LA EXPERIENCIA TRAUMÁTICA Y LA VIOLENCIA SEXUAL: LAS LÁGRIMAS DEL DESIERTO DE HALIMA BASHIR

THE TRAUMATIC EXPERIENCE AND SEXUAL VIOLENCE IN HALIMA BASHIR’S TEARS OF THE DESERT

Abdullah Mohammad Al.Amar

Universidad de Jordania

Resumen:

El objetivo principal de este trabajo se centra en el análisis de la experiencia traumática de la escritora sudanesa Halima Bashir en su obra autobiográfica Las lágrimas del desierto. A la hora de analizar la obra hemos tenido en cuenta los postulados del trauma para entender la función de la memoria como herramienta a partir de la cual la memoria individual de Halima se convierte en memoria colectiva para los sudaneses oprimidos en Darfur. La obra de Halima, aunque se centra en la experiencia de violación de un individuo, implica un mensaje político y un testimonio histórico de las atrocidades en Darfur.

Palabras claves:

Trauma, Memoria, Violencia sexual, Halima Bashir, Las lágrimas del desierto.

Abstract:

This paper applies trauma theory to Tears of the Desert, an autobiography written by the Sudanese author Halima Bashir. It examines the traumatic experience of the protagonist Halima Bashir who has been raped during Darfur conflict. In applying the aforementioned theory, this paper shows how the traumatic memory of Halima stands as a collective memory for the oppressed Sudanese in Darfur. Halima’s work, although focusing on the rape experience of an individual, implies a political message that many Sudanese were subjected to physical and psychological traumas as they were bearing witness to the conflict in Darfur.

Key word:

Trauma, Memory, Sexual violence, Halima Bashir, Tears of the Desert.

Memoria, trauma y violencia sexual

Nuestro cerebro tiene la capacidad de guardar información incluso sin tener conciencia de ello. Pero eso no significa que la memoria sea un fiel reflejo de los hechos reales pues la realidad no es única e indisoluble. Lo que tenemos en nuestra memoria no son más que fragmentos o recuerdos relacionados con el tiempo y el espacio. Diane Ackerman afirma en su obra Magia y misterio de la mente (2005:97) que la memoria es imprescindible para sostener nuestra identidad personal y es la suma de nuestros recuerdos que nos proporcionan un sentido privado y continuo del yo. Cambiar de memoria, es cambiar de identidad.

La memoria individual forma parte de nuestra conciencia y constituye la base de nuestra identidad. Por eso, quien ha perdido su memoria ha perdido su identidad. Esta constatación puede trasladarse a las entidades colectivas, incluyendo la nación. De ahí se comprende la importancia de la memoria para las discusiones sobre la identidad de un pueblo. Según Assmann (1999) la memoria individual se convierte en memoria colectiva y cultural si cumple con las tres dimensiones: relación con la identidad personal, relación con la historia y relación con la nación.

Es preciso señalar que, una de las nuevas tendencias en las investigaciones sobre la memoria realizadas en los últimos años, es la sustitución progresiva de un enfoque psico-cognitivo, que centraliza el interés en las características específicas de la memoria individual, por otro de naturaleza cultural que se ocupa de la memoria colectiva.

Castañeda Hernández en su artículo sobre trauma y ficción (2013:118) afirma que el arte y la literatura están saturados de memorias fragmentadas, inconclusas y proscritas, recuerdos obsesivos y perturbadores, que remueven el sopor colectivo y regresan para recordarse incisivamente. En muchas ocasiones, estas remembranzas obsesivas no pueden superarse y se transforman en traumas.

El término trauma es una palabra muy antigua cuya etimología proviene del griego antiguo con el significado de herida. En medicina, trauma significa: Herida o lesión local que se produce por una violencia exterior, sea de origen físico o psíquico. Desde un punto de vista psicológico significa: Emoción vivida con tal intensidad que impide al sujeto reaccionar adecuadamente, marca su personalidad y la sensibiliza ante hechos de la misma naturaleza. El trauma hace referencia tanto al choque emocional intenso, ocurrido en un cierto momento, como a la impresión o huella que ese choque deja en el inconsciente1.

Este término comenzó a ser utilizado de forma sistemática en el ámbito de la investigación científica en los estudios en los que el padre fundador del psicoanálisis Sigmund Freud, analizaba los trastornos psíquicos que podía sufrir una persona como consecuencia de un acontecimiento negativo para su evolución psicológica natural. Todo trauma, por tanto, nace de una experiencia suficientemente impactante como para dejar huella en quien la ha vivido (Zapatero 2011:381).

Según Freud, el trauma se caracteriza por la sustitución de la realidad exterior por la psíquica y la consecuente falta de cualquier tipo de relación con el tiempo. Siguiendo esta definición, el relato se desarrolla como una dialéctica entre la dimensión de la conciencia y la esfera del inconsciente, situándose en aquel lugar intermedio donde los límites entre mundo interior y exterior se hacen borrosos.

Como consecuencia de las investigaciones de medicina realizadas durante el siglo XIX que condujeron a estudiar el impacto de las emociones, el daño deja de ser entendido como la ruptura de un tejido y entra a convertirse en una herida del tejido nervioso, es decir, una lesión que no es visible y de la que solo se perciben sus síntomas, conductas desconcertantes y memorias involuntarias y disociadas. Durante esta época aparece el término memoria traumática para hacer referencia a la manera en que el cuerpo recuerda, involuntariamente, eventos de particular intensidad y dificultad emocional2.

El impacto de los hechos traumáticos que tienen sobre las personas está condicionado por diferentes factores que determinarán la experiencia fenomenológica asociada al recuerdo del suceso vivido. En algunos casos, estos sucesos pueden dar lugar a un trastorno de estrés post-traumático, que se caracteriza por la tendencia en las personas que la sufren a la re-experimentación (vivencias intrusivas como recuerdos del acontecimiento y sueños sobre el mismo o sensación de estar ocurriendo de nuevo), la evitación (esfuerzos por evitar pensamientos, sentimientos, recuerdos, lugares o personas relacionados con el suceso) y la hiperactivación (dificultad para dormir, irritabilidad o explosiones de rabia).

El hecho de considerar la memoria como el ámbito donde coinciden experiencia e imaginación y que la imaginación no es más que la memoria fermentada, nos lleva a pensar que los novelistas se alimentan, según palabras de Luis Mateo Díez (2001: 35) “de la memoria, de la experiencia y de la imaginación, y por ahí fluimos hacia la palabra”. Este es el caso de la obra autobiográfica de la escritora sudanesa Halima Bashir, titulada Las lágrimas del desierto, cuyo tema principal es la violencia sexual contra las mujeres en el conflicto de Darfur

Si buscamos la raíz etimológica de la palabra violencia encontramos que se remite al concepto de fuerza. La violencia implica siempre el uso de la fuerza para producir daño, puede hablarse de violencia política, económica o social, en un sentido amplio. En todos los casos, el uso de la fuerza remite al concepto de poder (Whaley: 2001).

Según establece la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer (Naciones Unidas, 1993) en el artículo 1: violencia contra la mujer se entiende todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada.

La violencia contra la mujer es considerada como una violación de los derechos humanos de las mujeres y constituye, sin lugar a dudas, una forma de discriminación por motivos de género. El Panel Canadiense sobre Violencia contra la Mujer (1993) afirmó en la introducción de su informe que:

Es indudablemente claro que las mujeres no se hallarán libres de violencia hasta que exista igualdad, y la igualdad no se conseguirá hasta que la violencia y la amenaza de la violencia desaparezcan de las vidas de las mujeres.

Antes de analizar la experiencia traumática de Halima Bashir presentada en Las lágrimas del desierto, vamos a arrojar luz sobre la vida de la autora y el valor de su libro.

La biografía de Halima Bashir a través de Las lágrimas del desierto.

Quien ha sufrido una vivencia traumática siente la necesidad de narrarla a los demás para poder intentar dotarla de sentido a través de su propio relato. Este es el caso de Halima Bashir, la autora de Las lágrimas del desierto, que ha afirmado en más de una ocasión que ella escribe porque siente la necesidad de hacerlo dado que la memoria colectiva se nutre de diversas interpretaciones individuales del pasado. Ella cree que la literatura autobiográfica y la creación de ficciones a partir de la propia experiencia son formas de liberación personal y pueden servir en ocasiones de instrumento contra el olvido.

Halima Bashir es médica, escritora y activista sudanesa que ha sido víctima y testigo de numerosos actos de barbarie en Darfur. Se ha manifestado en contra del gobierno de Jartum con una muestra de los hechos contundente de la tragedia. Su libro titulado Tears of the Desert (Las lágrimas del desierto) fue considerado como el primer libro de memorias escrito sobre una mujer atrapada en la guerra en Darfur hablando sincera y francamente de su experiencia traumática sobre violación, un tema tabú en la sociedad árabe conservadora3.

Quien lee su obra autobiográfica se da cuenta de que dos accidentes han marcado su infancia y le han dejado huella para siempre. En primer lugar, su circuncisión cuando tenía ocho años. Es decir, otro nombre más elegante, para lo que es: Mutilación Genital femenina4. Por creencias culturales y no religiosas5, las niñas de algunos países africanos antes de los diez años suelen ser “cortadas” en tres diferentes niveles. A lo largo de las páginas (169-175) de su obra Halima denuncia estas prácticas salvajes que van desde eliminar el clítoris hasta cortar los labios vaginales con instrumentos contaminados, sin anestesia y a manos de ancianos sin experiencia médica alguna.

El segundo obstáculo que tenía que afrontar era el racismo. En la escuela se dio cuenta por primera vez de que no le gustaba a la gente porque tenía la piel oscura, partiendo de que los negros son vistos por los árabes, que dominaron el poder en el país, como una raza inferior. “Es por el color de nuestra piel, es porque somos negros”, dijo. “Incluso en la escuela nos dan apodos y hacen bromas acerca de nosotros”.

Luego, fue enviada a la Universidad de Jartum para estudiar medicina convirtiéndose cinco años más tarde en primera médica de su tribu. En el campus universitario se observa una falta de tensión racial que se había sentido en otros lugares, comentó en sus memorias (2008:166) “En esas primeras semanas me enamoré de la universidad. Adoraba su ambiente de libertad y respeto. Nadie miraba a nadie por su color de piel, su tribu o su estatus en la sociedad”.

A los veinticuatro años de edad regresó a su tribu y comenzó a ejercer medicina en un hospital. Pero poco después, una nube oscura descendió sobre Halima y su gente. Las milicias árabes Janjaweed comenzaron a atacar a las tribus de zaghawa, invariablemente, con el apoyo del ejército y la fuerza aérea de Sudán. Al principio, Halima trató de no involucrarse, no obstante se metió en problemas con las autoridades al decirle a un reportero que el gobierno debía ayudar a toda la gente de Darfur, independientemente de su tribu.

Como castigo fue trasladada a Mazkhabad, una aldea en el remoto norte de Darfur, poniéndola a cargo de una clínica. Ahí es donde ella vio y experimentó, de primera mano, las atrocidades del conflicto de Darfur cuando en enero de 2004 las milicias Janjaweed atacaron la aldea donde trabajaba, con pandillas violando a decenas de escolares, algunas de las niñas no tenían más de ocho años.

Asqueada y horrorizada por lo que había visto, las imágenes de las niñas llorando histéricamente y las miradas de humillación de sus padres, Halima tomó la decisión de hablar a una organización benéfica de las Naciones Unidas sobre lo que sucedió, bajo la condición de anonimato. Poco después la policía secreta vino a por ella.

Halima fue encarcelada e interrogada, sometida a torturas espantosas y violaciones en grupo. Arriesgando su vida, escapó y huyó a su pueblo natal. Pasó los primeros meses en casa recuperándose lentamente de su terrible experiencia traumática. Sin embargo, la pesadilla parecía seguirla, su padre fue abatido a tiros ante sus ojos, mientras que su pueblo se convirtió en una ruina humeante, una visión del infierno. Finalmente, consiguió escapar del infierno de Darfur. Actualmente vive en Londres con su marido y su hijo.

A pesar del peligro, y las luchas de la vida en un nuevo país, Halima sigue hablando sobre el genocidio que ocurre en Darfur. Por otro lado, ha dado testimonio contra el actual presidente de Sudán, Omar Al-Bashir, ante la Corte Penal Internacional, que la acusó en 2009 por crímenes contra la humanidad.

Las lágrimas del desierto es, sin duda, un buen ejemplo de la estrecha vinculación entre el trauma y la autobiografía, uno de los textos que con más rigor reconstruye, basándose en vivencias propias de su autora, las atrocidades cometidas en Darfur que pueden ascender a crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad.

La experiencia traumática en Las lágrimas del desierto:

La obra autobiográfica de Halima Bashir se estructura en cuatro partes: Novela, Memoria, Historia y Testimonio, desde tres tiempos distintos: la infancia, días de la universidad y el episodio de dos violaciones en el conflicto de Darfur. Pero la obra de Bashir es mucho más que un thriller policíaco o una denuncia de la dictadura del actual presidente de Sudán, Omar Al-Bashir. Las lágrimas del desierto se puede catalogar dentro de lo que Anne Whitehead ha denominado la “narrativa del trauma”.

Whitehead expone su argumento de que la ficción posmoderna ofrece la flexibilidad y la libertad narrativa para expresar esta “experiencia retrasada” del trauma, pero propone que el realismo literario tradicional no es suficiente para expresarla. Asimismo, Whitehead sugiere que las formas narrativas más experimentales del posmodernismo son las que logran comunicar la irrealidad, es decir, la temporalidad desplazada del trauma a la vez que se expresan los hechos de la historia. Dice textualmente (2004:82):

Trauma fiction emerges out of postmodernist fiction and shares its tendency to bring conventional narrative techniques to their limit. In testing formal boundaries, trauma fiction seeks to foreground the nature and limitations of narrative and to convey the damaging and distorting impact of the traumatic event.

Las lágrimas del desierto es, desde esta perspectiva, un intento narrativo de recuperar, desde el momento presente, un pasado de violencia, barbarie y dolor. Pero este pasado no pertenece exclusivamente a Halima sino también al pueblo de Darfur. Partiendo de este análisis se entiende la función de la memoria como herramienta a partir de la cual se reconstruyen nuevas identidades socioculturales y en donde las experiencias traumáticas pueden convertirse en estímulos generadores de obras literarias que nos cuenta lo vivido.

LaCapra en su valioso libro Politics, and the novel (1987) ha afirmado que el psicoanálisis es una herramienta indispensable para la historiografía, pues no solo ofrece un enfoque teórico fundamentado, sino que aporta una teoría crítica de la experiencia traumática, de gran utilidad para el manejo de los textos literarios y culturales, de manera que los conceptos básicos del psicoanálisis son adecuados para llevar a cabo un análisis historiográfico. Puntualiza que existe una diferencia entre trauma histórico y trauma estructural, y propone que lo que permite la elaboración del trauma y el conocimiento del pasado es el contexto histórico del origen del trauma.

Al leer la experiencia traumática de la autora expuesta a lo largo de Las lágrimas del desierto se puede sacar una serie de alteraciones que caracterizan los desórdenes de estrés postraumático sufridos por la autora, que ha sido víctima, testigo y superviviente de pensamientos extraños, pesadillas repetitivas, verbalización exagerada del episodio traumático o expresión de culpa de supervivencia. Estas respuestas postraumáticas siguen una serie de fases conocidas por el psicoanálisis (vid. Fernández: 1998) vamos a examinar estas fases en la obra6:

1. Fase de expresión emocional: se ve en las primeras páginas como Halima expresa de forma clara y rotunda su miedo, ira, tristeza. Se trata de una reacción de alarma que interrumpe las actividades diarias (2008:76-77):

Nunca olvidaré las caras de los hombres que me violaron… Que miedo tengo cada vez que veo las cicatrices que me recuerdan lo que pasó conmigo en aquella noche horrible… Me escondí en casa sin ganas de nada… Sentí que yo era la única mujer que había experimentado ese tipo de cosas, pero luego me enteré de otras historias, otras peores

2. Fase de negación: Halima ignora las consecuencias de la experiencia traumática, olvida problemas importantes en su vida, está emocionalmente insensible y la vida pierde el valor hasta el punto de pensar en suicidarse (2008:259-160): “Voy a aceptar la muerte pero no la violación a manos de estos diablos. Ojalá pudiera matarme yo misma, antes de ser violada. …a veces, deseo estar muerta… Mi vida se había acabado”.

3. Fase de intrusión: se caracteriza por la aparición y repetición constante de ideas, imágenes y sentimientos no deseados relacionados con el acontecimiento traumático (2008:264):

No puedo olvidar ni un momento las caras de los violadores…Lo que he sufrido supera la imaginación humana y va a acompañarme para siempre… Yo sabía lo que me esperaba: la violación y la muerte.

4. Fase de adaptación: proceso de asimilación y acomodación de nuestros pensamientos y emociones que incluye la comunicación y la relación con nuestros familiares y amigos (2008:261):

He tomado la decisión que no voy a sufrir en silencio, como tantas mujeres de mi cultura. Ya estoy hablando sobre mi terrible experiencia en un intento de ayudar tanto a las mujeres de mi país como a otras víctimas de la violencia sexual en el mundo.

5. Fase de resolución: la persona ha restaurado su equilibrio y su coherencia para poder volver a su vida y sus actividades habituales (2008:263):

He vuelto a la vida…ya valoro las cosas de una forma diferente…El proceso de escribir mis memorias me ayudaría a llegar a un acuerdo con mi conciencia y con mi terrible experiencia…. Más importante aún, quería decirle al mundo entero sobre lo que estaba pasando, especialmente las atrocidades cometidas contra las niñas.

Pues, ella ha llegado a la integración gradual del trauma en su memoria. El hecho de escribir sus recuerdos y hablar con personas que le apoyan y que empatizan con ella le permite dar sentido a la experiencia traumática, aprender estrategias de afrontamiento y ganar control sobre sus emociones.

Las técnicas estilísticas utilizadas por Bashir expresan los efectos del trauma. La manera fragmentada en que la autora presenta la cronología del relato refleja la ruptura con la temporalidad lineal que causa la experiencia traumática. Por ejemplo, ella empieza su historia desde el final hablando de su capacidad de superar la violación y tortura y luego vuelve a su infancia contando su experiencia con la circuncisión a los ocho años. De vez en cuando vuelve a las dificultades de la universidad y a los sueños de la infancia. Pero cuando narra su dolorosa experiencia con la violación pierde el orden lógico y se confunde lo real con lo imaginario.

Muchos autores como Herman (1992) y Van der Kolk (1996) afirman que los recuerdos traumáticos se presentan fragmentados, asociados a sensaciones intensas (olfativas, auditivas, táctiles…), y muy visuales, aunque suelen resultar difíciles de expresar de forma narrativa. Esto fue aplicado en el caso de nuestra autora, que no pudo narrar los hechos de una manera lineal porque no estos fueron recibidos ni comprendidos en el momento en que se sucedieron, por lo tanto, la memoria ya no puede recuperar los recuerdos en un orden lógico.

Otra técnica empleada por la escritora en esta narración es el uso frecuente de las elipsis para hacer el efecto traumático más intenso y llamativo. Por ejemplo, la autora esconde y camufla muchos detalles de lo que sufrió cuando fue encarcelada e interrogada, sometida a torturas espantosas y violaciones en grupo. Como lector, podemos figurarnos de qué manera se efectuó la encarcelación, y como pudo aguantar tanta brutalidad y barbaries, basándonos en nuestra propia imaginación.

Se puede hablar de otras técnicas utilizadas por Halima en su obra autobiográfica como la repetición del acontecimiento traumático. Esta repetición hace referencia directa a lo inconsciente. La autora ha confesado en más de una ocasión que, quien ha experimentado una experiencia traumática como la suya, no se deja olvidar.

La experiencia que vive Halima, la protagonista Las lágrimas del desierto, al ser testigo del episodio de violaciones contra las niñas de la escuela, y luego victima de violación y tortura, se convierte en trauma histórico, pues ese hecho está profundamente relacionado con la dictadura del presidente de Sudán, Omar Al-Bashir, la notoria milicia Janjaweed y la sociedad árabe patriarcal. Para entender la experiencia traumática de Halima Bashir es muy preciso entender el escenario de su obra, es decir, el conflicto de Darfur7.

Si volvemos al origen de la crisis de Darfur, se destaca que los rebeldes acusan a las autoridades de Jartum de favorecer económicamente a las comunidades árabes del norte, en detrimento de esta desértica región habitada por numerosas tribus de raza negra como fur, zaghawa y masalit, así como de ejercer una fuerte represión sobre ellas condenándolas al subdesarrollo.

Por esta razón los rebeldes decidieron atentar contra los intereses gubernamentales, para obligar al gobierno central a acabar con su “marginación histórica”. Para responder a estos ataques, el gobierno decidió armar a los Janjaweed, un grupo de milicianos formados por miembros de las tribus Baggara de los Abbala (criadores de camellos de etnia árabe) y les dio carta blanca para sofocar la rebelión de las tribus africanas en la región. Sin embargo, no ha habido una sola condena en Darfur por violación contra las mujeres y niñas desplazadas, aunque públicamente el gobierno ha negado su apoyo a los Janjaweed. El inicio del conflicto suele situarse en febrero de 2003.

Según Amnistía Internacional (2004), los ataques han ocasionado el desplazamiento de 1,2 millones de personas como mínimo. Al menos un millón se han convertido en desplazados internos y se han visto obligados a trasladarse a las inmediaciones de ciudades o pueblos grandes de Darfur, mientras que más de 170.000 han cruzado la frontera con Chad y se han refugiado en este país. Se han matado a más de 30.000 personas y se han violado a miles de mujeres y niñas.

La misma Amnistía Internacional ha afirmado que la violación y demás formas de violencia sexual no son una mera consecuencia del conflicto o del comportamiento de tropas indisciplinadas, sino que los testimonios recogidos por esta organización indican que se están utilizando como arma de guerra con el fin de humillar, castigar, controlar, atemorizar y desplazar a las mujeres y a sus comunidades.

No es posible separar entre la historia personal narrada en Las lágrimas del desierto a través de la experiencia traumática y la historia colectiva del pueblo sudanés, particularmente el de Darfur. En palabras de Cathy Caruth, en su obra Trauma: explorations in memory (1995:24): “La historia, como el trauma, nunca es simplemente individual, la historia es precisamente la manera en que nos vemos implicados con los traumas de los otros”8.

Según los postulados de la teoría del trauma, el término ‘trauma’ alude a la acción posterior de carácter repetitivo que tiene lugar en la vida del individuo más que al momento inicial que da origen a la experiencia traumática (Castañeda Hernández 2013:123). De ahí, que el objetivo de la obra autobiográfica de Halima no sea el de describir los sucesos catastróficos de la dictadura del presidente de Sudan o las barbaridades de las milicias Janjaweed que son tan conocidos y de dominio público, sino que le interesa más mostrar el impacto psicológico de estos en las victimas (sin duda, ella es una de las victimas) e incluso, en el lector. Podemos dar el ejemplo de la violación de las niñas (2008:255-256):

En enero de 2004 las milicias Janjaweed apoyadas por los soldados del gobierno atacaron a una aldea que está situada en el norte de Darfur donde trabajaba y violaron a más de cuarenta niñas. No eran más que unas niñas inocentes, sus edades oscilaban entre ocho y trece años. Estaba trabajando en una pequeña clínica allí. Traté a la mayoría de ellas, cerca de trece niñas. Estaban en estado de shock, psicológicamente estaban profundamente dañadas, sangraban y lloraban histéricamente sin parar. Que dolorosas eran las miradas de humillación de sus padres… Fue una tragedia. Al pensar en un hecho atroz como este, lo primero que vino a mi mente fue que las personas que cometen este delito no son normales

Es preciso señalar que el lector no tiene acceso al hecho real, al trauma histórico, sino a la recuperación mnemónica realizada por Halima. Es decir, que lo real es inasequible y a veces impenetrable e incomunicable, y que solo podemos aproximarnos a través de lo simbólico. Como mencionamos anteriormente, la narración del trauma es una narración postergada que puede recuperarse por medio de la escritura.

A lo largo de su obra autobiográfica, Halima pone a la vista el daño psicológico causado por el abuso, el racismo y la venganza. Por la forma en que se caracteriza este daño, el cual solo es reconocido años después gracias a los reportajes de Amnistía Internacional basados en testimonios de las víctimas, que llevó a acusar al presidente de Sudán en 2009 por genocidio y crímenes contra la humanidad en Darfur.

El hecho de ser víctima, testigo y superviviente del genocidio de Darfur, ha obligado a Halima a alzar la voz y contar lo vivido, convirtiendo el testimonio personal en un documento de valor universal, capaz de iluminar determinados aspectos de la historia tradicionalmente condenados al olvido o a la deformación.

Según Dulong (2004:98), el testimonio histórico es este fenómeno contemporáneo en el cual, los supervivientes de las tragedias masivas publican para el gran público lo que ellos han vivido, a veces para denunciar tal responsabilidad, más frecuentemente, para recordar a los desaparecidos, y siempre para que los ciudadanos tomen conciencia de lo que ha pasado y se movilicen contra el regreso de la barbarie.

Al escribir su testimonio, Halima Bashir se enfrenta a la peligrosa tarea de recuperar los acontecimientos históricos vividos muchos años atrás y de representarlos frente a su lector, poniendo en evidencia la memoria como proceso. La voz narrativa no nos cuenta los hechos que transcurren durante el tiempo del evento traumático, sino cinco años después. Como especifica Cathy Caruth (1995: 164): “el testigo traumatizado regresa compulsivamente a la imagen no asimilada del trauma pues la experiencia nunca fue completamente experimentada cuando ocurrió”.

Vivir una experiencia traumática, como la de Halima Bashir, es sin duda una situación que modifica la vida de una persona y, sin quitar gravedad y horror de estas experiencias, no se puede olvidar que en situaciones extremas el ser humano tiene la oportunidad para tomar conciencia y reestructurar la forma de entender el mundo, que se traduce en un momento idóneo para construir nuevos sistemas de valores. El trauma se convierte a veces en un elemento de identidad y equilibrio, a través del cual el sujeto vuelve a pensar en sí mismo y en su realidad.

Por otro lado, un acontecimiento traumático puede convertirse en hecho generador de escritura, que puede adoptar un valor catártico para quien lo ha sufrido. Para quien ha sido testigo de situaciones convulsas, rememorar puede convertirse en una especie de terapia con la que liberar e intentar asimilar todo lo vivido. De hecho, Jean François Chiantaretto (1995:24) ha llegado a afirmar que los textos autobiográficos admiten una lectura desde prismas psicoanalíticos y, como tal, pueden convertirse en elementos al servicio de la cura de un sujeto cuya identidad se muestra escindida o sometida a continuas crisis.

Lo que hace de la historia de Bashir una historia diferente, es su respuesta después de sufrir una experiencia traumática tan fuerte como la violación. La violación para la gran parte de las mujeres violadas en las sociedades conservadoras sigue siendo un tema tabú, en la mayoría de los casos las mujeres se ven estigmatizadas, en lugar de recibir el reconocimiento y la ayuda fundamental que necesitan para poder rehacer sus vidas. Por el contrario, para ella, la mejor forma para afrontar una experiencia traumática es hablar y compartirla con los demás, no sentirse despreciable, culpable, avergonzada ni colérica.

La voz narrativa de Las lágrimas del desierto explora las memorias del pasado desde una perspectiva adulta y más madura, décadas después de su experiencia traumática con la mutilación genital femenina y años después de su experiencia traumática con la violación. Con esta distancia temporal consigue tener un acercamiento hacia los recuerdos de los acontecimientos traumáticos que ella, Halima, no fue capaz de comprender en su momento (2008:172-173):

Recuerdo ese momento como si fuera ayer… Cuanto más pensaba acerca de esto, más me sentía enojada y engañada de alguna manera. Mi familia y mi tribu se habían aprovechado de mi inocente infancia robando algo precioso que me pertenecía. Pero no hay vuelta atrás ahora. Lo que se había hecho no podía ser deshecho. Lo único que me prometí a mí misma es que si alguna vez tenía una hija, yo nunca dejaría que nadie robase su condición de mujer

A lo largo de su obra se ve claramente como el trauma regresa para ser revivido en el presente y la narración explora los efectos del trauma que quedan después del evento mismo. Por ejemplo cuando nos narra su experiencia personal con la violación dice (2008:262-264):

Los tres vinieron otra vez a por mí con uniformes del ejército muy sucios. Cuando se acercan a mí, veo la maldad y el deseo en los ojos. Uno de ellos agarra un puñado de mi pelo, me pisa el cuello con la bota y me aplasta el pecho contra el suelo…Mientras el segundo, me agarra por las piernas. Veo el destello de un cuchillo….El día siguiente ocurre lo mismo, hombres diferentes. Tortura y violación, todos los días, la tortura y la violación….Tres de ellos se turnaron para violarme. Una vez que el tercero había terminado, empezaron de nuevo. Y mientras lo hace, me queman con cigarrillos y me cortan con cuchillas... Me violaron hasta que perdí el conocimiento…

Después de narrar su experiencia traumática, Halima consigue darnos su respuesta frente al evento, presentando un nuevo punto de vista sobre este trauma histórico (2008:261-263):

Nunca olvidaré las caras de los hombres que me violaron. Sentí que yo era la única mujer que había experimentado ese tipo de cosas, pero luego me enteré de otras historias, otras peores. Hay cientos de miles de otras historias más dolorosas que la mía… Con este libro, es como si yo estuviera contando la historia de las mujeres de Darfur y fuera a seguir hablando... Eso es lo único que puedo dar a mi pueblo… El proceso de escribir mis memorias me ayudaría a llegar a un acuerdo con mi conciencia y con mi terrible experiencia…

Conclusiones

Las lágrimas del desierto es un buen ejemplo de la evidente vinculación que existe entre los textos autobiográficos y la vivencia de sucesos traumáticos. Estos sucesos pueden convertirse en estímulos generadores de obras literarias en las que el autor dé cuenta de lo vivido.

Halima Bashir pretende, a través de su obra autobiográfica, reconcebir lo traumático de su experiencia, especialmente su violación, para lograr un equilibrio entre la memoria y el olvido, lo individual y lo colectivo, entre lo verdadero y lo ficticio.

Para la autora, la necesidad primera fue narrar su experiencia traumática, que se convirtió en una forma de liberación y terapia, mientras la intención de «dejar un testimonio» surgió después. Ella no pretende ocultar o negar su pasado doloroso y traumático ya que forma parte inseparable de su identidad, en otras palabras, ella es lo que ha sufrido.

Es muy difícil clasificar la narración en Las lágrimas del desierto como historia real ni como ficción en sentido estricto debido a que el acontecimiento traumático no se presenta plenamente en el momento de ocurrir, y la persona nunca acaba de entender o ver lo que realmente pasó. A pesar de ello, como lectores no nos importa el hecho en sí mismo sino el significado que el hecho ha asumido en la historia subjetiva.

Para Halima el hecho de ser víctima, testigo y superviviente del conflicto de Darfur le otorga mérito para alzar la voz y contar lo vivido, convirtiendo el testimonio personal en un documento de valor universal capaz de atraer la atención del mundo y comprometerse a poner fin a este conflicto en curso.

A partir de la primera página de esta obra la autora escudriña, a través de su experiencia traumática, la memoria colectiva de los sudaneses y particularmente a la gente de Darfur para exponer el recuerdo de un pasado lleno de violencia, horror y dolor y, a la vez, establecer el presente inmediato. Según la afirmación de Anita Rupprecht (2002:50): “La autobiografía puede llegar a transformarse en un elemento necesario para la cultura, la política y la memoria de una sociedad”.

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1 Ver Diccionario Espasa Medicina, Facultad de Medicina de la Universidad de Navarra, Editorial Espasa Calpe, S.A., Madrid,1999, p.1212.

2 Ver Jean Laplanche, Life and Death in Psychoanalis, trad. Jeffrey Mehlman (Baltimore: Johns Hopkins University Press,1976) y Allan Young, “Suffering and the Origins of Traumatic Memory,” en Daedalus. Social Suffering, ed. Arthur Kleinman. Joan Kleinman (Cambridge: American Academy of the Arts and Sciences, 1996).

3 La obra de Halima Bashir ganó el premio de Anna Politkovskaya en 2010 destinado a reconocer la labor de mujeres defensoras de los derechos humanos y otorgado por la organización de derechos humanos Reach All Women in War.

4 Se define como una amplia variedad de prácticas que suponen la extirpación total o parcial de los genitales externos o su alteración por motivos culturales u otras razones que no son de índole médica. Miles de niñas mueren en Sudán y en otros países africanos por complicaciones durante este acto salvaje. Otras muchas sufren el resto de sus vidas por infecciones urinarias, infertilidad, dolor intenso al momento de tener relaciones sexuales y, peor aún, el momento del parto que lleva a la muerte a miles de mujeres o recién nacidos.

5 La circuncisión femenina no fue mencionada en el Corán en ningún momento por eso la mayoría de los teólogos musulmanes consideran la circuncisión femenina como una práctica innecesaria o contraria al islam verdadero.

6 La obra de Halima Bashir está escrita en inglés y todavía no está traducida al castellano. La traducción de las citas mencionadas en este trabajo es mía.

7 Para leer más sobre el conflicto de Darfur se recomiendan: Amnistía Internacional, Sudan, Darfur: “Too many people killed for no reason” (Índice AI: AFR 54/008/2004), 3 de febrero de 2004. Douglas H. Johnson, The Root Causes of Sudan’s Civil Wars, The International African Institute, James Currey, Oxford, 2003, p. 140. Amnistía Internacional, Sudán: A merced de los homicidas. Destrucción de pueblos en Darfur (Índice AI: AFR 54/072/2004), 2 de julio de 2004 http://web.amnesty.org/library/index/eslAFR540722004?open&of=esl-SDN.

8 La traducción del texto es de Castañeda Hernández en su trabajo Trauma y ficción (2013: 122).