EL PRÍNCIPE ROJO (2005) DE ALMUDENA GUZMÁN: EROTISMO Y TRADICIÓN

EL PRÍNCIPE ROJO (2005) FROM ALMUDENA GUZMÁN: EROTICISM AND TRADITION

 

Micaela Moya  

Universidad de Salamanca

 

Resumen

En este trabajo analizaremos el poemario El príncipe rojo (2005) de la poeta madrileña Almudena Guzmán (Navacerrada, Madrid, 1964), poniendo especial atención en dos aspectos: el erotismo y la tradición. Con respecto a este punto, nos proponemos evidenciar algunos vínculos de intertextualidad que mantiene el poemario con otros textos de cultura y literatura. Se prestará especial atención a los diálogos con textos bíblicos, de gran relevancia en la construcción del poemario. En cuanto al erotismo, buscaremos analizar cómo se articula en este poemario de Almudena Guzmán y qué relaciones establece con otras figuraciones que circulan en torno al erotismo en otros poemarios de la autora.

Palabras clave (4)

Almudena Guzmán; poesía de autoría femenina; tradición; erotismo

Abstract (en inglés)

In this paper we will analyze the collection of poems El Príncipe Rojo (2005) by the Madrilenian poet Almudena Guzmán (Navacerrada, Madrid, 1964), paying special attention to two aspects: eroticism and tradition. In this last aspect, we propose to show some links of intertextuality that the collection of poems maintains with other texts of culture and literature. Special attention will be paid to dialogues with biblical texts, of great relevance in the construction of the collection of poems. Regarding eroticism, we will seek to analyze how it is articulated in this collection of poems by Almudena Guzmán and what relationships it establishes with other figurations that circulate around eroticism in other collections of poems by the author.

Keywords

Almudena Guzmán; women’s poetry; tradition; eroticism


 

 

1. Almudena Guzmán

Almudena Guzmán (Navacarreda, Madrid, 1964) es una voz ineludible dentro de la última poesía española. Dirá sobre ella Luis Alberto de Cuenca que “es una de las poetas (e incluyo, cómo no, a los poetos bajo ese epígrafe) más sugestivas, sorprendentes y originales de las últimas décadas” (2012). Su obra poética comienza muy tempranamente cuando con tan solo dieciséis años publica Poemas de Lida Sal (1981), un poemario cruzado por la temática amorosa y los ecos del realismo mágico latinoamericano, que ya se anticipan con la referencia a Miguel Ángel de Asturias en el propio paratexto. Más allá de este poemario inicial, la obra poética de Guzmán se compone de otros seis poemarios, que Visor reunió en El jazmín y la noche. Poesía reunida (1981-2011) (2012). Toda la producción poética de Guzmán se encuentra cruzada por el tratamiento de la temática amorosa[1], muchas veces vinculado al erotismo. Asimismo, los personajes que circulan en sus poemarios están fuertemente anclados al ámbito urbano y quienes toman la voz suelen ser mujeres, lo que le permite a la autora revisar la propia identidad femenina, reconfigurada a partir de los cambios producidos a nivel político y social luego de la caída del franquismo. En este sentido, se indaga en la construcción de la subjetividad femenina que busca para definirse, en general, la relación o contrapunto con el otro. Por último, otra de las características centrales de su poética es la fuerte tendencia a la narratividad que provoca que varios de sus poemarios presenten una historia o hilo conductor, que va desarrollándose a medida que avanza el poemario. Esta característica, también presente en otras poetas de la generación de Guzmán, es un rasgo de la producción poética de la madrileña que ha sido apuntado por toda la crítica especializada (Wilcox, Hart, Keefe Ugalde).

La relevancia de la figura de Guzmán se hace evidente, también, en el hecho de que la poeta madrileña ha sido una pieza clave en las llamadas antologías de género[2], que comenzaron a publicarse en la década de los ochenta en España con el fin de paliar las notables diferencias en cuanto a la difusión de la poesía escrita por mujeres respecto a la de sus compañeros. Aunque en menor medida, como ocurre de manera sistemática con todas las poetas, nuestra autora también ha sido incorporada en las llamadas antologías generales. Por citar algunos ejemplos, la poesía de Almudena Guzmán se incluye en La nueva poesía (1975-1992) (1996) a cargo de Miguel García- Posada, Poesía española reciente (1980-2000) (2001) preparada por Juan Cano Ballesta y Todo a cien (2005) cuidada por Antonio Aguilar.

Aún así, evidenciada ya la relevancia de su figura en la poesía contemporánea,  la obra poética de Almudena Guzmán no ha contado con la sufiente atención de la crítica. Es cierto que existen estudios[3], algunos de los cuales merecen especial interés por su solidez y calidad, pero considerando todas las reflexiones en torno a la obra de la autora, incluyendo prólogos, apenas llegamos a sobrepasar la decena. Por lo tanto, más allá de evaluar las formas en las que la tradición y el erotismo se enlazan en la obra de la autora madrileña, uno de los principales objetivos de nuestro trabajo es poner de manifiesto y reivindicar la obra de una poeta con tanta relevancia en la última poesía española pero, desde nuestro punto de vista, no lo suficientemente atendida por la crítica especializada.

 

2. El príncipe rojo

Dentro de la producción de Almudena Guzmán, El príncipe rojo (2005) constituye un poemario excepcional porque aquí la autora abandona la escena urbana y actual, transitada ampliamente en su poesía, especialmente en Usted (1986), el más conocido de sus poemarios, para inscribirse en un contexto medieval. El cambio de escenario también trae aparejado una modificación sustancial de los personajes que lo transitan, que son distintos a los habituales en la poética de Guzmán. Ya no se trata, como nos tiene acostumbrados la autora, de ciudadanos apurados que encuentran, a veces, un remanso el amor. En El príncipe rojo (2005), los protagonistas son una mujer que habita una ciudad que acaba de ser saqueada y destruida y, por el otro lado, un extraño y misterioso príncipe, a cargo del saqueo, que la cautiva. En cuanto a la organización del mismo, por el contrario, Almudena Guzmán reitera aquí un rasgo presente en buena parte de su poética: el poemario, dividido en cuatro secciones, sostiene un hilo narrativo que comienza con el saqueo de la ciudad de la protagonista y concluye con la partida del príncipe.

Otro aspecto que merece la pena destacar respecto a la relevancia de este poemario en la producción de nuestra autora es que constituye un cambio en su poética, en tanto que es el primero que se ubica dentro de los poemarios de talante social[4]. Guzmán enfatiza este aspecto en distintas entrevistas. Así, destaca que su intención fue justamente contar una historia que le permita “denunciar injusticias, tanto las generales, como las concretas de los pueblos armenio, kurdo, etc., y, si la situaba en la actualidad, tuve la sensación de que iba a salir muy panfletaria, obvia y reconocible” (Demicheli 2005). La Edad Media será, entonces, el contexto que le permita a la autora exponer y denunciar cuestiones de la actualidad. En este sentido, El príncipe rojo funcionará como un anticipo, aunque como advertimos más velado, de la poesía más comprometida en asuntos políticos y sociales que plantea Zonas comunes (2011).

Por otra parte, la misma autora afirma en su artículo “El príncipe rojo. Algunas claves” (2010) que este poemario “de todos los que he escrito, del que más orgullosa me siento y el que más gusta comentar y leer” (2010: 11). Además, el tratamiento de la tradición es especialmente interesante en este poemario que tiende una serie de puentes con textos bíblicos y acude, en menor medida, también a otras tradiciones que exploraremos en lo sucesivo. En línea con el resto de la producción de Almudena Guzmán, el abordaje de lo erótico también tiene, en este poemario, un rol protagónico. Por lo tanto, son los varios los motivos que nos llevan a atender particularmente a este libros dentro de la producción de nuestra autora.

3. El príncipe rojo en diálogo con la tradición

Uno de los puntos más salientes de El príncipe rojo (2005) es la gran cantidad de vínculos que el poemario establece con distintos elementos de la tradición literaria y cultural. Aunque, por supuesto, hacer referencia a otros textos o elementos del campo cultural es un procedimiento que se repite en todos poemarios de la autora, de manera más o menos evidente[5] (el ejemplo más visible lo constituye el primer poemario de Guzmán, Poemas de Lida Sal (1981) que dialoga, ya desde su propio título, con El espejo de Lida Sal (1967) del guatemalteco Miguel Ángel de Asturias), El príncipe rojo (2005) lleva el procedimiento a su punto más alto. Esto impulsa, incluso, a la propia Guzmán a escribir, cinco años después de que saliera a la luz el poemario, el artículo “El príncipe rojo. Algunas claves” (2010) que se publica en Cuadernos Hispanoamericano. Aquí la autora explica algunas de las referencias intertextuales en base a las cuales construye el poemario. Más allá de recurrir a las indicaciones de la poeta, apuntaremos otros diálogos que tiende el poemario con la tradición literaria y cultural. Aunque “la tradición y la creación son dos ríos difícilmente delimitables que bien pueden jugar malas pasadas a la razón si ésta empieza a tirar del hilo creyendo que así dará con la madeja porque (...) no hay una sola madeja sino mil que comparten ese hilo ” (Guzmán, 2010:11), evidenciar algunas relaciones intertextuales iluminará, desde nuestra perspectiva, la lectura del poemario.

Para comenzar, el propio título del poemario nos propone un primer acercamiento a la tradición: el príncipe rojo se contrapone al príncipe azul, típico de los cuentos tradicionales. Pero, más allá de esta primera asociación, la autora abre otros vínculos con la tradición cultural[6]:

¿Pero quién era El príncipe rojo y por qué se llamaba así? Recuerdo muy bien la primera imagen que se me vino entonces a la cabeza: era la escena, tan bella como escalofriante, de la película Alexander Nevski, de Eisenstein, aquélla en la que se ve a un siniestro caballero teutón tocando un órgano en medio de la nieve. Llegado a este punto empecé a atar cabos porque otro de mis grandes amores es Rusia: mis escritores y mis pintores favoritos son rusos, la historia de Rusia ejerce sobre mí una atracción irresistible y uno de mis sueños sin cumplir es realizar un largo viaje a tan querido país... Rusia, la nieve, el siniestro alemán, el príncipe Alexander Nevski peleando contra ellos, la Revolución de Octubre... el aluvión de imágenes parecía interminable hasta que se cristalizó en la figura de El príncipe rojo. Rojo por la sangre y por la revolución rusa, y príncipe y medieval por Alexander Nevski. 

(Guzmán, 2010: 13)

 

Sin embargo, más allá de la imagen de Nevski, el ingreso del componente ruso en el poemario y otras referencias secundarias en las que nos detendremos en lo sucesivo, la tradición bíblica es, sin dudas, la fuente principal y la que mayores diálogos genera en el poemario de Almudena Guzmán. De hecho, la propia autora, a la hora de poner a revisión a su poemario, destaca que el impulso para escribirlo comienza con la cita de Isaías que funciona como epígrafe del mismo[7]: “Porque el día de la venganza está en mi corazón y el año de mi rendición ha llegado” (Isaías 63-4). La poeta, a mayores, evidencia la importancia de la lectura de La Biblia en su formación: “Ciertamente me encanta la Biblia y estoy familiarizada con ella desde pequeña -en el colegio, durante la clase de costura, una de nosotras, por turno, leía en voz alta pasajes del Antiguo o Nuevo testamento”(Guzmán, 2010: 12)[8]. María Payeras Grau también enfatiza la importancia del texto religioso en la producción de Guzmán:

Las alusiones religiosas aparecen en sus primeras obras de forma bastante diseminada y, como digo, en un plano similar al de otras referencias sobrenaturales. En los dos últimos libros[9], sin embargo, aumenta la concentración de estas menciones que, por un lado, se aproximan más al modelo de la cita textual que al de la referencia genérica, mientras que, por otro lado, adquieren un sentido ético que antes no tenían, vinculados a la denuncia de un relativismo moral que Guzmán califica como ‘la pesadilla del siglo’

(Payeras Grau, 2020: 377)

 

La crítica resalta, asimismo, la especial relevancia que cobran estas alusiones en este poemario, en particular:

Es, sin embargo, en El príncipe rojo donde se concentra un mayor número de descontextualizaciones y alteraciones de frases bíblicas o litúrgicas. En su conjunto, El príncipe rojo replica el tono vindicativo propio de los salmos y de otros pasajes bíblicos.

(Payeras Grau, 2020:377)

 

 En este sentido, la autora recupera algunas referencias bíblicas en su poemario. Iguala, de esta manera, algunos usos puntuales y particulares[10] (por ejemplo, cita el uso del verbo “conocer” con significado sexual[11]) con referencias intertextuales más profundas. De este modo, explicita otro diálogo con Isías, profeta que ya había citado en el epígrafe del pomario, dado que se citan de manera textual, en uno de los poemas, dos pasajes del profeta[12]: “Isaías volvió a acompañarme: «La voz que clama en el desierto» (40.3)”. En este mismo poema, vincula los versos “Come y bebe del banquete/de micuerpo/hasta hartarte” (Guzmán, 2012: 283), junto con otro texto dentro del poemario[13], con un pasaje del libro de Daniel. El fragmento al que se refiere Guzmán es Daniel 5, 1-30, al que se remite, “no literalmente pero sí como asociación y creación” (Guzmán, 2010: 14), es aquel en el que se cuenta la historia del rey Baltasar  quien, durante un banquete, bebió junto con otras personas que lo acompañaban de vasos de oro y plata que Nabucodonosor, su padre, había traído del templo de Jersulén y adoró a los dioses paganos. Así, Guzmán explica que “a Baltasar se le aguó la fiesta cuando vio una mano escribiendo unas palabras en la pared que sólo el profeta Daniel pudo descifrar: Mené («Dios ha medido tu reino y le ha puesto fin»), Tequel («Has sido pesado en la balanza y encontrado falto de peso»), Parsín («Tu reino ha sido dividido y entregado a los medos y los persas»)” (Guzmán, 2010: 13-14). La relación con el fragmento citado es clara aunque la que establece con el poema que sigue (citado a pie de página) parece más compleja de dilucidar.

También menciona al patriarca Jacob como otro de los pilares en los que se edifica su poemario, especialmente en relación con su sueño (Génesis 28, 11-12)[14]. El último puente que Guzmán tiende con la tradición bíblica en su artículo “El príncipe rojo: algunas claves” se plantea como una pregunta: “¿El barco en llamas que nunca se consume no puede ser la zarza ardiente de Moisés? (Éxodo 3. 2)” (Guzmán, 2010: 16)- La poeta se refiere a los versos “Anclado en el horizonte,/como una palmera/ que le ha nacido al mar,/ un barco en llamas/ que nunca se consume/ me espera:/ me lleva esperando/ desde siempre” (Guzmán, 2012: 177), que pertenecen al mismo poema que dialoga con el sueño de Jacob.

Sin embargo, las recuperadas por la propia Guzmán en la puesta a revisión de su propio poemario, no son las únicas referencias bíblicas que circulan en el texto. En la primera sección de El príncipe rojo (2005) observamos una referencia al Génesis, específicamente al episodio de la serpiente, en los siguientes versos:  “De qué flor habrán salido/semejantes frutos./Qué serpiente se enroscaría/ en su tallo/y qué traición del viento/los propagaría” (Guzmán, 2012: 255). Más adelante, el mismo poema, vuelve a referir al texto religioso con la mención de las siete plagas: “Ahí están devorando/ los brotes de los sueños/ el mantillo de la dignidad/ y las raíces de la risa/ con la avidez como bandera. /Como una plaga de langosta” (Guzmán, 2012: 255). La maldad de los invasores se escenifica, de este modo, mediante la mención de distintas figuraciones del mal en la Biblia: la serpiente del Génesis y las plagas del Éxodo.

También en la primera sección nos encontramos con una referencia al pasaje del Génesis referido a Lot y específicamente a su esposa. El pasaje con el que dialoga el poema de Guzmán es aquel en el que Lot, luego de que los ángeles le avisaran de la necesidad de abandonar Sodoma, decide instalarse en la pequeña ciudad de Zohar. Lot había sido advertido por Yahveh de que, durante el camino, no debía voltearse en ningún momento. Su mujer, desoyendo o ignorando este consejo, se dio la vuelta y fue convertida en estatua de sal. Esta escena es la que recupera Almudena Guzmán sobre el final de uno de los poemas de la primera sección para referirse a los invasores: “Ojalá que todos,/una noche,/ confundieran/el tintineo de la lluvia/con el de la plata/y se volviesen./ Y se convirtiesen en estatuas de sal” (Guzmán, 2012: 257). Payeras Grau apunta, asimismo, la el diálogo intertextual que puede observarse en el poema que comienza por “Pero lo peor/estaba por llegar...” (Guzmán, 2012: 258) con la indiferencia de Poncio Pilatos (Payeras Grau, 2020: 377-378).

En la segunda sección del poemario, la intertextualidad con la Biblia también se hace presente. En uno de los poemas se hace referencia al Genésis 3,19: “Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás”. Guzmán reescribe este pasaje con los siguientes versos parénteticos que cierran el poema: “(Polvo fueron/y en polvo se convirtieron,/pero también en polvo/se convertirán los culpables” (Guzmán, 2012: 271). En el poema anterior, Payeras Grau apunta otra reescritura bíblica en los versos  “ ‘el valle de las ojeras’ (270) por el ‘valle de lágrimas’ (Salmos 84:6)” (Payeras Grau, 2020: 378)

En la tercera sección del poemario aparece un pasaje al que ya nos habíamos referido y que la propia Almudena Guzmán interpretaba como una recreación de Daniel 5, 1-30 en relación con la idea del banquete pero que, desde nuestro punto de vista, puede también vincularse con Corintios 11, 23-30. En nuestra perspectiva, los versos de Guzmán “Come y bebe del banquete/de mi cuerpo/hasta hartarte” (Guzmán, 2012: 283) podría pensarse como una reescritura de “Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí”. Una inversión de esta primera versión es la que propone Guzmán algunos poemas más adelante. De esta manera, ella deja de ser quien alimenta al príncipe rojo y se convierte en quien lo devora, invirtiendo así los roles: “De él como,/ de él bebo/ y por él respiro” (Guzmán, 2012: 291). Otra nueva reescritura se produce en “la que sentencia “No los perdones/ porque saben lo que hacen” (287) remedando las palabras de Cristo en el Calvario (Lucas 23:34)” (Payeras Grau, 2020: 378)

Pero, como señalábamos al comienzo, la tradición bíblica no es la única que circula en este poemario de Almudena Guzmán. Un valor igualmente relevante tiene el mundo medieval y toda la simbología que trae consigo. Aunque, a diferencia de lo que ocurría con la traidición bíblica, más que referencias puntuales, la inscripción del poemario en esta época genera un campo semántico vasto en torno al contexto medieval. Algunos versos que pueden ilustrar este aspecto son: “Sólo yo tengo licencia/para tocarlo,/para cuidar de su halcón/y subirme a su caballo/el de las crines de fuego” (Guzmán, 2012: 284), en los que en clave erótica (aspecto que analizaremos detenidamente a continuación), se describe al príncipe a partir de los elementos típicos del caballero medieval: el caballo y el halcón. En esta misma línea, Guzmán establece un diálogo con la lírica popular dado que, como ella misma explica en “El príncipe rojo: algunas claves”, los versos “La sal en la puerta,/el castillo tomado” (Guzmán, 2012:299) hacen referencia a que “en la lírica popular la rotura de un cántaro de agua o el agua que se echa en la puerta son el indicio inequívoco de que la muchacha de turno va a caer, o ya ha caído, en la tentación sexual” (Guzmán, 2010: 16)

Aunque en menor grado, también encontramos alguna referencia al mundo grecolatino como los versos “Todo lo saquearon,/ todo./ Ni una moneda dejaron/ en el arca de la esperanza” (Guzmán, 2012: 253) que aluden al mito de Pandora. También la noción de la vida como un río en los siguientes versos:  “Cuando el río de la vida/te desborde,/una y mil veces,/vuélvete a mirar las flores/que hs tronchado a su caso” (Guzmán, 2012: 276) nos retrotae a la filosofía de Heráclito aunque también es obligada la referencia a Coplas por la muerte de su padre[15] de Jorge Manrique.

Finalmente, otra tradición que entra en diálogo en este poemario es la del cuento tradicional. Ya desde el mismo título, se pone en crisis la noción del príncipe azul, cuestión que se enfatiza en los siguientes versos: “Estamos en paz:/ al príncipe rojo no le gustan/ las doncellas/y a mí no me gustan/ los príncipes azules” (Guzmán, 2012:284). El poemario de Guzmán, entonces, rompe los modelos establecidos por una educación sentimental que erige a este modelo como el deseable y al que la autora rechaza o cuestiona. De esta manera, el nuevo príncipe porta valores revolucionarios y un carácter diametralmente opuesto al delineado en los cuentos de hadas para el príncipe azul. Señala, al respecto, Payeras Grau:

En la figura del príncipe rojo, que da título al poemario, la autora representa un ideal binario que, por un lado, conecta con el intimismo amoroso característico de su obra anterior, mediante una figura antitética a la del “príncipe azul” de los relatos tradicionales, que opera como una figuración de la libido más satisfactoria en términos estéticos y, sobre todo, simbólicos; por otro lado, el color del personaje sugiere la encarnación de un arquetipo revolucionario, de un héroe justiciero que lucha por el restablecimiento de valores humanistas esenciales.

(Payeras Grau, 2020: 373)

 

Una última referencia al mundo de los cuentos tradicionales aunque mediada, esta vez, por la representación cinematográfica de Disney, es la que opera en los versos: “Por la mañana/tender las sábanas/(los gorriones me van dando las pinzas.)” ( Guzmán, 2012: 288) que aluden a la escena en la que Blancanieves llega a la casa de los enanos y mientras tiende la ropa, recibe la ayuda de los animales del bosque.

4.     Con el cuchillo en la sonrisa[16]: el erotismo en El príncipe rojo (2005)

Otra aspecto que adquiere una relevancia particular en la producción de Almudena Guzmán es el erotismo. Como ya se ha apuntado, el tratamiento de la temática amorosa es una constante dentro de su producción poética y por tanto, mayormente asociado a ella, el erotismo sobrevuela la producción de nuestra autora en numerosas ocasiones. Desde el primer poemario, Poemas de Lida Sal (1981), este aspecto puede visualizarse de manera incipiente en las descripciones sensuales y asociadas fundamentalmente a la naturaleza que se hacen de Juan, el amado. Muestra de esto serán los versos: “Deliciosamente, a veces, toda la rosada dulzura/ se desliza por tu pan sudoroso y moreno” (Guzmán 2012: 27) o “Estalla la poesía en tu piel, Juan, como la miel en un cedro/ mojado;/ te veo y eres la luz, el brote oloroso que abre las ventanas/de un día feliz” (Guzmán 2012: 28-29), por citar solo algunos ejemplos. Aunque en este primer poemario, las descripciones son sutiles y metafóricas y no darán lugar a un erotismo más explícito, ya en el segundo poemario, La playa del olvido (1984), aún con las enormes amputaciones que realiza en él Almudena Guzmán[17], encontremos textos en los que se potencia la vivencia del erotismo. Muestra de ello será el poema “Viaje”[18] en el que una escena de la cotideanidad (beber un vaso de leche) provoca en el sujeto poético el recuerdo del amado y  sobre todo, reactiva el deseo sexual. Esta cuestión no hace más que enfatizarse en los poemarios sucesivos y El príncipe rojo no será, en este sentido, una excepción.

Además, es importante destacar el enorme valor que tiene el erotismo en la poesía de mujeres que comienzan a publicar en la década de los ochenta. Luego de los largos años de la dictadura franquista, en el papel de la mujer estaba relegado a su rol como esposa y madre o lo que es lo mismo, “el ángel del hogar”, el fin del franquismo supuso una apetura que permitió a la mujer explorar y explotar su propia sexualidad. Esto, por supuesto, se tradujo a la poesía escrita por mujeres. Guzmán será, junto con otras poetas como Ana Rossetti o Aurora Luque, una de las primeras voces en explorar el erotismo en su producción poética. Así, estas autoras transforman el rol de la mujer en la poesía amorosa-erótica, típicamente musa de la poesía escrita por hombres, y la convierten en actante y protagonista de su propio deseo.

Como ya apuntábamos, la poesía de Almudena Guzmán tiende a portar un carácter narrativo, que hace que pueda leerse como una suerte de novela. Específicamente en lo que respecta a la temática amorosa, que cruza toda su producción, esto se traduce en que los sucesivos poemas muestran desde los primeros acercamientos, pasando por los besos y el encuentro sexual, hasta la separación de los amantes. El príncipe rojo mantiene esta estructura, por lo que el tratamiento del erotismo va in crescendo a medida que avanza el poemario, hasta diluirse sobre el final con la partida de este sujeto misterioso que cautiva a la protagonista.

4.1 La antesala: descripciones del príncipe rojo en las primeras secciones del poemario

La primera aparición del príncipe rojo se produce sobre el final de la primera sección. Este conjunto inicial de poemas nos enfrenta a los sentimientos y sensaciones de una subjetividad femenina cuya ciudad ha sido invadida y saqueada. Allí aparece la figura del príncipe rojo, presentado a partir de los siguientes versos: “Me quedé dormida/ a las puertas de la muralla./(Una mano en el hombro/ me despertó)” (Guzmán 2012: 262). Es curioso que la primera vez que se menciona al príncipe rojo se lo haga a partir de una sinécdoque: lo que llega no es él, sino su mano. Además, de alguna manera, esta primera escena remeda el despertar típico del cuento de hadas, aunque en vez del beso del príncipe azul, en este caso, se trate solo del roce de la mano del príncipe rojo. Este llega con un fin distinto porque el tocarle el hombro no tiene intenciones amorosas, sino otras muchos más prácticas: “(Me dio pan y compañía/ para pasar la noche)” (Guzmán 2012: 262). La construcción de este verso, que iguala al pan con la compañía, muestra la naturaleza del contacto entre estos dos desconocidos, pertenecientes a mundos diversos y, a la vez, desrealiza el amor romántico llevándolo, como veremos en sucesivos poemas, a un plano fundamentalmente sexual, en tanto que limita al amado a “compañía para pasar la noche” (Guzmán 2012: 262).

 En este mismo poema, asistimos a la primera y breve descripción del sujeto amado: “Era menudo y risueño/ como los gorriones/ que viven/ en las riberas del sol” (Guzmán 2012: 262). Sobre estos versos debemos apuntar que, inicialmente, reúnen dos rasgos de índole diversa: uno físico (menudo) y otro psíquico (risueño). Además, aparece el símil con la naturaleza muy característico de la poética de Guzmán. En este sentido, se elige una escena luminosa y alegre que es, por un lado, también característica del momento de la llegada del enamorado en los cuentos de hadas, en un claro gesto romántico que hace que la naturaleza corresponda a los sentimientos del protagonista. Aunque, en el caso particular del poemario, la escena elegida para describir al príncipe rojo genera un fuerte contrapunto con otras de angustia y destrucción que priman en esta primera sección del poemario. El príncipe rojo parece ser, en esta primera aparición, una excepción, un remanso en un contexto hostil.

Esta idea que aventurábamos en relación a la contraposición de su figura con el contexto, se completa y clarifica en la segunda sección del poemario, en la que efectivamente se lo describe como un remanso[19]. Tal como ocurría en la primera, la figura del príncipe rojo y, en consiguiente, el desarrollo de la trama erótica-amorosa retorna en los últimos poemas del apartado. Esta vez, el sujeto deseado será descripto como un paciente refugio que espera la llegada de la voz poética para darle finalmente un hogar, el lugar de pertenencia que la invasión le quitó (“Me espera:/me lleva esperando/desde siempre” (Guzmán, 2012: 277); “Y era verdad:/ el príncipe rojo me esperaba/ del otro lado del foso” (Guzmán, 2012: 278); “Por fin un hogar” (Guzmán, 2012:278)). La voz poética que, a lo largo de la segunda sección, había enfatizado en su ira y su sed de venganza[20], despliega en este poema su otra cara: el miedo, la debilidad y la vulnerabilidad que parecen también traducirse en una dificultad para establecer un vínculo con el sujeto deseado (“Algún día soltaré el lastre/como la tierra/ donde me hundo./Algún día, /quizá alguna noche,/sabré descoser/los prespuntes de miedo/de mi vestido” (Guzmán, 2012: 277)). Y aunque, a diferencia de otros poemarios de Almudena Guzmán, el vínculo que se establece entre el sujeto poético y el príncipe rojo diluye el componente amoroso porque, como dijimos, se trata de una relación con un carácter meramente sexual[21], en estos poemas se atisba una suerte de dependencia del sujeto poético hacia el príncipe, más propia de una relación amorosa.

Además, estos poemas resultan de especial interés, no solo porque son una clara antesala al erotismo que se desplegará de manera más acabada en las siguientes secciones (aunque cabe destacar que asistimos a algunas breves incursiones más explícitas: “Desató mi corpiño/y pude aspirar el aire” (Guzmán, 2012: 278)), sino también porque en ellos se recuperan algunos de los rasgos más típicos de la producción de Almudena Guzmán. Así, abundan las referencias al entorno natural, en este caso especialmente ligadas al entorno marítimo: “Anclado en el horizonte/como una palmera/que ha nacido al mar” (Guzmán, 2012:277) o “Rompió las cadenas/que se entrelazaban/como una hiedra sombría/en el sol de mis trenzas” (Guzmán, 2012: 278). Además, aparecen ciertas imágenes de tinte surrealista como “ha nacido al mar/un barco en llamas/ que nunca se consume” (Guzmán, 2012: 277). El carácter narrativo, por su parte, es puesto de manifiesto en estos poemas, ya que hay una serie de referencias claras a los anteriores, que indican la continuidad de la trama narrativa [22].

 

4.2  Come y bebe del banquete de mi cuerpo: el erotismo en las últimas secciones de El príncipe rojo

En esta suerte de carácter narrativo que tiene la poética guzmaniana, será en la tercera sección en la que la relación entre el sujeto poético y el príncipe rojo encuentre su cénit. Por tanto, el tratamiento del erotismo se despliega en todos los niveles a lo largo de este conjunto de poemas. Con una serie de intertextos bíblicos que ya analizamos en el apartado anterior, el poema que abre la sección nos muestra claramente la cosumación de la relación entre nuestra protagonista y el príncipe rojo:

Dulce y hermoso como la sangre

el príncipe rojo ante mí.

Come y bebe del banquete

de mi cuerpo

hasta hartarte.

Hasta que la venganza deje de ser

por tu espada,

la voz que clama en el desierto.

(Guzmán 2012: 283)

 

Una de las primeras cuestiones que podemos apuntar es que el erotismo se vincula con lo alimenticio. En este sentido, la total entrega del sujeto poético y su invitación al príncipe rojo para que disponga de su cuerpo, se expresa con verbos vinculados a la alimentación (come y bebe). A su vez, el propio cuerpo se describe como un “banquete”, lo que refuerza el campo semántico de lo alimenticio e implica, a la vez, una variedad de posibilidades. La construcción que cierra esta oración (“hasta hartarte”[23]) implica una suerte de regocijo en el consumo del cuerpo del otro y enfatiza la invitación. Cabe destacar que el vínculo entre lo sexual y lo alimenticio ya había sido explorado por Guzmán en sus poemarios anteriores. Este es uno de los referentes más frecuentes en la producción de la autora a la hora de abordar el erotismo. En este poemario en particular, el recurso vuelve a explotarse en otro poema en el que la imagen se invierte y es ahora ella quien come de él: “De él como,/ de él bebo/ y por él respiro” (Guzmán 2012: 291). También se recurre, en otro poema de la sección, a una imagen asociada a lo alimenticio para dar cuenta del éxtasis del sujeto poético luego del encuentro sexual: “Fuera de mí,/ lentamente/ saciada me dejaba/ hambrienta y sedienta/ para siempre” (Guzmán 2012: 294).

Pero este no será el único recurso que Guzmán utlice para referirse el erotismo. En los poemas que siguen se acudirá a distintos campos semánticos y analogías para dar cuenta del componente erótico. El primero de ellos, que ya había sido explorado en las primeras secciones, tendrá que ver con la igualación  del cuerpo con un hogar[24]. Esta analogía permite a la autora dar cuenta del vínculo sexual que une a los amantes del siguiente modo: “Sólo él tiene las llaves/ de mi casa,/ de mi despensa/ y de mis piernas” (Guzmán 2012: 284). La casa, entonces, se encuentra al mismo nivel que las piernas. El cuerpo es el hogar. La imagen del hombre como portador de la llave que permite el acceso al cuerpo femenino puede verse también en uno de los poemas más populares y reveladores de la uruguaya Delmira Agustini, una pionera en el tratamiento del erotismo en la poesía escrita por mujeres en español. Nos referimos, por supuesto, al poema “El intruso” y precisamente a los versos que abren el mismo: “Amor, la noche estaba trágica y sollozante/ cuando tu llave de oro cantó en mi cerradura” (Agustini: 1907, s/p).

Por otro lado, en los versos sucesivos, y en un gesto que solo se ve en la producción de la autora en este poemario, a causa de la temática abordada, se acude a una serie de imágenes asociadas con la simbología del contexto medieval para hablar del erotismo: “Sólo yo tengo licencia/para tocarlo,/para cuidar de su halcón/ y subirme a su caballo/ el de las crines de fuego” (Guzmán, 2012: 284). También, en este sentido, otra vinculación del erotismo con el mundo medieval se priduce en los versos que hemos citado en el apartado anterior por su vínculo de intertextualidad con la lírica popular y que refieren al encuentro sexual de la siguiente manera: “La sal en la puerta/el castillo tomado” (Guzmán, 2012: 299).

Un recurso muy explotado en la poética de Almudena Guzmán para abordar el erotismo es referir a distintos elementos de la naturaleza. Como ya habíamos apuntado respecto a la descripción del cuerpo del amado en las secciones anteriores, Guzmán se vale de la naturaleza para realizar descripciones de las distintas etapas del deseo. En este sentido, este recurso se explora con objetivos diversos. En algunos casos, la naturaleza actuará como un elemento de comparación en relación con el sentir de los amantes: “Porque él me conoce/como ningún hombre/ha conocido a ninguna mujer/y es mi beso y su crimen/el alba de nuestras noches” (Guzmán, 2012: 284). En otros, en cambio, la naturaleza servirá como espejo y acompañará, en un gesto típico del romanticismo, los sentimientos de la protagonista. Un ejemplo de esto es el poema que plantea los momentos posteriores al encuentro sexual, en el que los amantes se encuentran conversando y el sujeto poético gesta, a la vez, la venganza (“Grabando voy en su pecho/con la lengua y las uñas/todas las ofensas” (Guzmán, 2012: 285)). En este contexto, tanto el viento como la lluvia, se comportan de acuerdo a los sentires del sujeto poético: “Afuera gime el viento/pero tampoco habrá piedad para él” y “La lluvia,/calentándose las manos en el hogar” (Guzmán, 2012: 285). La naturaleza también parece corresponder los deseos de venganza que impulsan a nuestra protagonista. También los elementos naturales, como en otros poemarios de la autora la ciudad, tendrán actitudes de complicidad con los amantes para habilitar su encuentro: “Y cuando extiende/sus ramas/y su aroma de cedro/me abraza/las mariposas saben/que tienen/que dejarnos solos” (Guzmán, 2012: 291). Los versos anteriormente citados, además, nos permiten visualizar un nuevo uso de la naturaleza en relación con el erotismo: se utilizará también para describir al cuerpo del amado (esta manera de vincular lo natural con el erotismo había sido ya explorado por Almudena Guzmán en su primer poemario, Poemas de Lida Sal). Un nuevo uso, más convencional, erige a los elementos naturales como constituyentes esenciales de una escena  propicia para la aparición del deseo erótico: “(Tumbada en la noche contaba,/por cada estrella,/los besos que le daría, /y era tan suyo/mi abrazo a mí misma/en el invierno de las sábanas/que me dormía arrullada/por una nieve florida/de primavera.)” (Guzmán. 2012: 293). En este último sentido, las imágenes diseñadas presentan formas diversas y explotan los distintos sentidos. Mientras que los versos que anteriormente citamos, proponen metáforas y oxímoron, hay otros que muestran un predominio de lo olfativo:

Y ese perfume tan dulce

parecía su heraldo

con un rendido mensaje

para mi piel.

 

Sobre mí,

lentamente,

la mirra y la canela

de sus caricias.

 

Fuera de mí,

lentamente,

saciada me dejaba,

hambrienta y sedienta

para siempre.

(Guzmán, 2012: 294)

 

Para cerrar este repaso por los modos en los que la naturaleza incide en el tratamiento del erotismo, nada mejor que citar un poema construido esencialmente a partir de la vinculación con este campo. En él, los elementos naturales son los que permiten ahondar en el plano de lo sugerido para dar cuenta del orgasmo, momento cúlmine del encuentro sexual:

Herido el mármol del pecho

por el látigo de hiedra

de la lengua,

se hace arco en tensión

y se hace volcán

que gime.

 

Se hace flor.

 

La nieve estalla.

(Guzmán, 2012: 286)

 

Finalmente, algunos otros pocos poemas proponen un tratamiento más explícito del erotismo, en el que se abandona el plano de lo sugerido y se propone un acercamiento más corporal:

Él es la alegría y el sustento de esta casa,

y a mí me gusta venerarlo y desnudarlo

como se merece,

recorrer con el dedo los músculos tirantes

de su cuerpo

y apurar orgullosa el vino

de su sudor

antes de que ponga en mi boca,

delicadamente desde la suya,

el hígado,

el intestino

o alguna otra víscera exquisita

de mis verdugos.

 

(Quedarme dormida entre sus brazos

como un niño de pecho recién saciado.)

(Guzmán, 2012: 290)


5.     CONCLUSIONES

 

El príncipe rojo (2005), como vimos, es un poemario que reviste especial interés en la producción de Almudena Guzmán. Este conjunto de poemas nos ofrece algunas continuidades con la producción poética de la autora en general, como su tendencia a la narratividad y el tratamiento de la temática amorosa-erótica. Sin embargo, también presenta puntos de inflexión con otros de Almudena Guzmán como el ingreso de la  crítica social, que luego se ahondará en el siguiente poemario Zonas comunes (2011) o el contexto medieval que lo sostiene, propio de este poemario en concreto.

Un análisis detenido por este poemario nos permite observar dos cimientes sobre los que construye el poemario: las referencias a la tradición literaria- cultural, aspecto en el que destacan especialmente la intertextualidad con los textos bíblicos y la aparición del componente erótico. El erotismo, uno de los grandes bastiones de la poesía guzmanina, se construye, más allá de algunas manifestaciones más explícitas, a partir del diálogo con distintos campos semánticos como el alimenticio, el medieval y por último, la naturaleza, referente por excelencia en el erotismo guzmaniano. Este aspecto constituye, desde nuestro punto de vista, uno de los componentes con mayor interés a la hora de pensar en nuevas líneas de investigación en torno a la poesía de Guzmán. La de Almudena Guzmán es un voz personal y sugerente, una autora que, sin dudas, merece nuestra lectura atenta. El que nos propusimos es solo uno de los múltiples acercamientos que habilita una poética tan rica y diversa.

 


 

Referencias bibliográficas

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[1] Para ahondar en este aspecto de la poética de Almudena Guzmán se puede consultar:

MOYA, Micaela (2020). Lo que escribí de ti y de mí: la poesía amorosa de Almudena Guzmán [Trabajo fin de máster] Universidad de Valladolid, Valladolid. Recuperado de:  https://uvadoc.uva.es/handle/10324/45876 [Fecha de consulta: 07/09/2022].

[2] Guzmán es incluida en Las diosas blancas (1985), la  pionera en lo que respecta a las antologías de género, publicada por Ramón Buenaventura. En esta misma década, además, la obra poética de nuestra autora es contemplada en las antologías Litoral Femenino. Literatura escrita por mujeres en la España contemporánea (1986) y Panorama antológico de poetisas españolas (siglos XV al XX) (1987), a cargo de Luzmaría Jiménez Faro. Ya en la década de los noventa, Almudena Guzmán será una de las autoras que constituirá el elenco reunido en Ellas tienen la palabra (1997), la icónica antología de Jesús Munárriz y Noni Benegas. En los dos mil, la autora integrará una mayor cantidad de antologías de poetas mujeres como Mujeres de carne y verso: antología poética española del siglo XX (2001), Poetisas españolas Tomo IV: de 1976 a 2001 (2002) a cargo de Luzmaría Jiménez Faro, Ilimitada voz. Antología de poetas españolas 1940-2002 (2003) preparada por José María Balcells,  Con voz propia. Estudio y antología comentada de la poesía escrita por mujeres (1970-2005) (2006) a cargo de María Rosal Nadales y Di yo. Di tiempo. Poetas españolas contemporáneas (2005), preparada por Josefina de Andrés Argente y Rosa García Raego.

[3] En la bibliografía pueden consultarse las citaciones completas de  todos los trabajos que abordan la producción poética de Almudena Guzmán de los que tenemos noticias. Nos referimos a los trabajos de Andrés Argente, Baños Saldaña, Cullel, García Montero, Hart, Horno Delgado, Nuñez, Moya, Payeras Grau, Pérez Sierra, Rodríguez, Ugalde y Wilcox. En la bibliografía final también se incluyen algunas reseñas a los poemarios de nuestra autora.

[4] El Príncipe rojo (2005) inicia un ciclo que desplaza la atención de la autora desde el foco de la intimidad personal a la contemplación crítica de una realidad histórica decepcionante, sin que el plano íntimo desaparezca en ningún caso”

(Payeras Grau, 2020: 372)

[5] María Payeras Grau destaca este aspecto al hablar de los rasgos que se ven en el primer poemario de Almudena Guzmán y se enfatizarán o continuarán en los sucesivos: “La coherencia de los poemas guzmanianos con la narrativa del guatemalteco está clara —entre los aspectos más palpables podría señalarse la reproducción de personajes—, siendo el diálogo intertextual otro de nombres y situaciones de sus los rasgos que tendrán continuidad a lo largo de toda su obra” (2020:369)

[6] Además, Guzmán da otro motivo por el cual eligió el color rojo para caracterizar a su príncipe, que se enlaza con uno de los rasgos más típicos de su poética: la ironía.

“Lo hice por la sangre y también para reírme un poco. A mí esa imagen que siempre se da de un príncipe rubio con los ojos azules, algo blandengue, desde que era pequeña no me gusta. Me gustan los príncipes justicieros” (Demicheli 2005)

[7] “Y, aunque tuvo un parto muy largo -tardé siete años en acabarlo- fue, sin embargo, un embarazo inmediato. Me explico: nunca había creído en el arrobamiento poético, y bien que me había burlado de él, hasta que un buen día, allá por 1998, me vi de repente frente al ordenador escribiendo una cita y un poema que algo o alguien, qué se yo, me dictaba. Esa cita y ese poema serían el inicio de lo que yo llamo «regalos», porque no fueron fruto de un desgaste de codos sino que me vinieron dados, si se me permite la expresión y para rebajar un poco el tono sobrenatural, de gorra (...) Empecemos, pues, con el punto de partida de esta aventura que, como ya he adelantado, se concretó en una cita y en un poema. La cita era del profeta Isaías: «Porque el día de la venganza está en mi corazón, y el año de mi redención ha llegado»” (Guzmán 2010: 11)

[8] Guzmán afirma, asimismo, una cuestión muy similar en relación con el entorno medieval: “Me entusiasma, asimismo, la Edad Media, pero tampoco me había planteado nunca escribir un poema con su atmósfera” (Guzmán, 2010: 12)

[9] Se refiere a El príncipe rojo (2005) y Zonas comunes (2011).

[10] Además de la referencia que hace la propia Guzmán, María Payeras Grau apunta otro usos:

“Y no solo se evocan hechos y situaciones del libro sagrado, sino que el propio lenguaje contiene reminiscencias bíblicas. Por ejemplo: en “Quien hace del dolor ajeno” (261) repudia la doble moral de algunos poetas, calificándolos como “[r]aposas entre viñas”, eco evidente del siguiente versículo: “cazadnos las raposas, las pequeñas raposas que devastan las viñas” (Cantares 2:15)” (Payeras Grau, 2020: 378)

[11] “De nuevo me encontraba, esta vez de forma más acentuada, con una referencia bíblica (el significado sexual del verbo ‘conocer’” (Guzmán, 2010: 13). La autora se refiere a los siguientes versos: “Porque él/me conoce/como ningún hombre/ha conocido nunca/a ninguna mujer/y es mi beso y su crimen/el alba de nuestras noches” (Guzmán, 2012: 284)

[12] La autora se refiere a estos versos: “Come y bebe del banquete/de mi cuerpo/hasta hartarte.Hasta que la venganza deje de ser,/por tu espada,/la voz que clama en el desierto.” (Guzmán, 2012:283)

[13] “Después del amor,

a la luz de una vela,

el príncipe rojo acaricia mi pelo

y me escucha.

Grabando voy en su pecho

con la lengua y las uñas

todas las ofensas.

Afuera gime el viento

pero tampoco habrá piedad para él

por ser el primero

que olvida y hace olvidar.

La lluvia,

calentándose las manos

en el hogar,

y un gato negro en los huesos,

asienten con la cabeza:

Ha llegado el tiempo

de abrir las compuertas de la rabia.”

(Guzmán, 2012: 285)

[14] “Y soñó: y he aquí una escalera que estaba apoyada en tierra, y su extremo tocaba el cielo; y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella” (Génesis 28, 11-12). La autora lo vincula con los siguientes versos de su poemario: “El sueño vencido/de las algas/en la guerra de las mareas/guiará mi camino./El sueño rebelde/de la tripulación de mi deseo/me tenderá la escala/para trepar a cubierta.”(Guzmán, 2012: 277)

[15] Nos referimos, por supuesto, al inicio de la tercera copla:

Nuestras vidas son los ríos

que van a dar en la mar,

que es el morir.

(Manrique, 1985: 88)

[16] “Sentarse en ellos/ y ponerse a recordar/ con el cuchillo/ en la sonrisa/ agravios y cautiverios.” (Guzmán, 2012: 274).

[17] Cabe recordar que en la obra reunida de Almudena Guzmán que publica Visor en el 2012, El jazmín y la noche, la autora recorta una gran cantidad de poemas de su segundo libro, tal como ella misma señala en el prólogo:

“No puedo decir lo mismo, y bien que lo siento, de La playa del olvido (1984), un libro que, como su nombre lo indica, es mejor olvidar: sensiblero, cursi, grandilocuente... Sin embargo, todas las personas que conozco y que lo han leído no opinan lo mismo, y eso me dio qué pensar, sobre todo en lo que concernía a la peliaguda cuestión de incluir o no La playa del olvido en esta poesía reunida. Al final he optado por la socorrida decisión salomónica del “ni pa ti ni pa mí”, que se traduce en la selección de once poemas y en la censura de los cuarenta restantes: el tijeretazo se las trae, pero mejor es menos que nada, o sea, que el silenciamiento total de este hijo no querido que me propuse en un principio”

(Guzmán, 2012: 18)

[18] Viaje

Me tomo un vaso de leche. Pero es a ti en realidad

a quien quiero beber.

Como esta leche que humedece mis labios

así me sumerjo yo en ti,

adivinando playas y playas de plata

que guardas en lo más hondo de tus simas

para que yo me bañe en ellas y luego,

reposando en tus ojos, quede colmada de sol.

¿Es que no lo entiendes? ¿Es que voy a tener que repetírtelo

quinientas veces, testarudo?

¡Te necesito para vivir!

Exhausta, dejo el vaso en la pila.

Mi recién acabada aventura por tu cuerpo de fruta

me hace recordar ahora que, aunque sólo por unos

segundos,

me ha llenado de ti.

(Guzmán, 2012: 57)

[19] Nos referimos a los siguientes poemas:

Anclado en el horizonte,

como una palmera

que ha nacido al mar

un barco en llamas

que nunca se consume

me espera:

me lleva esperando

desde siempre.

 

Algún día soltaré el lastre

como la tierra

donde me hundo.

Algún día,

quizá alguna noche,

sabré descoser

los prespuntes de miedo

de mi vestido

y nadaré desnuda hasta él.

 

El sueño vencido

de las algas

en la guerra de las mareas

guiará mi camino.

 

     El sueño rebelde

de la tripulación de mi deseo

me tenderá la escala

para trepar a cubierta.

(Guzmán 2012: 277)

 

Y era verdad:

el príncipe rojo me esperaba

del otro lado del foso.

 

Rompió las cadenas

que se entrelazaban

como una hiedra sombría

en el sol de mis trenzas

desató mi corpiño

y pude aspirar el aire

cuando el hielo

era el único aire en mi pecho.

 

Por fin un hogar.

 

Por fin una silla y unas pieles

una ventana,

para poder desfilar sin estremecerme

al blanco ejército del invierno.

(Guzmán, 2012: 278)

[20] Por citar algunos versos que pueden servir de ejemplo: “la rosa de la ira/ entre mis fauces/ y mis garras de bestia” (Guzmán 2012: 269);  “(Son las lágrimas de la fiera)” (Guzmán 2012: 270)

[21] En algún punto, la relación amorosa entre los protagonistas es imposible porque no hay ya solo diferencia de jerarquía (como podíamos ver, por ejemplo en la relación alumna- profesor que plantea Guzmán en Usted (1986), sino que el vínculo de poder se exacerba, siendo ella la invadida y él el invasor. Además, desde el inicio, el vínculo se sabe pasajero porque ellla es consciente de que debe partir. Por último, parece haber, incluso, una incomodidad a la hora comunicarse verbalmente: “Me conmueve la belleza/de sus ojos/ pero no de sus palabras” (Guzmán, 2012: 263), aunque este último aspecto irá suavizando con el devenir del poemario “El príncipe rojo acaricia mi pelo/y me escucha” (Guzmán, 2012: 285)

[22] En el poema de la página 277 leemos “Me espera:/ me lleva esperando/desde siempre” (Guzmán, 2012:277) y en el de la 278: “Y era verdad/el príncipe rojo me esperaba/al otro lado del foso” (Guzmán, 2012: 278). Este, a su vez, se vincula con el siguiente ya que, sobre el final, se señala: “Por un silla y unas pieles,/ una ventana,/para ver desfilar sin estremecerme/ el blanco ejército del invierno” (Guzmán, 2012: 278) y en el poema que sigue: “Paso muchas horas en esta silla,/ envuelta en estas pieles/ y frente a esta ventana” (Guzmán, 2012: 279).

[23] Curioso es que la expresión “hartarse” tiene en ciertos países de Centroamérica la acepción de comer o beber algo con rapidez  y, aunque no corresponda con la variedad del español de la poeta, creemos interesante apuntar este uso le otorga una nueva luz a la elección de la estructura.

Puede consultarse esta acepción en el Diccionario de Americanismos de la ASALE (https://www.asale.org/damer/hartarse).

[24] Otros versos que comparan al cuerpo del amado con un hogar, aunque desprovistos de carga erótica y en un sentido más figurado son los siguientes: “Él me da todo/lo que necesito/ Cobijo y abrigo/en las noches/de frío/y sombra y frescor/en los días/de calor” (Guzmán, 2012: 291)