de árboles, ordenadas por calles rectas y transversales.

34. Uno de estos patios es el Claustro de los Evangelistas, que tiene en el centro un templete realizado por Juan de Herrera y que estaba rodeado, según fray José Sigüenza, por diez y seis cuadros de setos, doce de los cuales eran de flores y de verduras y los otro cuatro eran estanques. Sigüenza define este “claustro como un místico paraíso terreno, y que de él, como de aquel que plantó Dios, salían cuatro fuentes o ríos que regaban toda la tierra, y mirando ahora el mundo con sus cuatro partes, Asia, África, Europa y la nueva América, hallaba que en todas, debajo del nombre e imperio del Rey Felipe II, se predica la ley divina y Evangelio de Cristo”.

35. El Monasterio estaba rodeado por los costados más soleados, el sur y el este, por el Jardín de Convalecientes, en la zona de la botica y de la enfermería, el Jardín de los Frailes, al que daban las ventanas de las habitaciones de los monjes, y el Jardín de la Reina, que rodeaba los aposentos de la familia real, ubicados en torno a la cabecera de la iglesia. Por debajo de este jardín y abierto al paisaje se hallaba la Huerta, situada en un nivel inferior, “grande, repartida por sus calles y cuarteles; en unos hay árboles; en otras hortalizas”.

36. Magalotti, 2018: 178-179.

37. Magalotti, 2018: 179-180.

38. Magalotti, 2018: 182-183.

39. Se trataba de un órgano hidráulico similar a los que existían en la Fuente del Órgano de la Villa d’Este en Tivoli y en la Fuente de la Fama en el Jardín de las Damas de los Reales Alcázares de Sevilla.

40. Magalotti, 2018: 192-193.

41. El Monasterio de San Jerónimo de Valparaíso fue construido a comienzos del siglo XV con materiales provenientes de la vecina ciudad palatina de Madinat al-Zahara. En 1835 fue desamortizado y cayó en el abandono hasta que fue adquirido en 1912 por el marqués del Mérito, que lo está restaurando. En 1980 fue declarado Bien de Interés Cultural.

42. Palomero, 2004: 475.

43. Domínguez Ferro, 2005: 59-60.

44. Magalotti, 2018: 226, 230, 241-244.

45. Puede referirse a los jardines del Generalife.

46. Magalotti, 2018: 241-246, 251-253, 255.

47. Los jardines fueron destruidos en 1970, conservándose solo el niño de la fuente en la Plaza del Coso. Ver García Luque, 2013: 856.

48. Los denominados Caños de Carmona, con origen en la época romana, fueron construidos en el siglo XII para llevar agua al palacio almohade de Al Buhaira, aunque también se utilizaron para conducir el agua a la ciudad de Sevilla a través de la Puerta de Carmona. Fueron derribados en los primeros años del siglo XX, conservándose en la actualidad sólo algunos tramos de los arcos.

49. Magalotti, 2018: 259, 265.

50. Magalotti, 2018: 271-274.

51. Cruz Isidoro, 2006: 247-262.

52. Mal Lara, 1570: 14, 22-23.

53. Del jardín de la época almohade solo se han conservado algunos restos del palacio y de las conducciones de agua, que procedían del acueducto de los Caños de Carmona, así como la alberca de planta cuadrada con 40 metros de lado.

54. Magalotti, 2018: 269-270, 275.