Núm. 44 (2017) ■ 103-130

ISSN: 0210-7716 ■ ISSN-e 2253-8291

http://dx.doi.org/10.12795/hid.2017.i44.04

Recibido: 3-3-2017; Aceptado: 22-3-2017; Versión definitiva: 22-3-2017


Escrituras para la profesión masculina en la orden del cÍster. ceremonial y tipologías documentales [1]

DOCUMENTS OF MONASTIC PROFESSION IN THE CISTERCIAN ORDER IN CASTILE. LITURGICAL FUNCTION AND DOCUMENTARY SOURCES

Guillermo Fernández Ortiz

Universidad de Oviedo

fernandezguillermo@uniovi.es

Resumen: Entre los siglos XVI y XIX la profesión de un hombre en la Congregación Cisterciense de Castilla comportaba la redacción de una serie de escrituras. En ellas se reflejaba el proceso que le llevaba a abandonar el siglo y acceder a la vida monástica. El objetivo del presente estudio es reconstruir el iter documental y analizar las diferentes tipologías documentales que se generan en el proceso. Unas serán de naturaleza notarial y otras escritas en el seno de la comunidad monástica. Unas se conservarán en el archivo monástico, mientras que de otras solo quedará su huella en otros instrumentos del mismo.

Palabras clave: Profesión monástica; Congregación Cisterciense de Castilla; cartas de profesión; libros de toma de hábito; informaciones de moribus et vita ; tumbo.

Abstract: Between the 16 th and 19 th centuries, the duty of a member of the Cistercian Order of monks in Castile was to compile a series of documents where he stated his reasons for abandoning the outside world and adopting monastic life. The purpose of this study is to reconstruct the iter of these documents and to analyse the different types of documents produced, some of which were notarial in nature, while others were written for use within the community. Some were kept in the archives of the monastery, whereas all that remained of others was a reference to them in the archives.

Keywords: monastic profession; Cistercian congregation in Castile; letters of profession; records of ordination; reports of moribus et vita ; “tumbo”.

1. Introducción

Junto a la abundantísima masa de papeles vinculada a la gestión económica, los archivos de los monasterios cistercienses conservan aún hoy, con mayor o menor fortuna según el caso, una variada documentación en la que se da cuenta de las profesiones que en el seno de sus comunidades tuvieron lugar durante los Tiempos Modernos, una vez que cada uno de los institutos religiosos se fue integrando en la Congregación Cisterciense de Castilla [2] .

Desde el punto de vista archivístico hoy todavía no existe un consenso sobre el lugar que deben ocupar dentro del cuadro de clasificación de un archivo monástico. L. Sagalés habla de documentos de comunidad [3] , A. Vivas y G. Pérez los sitúan, dentro de un complejísimo entramado, como documentos de gobierno [4] ; mientras que M. L. García Valverde, dentro de la sección Organización interna de los conventos, distingue los que componen el expediente personal de las religiosas de aquellos otros producidos en el centro religioso y que incluye bajo el epígrafe de regla y constituciones [5] .

Desde una perspectiva histórica aún es muy poco lo que sabemos sobre la profesión en la orden, menos aún en los centros masculinos [6] . Y, finalmente, dentro del ámbito de las Ciencias y Técnicas Historiográficas ha primado el estudio desde el punto de vista de la historia de la cultura escrita [7] , sobre fondos procedentes de cenobios femeninos, en el marco de los estudios de género.

2. Objetivo

El objetivo del presente texto es hacer un recorrido diacrónico, un iter documental, y analizar desde una perspectiva diplomática las diferentes tipologías que se generaron fruto de la profesión monástica, pues la entrada en una orden religiosa para tomar hábito iba acompañada de una actividad escrituraria encaminada a dejar constancia del tránsito que a una nueva vida efectuaba el interesado y que reflejaba las distintas fases de este proceso que le llevaban a abandonar el siglo . Se atenderá a la profesión en los monasterios masculinos, pues la realidad en los centros femeninos, como venimos señalando, nos es mejor conocida [8] . La propia génesis documental, la definición de las tipologías y la praxis archivística llevada a cabo por los propios religiosos en época histórica nos permitirá comprender cabalmente su producción y su conservación.

3. Estado de la cuestión

Hasta la fecha escasos han sido los estudios sobre los documentos relacionados con la profesión monástica masculina. Dentro de los benedictinos contamos con los catálogos de religiosos elaborados, cenobio a cenobio, por Zaragoza i Pascual [9] y con estudios de sociología monástica como los realizados por O. Rey [10] y P. Saavedra [11] , entre otros. Por lo que se refiere a los cistercienses castellanos el panorama no es más alentador; la propia O. Rey ha analizado la toma de hábitos y la profesión monástica en Sobrado desde una perspectiva eminentemente social [12] ; en unas coordenadas historiográficas similares se sitúa el estudio de Barreiro Mallón sobre las profesiones en Valdediós [13] ; por su parte Zaragoza i Pascual ha elaborado un elenco exhaustivo sobre los profesos en Valparaíso [14] ; finalmente, el padre Yáñez Neira ha ofrecido numerosos catálogos de hijos ilustres de la orden [15] . Sin embargo, la documentación en sí misma, su génesis, rara vez ha sido objeto de análisis [16] .

Más numerosos son, en cambio, los estudios sobre los documentos de profesión femenina en la orden cisterciense. Hay estudios de sociología histórica [17] , pero también sobre las propias escrituras. Sin duda alguna, las causas para este mayor éxito historiográfico hay que buscarlo en la mayor riqueza ornamental [18] y la mejor conservación de las series de los monasterios femeninos que, en algunos casos, o no se han visto afectados o lo han sido muy brevemente por la exclaustración decimonónica, ello frente a la dispersión de los documentos masculinos; y, finalmente, por el auge de los estudios de género. De todos los tipos documentales, el que más atención ha recibido es el de las cartas de profesión y, en menor medida, los libros de tomas de hábitos o de profesión, los poemas y textos literarios leídos con motivo de los distintos actos u otras tipologías vinculadas al ámbito notarial como cartas de dotes, renuncias de herencia o testamentos [19] .

Contamos con el estudio pionero de A. M. Canseco sobre las cartas de profesión del convento de bernardas de Arévalo [20] , que permanece inédito, y cuya consulta debo a M. J. Sanz, a la sazón directora del mismo; por su parte, Mª del Val González ha analizado las cartas de profesión del convento de bernardas de Alcalá [21] , mientras que M. C. Gómez [22] , R. Camacho [23] y A. Marchant han trabajado sobre el centenar de cartas de profesión de Santa Ana de Málaga [24] . Esta última ha estudiado también el libro de profesiones de la abadía, que responde al nombre de libro mudéjar [25] . M. J. Sanz ha analizado el procedimiento documental que lleva a la profesión en el monasterio de las Huelgas de Avilés (Asturias) a Catalina Cerecedo [26] . Fuera de la orden cisterciense las investigaciones no son escasas, tanto desde el punto de vista histórico como paleográfico y diplomático. En este sentido es de gran interés el análisis de J. de la Obra, M. J. Osorio y A. Moreno sobre el libro de profesiones de San José de Granada [27] .

4. Fuentes

Para la realización del presente estudio me he servido de la literatura normativa emanada desde los órganos centrales de la Observancia cisterciense castellana, tanto la que se acomoda a las disposiciones tridentinas [28] , como la anterior a la celebración del Concilio. He utilizado los primeros usos de la Observancia [29] , datados en 1434, una vez que el monasterio de Valbuena se une al de Montesión en el esfuerzo por reformar a los cistercienses castellanos [30] , y cuyo capítulo xvii queda consagrado a los novicios y a su admisión en la Congregación. Una gran modificación en relación a esta normativa la van a suponer los sucesivos volúmenes de definiciones impresos desde mediados del siglo xvi hasta el xviii, pues la nueva edición sobre la que trabajaban los bernardos castellanos en 1832 [31] y que debía ver la luz hacia 1835 nunca llegó a hacerlo, por motivos conocidos por todos. Hemos utilizado las definiciones de 1552 [32] , 1561 [33] , 1584 [34] , 1637 [35] , 1683 [36] y 1786 [37] .

Estos volúmenes, similares a los que en otros contextos institucionales responden a los nombres de constituciones o estatutos, eran compilaciones de los acuerdos adoptados y aprobados por los capítulos generales e intermedios de la Congregación [38] . Estos eran fijados en el libro de actas de la Observancia cisterciense castellana por el secretario de capítulo [39] , quien hacía remitir copia impresa de los mismos a cada una de las abadías [40] ; en estas, desde 1748 debía confeccionarse un libro manuscrito en el que se asentaran dichos acuerdos [41] . Entre los restos del archivo de Palazuelos se conservan las actas originales; de Valbuena conocemos algunos de los impresos remitidos por el secretario de capítulo; mientras en Belmonte, en San Clodio o en Villanueva de Oscos lo que nos quedan son precisamente los libros escritos por los secretarios de sus respectivas comunidades. La revisión de estas no ha sido exhaustiva. Para el siglo xvi hemos hecho catas en el primer libro de actas de la congregación, desde que se inicia hacia la década de 1560 hasta 1600, y lo hemos consultado sistemáticamente para el período 1680-1733 [42] . Del libro de actas de los capítulos generales e intermedios del monasterio de Belmonte hemos sacado los datos comprendidos entre 1748 y 1766 [43] ; y de los homólogos de Sobrado [44] y San Clodio [45] hemos vaciado los años 1780 a 1833. Mientras, me he servido de los textos impresos del capítulo general celebrado en Oseira en 1815 [46] , por la destrucción de Palazuelos durante la Guerra de la Independencia, y de los impresos conservados en Valbuena de los años 1668, 1767 y 1768 [47] .

Junto con estas, ha resultado imprescindible la lectura del libro de usos de 1586 [48] . También nos ha proporcionado noticias de interés la literatura elaborada en el seno de la orden. Hemos utilizado la Instrucción de novicios de Urosa en su edición príncipe de 1635 que, con adiciones y ligeras modificaciones, estuvo en uso durante unos 200 años [49] ; el libro sobre meditaciones de Escudero, cuya vigencia fue mucho más efímera [50] , pero cuyos saberes asumió parcialmente Urosa [51] ; y, finalmente, la obra de mayor trascendencia del mejor historiógrafo de la religión: los anales de Manrique [52] . Por supuesto, también se ha consultado la regla de San Benito, pues era la que seguían los bernardos castellanos. A ella se remitían, por tanto, con asiduidad [53] .

En cuanto a los documentos de archivo, se ha hecho una prospección relativamente amplia: se han vaciado exhaustivamente los archivos de Belmonte (Asturias) [54] y San Clodio (Ourense) [55] y se han hecho catas en los de Palazuelos (Valladolid) [56] , Sobrado (A Coruña) [57] , Monfero (A Coruña) [58] , Santa Ana (Madrid) [59] , Oya (Pontevedra) [60] , Matallana (Valladolid) [61] , Castañeda (Zamora) [62] , Huerta (Soria) [63] , Montesión (Toledo) [64] , Sacramenia (Segovia) [65] , Sandoval (León) [66] y Valbuena (Valladolid) [67] . De Valparaíso (Zamora) o Valdediós (Asturias) me he valido únicamente de las notas publicadas [68] .

Son varios los tipos documentales necesarios para la toma de hábito y posterior profesión del novicio, mientras que en otros tantos se va a dejar constancia del proceso [69] .

5. Petición o solicitud de hábito por parte del interesado

Para recibir el hábito de religioso el solicitante debía tener una edad mínima. Trento la fijaría en los 16 años [70] , tres más de los que contemplaban los usos de 1434 de la orden [71] . Con anterioridad a la conclusión del concilio, los bernardos castellanos, en las definiciones de 1551, habían retrasado hasta los 18 años la edad para los monjes de coro y hasta los 20 para los que tomen hábito para fraile lego [72] y así mantendrán hasta 1637 las normativas internas [73] . No será hasta 1683 cuando se fijen los 16 que contemplaban las decisiones tridentinas [74] , edad mínima que se mantendrá en el tiempo [75] . Por supuesto, la práctica no siempre siguió los preceptos teóricos [76] .

En principio nadie que fuera originario de otro reino que no fuera de la corona de Castilla podía tomar el hábito en un cenobio de la Congregación [77] , si bien se conocen excepciones [78] . Tampoco podían ser admitidos ni tomar el hábito en el mismo monasterio dos primos, dos hermanos o tío y sobrino [79] . Sobre este punto ni siquiera el reformador podía dispensar, pero también hay casos documentados que indican que esta norma no se respetaba siempre [80] .

Mayor grado de cumplimiento parecen haber tenido, en cambio, los asientos de las definiciones en que se establecía que quien vistiese el hábito no debía de estar enfermo, ser descendiente de conversos o tener algún impedimento físico [81] . Así será como a Tomás del Otero le quiten el santo hábito de consejo de toda la comunidad [de Sandoval] por estar valdado de medio cuerpo para abajo [82] . En el mismo monasterio, tras ocho meses de noviciado, será a fray Luis Suárez a quien le quiten el santo hábito por ser mui corto de vista [83] .

En todo caso, el incumplimiento de la normativa parece no haber sido extraño, a juzgar lo dispuesto en el Capítulo General de 1783 [84] .

Cumplidos estos requisitos, podía solicitarse en cualquier monasterio, siempre y cuando estuviere, por lo menos, a cuatro leguas de su lugar de vecindad [85] . Además, el acto de acceder al noviciado tenía que hacerse necesariamente en una casa matriz. Para que una abadía fuese considerada como tal, debía estar integrada por 12 monjes más el abad [86] . A medida que avanza la Edad Moderna, con la ampliación progresiva de la mayor parte de los monasterios [87] , con la cambiante relación interna de las abadías fruto de las nuevas necesidades de la orden [88] y, sobre todo, a raíz de las disensiones que enfrentaron a los bernardos castellanos [89] , el número de casas habilitadas para conferir hábitos fue aumentando [90] . Así, Sobrado en 1592 [91] , Oya y Armenteira en 1701 [92] , San Clodio en 1744 [93] o Valdediós en 1788 [94] acabaron convirtiéndose en matrices; para Oseira, los datos que conocemos son tardíos [95] .

Otras nunca dejarán de ser abadías menores y, sin embargo, también van a poder entregar, excepcionalmente, hábitos. Para ello, requisito previo era disponer de una licencia del Reformador General, dispensa que hubo de ser consecuencia de una súplica previa enviada desde el monasterio interesado en conferir hábitos [96] . Tanto una como otra debían atenerse a la estructura diplomática que caracteriza a estas cartas de relación [97] . De este modo, el colegio de Nuestra Señora de Belmonte, que no fue nunca casa matriz, pudo dar varios hábitos para monjes de coro entre 1695 y 1699 [98] .

En Oya, antes de ser considerada casa madre en 1701, documentamos esta misma realidad [99] , y parece que cenobios como Benavides, Bujedo o Junquera llegaron a dar algún hábito, aunque fuese para lego, monje zurdo o hermano donado [100] .

Aunque correspondía al abad y a la comunidad de cada casa matriz la aceptación de las solicitudes de ingreso, previa petición al general, desde fines del siglo XVII, hasta inicios del XIX, el número de hábitos que se podían dar por trienio o cuatrienio se regulaba, a inicios de cada período [101] . Así, en el Capítulo General de 1750 podemos leer:

Manda el santo difinitorio que los hábitos que se hubieren de dar este trienio no excedan del número de sesenta; y, atendiendo a la igualdad de monges que de todas las naciones debe aver en los monasterios, manda el Capítulo General a Nuestro Reverendísimo Padre General que desde aquí adelante no dé licencia para hábito alguno sin que observe una igual distribución en ellos [102] .

Las cifras establecidas a inicios de cada periodo podían modificarse en función de la coyuntura. La necesidad de surtir a los colegios de Artes de estudiantes y la escasez de coristas llevaron al capítulo intermedio de 1780 a dar facultad a Nuestro Reverendísimo padre General para que pueda obligar a los padres abades de las casas matrices a que den los ábitos que sean precisos, así para el servicio de dichas casas como de los colegios, arreglándose Su Reverendísima a la distribución quatripartita [103] . Hacia 1807 la realidad seguía siendo similar:

Primeramente, enterado el Santo Difinitorio de que los hábitos de coro que hasta ahora se han pedido a Nuestro reverendísimo padre general no son suficientes para ocurrir a las necesidades de los monasterios y colegios y de la demasiada detención de varios padres abades, tanto en orden a pedirlos como en dar los ia asignados sin embargo de las repetidas diligencias practicadas al intento por Su Reverendísima le autoriza para que por los medios más eficaces compela a los padres abades a que den los hábitos de coro que juzgue necesarios para el expresado fin y al tiempo que su reverendísima señale [104] .

Fruto, especialmente, de las confrontaciones internas de los naturales de las distintas regiones del reino de Castilla, va a ser necesario para la concesión de nuevos hábitos no solo un conocimiento exacto del número de celdas o del estado de cada abadía, sino también del número de religiosos, de los años como profeso de cada monje y, sobre todo, de la patria de cada uno [105] . No obstante, desde principios del siglo XVI, desde los monasterios se debía enviar al Reformador un estado del número de hijos de cada monasterio, años de hábito, lugar de dónde son naturales... [106] , para así poder asignar el número de hábitos y de dónde debían de ser los solicitantes, sin embargo, no siempre se cumplió lo preceptuado con la brevedad deseada [107] . Del mismo modo se debía proceder cuando una comunidad pretendiese aceptar nuevo novicio.

Sobre esta cuestión nunca dejó de haber dificultades, tal y como se puede leer en las definiciones del Capítulo Intermedio de 1758:

2ª. Item. Por quanto se suscitaron algunas dudas (…) declara el Santo Difinitorio que en dichas difiniziones por ningún casso se deroga el derecho a los padres abades de los monasterios para derminar a su arbitrio el sujeto que hubiesse de tomar el santo ábito, quedando solo a cargo de nuestro reverendísimo padre general la averiguazión, según y en el modo que en ellas se contiene [108] .

6. Del primer examen a la toma de hábito

Una vez que presentaban su petición tenía lugar el examen [109] , siguiendo el modelo recogido en las definiciones. Se seguían en ello las constituciones de la orden: Que el novicio sea examinado antes de tomar el hábito ante los 4 diputados para que vean la sufficiencia que tiene [110] .

Desde que tiene lugar la solicitud y el examen hasta que se produce la entrega efectiva del hábito se recomienda que los novicios pasen un tiempo en la hospedería o en otro lugar recomendable [111] . Este lapso temporal va a oscilar desde las 24 horas [112] a superar ampliamente la semana [113] .

Según disponen las constituciones de la orden, el hábito habían de recibirlo en capítulo, en presencia del convento, por eso, en los libros de actas de los monasterios se va a dejar también constancia del deseo de ingreso y del acceso al noviciado. Estos volúmenes van a ofrecer las más completas informaciones sobre el proceso que llevaba al hombre a salir del siglo y a iniciar la nueva vida en religión, y, sin embargo, llama la atención una cuestión: que la normativa de la religión no contemplase el asiento en ellos de todo lo referido al noviciado y a la posterior profesión.

Cómo se había de celebrar la ceremonia aparece reflejado en la literatura de la orden. En ella, el abad, si lo deseaba, podía darle un nombre nuevo [114] , el nombre de una nueva vida, de una vida en religión, tomando además advocaciones típicamente cistercienses [115] . Esta era la práctica habitual [116] .

El siguiente pasaje, tomado de las actas de Nuestra Señora de Sandoval, ejemplifica las fases de esta primera etapa del proceso:

En el convento de Sandoval, a 14 de otubre de 76 el muy reverendo padre don Gaspar de Campo, abad de dicho convento, mandó llamar a los padres consiliarios y, estando juntos, los propuso como Diego García de Ambás, (…), quería tomar nuestro santo ábito, que le examinaran para si tenía la suficiencia y partes que nuestras diffiniciones piden. Y abiéndole examinado le aprobaron; y el dicho abad le tomó juramento y le preguntó las preguntas ordinarias; y respondió que no tenía ningún impedimento de los que le preguntaban. Diole el santo ábito a 18 del dicho mes, después de prima y púsole por nombre fray Vicente. De todo lo qual doy fe. Ante mí fray Félix de Santa Gadea, secretario (R) [117] .

7. Las aprobaciones intermedias y las informaciones de moribus et vita

Desde entonces y siguiendo disposiciones tridentinas [118] durante el año próximo se extiende el período de noviciado [119] . En ese tiempo, los que deseen profesar van a estar bajo la dirección del maestro de novicios, quien asume su formación y se encarga de que no les falte de nada [120] . La meditación, la oración, el control sobre los instintos y las pasiones serán algunos de los aprendizajes que habrán de interiorizar, siendo el maestro el que con su buen ejemplo y su sapiencia se encargue de que tengan las enseñanzas oportunas y dispongan de los materiales necesarios [121] .

Durante ese año, el novicio habrá de pasar tres aprobaciones, a los 4, 8 y 12 meses respectivamente, la última unos cuatro días antes de la profesión. Al menos así será desde fines del siglo xvi [122] , y se mantendrá, con ligeras modificaciones, en el tiempo [123] . En ellas, será evaluado, por votos secretos, por todos los religiosos residentes en la abadía. Todavía en vísperas de la profesión podía ser reprobado el candidato a la vida monacal [124] .

Además, antes de que al año se proceda a la profesión, se deberán elaborar, presentar y aprobar las informaciones de moribus et vita , en caso de que no lo hubieran hecho con anterioridad [125] . Aún a finales del siglo xviii no se podía dar hábito sin la aprobación de las informaciones de limpieza de sangre [126] , elaboradas con arreglo al formulario que figuraba al final de las definiciones [127] . De hecho, en San Clodio, donde poseemos información desde la década de 1740 en adelante, por término general, según nos informa el secretario de la comunidad, se leían antes del acceso al noviciado, al tiempo que tenía lugar el examen inicial.

En las constituciones de 1637 y 1683 se recoge cómo, previamente al inicio del noviciado, podía el postulante únicamente hacer juramento, a condición de que antes de la profesión se presentasen los documentos jurídicos que acreditasen lo que se precisaba. Ante esta situación nos vamos a encontrar, por ejemplo, en el libro de tomas de hábito de Sobrado, si bien en el siglo XIX las informaciones llegaron a ser presentadas con anterioridad al inicio del noviciado, con independencia de que el postulante firmase luego en el citado volumen. Así, las informaciones de don Agapito Ortega se encomendaron a fray Félix Pinto en noviembre de 1815 y se aprobaron en enero de 1816. Unos días más tarde tomaría el hábito de novicio [128] .

Podía ocurrir, sin embargo, que las informaciones se presentaran con posterioridad [129] . Pablo de Piedras, natural de Nava del Rey, al solicitar el hábito para corista, va a ser examinado, aprobado y preguntado según disponen nuestras definiciones conforme a los motus propios de Sisto quinto y Gregorio xiv , pero no hay noticia de la entrega física de las informaciones en este primer momento. En los estatutos de 1584 se especificaba, por su parte, que no se reciba nadie a la profesión sin hacer información de la limpieza [130] .

En caso de que la solicitud de ingreso en el monasterio no fuese, como hemos visto en el caso de San Clodio, acompañado de la entrega de las informaciones de sangre cerradas, el abad le debía de tomar juramento y, tras afirmar que no había ningún impedimento para su acceso, el interesado debía firmarlo de su mano en un libro creado para tal efecto [131] .

De Sobrado conservamos uno de estos libros [132] . Se trata de un volumen escrito en papel, con una encuadernación de calidad. Cuenta con 82 folios escritos en recto y verso. Su contenido únicamente incluye el acceso del hombre del siglo al noviciado, la toma de hábito y la adopción del nombre de la nueva vida. Los responsables de la escrituración son tanto los propios interesados como un miembro de la comunidad, muy posiblemente el maestro de novicios, que confirma que, en efecto, es aceptado el candidato para iniciar el periodo de transición.

A modo de acta y en forma objetiva el postulante es el encargado de escribir y rubricar el asiento en el que deja constancia de su entrada en el monasterio para vestirse el hábito de corista. Inicia el texto siempre con la fecha en que se presenta (consignando día, mes y año), el examen delante de los miembros de la comunidad que exigen las definiciones de la orden y, finalmente, deja constancia de su aprobación tras haber sido sometido a las preguntas preceptivas, jurando cumplir con las exigencias que se recogen en las constituciones. Figuran todas las informaciones que se estiman imprescindibles: día, mes y año, por un lado; nombre, edad y lugar de procedencia, por otro.

En dies y seis de octubre de 1738 entró, en este monasterio de Santa María de Sobrado, Salvador de Paadín, vecino de la feligresía de San Salvador de Meis, arzobispado de Santiago, de edad de veinte y un años cumplidos para tomar el santo ávito de chorista. Y aviéndose presentando delante del padre prior y padres consiliarios fue examinado y aprobado. Y preguntado según disponen nuestras difiniciones, capítulo 25, conforme a los motus propios de Sixto quinto y Gregorio treze sumos Pontífices, respondió no ser compreendido en cosa alguna. Y para que conste lo firmo: Salvador Antonio Paadín (R) [133] .

El otro tipo de asiento que figura en el libro ya no es redactado y rubricado por el solicitante, sino por un miembro de la comunidad, bien el secretario, bien el maestro de novicios, pero nunca por el prior ni el abad. El texto se dispone nuevamente en forma objetiva y a modo de acta, se inicia con la fecha, se da noticia de la toma efectiva del hábito en presencia de toda la comunidad, otorgado por la máxima autoridad presente (el abad o en su ausencia y con su mandato el prior del monasterio) y, en última instancia, se recoge el nuevo nombre que se da al recién ingresado [134] .

En 27 de octubre de 1738, entre siete y ocho de la mañana, tomaron el santo ábito Manuel Sánchez, Antonio Bizente Cernadas, Antonio Rodríguez y Salbador Antonio de Paadín. Dióseles el reverendísimo fray Alexandro Beca//res, prior en ausencia del padre abbad. Púsole nombre al primero de Raphael, al segundo Matheo, al terzero Claudio, i al quarto Urbano, estando toda la comunidad presente. I por verdad lo firmo, fray Athilano Garnica (R) [135] .

De esta forma, con las informaciones de limpieza de sangre sin hacer y entregar, el candidato a vestir hábito de religioso juraba que cumplía con lo exigido y, tras él, un miembro de la comunidad certificaba su acceso al noviciado.

Si las informaciones se hacían después de ser aceptado para el noviciado, el encargado de hacer la información, en un principio, era el religioso que le pareciere al abad que lo hará con más fidelidad [136] . Más tarde, será un monje de la abadía, elegido por votos secretos entre los conventuales que tuvieran derecho para participar del acto.

Sin embargo, lo más habitual era que los pretendientes fueran de tierras relativamente lejanas al centro monacal. En ese caso, la comunidad podía enviar, por correo [137] , una carta de poder a otro monasterio desde el que elaborar las informaciones resultase menos costoso: bien podía elegirse directamente al informante, como hace la comunidad de Sandoval en el verano de 1696:

estando junta la comunidad, su Paternidad nuestro padre abbad propuso cómo se llegaba ya el tiempo de la profesión del hermano fray Diego de Lezama y que así era nezesario se hiziesse la información de limpieza moribus et vita de dicho novicio y que por estar mui distante la ziudad de Oviedo en donde se habían de hazer y por ahorrar de gastos, parezía conveniente el que se diesse el poder para dichas informaciones al mui reverendo padre don fray Francisco Recio, abbad del monasterio de Valdediós y hijo de este de Sandobal, que actualmente se halla en él. Todos vinieron en ello con que se le dio dicho poder a dicho padre abbad de Valdediós [138] ,

bien podía darse el poder a todo el convento [139] , como vemos en el caso siguiente, extraído de la documentación del monasterio pontevedrés de Oya:

En el monasterio de Oya, (…), en el reyno de Galicia, obispado de Tuy, a beinte y cuatro días de el mes de henero de mil y seiscientos y nobenta y cinco años, estando toda la communidad en su capítulo a son de campana tañida como es uso y costumbre para comferir las cosas tocantes a su buen gobierno espiritual y temporal, propuso el padre prior y presidente fray Juan de la Torre como era necesario hacer las informaciones de el hermano fray Fernando de Salas que en el siglo se llamaba don Antonio de Salas, hijo de don Diego de Salas y de doña María de Nicolo, vecinos de el Puestro de Lastras (sic), concexo de Colunga, obispado de Obiedo, en el Principado de Asturias, y abiendo botado toda la communidad salió electo para dichas imformaciones el reverendísimo padre maestro etcétera, fray Gerotheo García, abad de el monesterio de Valdediós, juntamente con su comunidad, para que con el poder de su reverendísima y dicha communidad eligiesen un religioso que hiciese dichas imformaciones. De todo lo qual doy doy fe como secretario de este monesterio por aberme allado presente a regular los botos dicho día, mes y año. Ante mi fray Ambrosio Caro, secretario (R) [140] .

Entonces, la comunidad receptora podía elegir a uno de sus miembros para que asistiese a la elaboración de las informaciones, hechas

por las justicias de los pueblos respectivos y ante escrivanos legales para juramentar los testigos y, presenciando las deposiciones de todos, las firmará juntamente con el juez por quien se reciben: procurando que se haga todo con la legalidad y secreto que corresponde [141] .

Así les ocurrió a los monjes de Belmonte en 1765 [142] .

El encargado de hacer la información jurará hacerlo con verdad y fidelidad, en forma que conste por cabeça y principio de la información que hiziere , como podemos ver en las informaciones realizadas por Joaquín Carrión a inicios del siglo xviii [143] .

Finalmente, pocos días antes de la profesión el futuro monje, ante escribano público, había de hacer testamento [144] . Las constituciones de la orden son muy claras en este punto:

Al tiempo que el novicio uviere de hazer la professión, puede mandar su hazienda y lo que tuviere al monasterio o a otra persona qual quisiere delante de escrivano, de manera que haga fe en el tiempo y de la manera que el Sancto Concilio Tridentino [145] lo tiene dispuesto [146] .

Al margen quedan las renuncias de legítima [147] , que tendrán lugar años después de la profesión [148] , fruto, por lo general de defunciones de progenitores o de otros herederos directos.

Superadas las tres aprobaciones, recibidas y aceptadas las informaciones de limpieza de sangre y otorgado testamento, el novicio estaba preparado y dispuesto para profesar. El proceso, más o menos completo, podemos verlo en el caso de Alonso de Nava que tomó hábito para corista en el monasterio de Oya [149] :

8. La profesión

Finalmente, el año de noviciado conducía a la ceremonia de profesión que también tenía su propio refrendo documental. La estructura de este documento, elaborado con mucha mayor solemnidad que los anteriores, y que se habría de guardar en el archivo monástico junto a informaciones de limpieza de sangre, fes de bautismo y demás, venía definida en la legislación y la literatura de la orden. Aunque algunas son adornadas con motivos geométricos e incluso con alguna imagen de exquisito gusto en la que se refleja el acto de la profesión [150] , por norma general van a ser mucho menos vistosas que sus homólogas femeninas, pero tanto unas como otras van a reflejar en su estructura no pocos actos de dicha celebración.

La carta debía de estar escrita en un pliego de papel con anterioridad a la ceremonia, pues el novicio debía de leerla en pleno acto [151] . El texto base se tomaba de las definiciones [152] y se completaba con las informaciones específicas: nombre del novicio y del abad que había de presidir la profesión, con indicación del monasterio en el que esta tenía lugar.

El que sigue fue el texto que leyó fray Ambrosio Pérez al profesar en 1594 en Valbuena, precedido de la señal de la cruz, y escrito por uno de los mejores calígrafos de la abadía,

+ Ego frater Ambrosius Pérez promitto stabilitatem meam et conversionem morum meorum & obedietiam, tibi reverendo patri fratri Baptistae de Villalva & successoribus tuis, secundum regulam sancti benedicti abbatis coram Deo & sanctis eius quorum reliquiae hic habentur in hoc loco qui vocatur Vallisbona Ordinis cisterciensis constructo in honorem beatissimae semperque virginis Mariae [153] .

Nada más terminar de leer el pasaje, el novicio debía trazar una cruz con su mano debaxo de la professión . Hecho esto, debía subir al altar y depositar allí la carta. El abad la tomaría y mientras el pretendiente volvía al presbiterio cantando tres veces el verso Suscipe me domine secundum eloquium tuum & vivam. & non confundas me ab expectatione mea (recíbeme señor según tu palabra y viviré y no me confundas en mi esperanza) [154] . Este verso figura en alguna carta, ya masculina [155] , ya femenina [156] , si bien su presencia en la escritura de profesión no era obligatoria.

Finalmente, en la tarde de ese mismo día, debían de escribir los novicios una diligencia en la que, de su propia mano, dejaran constancia del paso a la nueva vida. La fórmula aparece nuevamente en las definiciones:

En el monasterio N de la orden de Cistel del Obispado de N, en N días del mes de N, año de N, yo, fray N., hijo de N., vezino de N., de edad de N., hize professión, según de suso se contiene, por lo qual lo firmé de mi nombre y rogué a N., y a N., y a N. (que sean tres monjes del monasterio) que se hallaron presentes a la dicha mi professión, lo firmassen de sus nombres.

9. Libros de noviciado y de profesión

Finalizados todos los actos, el proceso de escrituración continuaba en un libro que había de existir ex profeso : y esse mismo día escriba el día en que le dan el hábito en un libro que para esto ha de aver, donde se escriban los hábitos que se dan poniendo día, mes y año [157] .

De estos son pocos los ejemplos que conocemos [158] . No estamos muy mal informados sobre quienes recaía la responsabilidad del libro de gradas de cada abadía, que así se llamaban en los monasterios benedictinos, pero veremos cómo entre estos y los de los bernardos no hay una identificación total. Los usos de 1586 no acaban de ser todo lo precisos que se requiere, pues apenas se anota la necesidad de su existencia [159] . El libro de hábitos de San Clodio parece estar a cuidado del secretario. En cambio, entre los benedictinos de Nájera, desde el primer momento se encomienda su cuidado y actualización al archivero de la comunidad:

encárgasele al padre archivero que quando alguno reciviere nuestro santo hábito assiente en su libro de memorias el nombre del que le recibe, el lugar de su naturaleza y diocesi [160] , el día, hora o acto conventual quando le recibió con el año y el prelado de cuya mano le recibió y el día en que nació si sabe de cierto, para que se sepa la hedad quando se uviere de ordenar. Y después, quando el novicio cumpliere el año de su probación y noviciado, lo certifique y haga fe en este libro de gradas no por modo de cumplimiento sino de buena forma y letra y firmándolo de su propria mano y nombre el dicho novicio y por más autoridad juntamente a su maestre de noviciado [161] .

El ejemplar que conocemos de San Clodio lleva por título en la portada:

Libro de hábitos del monasterio de San Clodio, >se hizo< siendo abbad el padre maestro don fray Malachías del Visso, >hijo del monasterio de Valparaýso<. Año de 1744. Anno domini a nativitate millessimo sentingentessimo quadragessimo quarto.

Se trata de un libro compuesto como tal y encuadernado en pergamino. En la cubierta aparece, sin embargo, denominado como Libro de novicios . Tiene un total de 52 folios escritos: portada y prólogo solo en el recto y 50 folios dedicados a los asientos. Están numerados 33 de los primeros 35 folios, pues portada y prólogo carecen de numeración. Solo están numerados los rectos, correlativamente y en arábigos.

El momento de su confección es muy claro, así como los motivos por los que se inicia. En el prólogo se anota el ascenso de San Clodio a casa matriz, al tiempo que se indica que queda habilitada para la entrega de hábitos [162] .

Desde 1744 hasta marzo de 1833 serán 100 los postulantes que acudan a San Clodio a tomar el hábito, de los cuáles 5 no profesarán. Así, aunque fray Simón Cananeo Freire tomó el hábito para sacerdote y boticario el 4 de febrero de 1816 a los 19 años, en el margen alguien anotó: el hermano novicio fray Simón dexó el ávito a los ocho meses, después de aprobado segunda vez [163] .

Otros abandonaron el noviciado por motivos más graves. Fray Martín Alonso, de Medina de Rioseco, tomó el hábito el 1 de enero de 1808, a la edad de 21 años y medio, sin embargo, lo dejó al año cumplido de novicio por causa de las revoluciones de los franceses [164] .

Todas las entradas adoptan la estructura de acta, y todas aparecen rubricadas por el secretario primero de la comunidad o, en su ausencia, un escribano suplente o escribano segundo. Vamos a encontrarnos con los siguientes actos: