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Núm. 49 (2022) ■ 143-165 ISSN: 0210-7716 ■ ISSN-e 2253-8291 https://dx.doi.org/10.12795/hid.2022.i49.6 Recibido: 24-1-2022; Aceptado: 28-2-2022; Versión definitiva: 6-5-2022 |
África Espíldora García
Investigadora independiente
africaespildora@hotmail.com | https://orcid.org/0000-0002-0275-0812
Resumen: Presentamos en este artículo la transcripción y análisis de un documento inédito que describe con detalle la entrada del féretro de Isabel I de Castilla en la ciudad de Granada el 18 de diciembre de 1504. Se trata de una relación anónima que aporta nuevos datos sobre el acontecimiento. En ella se describen los componentes y disposición del cortejo fúnebre, la recepción dispensada por la ciudad y la procesión que se unió a esta comitiva hasta llegar hasta a la plaza del convento de San Francisco, donde la reina había dispuesto ser enterrada.
Palabras clave: Isabel I de Castilla; cortejo fúnebre; ceremonial funerario; Granada.
Abstract: In this article we present the transcription and analysis of an unpublished document that describes the arrival of the funeral procession of Isabella I of Castile to Granada on December 18, 1504. It was written by an anonymous scribe and provides us with new information about the event. It details the components and order of the entourage escorting the queen’s body, the reception given by the city, and the procession that escorted this cortege to the convent of San Francisco, where the queen had arranged to be buried.
Keywords: Isabella I of Castile; funeral cortege; funeral ceremonial; Granada.
Una relación hasta ahora no conocida nos transporta a orillas del río Beiro, en Granada, para contemplar la llegada de la comitiva fúnebre de Isabel I de Castilla. Aguardaban los representantes de las instituciones civiles y religiosas de la ciudad, que escoltaron a la real comitiva hasta el túmulo levantado en la Puerta de Elvira. Allí, entre grandes muestras de dolor de la multitud que había acudido a despedir a su reina, se rezó un responso. Finalizado, una solemne y ordenada procesión acompañó a la soberana hasta su último destino: el convento de San Francisco en la Alhambra.
El manuscrito que hoy ve la luz, uno entre los muchos tesoros que aún permanecen ocultos en nuestros archivos, se conserva en el Archivo Histórico de la Nobleza (Toledo)[2]. Forma parte de un volumen encuadernado en pergamino que reúne documentos de temática diversa, cuyo rango temporal abarca desde finales del siglo XV a principios del siglo XVII; sobre su cubierta un título al que hace honor: “Contiene papeles bastante curiosos”.
Se trata de un escrito de caligrafía cortesana con frecuentes correcciones, anónimo y sin fecha ni destinatario expreso. Pero tanto sus caracteres externos (soporte, tipo de letra y abreviaturas utilizadas) como internos (contenido, estructura, léxico y estilo) nos permiten datar su creación en fecha cercana a los hechos que narra, es decir, en los primeros años del siglo XVI. Por otra parte, al tratarse de un documento preparatorio, existe la posibilidad de que diese lugar a otro definitivo que no ha llegado hasta nosotros o que por el momento no conocemos.
En cuanto a su autor, el planteamiento general del texto sugiere que pudo ser redactado por un oficial al servicio de algún noble que reportaba el suceso a su señor. Y el hecho de que el manuscrito se haya conservado en el fondo documental de los duques del Infantado nos permite aventurar que la relación estuviese dirigida a un miembro de esta familia o de alguna otra cuya documentación forme parte de este fondo. En este sentido cabe destacar la perteneciente a los condes de Tendilla, que probablemente se integró en el fondo de los duques del Infantado a raíz del matrimonio de Juan Hurtado de Mendoza (1555-1624) −hijo de Íñigo López de Mendoza (1511-1580), IV conde de Tendilla y III marqués de Mondéjar− con Ana de Mendoza (1533-1633), VI duquesa del Infantado.
Además, ambas familias estaban emparentadas por proceder del tronco común de los Mendoza. Íñigo López de Mendoza (1442-1515) −II conde de Tendilla y I marqués de Mondéjar− era tío segundo del III duque del Infantado, Diego Hurtado de Mendoza (1461-1531); y fue, junto al arzobispo Hernando de Talavera, el principal responsable de organizar la recepción de la comitiva fúnebre de la reina Isabel. Como veremos, tanto él como su familia y personajes de su entorno se nos presentan en el manuscrito como testigos privilegiados del acontecimiento.
En cuanto a las normas seguidas en la transcripción, se ha respetado la literalidad del texto actualizando tan solo su acentuación y puntuación, además de señalar con cursiva el desarrollo de las abreviaturas existentes. Se insertan en el texto tanto las palabras interlineadas como las que se encuentran al margen, y los términos tachados por el autor se señalan en nota.
Existen en el texto una serie de anotaciones y rectificaciones realizadas por una segunda mano. Con objeto de preservar la integridad del texto primitivo, no se tienen en cuenta en el cuerpo principal de la transcripción, pero recogemos ambas en nota a pie de página.
Hasta donde nos ha sido posible determinar, el ritual dispensado por la ciudad de Granada para recibir y acompañar al cortejo fúnebre de Isabel la Católica, ha dejado una escasa huella documental.
Los cronistas y escritores que se ocuparon de la época, tanto aquellos contemporáneos al fallecimiento de la soberana como los inmediatamente posteriores, no dejaron noticias sobre el acontecimiento[3]. Tampoco las encontramos en las actas capitulares del ayuntamiento de Granada, debido a la laguna existente entre los años 1503 y 1511[4]. Y la mayor parte de los autores que en fechas más recientes se refieren con cierto a detalle a este episodio, lo hacen sin citar fuente documental alguna. Entre ellos el relato entre histórico y literario de Fidel Fernández[5], seguido cronológicamente por las publicaciones de Rafael García y García de Castro[6], Javier Varela[7] y Vidal González Sánchez[8].
Únicamente hemos localizado tres fuentes primarias que ofrecen datos concretos. Por una parte el epistolario de Íñigo López de Mendoza, II conde de Tendilla, que aporta observaciones de primera mano sobre los preparativos de este recibimiento. El volumen relativo a estos años (1504-1506) se conserva, como nuestro manuscrito, dentro del fondo de los duques del Infantado, en el Archivo Histórico de la Nobleza[9] y fue publicado por José Szmolka, Mª Amparo Moreno y Mª José Osorio [10].Volveremos sobre este testimonio más adelante.
Por otra parte, la tesis doctoral de Cécile d’Álbis −Les fêtes civico-religieuses à Grenade, XVIè-XVIIè siècles[11]− nos ha guiado hasta la descripción que realiza Francisco de Paula Valladar en su obra La Real Capilla de Granada, basada en unas cuentas conservadas en el archivo municipal de Granada, al parecer hoy desaparecidas:
Para honrar dignamente los reales despojos de Isabel, la ciudad alzó dos túmulos cubiertos de frisas negras, uno en la puerta de Elvira y otro ignórase en qué sitio; arregló las calles de dicha puerta hasta la Alhambra, pasando por el Realejo a buscar el camino que hoy conduce a la explanada de los Mártires; y costeó la cera, bayetas para lutos de los acompañantes y criados, y la construcción de un puente en el camino de Santa Fe.
Según una curiosa cuenta del archivo municipal, la ciudad costeó la cera, los dos túmulos pintados con sus epitafios, 573 varas de frisas negras que se pusieron en los túmulos, 34 varas de bayeta negra que se dieron a Luis de Córdoba para sí, y caballos y criados, y ropas a los porteros y cuatro gallardetes de tafetán, y borlas y cordones al pendón real, y la limpia del pilar del Realejo, etc. La cuenta tiene una nota en la que se consigna que los alabarderos quisieron quedarse con los túmulos, paños y cera, y empezaron a apoderarse de todo ello ‘con violencia’; no se les consintió y se les entregaron 50 ducados[12].
Y finalmente un conciso apunte procedente de las actas del cabildo municipal de Granada, que recogen el protocolo seguido por la ciudad ante la llegada del cortejo fúnebre del rey Fernando el Católico en 1516. En ellas se dice que se levantó una cama afuera de la puerta Elvira de la forma e manera que se hizo cuando la reyna nuestra señora[13].
El manuscrito objeto de este estudio viene a llenar parte del vacío documental existente. Aporta datos hasta ahora no conocidos sobre los componentes del cortejo que acompañaba a la reina en su entrada a Granada, el ceremonial desplegado por la ciudad en su honor y los personajes que en él participaron. Nos ofrece también una imagen vívida de lo sucedido en aquel lejano día, hasta el punto de permitirnos escuchar los lamentos y los silencios con que la multitud allí congregada expresó el dolor por su gran pérdida.
La reina Isabel había fallecido el 26 de noviembre de 1504 en Medina del Campo, cerca del mediodía. Su meditado testamento, otorgado el 12 de octubre del mismo año, contenía instrucciones precisas sobre los pasos a seguir llegado este momento:
Quiero e mando que si fallesçiere fuera de la çibdad de Granada, que luego, sin detenimiento alguno, lleven mi cuerpo entero, como estoviere, a la çibdad de Granada... E quiero e mando que mi cuerpo sea sepultado en el monasterio de Sanct Françisco que es en la Alhanbra de la çibdad de Granada... vestida en el hábito del bienaventurado pobre de Iesuchristo Sanct Françisco, en una sepultura baxa que no tenga vulto alguno salvo una losa baxa en el suelo, llana, con sus letras esculpidas en ella[14].
Cumpliendo sus últimos deseos, el cortejo fúnebre dejaba Medina al día siguiente, después de las exequias, camino de Granada. También de acuerdo con estas disposiciones, parece que su cadáver no fue embalsamado, a pesar de que lo aconsejara la gran distancia que separaba el lugar de fallecimiento de lugar de inhumación y por tanto la larga duración del viaje[15].
Recorrió la comitiva los gélidos campos de Castilla durante veintiún días, bajo las lluvias incesantes descritas por uno de sus integrantes, Pedro Mártir de Anglería:
Los cielos se deshicieron en cataratas y sobre nosotros volcaron los torrentes de la lluvia a tiempo de nuestra partida. Tanta fue la saña de los elementos contra nosotros, que durante todo ese tiempo no nos fue permitido a ninguno contemplar el sol o cualquiera de los astros... parecía que nos arrastraban las borrascas del mar. Únicamente en las colinas y altozanos nos encontrábamos a seguro. Casi a nado atravesábamos los valles y llanuras... de pies a cabeza nos cubría el lodo y el cieno....Cuando no era posible caminar por los sembrados lo hacíamos por los caminos públicos, gimiendo las cansadas mulas entre nuestras rodillas. Aquí se caía la carga, allí se precipitaban en una fosa, más allá se dejaban abandonados los bultos al no haber caballería en que transportarlos[16].
Frente a la escasez de datos aportados por las crónicas, la documentación económica producida por la Casa Real nos proporciona información sobre la organización y recorrido de esta procesión fúnebre, gracias a la anotación minuciosa de los gastos que generó[17].
Escribe el cronista Lorenzo de Padilla, cercano a los hechos, que “llevaron su cuerpo a sepultar a la ciudad de Granada: Juan de Fonseca, obispo de Córdoba; Fadrique de Portugal, obispo de Calahorra; Diego Ramírez de Villaescusa, obispo de Málaga, y Valeriano de Villaquirán, obispo de Ciudad Rodrigo[18].
Junto a ellos, componían el último séquito de la reina castellana: dos docenas de personas pertenecientes a su capilla bajo las órdenes de Diego de Ribera y del maestro Pedro Ruiz de la Mota, una docena de capellanes encargados del culto, otra docena de cantores con Lope de Baena como organista, dos reposteros de capilla, nueve reposteros de camas y tres de estrados, seis porteros, un copero, cinco ballesteros de mazas, seis monteros de guarda, dos aposentadores, tres continos, encargados de limpiar la plata y de la despensa, un aguador, algunos cereros, varios barrenderos, un carnicero, un gallinero, un caballerizo de andas y cinco ayudas suyos, un acemilero, seis cocineros, treinta y cuatro mozos de espuelas, diez escuderos de a pie y una docena de acémilas. Para el caminar nocturno había un par de antorcheros de madera y otras ciento noventa y cinco hachas. La responsabilidad civil del traslado correspondió a Pedro Patiño, el alcalde Gallego, a los alguaciles Morales, Villanueva, Ramírez y Bravo, y a la condesa de Camiña.
El féretro de la soberana iba protegido con dos fundas, una de cuero de becerro y otra de lienzo de vitre encerada. Se apoyaba, atado por unos cordeles, en unas andas sostenidas en las guarniciones de dos acémilas que lucían riendas y caparazones negros. Encabezaba la procesión la cruz del convento franciscano de Arévalo.
Es posible reconstruir parte del trayecto seguido hasta llegar a Granada. De Medina del Campo se dirigieron a Arévalo, en Cardeñosa se repartieron limosnas, fue necesario parar en Cebreros para fortalecer el arnés debido a los bamboleos, después Ávila y San Martín de la Vega. A lo largo del camino los frailes y lugareños salían a rezar y despedir a la soberana, y en todos los lugares donde pernoctaron se organizaron cultos religiosos, sobre todo en la villas y ciudades más importantes.
El 3 de diciembre llegaron a Toledo. Debido a la copiosa lluvia, solo los frailes de San Juan de Reyes, con una cruz, pudieron adelantarse a recibirla hasta La Vega; mientras el cabildo, las órdenes religiosas, todo el clero y la ciudad esperaban junto a la Puerta del Cambrón. Allí habían preparado un túmulo y dijo el cabildo un responso. Los caballeros y regidores llevaron el ataúd en hombros hasta el monasterio de San Juan de los Reyes y lo pusieron en una tarima en el coro, sobre cinco gradas. Se dijo vigilia y al día siguiente misa de requiem[19].
Los organizadores del traslado entregaron casullas a los oficiantes y ordenaron colocar cuatro alfombras sobre las que se pudiera extender sobre ellas el dosel que llevaban consigo para ponerlo encima del túmulo; era de terciopelo negro, estaba forrado y llevaba una cruz de raso carmesí y escudos de las armas reales[20].
Se discutió si no sería mejor detenerse en esta ciudad hasta que se calmara la lluvia, pero eso suponía contravenir las órdenes del rey y continuaron su camino[21]. Pasaron por Manzanares; en Viso del Marqués se dieron de nuevo limosnas. Para agilizar el paso del río Guadalquivir, el grueso de la expedición lo hizo por Mengíbar, cruzando por el hoy llamado “Paso de la Barca”; y los componentes de la capilla, unas cuarenta personas, lo hicieron por Espeluy. Después Jaén, ciudad en la que se repusieron víveres y especialmente cera; Torre del Campo, donde Juan Martínez, capellán y limosnero de la reina, dio limosna a varios mendigos que salieron al paso del cortejo[22]; y, finalmente, Granada.
Íñigo López de Mendoza, II conde de Tendilla, como alcaide de la Alhambra y capitán general del reino de Granada, fue uno de los responsables de organizar la recepción del cuerpo de la reina y el posterior entierro. A través de su correspondencia nos ofrece un testimonio directo sobre los apresurados preparativos que se realizaron.
El 29 de noviembre, cuando el cortejo de Isabel estaba ya en camino, el conde recibió una carta del rey en la que le comunicaba la gravedad del estado de la reina[23]. A 3 de diciembre ya conocía su fallecimiento[24], pero el día 7 aún esperaba órdenes del rey Fernando sobre las ceremonias que se debían celebrar: fasta agora no es venida carta del rey nuestro señor a esta çibdad, más de quanto escrivió su alteza al señor arçobispo y a mí que la reyna nuestra señora estava en peligro[25]. El día 12 todavía dudaba de que Granada fuera el destino final del cortejo: si aquí vienen, como dizen, con el cuerpo de su alteza de gloriosa memoria[26].
La reina Isabel había precisado en su testamento el deseo de la mayor sobriedad en todo acto que se celebrase con motivo de su fallecimiento:
En las obsequias que se fezieren por mí, donde mi cuerpo estoviere, las hagan llanamente, sin demasías; e que no haya en el bulto gradas ni chapiteles, ni en la iglesia entoldaduras de lutos ni demasía de hachas ... e lo que se avía de gastar en luto para las obsequias, se convierta e dé en vistuario a pobres; e la çera que en ellas se avía de gastar sea para que arda ante el Sacramento en algunas iglesias pobres, onde a mis testamentarios bien visto fuere[27].
Se recibieron finalmente instrucciones del rey advirtiendo de estas últimas voluntades expresadas por la reina, por lo que fue necesario simplificar el ceremonial previsto:
Una noche, antes de que se acabasen las obsequias, resçebí la carta de vuestra alteza en que manda que el arçobispo, y yo con él, dé una orden cómo no se eçeda en ellas de las cláusulas del testamento de la reyna, nuestra señora, que sea en gloria. Y aunque aquella vino tarde ... se cumplió aquello al pie de la letra quitando todo el aparejo que estava fecho para más[28].
Con dos concisas frases describiría unos días más tarde el conde de Tendilla el acontecimiento, amparándose en que: otros mejores relatores avrán escripto y por eso callo yo[29]:
No hay otras nuevas syno ser sepultada la reyna, nuestra señora, con tanto dolor y sentimiento de toda esta cibdad que yo nunca vi ny oy cosa tan maravillosa[30].
Este desaventurado reçebimiento ... os puedo çertificar que el más grande, y más ordenado, y más para mover el llanto y compasión nunca se vio[31].
Acudía Isabel, el 18 de diciembre de 1504, miércoles, a su postrera cita con la ciudad a la que había tenido en más que a su vida[32], con el deseo de que reposase su cuerpo donde había vivido su corazón[33]. Una Granada en la que aún resonaban los ecos de la conquista aguardaba, expectante, para dar el último adiós a su reina.
Sin más, cedemos la palabra a nuestro narrador anónimo.
“163r La forma que se tuvo en la entrada y reçebimyento de Granada es la syguyente:
Venyan delante de las andas, en los primeros, los cavalleros y personas de casa de los grandes y señores que venyan con el cuerpo de la reyna nuestra sennora, que sea en gloria. Tras estos los de la capilla, todos con lobas largas de luto y los capirotes en la cabeça[34], de dos en dos.
Tras estos venyan don Diego de Córdova[35], hijo del conde de Cabra; y don Yñygo[36] y don Antonyo[37], sus tíos; y el alcayde de los donzeles[38]; y el comendador mayor de Calatrava[39]; y el adelantado de Murçia[40]; y el conde de Cabra[41]; y el marqués de Pliego[42], y don Donys de Portogal[43], tanbién estos de dos en dos. Serían por todos quatroçientas cavalgaduras.
Detrás destos venya la cruz que troxeron de Medina y, tras ella, seys obispos, de dos en dos. Luego venyan çinquenta o sesenta hachas que trayan los escuderos de pie y moços de espuelas y frayles de San Francisco, algunas[44] más cerca del cuerpo. Luego venían las andas[45] en dos machos, cubiertas de un panno de brocado muy rico con las armas reales y devisas ençima[46], de seys pieças y media en ancho, que cubrían las andas y los machos que las trayan.
Y a los lados, el vycario general de Santo Domingo[47] y el provinçial de los observantes de Sant Francisco[48]. Y detrás de las andas, la marquesa de Moya[49]; y donna Ynés Manrrique[50]; y donna Madalena[51], muger del adelantado de Murçia; y donna Ysabel de Bovadilla[52], muger de Diego Hurtado de Mendoça[53]; y la condesa de Camyna[54]; y donna Costança de Bibero[55], y otras muchas duennas y personas honrradas con las cogullas[56] en las cabeças.
Llegando al río de Vero[57], junto allagua, estavan[58] el pendón real, pintadas las armas sobre negro en una vara negra; y el alguazil mayor[59] que lo tenya, en un cavallo enparamentado de luto; y el dicho alguazil mayor su loba y capirote. A pye, puestos en proçisyón, el conde de Tendilla[60]; y don Antonio de Mendoça[61], qonde de Monteagudo, su yerrno; y don Juan de Mendoça, sennor de Sangerren[62] ; y don Ferrnando de Córdova[63], hijo del qonde de Cabra; y la justiçia y regimiento; y muchos cavalleros y escuderos de la çibdad y de la guarnyçión, todos con sendas hachas ardiendo en las manos, que serían CCL[64] o más[65]. Detrás destos estavan todas las cofradías puestas en su orden[66], hechos todos una calle, por donde pasaron todos los que venían delante de las andas.
Llegando las andas a do estava el alguazil mayor con el pendón, baxó el pendón hasta el suelo y todos hincaron la rodrilla. Y començose un llanto grande de bozes como de onbres; y a esto ayudavan ynfinyta gente que estavan por un cabo y por otro de las espaldas.
Llevantáronse todos y bolvieron en la orden que estavan //163v puestos, los más onrrados más cerca del cuerpo. Y el conde de Tendilla dexó la hacha y tomó[67] del freno del macho delantero de las andas y hizo pasar de la otra parte al alcalde mayor de la çibdad[68]. Y asy fueron hasta la puerta de Elvira[69], con tan grandes bozes de onbres que estavan puestos en todo lo alto del camyno, de una parte y de otra, que no se podía oyr una palabra que hablase un onbre a otro.
Quando llegaron[70] casy en par de Sant Gerónymo[71], y aun antes[72], salieron los frailes de Santo Domyngo[73], y los de Sant Francisco[74] y los de Sant Gerónyimo, todos en su orden, con sus cruzes y velas ençendidas en las manos. Y luego, las cruzes de toda la çibdad con mangas negras de tafetán y, detrás de todos, la cruz de la yglesia mayor y toda la clerezía de la çibdad y de ocho o nueve leguas enderredor, en que avrían dozientos clérigos con sobrepelizes y sus velas ençendidas. Y tras las cruces yvan muchos diáconos revestidos de negro, uno ante otro, por medio de la proçesión, con ymágenes de la pasyón y relicarios en las manos.
Y en el cabo de la proçesyón el obispo de Lugo[75], vestido una capa de brocado negro, y los que le asistían sendas capas de terçiopelo negro[76]; el qual estaba en el cabo de la proçisión, un tyro de piedra de la puerta[77] donde la çibdad tenya hecha una cama de luto syn gradas, tan alta como un onbre hasta el onbro, y a los quatro cantos hincadas quatro vigas muy gruesas de a XXX pies de alto, cubiertas[78] asymismo de luto. Y casi en medio dellas subía un chapitel agudo, el qual tenya una cruz negra ençima; y en los cabos de las quatro vigas que salían en par del chapitel estavan quatro vanderas negras con las armas reales[79].
//164r Alrededor desta cama y por todo el canpo estarían seys o siete mill mugeres y onbres[80], dizen los que algo saben que avya XX U[81]. Llegando a la cama tomaron el conde y los regidores las andas con el cuerpo en los onbros y subiéronlo sobre la dicha cama, y dixeron los del cabildo un responso. En todo este tienpo era el llanto tan grande de los onbres y el alarido de las mugeres, que paresçía que rompían el çielo. Y en media ora que duró todo esto nunca se amansó la fuerça del llanto, antes, al paresçer, syenpre crecía.
De ally quysyeran llevar el conde y sus hijos y sobrinos, y la justicia y regimiento, el cuerpo en onbros; y los que venyan con él dixeron que por ser[82] cosa muy pesada no podía ser, y que era muy tarde para llegar al Alhanbra. Y entrando en la puerta pusieron las andas sobre los machos, como primero venya, yendo todavya el qonde a pie, a las manos del freno[83] como avya venido hasta ally, y el alcalde mayor de la otra parte. Y todos los otros sennores y cavalleros a pie, en su orden, con sus hachas y en su proçesión ordenada, que casy salía de la puerta[84] de la çibdad hazia el Alhanbra[85] antes que entrase el cuerpo por la puerta de Elvyra.
A la entrada del Alhanbra[86] todos los grandes cavalleros que venyan con el cuerpo y los que acá estavan tomaron las andas en onbros y fueron hasta la plaça de San Francisco, donde estaba la condesa de Tendilla y sus hijas[87], y donna Luisa de Guzmán[88], y donna Juana de Mendoça[89], y donna Guiomar de Alarcón [90], y donna Constança Tello[91], y otro grande número de mugeres principales de la çibdad y del Alhanbra[92].
Y allí se hizo[93] otro llanto muy terrible”.
En su conjunto, el manuscrito posee un gran valor como fuente primaria que permite añadir un renglón al capítulo final de la vida de Isabel I de Castilla. En cuanto a sus aportaciones concretas, el texto proporciona información de interés para aquellos estudios relativos al ceremonial funerario que rodeaba el fallecimiento de los monarcas castellanos, en especial sobre su dimensión pública. Entre estos datos destacamos la precisa descripción del séquito que acompañaba a la reina en el momento de su entrada en Granada y la del túmulo levantado junto a la puerta de Elvira para la recepción del féretro real. También la imagen que el autor nos ofrece de la procesión que escoltó a la comitiva fúnebre a través de la ciudad, ya que incorpora la mayor parte de los elementos siempre presentes en los rituales de esta naturaleza: la participación de los miembros de las instituciones civiles y religiosas, el pendón real, las lobas y capirotes como vestimentas de luto, las numerosas hachas encendidas, la multitud congregada y los grandes llantos.
Por otra parte son de interés las numerosas referencias a personas concretas a lo largo de la narración, la constancia de su presencia en el acontecimiento hace posible sumar un nuevo dato a la biografía de cada una de ellas. Además, asistimos a un desfile de la aristocracia granadina de la época, con toda probabilidad se trata de una visión sesgada por la relevancia otorgada por el relator a los miembros de la familia del conde de Tendilla, pero en todo caso obtenemos una instantánea de la red de poder creada por Íñigo López de Mendoza sostenida por estrechos lazos de parentesco que fortalecían las alianzas locales.
Formaban parte del grupo de caballeros del cortejo de la reina Isabel a su entrada en Granada representantes de tres de las ramas de la Casa de Córdoba: Diego Fernández de Córdoba, III conde Cabra ─acompañado por uno de sus hijos─; sus hermanos Íñigo y Antonio; su sobrino ─y cuñado del conde de Tendilla─ Diego Fernández de Córdoba, alcaide los Donceles; y Pedro Fernández de Córdoba, I marqués de Priego y a la vez sobrino del conde de Tendilla. Junto a ellos Dionís de Portugal y Pedro Fajardo Chacón, adelantado de Murcia. Solo de este último, como apuntamos en nota, sabíamos de que había acompañado al cuerpo de la reina desde Medina del Campo. A ambos lados del féretro, fray Diego Magdaleno, vicario general de la Orden de Santo Domingo, y el provincial de los observantes de San Francisco, fray Manuel de San Martín.
Cerrando la comitiva las damas nobles, todas ellas habían pertenecido al entorno cortesano más próximo a la reina: Beatriz de Bobadilla, marquesa de Moya, y su hija Isabel; Teresa de Távora, condesa de Camiña; Inés Manrique, viuda de Juan Chacón, y su hermana Magdalena, esposa del antes nombrado Pedro Fajardo; y Constanza Vivero. Aunque, como en el caso de las personas hasta ahora citadas, no podemos saber en qué momento exacto se incorporaron al cortejo, esta información nos permite cuestionar la tradicional afirmación de que la condesa de Camiña fue la única dama noble integrante de la comitiva.
Aguardaban a orillas del río Beiro: el poderoso Íñigo López de Mendoza, II conde de Tendilla, alcaide de la Alhambra y capitán general del reino de Granada, su sobrino Juan de Mendoza Cabeza de Vaca y su yerno Antonio de Mendoza; Fernando de Córdoba, hijo del conde de Cabra; el alcalde mayor Lope de Montenegro; y el alguacil mayor Alonso de Granada, cuya presencia nos recuerda la integración de las familias de la élite nazarí en la oligarquía local. Un acercamiento a la biografía de los personajes hasta aquí nombrados nos muestra un perfil que prácticamente todos ellos compartían: su participación en las guerras de Granada y su relación con el círculo cultural de Pedro Mártir de Ánglería.
Junto a la puerta de Elvira, el arzobispo Hernando de Talavera, figura fundamental en la historia de la ciudad, esperaba para despedir a su amada soberana.
Y como última imagen, la de las mujeres que esperaban a la procesión fúnebre en la plaza de San Francisco de la Alhambra: Francisca Pacheco, esposa del conde de Tendilla, con al menos dos de sus hijas: María de Mendoza y la entonces niña María Pacheco, que contraería matrimonio con el comunero Juan de Padilla; Luisa de Guzmán esposa del regidor Ruy López de Toledo; Guiomar de Alarcón, viuda de Pedro de Zafra, prima segunda de la mujer de Tendilla; y Juana de Mendoza, esposa del alguacil mayor Alonso de Granada y prima hermana del conde de Tendilla.
Con la muerte de la reina y la subsiguiente crisis sucesoria, se abrió una etapa de inestabilidad política en toda Castilla. En el caso de la antigua ciudad nazarí, los nobles que habían contribuido a su conquista y construcción formaron bandos opuestos, al dividir su apoyo entre Fernando de Aragón y Felipe de Habsburgo; y tras la muerte de este, entre Fernando y Carlos I. El equilibrio de poder hasta entonces existente entre los distintos grupos de la oligarquía urbana, obra en gran parte del arzobispo Hernando de Talavera, que fallecería en pocos años, y del conde de Tendilla, que perdería parte de su influencia, se rompió. En este sentido, el documento nos muestra una Granada que pronto desaparecería.
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[1]Recibido: 16-3-2021; Aceptado: 21-6-2021; Versión definitiva: 29-7-2021
Abreviaturas utilizadas: AHNOB = Archivo Histórico de la Nobleza; AGS = Archivo General de Simancas; AMG = Archivo Municipal de Granada; RAH = Real Academia de la Historia.
[2] AHNOB, Osuna, caja 2285, doc. 1, fols. 163r-164r
[3] El anónimo continuador de Hernando del Pulgar, Elio Antonio de Nebrija, Lorenzo de Padilla, Alonso de Santa Cruz, Andrés Bernáldez, Alonso Flórez, Pedro Mártir de Anglería, Lucio Marineo Sículo, Gonzalo de Ayora o Lorenzo Galíndez de Carvajal.
[4] El volumen más antiguo conservado corresponde a los años 1497-1502 y el segundo libro se inicia en octubre de 1512 y concluye en marzo de 1515 (López Nevot 1994, p. 5).
[5] Fernández Martínez 1942, pp. 275-277. Señalar que algunos datos de su narración coinciden con los aportados por nuestro manuscrito.
[6] García y García de Castro 1961, pp. 106-109.
[7] Varela 1990, p. 26.
[8] González Sánchez 2003, p. 59.
[9] AHNOB, OSUNA, caja 3406, documento 1.
[10] Szmolka Clares, Moreno Trujillo, Osorio Pérez, vol. I, 1996.
[11] D’Álbis 2008, p. 94. Aunque en su posterior publicación “Sacralización real y nacimiento de una ciudad simbólica: los traslados de cuerpos reales a Granada”, en la que hace referencia al mismo asunto, no menciona la fuente utilizada (D’Álbis 2009, p. 252).
[12] Valladar Serrano 1892, pp. 22, 23 y su nota 1.
[13] AMG, L-00002 Actas del Cabildo, f. 358r. Citado en Martín Barba 2016, p. 49, nota 120.
[14] Testamento de “doña Isabel, por la gracia de Dios reyna de Castilla, de León, de Aragón, etc.” 2007, pp. 2-3.
[15] La mayor parte de los autores sustenta esta teoría, aunque alguno como Tarsicio de Azcona afirma lo contrario (Azcona 1993, p. 944).
[16] Carta de Pedro Mártir de Anglería a Fernando de Aragón. Granada, 25 de diciembre, 1504 (Mártir de Anglería 1955, vol. II, pp. 92-93).
[17] Todos los datos relativos a estos aspectos, a excepción de que se indique otra fuente a pie de página, están tomados de Azcona 1993, pp. 941-945 y Alvar Ezquerra 2004, pp. 259-260. Estos autores citan como fuentes: Archivo General de Simancas, Casa y Sitios Reales, leg. 5, f. 151; leg. 6, f. 129, 315 y 740; leg. 8, f. 437; leg. 10, f. 8 y 19; Torre; Alsina 1955-1956 y Torre 1968.
[18] Padilla 1846, p. 120. Lorenzo de Padilla (1485-1540), arcediano de Ronda, fue cronista de Carlos I.
[19] Relaciones del racionero Juan de Chaves, publicadas por González Simancas 1904, pp. 549-550.
[20] AGS, Casa y Sitios Reales, leg. 6, f. 279 (Valladolid. 1506, agosto, 29); leg. 10. f. 386 (sin fecha); leg. 7, f. 395 (Toledo. 1525, junio, 25). Citado en González Marrero 2015, p. 175, notas 97-99.
[21] “En más de una ocasión, los que tenían órdenes del rey de no detenerse bajo ningún pretexto hasta que el cadáver recibiera sepultura en el lugar designando, cambiaron impresiones sobre si dejarlo en Toledo... hasta tanto se apaciguara aquella inaudita rabia de los elementos”. Carta de Pedro Mártir de Anglería a Fernando de Aragón. Granada, 25 de diciembre 1504 (Mártir de Anglería 1955, vol. II, p. 93). De hecho la reina Isabel había contemplado la posibilidad de ser enterrada en esta ciudad en su testamento: “E si acaesçiere que, por la distançia del camino o por el tiempo, no se podiere llevar a la dicha çibdad de Granada, que en tal caso lo pongan e depositen en el monasterio de Sanct Juan de los Reyes de la çibdad de Toledo” (Testamento de “doña Isabel, por la gracia de Dios reyna de Castilla, de León, de Aragón, etc.” 2007, p. 2).
[22] Consta en la nómina del tesorero real: “Diose al barquero de la barca de Mengíbar, porque pasase toda la gente, un castellano, e a seis onbres que le ayudaban a cada uno un rreal, que montan 789 maravedís. Seguidamente anota: “Diose a otro barquero de la barca de Espelique que pasase los de la capilla que fueron por allí, cuatro reales 136 maravedís”. Y a continuación: “Compráronse en Jahen 66 hachas que pesaron trece arrobas y ocho libras a mill maravedis el arrova que montan 18 320 mrs.” Citado en Almansa Tallante 1986, p. 111.
[23] Carta del conde de Tendilla a Fernando el Católico. Alhambra de Granada, 29 de noviembre, 1504 (Szmolka Clares, Moreno Trujillo, Osorio Pérez 1996, vol. I, p. 190).
[24] Carta del conde de Tendilla a Fernando el Católico, 3 de diciembre 1504 (Ibid., p. 203).
[25] Carta del conde de Tendilla al conçejo de Alcalá la Real. Alhambra, 7 de diciembre, 1504 (Ibid., p. 207).
[26] Carta del conde de Tendilla a su hermano Iñigo Manrique, 12 de diciembre, 1504 (Ibid., p. 209).
[27] Testamento de “doña Isabel, por la gracia de Dios reyna de Castilla, de León, de Aragón, etc.” 2007, p. 2.
[28] Carta del conde de Tendilla al rey Fernando. Alhambra, 23 de diciembre, 1504 (Szmolka Clares, Moreno Trujillo, Osorio Pérez 1996, vol. I, p. 217).
[29] Carta del conde de Tendilla a Hernando de Zafra, 24 de diciembre, 1504 (Ibid., p. 218).
[30] Carta del conde de Tendilla al capitán Ruíz Día Cerón, 20 de diciembre, 1504 (Ibid., p. 217).
[31] Carta del conde de Tendilla al secretario Hernando de Zafra, 24 de diciembre, 1504 (Ibid., p. 219).
[32] “esa ciudad que la tengo en más que a mi vida”. Carta de Isabel la Católica al arzobispo Hernando de Talavera. Barcelona, 30 de diciembre, 1492 (Rodríguez Valencia 1970, vol. III, p. 32, nota 99).
[33] Bermúdez de Pedraza 1638, f. 200.
[34] Una pragmática promulgada por los Reyes Católicos en 1502 había fijado la indumentaria oficial para el luto. Quedaba prohibida la utilización de la marga o jerga, tejido basto hasta entonces propio del luto riguroso, y se establecía que “por las personas reales, o por sus fijos, trayan los honbres luto de lobas cerradas por los lados e con falda e capirotes... e las mugeres tocas negras e ábito con falda e manto con cogulla”. Las lobas eran trajes amplios provistos de aberturas laterales para sacar los brazos; como complemento se empleaban los tocados rematados en punta o capirotes. Además, la reina rechazaba explícitamente en su testamento el empleo de la jerga: “E quiero e mando que ninguno vista xerga por mí“ (Cabrera Sánchez 2001, pp. 556-557; Nogales Rincón 2016, pp. 235-236; Testamento de “ doña Isabel por la gracia de Dios reyna de Castilla, de León, de Aragón, etc.” 2007, p. 2).
[35] Existieron tres hijos de Diego Fernández de Córdoba Mendoza, III conde Cabra, llamados Diego, pero no nos es posible identificar claramente al personaje aquí nombrado con ninguno de ellos. El primero, nacido de su matrimonio con Beatriz Enríquez, falleció a los 17 años, en 1487, un año después que su madre. Fue enterrado en el convento de la Consolación de Doña Mencía. El segundo fue el primogénito de su segundo matrimonio con Francisca Zúñiga de la Cerda (-1511), pero los autores consultados dicen que falleció en la niñez o que ni siquiera existió. Finalmente el tercer Diego de Córdoba, hijo ilegítimo del III conde, fue religioso de la Orden de Santo Domingo y murió en edad temprana ordenado de diácono. Tal vez se trate de un error de identificación por parte del autor y quisiera referirse a Luis, su primogénito (Fernández de Córdoba 1954, pp. 379-380, 395 y 398; Soler Salcedo 2008, p. 137; Fernández de Béthencourt 1907, vol. VII, p. 72-73 y 83).
[36] Iñigo de Córdoba Mendoza, hijo del II conde de Cabra −llamado Diego Fernández de Córdoba como el III conde−, al que acompañó en algunas jornadas contra los musulmanes. Sirvió a los Reyes Católicos como embajador extraordinario ante Alejandro VI. Contrajo matrimonio con Ana de Aguayo, hija de los señores de Villaverde. Murió joven, en 1506 ya había fallecido (Fernández de Béthencourt 1907, vol. VII, pp. 57-58).
[37] Antonio de Córdoba Mendoza (-1531), quinto y último de los varones del II conde de Cabra y María de Mendoza. Participó en la conquista de Granada, fue caballerizo del rey Felipe I, camarero del emperador Carlos I y maestresala de la emperatriz Isabel. Por su matrimonio con María Hurtado de Mendoza (-1530) fue señor de las villas de Torrequebradilla y Torralba (Ibid., pp. 365-371).
[38] Diego Fernández de Córdoba Arellano (1464-1518), alcaide de los donceles y I marqués de Comares desde 1512. Casado con Juana Pacheco, hija del I marqués de Villena y hermana de la esposa del conde de Tendilla. Tuvo una destacada participación en las empresas bélicas de la monarquía: la Guerra de Granada, la expansión norteafricana y la conquista de Navarra. Fue gobernador y capitán general de Orán y el primer virrey de Navarra. Era sobrino del III conde de Cabra (Díaz Cachero, RAH, Diccionario biográfico electrónico)
[39] Frey Gutierre de Padilla (s. t. S XV-1515). Comendador mayor, clavero y presidente del Consejo de la Orden de Calatrava. Participó activamente en la Guerra de Granada (1482-1492), asumiendo junto a Diego García de Castrillo el protagonismo de la orden en la contienda. Fue alcaide la tenencia de Alhama donde fundó un priorato calatravo que luego se trasladó a la ciudad de Granada. Ocupó la encomienda mayor de la orden desde 1497 (Rodríguez-Picavea Matilla, RAH, Diccionario biográfico electrónico).
[40] Pedro Fajardo Chacón (1477/1478-1546). Hijo de Juan Chacón (m. S XV-1503) y nieto del que fuera mayordomo y contador mayor de los Reyes Católicos: Gonzalo Chacón (1428/1430-1507). Creció y se educó en el círculo inmediato de los monarcas, formando pare del grupo más selecto de los jóvenes elegidos por la reina para estudiar humanidades guiados por Pedro Mártir de Anglería −de quien fue alumno predilecto−, entre los que se también se encontraba el conde de Tendilla. Se casó en primeras nupcias en 1497 con Magdalena Manrique (véase nota 51), contando con una generosa ayuda de la reina Isabel; en segundas nupcias en 1508 con Mencía de la Cueva y por tercera vez con Catalina de Silva Toledo en 1518. Participó en 1500 en la represión de la sublevación de los moriscos y en 1507 se le concedió el título de marqués de Vélez Blanco. Fue adelantado del reino de Murcia, cargo que heredó tras el fallecimiento de su padre en 1503. Una desafortunada actuación en este reino le supuso el destierro y el ser suspendido de su cargo de adelantado. El 20 de diciembre de 1504, fue formalmente perdonado por Fernando el Católico en nombre de su hija doña Juana, aunque en carta dirigida por Pedro Fajardo a su procurador en la Chancillería de Granada le decía que “antes que la reina católica muriese me alçó el resto y prisión; y después de estar yo en Medina, murió a XXVI de noviembre y yo llevé su cuerpo a esa çibdad a enterrar”. Archivo de la duquesa de Medina Sidonia. (Torres Fontes 1980, pp. 348-352; Díaz Casanova 2007, pp. 224-226; Rodríguez Pérez 2010, pp. 138-139, 142 y 232).
[41] Diego Fernández de Córdova Mendoza (- 1525), III conde de Cabra y V señor de Baena. Su vida, como la de su padre −a quien sucedió en 1487−, estuvo dedicada a la reconquista del reino de Granada. Estuvo presente en las Capitulaciones de Santa Fe. Conjugó su vocación militar con su amor a las letras, tradujo a Salustio junto a Pedro Mártir de Anglería. Contrajo matrimonio dos veces, la primera con Beatriz Enríquez de Velasco, prima hermana del Rey Católico, hija de Alfonso Enríquez, III almirante de Castilla; la segunda con Francisca de Zúñiga de la Cerda. En 1501, por requerimiento de la reina Isabel, acompañó, en unión de su esposa, a la princesa Catalina con motivo de su matrimonio con Arturo, príncipe de Gales. Formó parte de la primera promoción de grandes de España, titulo creado por Carlos I el año 1520. (Peña González 2018, p. 401; Molina Recio, RAH, Diccionario biográfico electrónico).
[42] Pedro Fernández de Córdoba (s. m. S XVI- 1515), I marqués de Priego, título que le fue otorgado en premio a su actuación en las revueltas mudéjares. Alcalde mayor y alguacil mayor de Córdoba, alcalde mayor de Antequera y alcaide de los Reales Alcázares de Córdoba. Fue hijo de Alonso Fernández de Córdoba y de Catalina Pacheco, hija del primer marqués de Villena, Juan Pacheco y hermana de la esposa del conde de Tendilla; por lo que era sobrino de estos último. Casado con Elvira Enríquez, hija de Enrique Enríquez, tío carnal del rey Fernando. Su infancia y juventud transcurrieron entre las letras y la guerra, fue educado por Pedro Mártir de Anglería y estuvo desde muy joven al lado de su padre en la guerra de Granada, donde le vio morir en 1501. Al contrario que sus antecesores, mantuvo estrechas relaciones con las otras ramas del linaje común, en especial con el conde de Cabra (Molina Recio, RAH, Diccionario biográfico electrónico; Szmolka Clares 1981, vol. I, pp. 278 y 297, nota 35).
[43] Dionís de Portugal (-1516), hijo de Fernando −III duque de Braganza, que fue ejecutado en 1483 por el rey Juan II de Portugal− y de Isabel, hermana de Manuel, rey de Portugal. De niño, junto a su hermano Jaime, residió en la corte castellana en la que se había instalado su madre desde 1483. La reina Isabel I le concedió una renta anual y las villas de Sarria, Castro del Rey y Otero del Rey. Con intervención de la propia reina se casó en 1502 con Beatriz de Castro, III condesa de Lemos (Salas Merino 2014, p. 62; Domínguez Casas 2017, p. 156; Pardo de Guevara Valdés, RAH, Diccionario biográfico electrónico).
[44] Anotación de una segunda mano: dellas.
[45] Tachado en el documento: cubiertas.
[46] Escribía el conde de Tendilla: “El antepuerta de brocado que vino sobre el cuerpo paresçe que se devía guarrnesçer de sus goteras o alparguazes con su flocadura; y que en los días de fiestas, aviendo personas principales, la alçen al cielo en alto en derecho de la sepultura (“Lo que se ha de hazer en la sepultura de la reyna nuestra señora” Carta del conde de Tendilla al secretario Almazán, 23 de diciembre, 1504 (Szmolka Clares, Moreno Trujillo, Osorio Pérez 1996, vol. I, p. 218).
[47] Fray Diego Magdaleno, vicario General de la Orden de Santo Domingo entre 1504 y 1508 (también en los periodos 1494-1496 y 1499-1501). La reina Isabel elevó a Roma, días antes de fallecer, la formalización de la fusión entre congregación y provincia de la Orden de Santo Domingo, pudiendo titularse fray Diego Magdaleno provincial de España en los primeros meses de 1505 (Beltrán de Heredia 1939, pp. 35, 42, 47-48, 53-56).
[48] Coincidiendo con el reinado de Isabel la Católica, y al menos hasta octubre de 1505, fue provincial de San Francisco de la provincia de Andalucía fray Manuel de San Martín (Ramírez González 2006, pp. 338, 514).
[49] Beatriz de Bobadilla (1440-1511), estuvo desde muy joven al servicio de la infanta Isabel, que pronto la nombró su camarera mayor; fue tratada por la reina como amiga personal y consejera. Fueron muchos los servicios prestados a la reina por Beatriz y su marido Andrés Cabrera, mayordomo de palacio, tanto antes como después de su proclamación como reina de Castilla; por ello el matrimonio fue recompensado en 1480 con el marquesado de Moya y el señorío de Chinchón. Los Bobadilla fueron los primeros servidores que la reina recomendó a su hija Juana en su testamento “por lealtad con que nos sirvieron para aver y cobrar la sucesión de los dichos mis reinos”. Según la tradición fue la marquesa de Moya fue la que tuvo el privilegio de cerrar los ojos de Isabel la Católica cuando falleció. Tras su muerte los marqueses de Moya se retiraron de la Corte (Borreguero Beltrán 2011, p. 81; Morales Muñiz, RAH, Diccionario biográfico electrónico).
[50] Inés Manrique (-1535), viuda de Juan Chacón (-1503) que había sido adelantado de Murcia, contador mayor de Castilla y mayordomo mayor de Isabel la Católica. Fue hija de Pedro Manrique, conde de Paredes y de Leonor de Acuña. Juan Chacón se casó con ella tras el fallecimiento de su primera esposa Luisa Fajardo (-1489). Ocupó el puesto de camarera mayor de la reina al fallecer su suegra Clara de Alvarnáez. Isabel la eligió por los “muchos e buenos e leales e señalados e continos serviçios que el dicho adelantado vuestro marido e vos me avéis fecho e faséys” y le otorgó una quitación de 40 000 mrs que le fue librada hasta el año de la muerte de la soberana. Sobrevivió muchos años a su esposo, llegando a ser aya de Felipe II (González Marrero 2008, p. 853; Núñez de Castro 1653, p. 229; Rodríguez Pérez 2010, pp. 29 y 119).
[51] Magdalena Manrique, hermana de la anterior. Se casó en 1497 con el que desde 1503 fue adelantado de Murcia, Pedro Fajardo Chacón (1478/1483-1546), para lo que contaron con una generosa ayuda de la reina Isabel. El matrimonio se anuló en 1507 bajo el pretexto de no haber sido dispensado el estrecho parentesco que les unía (ella era prima hermana de la madre de su marido: Luisa Fajardo Manrique), pero en realidad por falta de descendencia. Doña Magdalena ingresó en el convento de clarisas de Calabazanos. Anteriormente había estado comprometida con Gonzalo Chacón Fajardo, hermano de su esposo (Rodríguez Pérez 2020, p. 138).
[52] Isabel de Bobadilla o de Cabrera (-1514) era la más pequeña de los nueve hijos de Andrés de Cabrera y de Beatriz de Bobadilla, marqueses de Moya. Se casó en 1497 con Diego Hurtado de Mendoza, futuro marqués de Cañete. La reina Isabel aprobó este matrimonio “por los seruiçios que el marqués e la marquesa [de Moya] me han fecho y el amor que yo tengo a donna Ysabel por su meresçimiento e por la criança que ha avido en mi casa”. Isabel de Bobadilla aparece entre las damas que reciben quitaciones de la casa de la reina en 1497 (Castro Díaz 2012, pp. 2147-2149; Ortega Cervigón 2006, pp. 440, nota 686 y 510, nota 68; González Marrero 2008, pp. 873 y 880).
[53] Diego Hurtado de Mendoza (-1542), marqués de Cañete, montero mayor del príncipe Juan. Casado con Isabel de Bobadilla, hija del I marqués de Moya; le unía a este su fidelidad a Fernando el Católico, aspecto relevante en los años que siguieron a la muerte de Isabel. Nombrado gobernador de Galicia en 1510, en 1520 embarcó con Carlos I hacia Flandes. Perteneció al Consejo de Guerra y fue virrey de Navarra (Fernández Conti; Labrador Arroyo, RAH, Diccionario biográfico electrónico).
[54] Teresa de Távora, noble portuguesa, hija de Álvaro Pérez de Távora y esposa de Pedro Álvarez de Sotomayor (-1486), conocido como “Pedro Madruga”, conde de Camiña. El condado de Camiña (Caminha) fue un título portugués otorgado por Alfonso V, rey de Portugal, al conde por su apoyo a la causa de Juana de Castilla durante la guerra de sucesión castellana. Fue dama de Isabel la Católica y medió ante ella para que el linaje Sotomayor no cayera en la ruina, ya que su marido estuvo bajo sospecha de traición por sus relaciones con el rey de Portugal. El conde murió en 1486 en Alba de Tormes mientras negociaba su rehabilitación por los Reyes Católicos. Teresa de Távora recibió diversas mercedes de los reyes, algunas de ellas en Granada, como se aprecia en una orden dada por la reina para que se favoreciera la compra que la condesa de Camiña deseaba hacer en la ciudad de unas posesiones, en ella indicaba al corregidor de Granada “que las cosas que tocaren a la dicha condesa vos mandamos que las miréis mucho e ayades recomendadas”. Murió hacia 1509 (Díez Jorge 2015, pp. 205-206; Szászdi León-Borja 2011, pp. 703-705).
[55] Una doña Constanza de Vivero aparece entre las damas, dueñas y criadas que recibieron raciones y quitaciones de la reina Isabel, en el caso de Constanza únicamente en el año 1504 (González Marrero 2008, p. 878).
[56] Cogulla: capucha. “Hoy entienden los monjes cogulla todo el manto con mangas anchas, este solía tener en sí mismo una cogulla o capucha” (Terreros y Pando 1786, vol. I, p. 453). Véase nota 34.
[57] El río Beiro es un afluente del Genil que tiene su origen en las estribaciones montañosas de la Sierra de Alfaguara, cerca de Víznar. En su camino pasa junto a diversos núcleos de población, incluyendo la propia ciudad de Granada que el río recorre entubado desde que se procedió a su encauzamiento y cubrimiento en el año 1976. Se inicia su embovedado a piedemonte de la Cartuja para aparecer al otro lado de la circunvalación, ya al aire libre, hasta unir sus aguas al Genil (Martínez Vázquez 2010, p. 36; Gómez, Calle, http://wastemagazine/riobeiro.htm.). Tachado en el documento: estavan.
[58] Repetido en el documento: estavan.
[59] Alonso de Granada Venegas (Ali Omar Ibn Nazar, f. S XV- 1534), hijo de Pedro de Granada (Cidi Yahya Alnayar, 1435?-1506) y María Venegas. Perteneciente a una familia de ilustres conversos musulmanes, por parte paterna descendía de Abenhut, primer rey de Granada y último de los de Córdoba. Se distinguió en la Guerra de Granada y el proyecto expansionista africano. Al igual que otros notables nazaríes, la familia optó por permanecer en el reino tras su conquista en lugar de emigrar al norte de África. Se adaptaron a las nuevas estructuras castellanas asimilándose a la naciente oligarquía que gobernó la ciudad de Granada. Estuvieron vinculados desde el principio a su concejo al ostentar el cargo de alguacil mayor con voz y voto de regidor. Su padre, Pedro de Granada fue el primero de ellos, desde 1492, y fue nombrado regidor perpetuo el 20 de junio de 1500. Alonso obtendría el cargo de alguacil mayor tras la renuncia de su padre al mismo, el 20 de octubre de 1501. Disfrutaron de extensas posesiones rurales que con el tiempo constituirán el señorío de Campotéjar. Las alianzas matrimoniales fueron un elemento más de esta integración en la nobleza castellana. Alonso de Granada contrajo matrimonio en primeras nupcias con Juana de Mendoza (véase nota 89) contando con el apoyo económico de los Reyes Católicos y posteriormente con María de Quesada, hija de los señores de Garcíez (Soria Mesa 1992, pp. 51- 64; Peinado Santaella 1989, p.264, nota 11; Zekri 2019, pp. 159-167).
[60] Íñigo López de Mendoza (c. 1442-1515), II conde de Tendilla y I marqués de Mondéjar (1512). Fue el primer alcaide de la Alhambra y desde 1502 capitán general del reino de Granada. Participó activamente en las guerras de conquista, prestando a los Reyes Católicos servicios tanto personales como económicos, además de desarrollar una notable actividad diplomática. Disfrutó de un poder más personal que institucional en el reino de Granada que hubo de compartir con el arzobispo Talavera y el corregidor Andrés Calderón y creó una amplia red clientelar a su alrededor. Fue un importante impulsor del estilo renacentista en Castilla. Se casó en dos ocasiones. La primera con su prima María Laso de Mendoza, hacia 1472, de la que enviudó en 1477; y la segunda con Francisca Pacheco (véase nota 87), en 1480, hija del marqués de Villena (Peinado Santaella 2013, pp. 214 y 227; 2012, p. 52; Jiménez Estrella, RAH, Diccionario biográfico electrónico).
[61] Antonio de Mendoza, futuro II conde de Monteagudo, casado con María de Mendoza, hija de Íñigo López de Mendoza, II conde de Tendilla y I marqués de Mondéjar (Vilar Pascual 1860, vol. V, pp. 359-360).
Anotación de una segunda mano: hijo.
[62] Juan de Mendoza Cabeza de Vaca (-1514). Hijo de Pedro López de Mendoza Quiñones, señor de las baronías de Sangarrén y Robres, a quien fueron cedidas en 1477 por su padre, Íñigo López de Mendoza Figueroa, I conde de Tendilla. Su madre fue Juana Núñez-Cabeza de Vaca Martínez de Luna (Fantoni y Benedi 1997, p. 111).
[63] Don Fernando de Córdoba, hijo del II conde de Cabra, fue religioso de la orden dominicana, clavero de la Orden de Calatrava y presidente del Consejo de Órdenes (Horcas Gálvez 2014, p. X).
[64] Tachado en el documento: hachas.
[65] Tachado en el documento: y más adelante, hacia la çibdad.
[66] Anotación de una segunda mano: los escrivanos, y çibadanos y mercaderes.
[67] Tachado en el documento: de las manos.
[68] El bachiller Lope de Montenegro fue el alcalde mayor de Granada al menos entre julio de 1504 y diciembre de 1505 (Espinar Moreno 1993-94, pp. 86 y 89).
[69] El conjunto fortificado denominado Puerta de Elvira debió edificarse en dos etapas constructivas. La primera en el primer tercio del siglo XI, cuando se cerca la medina, y la segunda hacia mediados del siglo XIV, momento en que se rodea de muralla el arrabal del Albaicín, cuyo recinto comienza en dicha puerta. Su aspecto final fue así descrito por Henríquez de Jorquera: “ Defendía su entrada una grande barbacana de fuerte muro, con tres puertas antes de llegar a la principal... de donde se prosigue a otras dos puertas, que la una sube a la Cava, para subir al Albaicín, y la otra da principio a la calle Elvira”. Desde esta calle, la principal de la ciudad, mediante un recorrido ligeramente sinuoso de más de 700 metros en dirección norte-sur, se llegaba hasta el cauce del río Darro en la actual Plaza Nueva. Los tres recintos o barbacanas previas fueron derribados en 1614, y las dos puertas que conducían al interior demolidas durante el periodo de gobierno napoleónico, en el año 1810. Frente a esta puerta, hacia el exterior, se desplegaba un amplio terreno, de ligera pendiente, ocupado por el mayor cementerio islámico de la ciudad, en la zona del actual Campo del Triunfo. Fue el principal acceso a la ciudad desde Andalucía occidental y Castilla, lo que hizo que sirviera de arco de triunfo en las entradas oficiales a Granada, al menos durante los reinados de los Reyes Católicos y de Carlos I (Almagro Gorbea, Orihuela Uzal, Vílchez Vílchez 1992).
[70] Tachado por una segunda mano: casy en par de San Jerónimo y aun antes. Sustituido por: A la puerta primera del Oirayt[?] o de las Eras. La explanada que se extendía frente a la Puerta de Elvira estuvo ocupada por el amplio cementerio de Saad ben Malik. En 1500 fue clausurado por los Reyes Católicos, siendo destinado este espacio a ejidos para la población. El recinto estaba protegido por una muralla, con puertas a manera de torres que defendían las entradas de los caminos que llegaban a la ciudad. Una de estas puertas era la llamada de las Eras o también de San Jerónimo por su cercanía a este monasterio. También fue denominada Bib Onaira o Al-Onaidir (Gómez Moreno 1892, pp. 333-334; Sánchez Carrasco 2017, p. 522; Oliver Hurtado 1875, p. 614).
[71] La Orden de los Jerónimos fue la primera en establecerse en el reino de Granada. Inicialmente, en 1492, en una ermita erigida en el Real de Santa Fe. Pocos meses después pasaron a instalarse extramuros de Granada, en la huerta de la Almoraba. Allí, donde había estado situada la mezquita de Maharoch, construyeron su primer monasterio. En 1504 los jerónimos comenzaron las gestiones para asentarse en la que sería su ubicación definitiva, la cercana huerta de Dar Abenmordi, pero el traslado al nuevo monasterio no se llevaría a cabo hasta 1521 (Sánchez Carrasco 2017, pp. 508-509, 522 y 533).
[72] Tachado en el documento: y más adelante.
[73] El convento de Santo Domingo o Santa Cruz la Real fue fundado por los Reyes Católicos a instancia de fray Tomás de Torquemada, que sería su prior. La participación de esta orden en la toma y conquista de la ciudad se vio recompensada con generosas donaciones reales. En el año de 1492 se le concedieron las huertas de Almanjara la Mayor y la Menor que estaban situadas intramuros de la ciudad. A estas posesiones se sumó el año siguiente la huerta de Geninataubin, situada extramuros, al occidente de las dos anteriores. Así, el terreno abarcado por las tres huertas, pertenecientes en su totalidad al monasterio, ocupaba desde la calle del Arrabal de Bibalfaharin −hoy barrio del Realejo− hasta la Carrera del Genil y Avenida de José Antonio (Espinar Moreno 1979, pp. 73-87).
[74] El convento de los franciscanos en la Alhambra fue el primero de los fundados por los Reyes Católicos en la ciudad de Granada. Los frailes se instalaron, en 1495, en un antiguo palacio nazarí de la Alhambra, erigido a principios del siglo XIV, de estructura similar al Generalife pero a menor escala: un patio alargado atravesado por una acequia descubierta, pórticos en los extremos y un mirador en el eje central. Fue mausoleo provisional de los Reyes Católicos en tanto se concluían las obras de la Capilla Real, a la que fueron trasladados en 1521. Más tarde sirvió de enterramiento a los condes de Tendilla y marqueses de Mondéjar, alcaides de la Alhambra. Cuando el declinar de la Alhambra se hizo patente, la mayoría de los franciscanos se marcharon al centro de la ciudad, donde en 1507 se había fundado el convento de San Francisco Casa-Grande en contraposición al antiguo, que pasaría a denominarse Casa-Chica. Actualmente ocupa el lugar del primitivo convento el Parador Nacional de Turismo San Francisco (Barrios Rozúa 2006).
[75] Fray Hernando de Talavera (c. 1430-1507). Catedrático de filosofía en la universidad de Salamanca, fraile jerónimo a los 35 años. La reina Isabel lo escogió como confesor hacia 1476 y pasó entonces a formar parte del Consejo Real convirtiéndose en uno de los hombres más influyentes de Castilla. Intervino en la toma de Granada y fue su primer arzobispo (1493-1507). Él y el conde de Tendilla fueron personajes fundamentales en la conformación del nuevo reino. Fue intermediario entre los Reyes Católicos y Cristóbal Colón en la financiación de la empresa americana. Disfrutó del respeto y la admiración tanto de musulmanes como de cristianos. Quiso asimilar a la población conquistada por procedimientos pacíficos y persuasivos, por lo que chocó frontalmente con el arzobispo Cisneros, nuevo confesor de la reina y arzobispo de Toledo, cuando éste pasó a ocuparse de la cristianización utilizando métodos más drásticos. Los últimos años de su vida se vieron enturbiados por el proceso que la Inquisición promovió contra él y su familia acusándoles de judaizar. Fueron finalmente absueltos, pero no consta si fray Hernando conoció la sentencia absolutoria antes de morir. Falleció rodeado de fama de santidad (Aldea Vaquero, RAH, Diccionario biográfico electrónico).
[76] Anotación de una segunda mano: y gremyal asymismo. El gremial es un paño cuadrado que deriva de un delantal que se ponía sobre su falda el obispo en los oficios en los que podía mancharse y en el que se limpiaba las manos. Se convirtió en una pieza lujosa y amplia que era exhibida en ceremonias públicas (Ágreda Pino 2011, pp. 118-119).
[77] Anotación de una segunda mano: dElvyra.
[78] Anotación de una segunda mano: de luto.
[79] En este mismo lugar se levantaría, en 1516, el más engalanado de los seis túmulos que se prepararon para recibir al cadáver de su esposo, el rey Fernando. Se mantuvo el esquema constructivo empleado para el de la reina, pero con nuevos elementos decorativos que lo dotarían de una mayor suntuosidad en comparación con la austeridad del primero: “E acordaron e mandaron que los pilares de la cama que se haze en la puerta Elvira se pongan en redondo e se formen en ellos sus vasas y capiteles, las quales se traigan de negro y en lo alto de la capilla se haga de arcos bien proporçionados. E mandaron que en una de la dicha cama se forme una mesa la qual esté abierta de luto de altura de una vara de medir y del largo y ancho que fuere nesçesario, segund el tamaño de la cama, para que puedan andar alrededor della, sobre la qual se pongan las andas para dezir el responso. E que en lo alto de la capilla por la parte de fuera se haga un portal almenado de altura de una ripia y en cada almena se ponga una granada toda teñida de negro. Acordaron que al pie de la cruz que a de estar en el chapitel de la capilla se haga una corona grande dorada pintada de piedras y perlas” En su interior estaba el túmulo exento, decorado con un escudo en cada uno de los frentes y otro más grande arriba con las armas del rey (AMG, L-00002, Actas del Cabildo, f. 360rv. Citado en Martín Barba 2016, pp. 51-52).
[80] Tachado por una segunda mano: mugeres y onbres. Sustituido por: mujeres, honbres, y sus hijos y sobrinos, y el regimiento.
[81] 20 000.
[82] Tachado en el documento: las andas muy pe.
[83] Tachado en el documento: y el.
[84] Tachado por una segunda mano: que casy salía de la puerta. Sustituido por: salieron de la çibdad, de manera que la de los clérigos y legos salía por la puerta.
[85] Debe tratarse de la Puerta de Gomérez o Bib al-Luxar, abierta en la muralla que une las Torres Bermejas con la Alhambra y considerada entonces la puerta que conducía de la ciudad hasta la fortaleza. Fue reconstruida en tiempos de Carlos I, pasando a dar su fachada hacia la parte contraria, es decir, hacia el interior de la ciudad y siendo llamada desde entonces Puerta de las Granadas por sus motivos decorativos (Bermúdez de Pedraza 1698, f. 10; Gómez Moreno 1892, p. 22).
[86] La Puerta Judiciaria, de la Ley o de la Justicia era considerada entonces la puerta principal de la Alhambra. Fue levantada en 1348 (Gómez Moreno 1892, pp.31-32). También el cortejo fúnebre del rey Fernando pasó tanto por la puerta de Gomérez como por la principal de la Alhambra, ya que además de en la Puerta de Elvira: “Acordaron e mandaron que se hagan çinco altares, los quales se aderesçen muy bien con sus doseles... los quales se an de faser en los lugares syguientes: el uno en la plaçuela de Santiago y el otro en el pilar de los Almizqueros y el otro en la Plaça Nueva y el otro en la Puerta de los Gomeres y el otro en la puerta prinçipal del Alhanbra” (AMG, L-00002 Actas del Cabildo, f. 360v. Citado en Martín Barba 2016, p. 53).
[87] Francisca Pacheco, segunda mujer de Íñigo López de Mendoza, I marqués de Mondéjar y II conde Tendilla (véase nota 60), matrimonió que se concertó en 1480. Fue hija del Juan Pacheco −marqués de Villena y privado de Enrique IV− y María Portocarrero. Sus hijas fueron: María de Mendoza, casada con el conde Monteagudo (véase nota 61); tras ella nació en 1497 María Pacheco, casada el 14 de agosto de 1511 con el comunero Juan de Padilla; y la última de las féminas fue Isabel, para quien su padre no tuvo tiempo de pactar un buen casamiento, pues a la muerte del conde, en 1515, aún no se habían iniciado los trámites (Martínez Gil 2020, pp. 152 y 157; Hernández Castelló 2017, pp. 298-301).
[88] Luisa de Guzmán (-1523), hija del alcalde mayor de Sevilla Pedro Guzmán y María Dávalos. Fue la segunda esposa de Ruy López de Toledo (-1517), muy unido a la Corona por su participación activa en la guerra de Granada. Era en 1493 tesorero de la Corona en Granada y en 1501 fue nombrado regidor de la ciudad. Tuvo una excelente relación con el conde de Tendilla. El matrimonio se estableció en Granada hasta su muerte y ambos fueron enterrados en el monasterio de Santa Cruz el Real de esta ciudad (Domingo Malvadi 2001, pp. 228-239).
[89] Juana de Mendoza, hija de Francisco Hurtado de Mendoza, mayordomo de los Reyes Católicos. Fue la primera mujer de Alonso de Granada Venegas (véase nota 59), los Reyes Católicos fueron padrinos de su enlace y aportaron una dote para la novia. Era prima hermana del conde de Tendilla (Zekri 2019, p. 162; Peinado Santaella 2013, p. 220).
[90] Guiomar de Alarcón (o Acuña), hija de los señores de Lezuza y Munera, viuda entonces de Pedro de Zafra que había fallecido en 1500 durante la rebelión de los moriscos. Su marido fue contino de los Reyes Católicos, alcaide de Mondújar y veinticuatro de Granada; era hermano del secretario real Hernando de Zafra. Íñigo López de Mendoza, conde de Tendilla, concertó su matrimonio con Guiomar −prima segunda de su mujer Francisca Pacheco−, a la que proporcionó la dote necesaria. Tras la muerte de Pedro de Zafra en Mondújar, el conde intercedió a favor de su viuda e hijos para que los cargos y herencia que aquél poseía en Granada pasaran a sus herederos sin problemas (Moreno Trujillo 2010, p. 194; Pérez Boyero 1994, p. 189).
[91] No ha sido posible identificarla.
[92] Tachado en el documento: Donna María Manuel, muger de don Álvaro de Bazán, y donna María de Pennalosa, y donna Juana de Mendoza, y todas casy las mugeres de cavalleros de la çibdad y del Alhambra, en que avría trezientas qinientas mugeres principales.
María Manuel fue hija de Hernán Gómez, duque de Badajoz, y de Beatriz Manuel de Figueroa. Llevó siempre el apellido de su madre que formaba parte de los Manueles, descendientes del infante Juan Manuel. Fue dama de Isabel la Católica, de su hija Isabel y aya de su nieto Miguel. En 1499 falleció Álvaro de Bazán y quedó viuda con cuatro hijos administrando la herencia de su marido, de quien era testamentaria junto al II conde de Tendilla Íñigo López de Mendoza, primo hermano de aquél (López Torrijos 1999, p. 410). María de Peñalosa estuvo casada con Francisco de Bobadilla quien, tras la guerra de Granada, partió para América enviado por los reyes como pesquisidor de la actuación de Cristóbal Colón y gobernador de La Española. El matrimonio acumuló numerosas propiedades alrededor de la ciudad de Granada (Hernández Benito 1995, p. 86).
[93] Tachado por una segunda mano: donna Luisa de Guzmán y donna Juana de Mendoça, y donna Guiomar de Alarcón, y donna Constança Tello y otro gran número de mugeres prinçipales de la çibdad y del Alhambra. Sustituido por: e todas las personas y mugeres de cavalleros y hombres principales de Granada, y de los que estaban y los que venyan, se hizo.