MUJERES SUBVERSIVAS EN LA LITERATURA DE DOLORES MEDIO:
LENA RIVERO, UNA “CHICA RARA”
SUBVERSIVE WOMEN IN THE DOLORES MEDIO’S LITERATURE: LENA RIVERO, A
"RARE GIRL"
Estefanía Linuesa Torrijos
Universitat de València
Resumen: Este
artículo pone el foco en el análisis de los personajes femeninos que aparecen
en dos novelas de Dolores Medio: Nosotros, los Rivero (1953) y El pez
sigue flotando (1959) y nos centraremos, concretamente, en la protagonista
de ambas novelas: Lena Rivero. La literatura española escrita por mujeres
durante la posguerra debía encarnar los valores morales promulgados por el
régimen. Sin embargo, un grupo de escritoras crearon personajes femeninos que
contravenían los cánones establecidos, son “chicas raras”. En este sentido Lena
Rivero es una de estas heroínas que luchan por su libertad. Lena se configura
como un modelo revolucionario que no se conforma con el rol impuesto por la
ideología franquista y transgrede la frontera del espacio doméstico
adentrándose en un mundo asignado al hombre.
Palabras clave: Dolores Medio, escritoras, feminismo, “chica rara”, Lena Rivero
Abstract: This article focuses on the analysis of the female characters that
appear in two novels by Dolores Medio: Nosotros,
los Rivero (1953) and El pez
sigue flotando (1959)
and we will focus specifically on the protagonist of both novels: Lena Rivero.
Spanish literature written by women during the post-war period was supposed to
embody the moral values promulgated by the regime. However, a group of women
writers created female characters who contravened the established canons, they
are "chicas raras".
In this sense, Lena Rivero is one of these heroines who fight for their
freedom. Lena is configured as a revolutionary model who does not conform to
the role imposed by Franco's ideology and transgresses the frontier of the
domestic space, entering a world assigned to men.
Key words: Dolores Medio, women writers, feminism, "chica rara", Lena Rivero
1. Introducción
En los últimos años los estudios de género junto con los estudios de la historiografía y la memoria han reivindicado el lugar que la mujer ha ocupado a lo largo de la historia. Es muy notable y axial el número de investigaciones que, en los últimos años, dan voz a aquellas mujeres que durante años han estado silenciadas y olvidadas. No obstante, todavía muchas escritoras siguen estando relegadas al plano de la no existencia como, por ejemplo, las escritoras de la Generación de los 50. El “boom” de la memoria histórica ha fomentado las manifestaciones culturales en torno a la recuperación de nuestro pasado, en consecuencia, se pueden encontrar novelas que versan sobre la Guerra Civil y el franquismo; se trata de novelas actuales y de reediciones de escritores que dejaron un testimonio directo de aquellos años de penuria. Un caso notable, por ejemplo, es el de Max Aub, cuyas novelas llevan desde el año 2000 reeditándose. Sin embargo, no sucede lo mismo con la producción literaria de las escritoras de posguerra y resulta prácticamente imposible adquirir algunas de sus obras. Las escritoras de la generación de medio siglo lucharon por conseguir un puesto dentro del sistema patriarcal en el que vivían, se comprometieron con los problemas de la sociedad de su tiempo y, a través de su pluma, trataron de reivindicar un mundo más igualitario. Las novelas de este grupo de escritoras son un reflejo de la España de posguerra.
En este sentido, la finalidad del presente artículo es dar voz a una escritora silenciada, Dolores Medio y analizar los personajes femeninos que aparecen en su universo literario; para ello, nos apoyaremos en dos novelas que tienen como protagonista a Lena Rivero: Nosotros, los Rivero (1952) y la segunda parte El pez sigue flotando (1959).
Durante la
dictatura, la producción literaria dirigida a las mujeres debía representar el
modelo femenino. Por este motivo, el género en el que se inscribió un gran
número de escritoras fue la novela rosa, un género “clasificado por los
estudiosos como subliteratura […] de masas y dirigida
a las mujeres, se sirve de patrones reiterativos, estereotipados y refleja […]
un carácter conservador” (Montejo, 2010, p. 69). El género de la novela rosa
recibió los apoyos del régimen por los valores morales que en él se reflejaba y
perpetuaba el prototipo femenino de una mujer joven, bella e ingenua que
dependía del hombre. Del mismo modo, el espacio en el que se
desenvolvía la acción solía ser la esfera de lo privado y de lo familiar; sin
embargo, hubo mujeres que transgredieron este ámbito y decidieron ambientar sus
novelas en espacios asignados a los varones. Es un síntoma de rebeldía, de
lucha por recuperar el papel en la esfera pública. Fueron mujeres realmente
subversivas que desafiaron los límites impuestos.
Las escritoras de la
Generación de los 50 reflejaron en su producción literaria los problemas de la
sociedad y reivindicaron un mundo más igualitario. Dentro de esta amplia nómina
de autoras podemos citar a Ana María Matute, Carmen Laforet, Carmen Martín Gaite,
Carmen Kurtz, Elena Soriano o, la que en este artículo nos ocupa, Dolores
Medio, que sigue
siendo para muchos una escritora desconocida. La tendencia literaria que
predomina en las obras de estas escritoras es el bildugnsroman.
La publicación de Nada (1942) de Carmen Laforet inició la tendencia de
las novelas de formación en la década de los 40 y 50. Sus protagonistas se
debaten entre el deseo de ser independientes y la moralidad vigente y nuestras
heroínas se ven obligadas a romper con la sociedad para no perder su identidad.
Por este motivo, vemos en las “chicas raras” que la calle se configura como un
espacio de liberación, como veremos más adelante cuando analicemos el personaje
de Lena Rivero[1].
Muchas de las escritoras de la generación de medio siglo ejercitaron su profesión gracias- en gran medida- a los premios literarios que surgen en ese momento, ya que eran vistos como una vía segura de la publicación de sus obras literarias. Algunos de los galardones más emblemáticos de las letras españolas fueron: el premio Nadal, el Café Gijón, Miguel de Cervantes, Biblioteca Breve, Planeta, Ateneo de Madrid, Concha Espina, Fermina o Elisenda Moncada, entre otros (Montejo, 2010, p. 50).
La dictadura franquista reelaboró los conceptos que atañían a la mujer y volvió al discurso de la mujer como “ángel del hogar” y “perfecta casada” y la relegó – de nuevo – al ámbito de lo privado y lo familiar. La mujer debía encarnar los valores morales que promulgaba el nacionalcatolicismo: honestidad, decencia, sumisión, asexualidad y fue “obligada a adaptarse al modelo de feminidad construido por el poder estatal” (Linuesa, 2021, p. 197). Tanto el Estado como la Iglesia hicieron de la mujer un símbolo de regeneración de España: el Estado sancionaba legalmente; la Iglesia instruía y difundía una moral inquebrantable. La construcción de la feminidad de la posguerra y la represión respondía al fin utilitario de la repoblación con nuevas vidas afines al régimen.
La lucha de las mujeres en España
a finales del siglo XIX y principios del XX “para superar la doble presión a
que son sometidas, primero como género, en relación con la subordinación
respecto a los hombres en las familias y en la sociedad, y después como clase
obrera, respecto a su explotación en las fábricas o en otros empleos” (Plaza,
2021, p. 26), se vio frustrada cuando terminó la Guerra Civil, el 1 de abril de
1939 puesto que se empezó a derogar la legislación republicana y con ella todos
los derechos que la ley le había otorgado a la mujer, con el fin de la
recuperación de la imagen de la mujer de antes de la República.
2. El universo literario de Dolores Medio
Dolores
Medio (1911-1996) fue una maestra, periodista y escritora que nació en el seno
de una familia asturiana. Los reveses de la guerra sacudieron a
la autora durante toda la contienda bélica y los primeros años de la posguerra.
En 1938 fue expedientada por la Inspección Provincial de la Enseñanza acusada
de:
haber orientado la enseñanza en sentido izquierdista, haber
atacado en público las ideas de religión, patria y moral, hacer alarde de ultramodernismo, no practicar la religión católica,
simpatizar con los marxistas y, finalmente, haber hecho propaganda a favor de
las izquierdas y de la Asociación de Trabajadores de la Enseñanza (A.T.E.A.). (López
Alonso, 1993, p. 20).
Tuvo que enfrentarse al rechazo de su
familia por simpatizar con ideas izquierdistas, afrontar la muerte de
familiares y amigos, y resignarse a vivir en una sociedad que pisoteaba sus
derechos como mujer.
Dolores Medio observaba el
mundo en el que vivía, su situación socio-política,
sus gentes, sus carencias, sus virtudes y todo ello configura un asombroso
cosmos literario, representado hacia el lector como verídico y auténtico. A través de su
literatura creó una resistencia crítica ante el régimen franquista: la falta de
libertad de expresión, los problemas de la educación como podemos leer en el
siguiente fragmento que pertenece a la novela Diario de una maestra (1961):
Un día no lejano parecerá absurdo que hayan existido escuelas para
ricos y escuelas para pobres, fomentando deliberadamente esa diferencia. […]La
enseñanza debe de ser la misma para todos sin otra diferencia que la capacidad
intelectual del alumno. (Medio, 1993, p. 129).
Así
como la situación precaria de la clase media y la clase obrera son temas que
aparecen como leitmotiv en prácticamente toda su producción literaria.
Asimismo, se aprecia en ciertos momentos la diferencia social de
clases. El siguiente fragmento pertenece a la novela El pez sigue flotando
y Lena Rivero hace una crítica a la sociedad de clases a la vez que vemos su
preocupación por la clase obrera:
[…] No basta darles pagas extraordinarias, ni subsidios, ni
siquiera participación en las empresas. Nada de esto es suficiente. En tanto
sigan considerándose inferiores, dependientes de otros […] (Medio, 1959, p. 142).
Igualmente, podemos leer en ambas novelas una crítica hacia la
desigualdad de la mujer respecto al hombre y el siguiente fragmento lo
ejemplifica:
[…]Una apretada hilera lo partía en dos avenidas – de ida y de
regreso–, por las que paseaban las señoritas. Las artesanas debían hacerlo por
la acera que bordeaba el parque, si no querían despertar la murmuración de todo
Oviedo, que las censuraría duramente si se atrevían a pasar la raya marcada por
los convencionalismos. A su vez, las artesanas cuidaban de que ninguna muchacha
de servicio, ni obrerita de poca categoría, se atreviese a alternar con ellas. (Medio,
1953, p. 15).
En este pasaje encontramos
una crítica a la desigualdad de clase y, al mismo tiempo, podemos interpretar
una crítica a la sociedad patriarcal y a los modelos de conducta femeninos. La
mujer debía seguir la moralidad impuesta por el régimen y cumplir el rol de
“ángel del hogar” que reivindicaba la dictadura. Si alguna mujer “se atrevía a
pasar la raya marcada por los convencionalismos” debía enfrentarse al rechazo
de la sociedad. Análogamente, esta situación la podemos encontrar también en el
ámbito literario. Como hemos mencionado, el género que tuvo una cálida acogida
en las filas franquistas fue la novela rosa y las escritoras que se atrevieron
a “pasar la raya” fueron acosadas por la censura.
Otros temas que aparecen son la educación de
la mujer en la España franquista y la sumisión o transgresión de la
subordinación de la mujer al hombre. Por este motivo, los personajes femeninos
tienen un lugar significativo dentro del universo literario de la escritora. Podemos
observar la preocupación por la posición de la mujer a través de la voz de Lena
y, sobre todo, a través de Ger que defiende la actitud de Lena cuando su madre
la crítica y juzga por no comportarse como una “señorita”:
- ¡Tú lo has dicho, mamá! ¿Qué hombre va a cargar con ella? ...Bien,
y yo me pregunto: ¿Por qué va a tener que «tener que cargar con ella» un hombre?
... […]Si hay un problema que me haya apasionado hasta quitarme el sueño […] es
éste de la mujer (especialmente de la mujer española), tan mal dotada para
enfrentarse con la vida, tan supeditada al hombre, […]. Afortunadamente, existe
un movimiento de reacción en favor de los derechos de la mujer, y ya son muchos
los padres que preparan a sus hijas para ganarse la vida, como si fuesen machos
[…]. En fin, estas muchachas tendrán mañana un título que les permitirá ejercer
una profesión y vivir de sus recursos […]. (Medio, 1953, p. 179).
Dolores Medio se apoyó, en ocasiones, en algunos personajes
masculinos para reivindicar la posición de la mujer. Al analizar la producción
literaria producida durante la dictadura no podemos obviar la censura editorial
a la que estaban sometidas las novelas. El discurso que mantiene Ger es – en
nuestra opinión – más susceptibles de ser censurado si lo hubiera dicho Lena
puesto que ella debía seguir las normas de moralidad impuestas por el régimen
mientras que Ger milita abiertamente con las ideas republicanas y participa
activamente con charlas, entre otros temas, sobre el feminismo:
Sí, señorita, ¡mis libros!… He aquí una prueba: hace unas tres
semanas tenía que pronunciar en el Ateneo una charla sobre el feminismo y el
trabajo de la mujer a través de la Historia. (Medio, 1953, p. 254).
Por su parte, el padre de
Lena representa también los valores republicanos[2], pero cuando el “Aguilucho” muere, se esfuman
con él las libertades que le daba a Lena:
- Eso de hacer encaje es perder el tiempo. Papá decía…
- Tu padre (en paz descanse su alma) tenía ideas muy originales
sobre la educación. Ideas con las que no estoy de acuerdo. (Medio, 1953, 36).
En 1952 Dolores Medio se
convirtió en uno de los nombres más importantes de la novela de posguerra ya
que, en ese año, su novela Nosotros, los
Rivero fue galardonada con el premio Eugenio Nadal. A pesar de ello, su
obra ha estado arrinconada junto a otras novelas de escritoras.
En
Nosotros, los Rivero (1952) se narra la vida de Lena Rivero a través del
recuerdo – desde su infancia hasta el momento en el que decide abandonar la
ciudad y emprende una nueva vida en Madrid- y vemos cómo la protagonista crece
y podemos experimentar las tres etapas que determinan su situación actual: la
infancia, marcada por la influencia de su padre, la adolescencia y la
madurez.
La novela tiene una influencia del realismo decimonónico que se advierte,
por ejemplo, por la forma empleada en la descripción de la ciudad:
Oviedo es una ciudad dormida.
Por las calles, estrechas y empinadas, del Oviedo antiguo,
envueltas, de ordinario, en espesa niebla, corre un sueño de siglos. Las
moradas humildes, de paredes desconchadas por la humedad, se aprietan en torno
a los palacios y caserones con fachadas de piedra renegrecida.
Unos y otra parecen dormitar constantemente en un dulce letargo. (Medio, 1953,
p. 10).
Este comienzo, junto a
otras insinuaciones, nos trasladan al universo literario de la “muy noble y
leal” (Clarín, p. 121) ciudad de Vetusta. De hecho, el libro porta como
dedicatoria “A la inmortal Vetusta, con mi devoción sincera”. Y, al final del
libro también se menciona la ciudad de Vetusta:
Recorrió toda la ciudad. La «Muy Noble, Muy Leal, Benemérita,
Invicta, Heroica y Buena Ciudad de Oviedo». […]. Y en su peregrinación
sentimental fue despertando el espíritu de la ciudad, que dormía agazapado en
las estrechas calles de la inmortal Vetusta… (Medio, 1953, p. 342).
Estas referencias son un homenaje
a Leopoldo Alas “Clarín”, fuertemente condenado por el Régimen Franquista como
ella misma apuntó:
Se había condenado a muerte a Leopoldo Alas en un juicio celebrado
en los primeros días de febrero […] “Todos recordaban que era hijo del gran
escritor asturiano de renombre universal, Leopoldo Alas “Clarín” […] Y lo
fusilarán, se saldrán con la suya “los nietos de La Regenta”, los que no han
perdonado a su padre esa radiografía del Oviedo levítico, hipócrita y
aburguesado de los años de la Restauración. Lo matarán, para venganza de
Oviedo, de la Universidad, y de la universal Vetusta”. (Medio, 1980, p. 186).
El
pez sigue flotando
es la segunda parte de Nosotros, los Rivero. La novela narra la vida de
Lena Rivero que se ha convertido en escritora y novela la vida de sus vecinos.
Lena observa a estos personajes y las relaciones que se han establecido entre ellos
caracterizadas “por el individualismo, la dificultad económica, la envidia y la
preocupación por la opinión de los demás” (Zuin,
2019, p. 69). Estas personas son, en definitiva, el resultado de la dictadura.
3. Configuración de los personajes femeninos en Nosotros,
Los Rivero (1952) y EL pez sigue flotando (1959)
3.1 Lena Rivero, una “chica rara”
La
protagonista de las novelas que a continuación vamos a analizar, Lena Rivero,
siguiendo la corriente iniciada por Andrea en Nada (1945)- un personaje
femenino que rompe con los estereotipos que imponía la sociedad franquista a la
mujer- transgrede la frontera del espacio doméstico y se adentra en un mundo
principalmente masculino. Andrea se distancia de las protagonistas femeninas
que aparecen normalmente en la novela rosa. Carmen Martín Gaite se refería a
estas protagonistas como “chicas raras”, ya que cuestionaban el modelo femenino
impulsado por el régimen y no respondían a los modelos de conducta aprobados
por el nacionalcatolicismo. Según Martín Gaite la chica rara “pone en cuestión la ‘normalidad’
de la conducta amorosa y doméstica que la sociedad mandaba acatar” (1987, p.
111). Estas “chicas raras” comparten una conducta insólita para la época:
rehúsan del matrimonio, rechazan la idea de ser únicamente esposa y madre, se
mueven en espacios abiertos, la casa se configura como un espacio carcelario y,
sobre todo, luchan por su independencia, sorteando los obstáculos que la
sociedad va poniendo en su camino, pero este esfuerzo merece la pena para ellas
tal y como lo expresa Lena: “Y ahora caminaba sola, por un camino desconocido
que la llevaba hacia una meta borrosa […]. El camino de la libertad que había
escogido voluntariamente tendría más adelante otras compensaciones” (Medio,
1953, pp. 98-100).
Lena
Rivero, nuestra heroína, es una mujer que no cumple con el rol asignado y
defendido por el régimen. Estamos, por lo tanto, ante una protagonista que no se ajusta al
rol de “perfecta casada”. Lena es, en definitiva, una “chica rara” que
deconstruye el mito femenino del “ángel del hogar” y de la ignorancia –
cultural e intelectual – que los hombres desean de las mujeres. La mujer que
estaba en edad de casarse debía reunir unas cualidades entre las que podemos
destacar “la amabilidad, la alegría, la inocencia y el sometimiento”. (Zuin, p. 86). El siguiente pasaje de El pez sigue
flotando expresa esta idea que hombres y mujeres tenían sobre cómo había de
ser una mujer:
—¡Anda, qué tonta! Pues sí, señora. A los
hombres experimentados les gustan las muchachas sencillas y hasta ignorantes.
Lo decía no sé quién… ¡Ah, sí! Ya recuerdo. Aquel artículo sobre la
inteligencia de la mujer. ¿Cómo era, Marta?… Inteligentes, pero no
intelectuales. Femeninas, pero no feministas… ¡Tonterías! Los hombres no
disfrazan su pensamiento. A los hombres les gustan las tontas para engañarlas.
Unos egoístas… (Medio, 1959, p. 98).
A
través de un discurso realmente subversivo para la época Lena denuncia la
estricta moralidad a la que estaba sometida la mujer:
Vamos, algo así como la censura… Bien, señoras ideas, pasen
ustedes al salón de actos. Usted, sí, usted es una dama respetable, admitida en
la buena sociedad. Pase, pase usted, señora… Usted, no, señorita. Usted es
subversiva… O demasiado ingenua… Tampoco usted, caballero. Usted es inmoral…
Divertido, sí, señor, pero inmoral… Si quiere que le diga la verdad – acérquese
un poco– puede usted pasar al salón, siempre que se disfrace honestamente.
¿Sabe? El disfraz es muy importante. Importantísimo. Si le dijera a usted que
lo es todo en sociedad… (Medio, 1959, p. 11) [3].
Ya que
nuestra heroína es totalmente lo contrario a esta imagen ideal y moral que el
régimen franquista promulga, Lena es:
Una muchachas impenetrable, cerrada, poco sociable y que sonríe poco,
a la que parece que no les interese encontrar novio y a la que tampoco le gusta
hablar del tema. Le aburren los discursos sobre el amor y la moda y prefiere
pasar su tiempo leyendo, estudiando o reflexionando en vez de charlando,
cosiendo y cuidando la casa. (Zuin, 2019, p. 86).
Lena,
al igual que otras “chicas raras” expresa abiertamente su rechazo al matrimonio:
—¡No…! ¡No me casaré nunca! —aseguró rápidamente ella, escondiendo
la cara entre las manos—. ¡No me casaré nunca! ¡No quiero casarme! (Medio,
1953, p. 205).
Este rechazo al matrimonio se da como respuesta a que la sociedad lo veía como la única solución para la mujer, como veremos de Julia Garín o se observa también en el personaje de Veva Martinez, la bailarina que trabaja en un bar de alterne pero que proyecta su futuro hacia el matrimonio como vía de salvación de su situación actual:
—Las cuentas de Veva Martínez no están
muy claras. Su situación dista mucho de ser satisfactoria […]
Hay otra solución: el matrimonio.
Este pensamiento aquieta sus nervios. Siempre piensa en la
posibilidad a la hora del sueño. Y se ve instalada en el piso de los Planell. […]
—Así, la vida es buena…Un paraíso… (Medio, 1959, pp. 41-42).
Son mujeres atrapadas en la idea del matrimonio y las “chicas raras” lo ven como una cárcel y una salida que pondrá fin a su libertad. Además, las experiencias amorosas de las “chicas raras” distan también del melodrama del género rosa ya que “dejan en ellas un sabor amargo de perplejidad, desconfianza, frustración e, incluso, asco frente a las cuales reaccionan con escepticismo” (Zuin, 2019. P. 86). Por ejemplo, la relación de Lena con el Capitán Jáuregui:
La mirada del capitán […] era la inquisitiva mirada del hombre que
descubre a una mujer. Buen catador de ellas, observaba
a la muchacha minuciosamente […]Jáuregui se frotó las manos regocijado ante el
descubrimiento. Puesto que él era un hombre inteligente y culto, desde aquel
día tomaba, con agrado, bajo su tutela, la educación literaria de la pequeña
Rivero. Y de antemano empezó a saborear las veladas que pasaría junto a aquella
criatura, toda inquietud y anhelo, que abriría con asombro sus grandes ojos
cuando él le contara… (Medio, 1953, pp. 196-198).
Jáuregui le retiró las manos, llevándoselas a su espalda, para
impedirle todo movimiento, y la atrajo hacia sí. Y antes de que la muchacha
pudiese impedirlo, aplastó sus gruesos labios sobre la boca de ella.
Lena sacudió la cabeza y forcejeó, empleando los puños y las
rodillas, para apartarse de él.
¡No quiero, no quiero que me beses! ¡No quiero que me toques!
¡Apártate! ¡No quiero!....
Pero Jauregui era fuerte. sus brazos la apretaban, cual si
quisieses fundir aquel cuerpo de adolescente dentro del suyo. El aliento del capitán, tenía en aquel momento un olor fuerte, que la
muchacha desconocía. La mareaba aquel olor. Y la asustaban sus ojos verdes,
inyectados de sangre. Jauregui se había desabrochado la guerrera y soltado el
correaje y la hebilla se la clavaba a Marta en el costado, cada vez que hacía
un movimiento para desasirse de él. Quiso gritar pero
J. había vuelto a taparle la boda con sus labios pegajosos y anchos como dos
babosas. Después le hablo al oído, tratando de convencerla.
No seas chiquilla, Marta, no seas chiquilla. No te haré daño….Si es eso lo que temes. Te juro que no pasará nada…
Cuando logró al fin desasirse de los brazos del capitán, dos
lágrimas rodaron por sus mejillas. En sus ojos brillaba una llama de odio que Jáuregui
no había visto brillar jamás en las dóciles pupilas femeninas. Y comprendió que
había perdido la partida. Sus lecciones desmoralizadoras, su trabajo de zapa,
no habían logrado convertir a Lena Rivero en un dócil y encantador juguete para
su sensualidad [4]. (Mecanuscrito, pp. 302-303)[5].
Otra de las características de las “chicas raras” y que podemos
ver en el personaje de Lena Rivero es “que no aguanta el encierro ni las
ataduras” y que la calle se configura como un espacio liberador para nuestra
heroína tal y como podemos leer en los siguientes fragmentos:
Sí, ya sabemos que te aburres encerrada entre estas cuatro
paredes, tú que vives siempre en medio de la calle. (Medio, 1953, 47).
Caminaba por el gusto de caminar, por el placer de descubrir
nuevos rincones de Oviedo, […]. Aunque no la cansaba mucho el trabajo, el salir
a entregarlo constituía para ella la mejor recompensa. Si el tiempo, breve o
lluvioso, de que disponía no le permitía salir al campo, se lanzaba a
callejear, descubriendo rincones deliciosos, que hasta entonces había ignorado.
(Medio, 1953, p. 176).
Andar…Andar…Andar…Andar es agradable cuando hace sol. También es
agradable andar bajo la lluvia…Andar…Andar…Andar… (Medio, 1959, p. 12).
Lena camina despacio, deleitándose con el contacto de la hierba
mojada, que le azota las piernas desnudas. (Medio, 1959, p. 243).
En
contraposición, vemos cómo la señora Rivero ve la calle como un espacio
pecaminoso y donde las señoritas de bien no deben “perder” su tiempo, por este
motivo “su madre censuraba sus correrías, su vagabundeo” (Medio, 1953, p. 85):
La madre la detuvo con su gesto severo.
-
¿Adónde vas, Lena? – Le preguntó.
-
Pues…a la calle. A jugar a la calle, si tú me dejas.
-
Es que no te dejaré. No me agrada ver niñas por las calles como
ovejas sin pastor. Tienes ya nueve años, eres casi una señorita y andas
vagabundeando como un pilluelo. Trae aquí tu almohadilla y ponte a hacer
encaje. Estoy perdiendo ya toda esperanza de educar esos dedos tan desmañados.
(Medio, 1953, p. 36).
Por su parte, espacio doméstico se concibe por las “chicas raras”,
como un espacio carcelario, como “un ambiente que asfixiaba a Lena Rivero como
un gas soporífero” (Medio, 1953, p. 261).
El
personaje de Lena transgrede ese espacio doméstico asignado a las mujeres y
vemos a una joven que lucha por sus derechos y que no quiere seguir los
patrones de conducta establecidos, ella prefiere “declararse en rebeldía” como
podemos leer en el siguiente fragmento:
Pensando en una posible tarde de quietud, de forzado trabajo
estéril, se rebeló:
—No tengo ganas de trabajar, mamá. ¡No quiero hacer encaje!
¿Qué no quieres, has dicho, o es que oí mal?
Lena vaciló un momento. Su madre le dejaba una puerta abierta para
la rectificación. ¿Le diría? ... ¡No! No quería volver a hacer encaje de
bolillos, aunque la castigase. Prefería declararse en rebeldía.
—He dicho que no quiero hacer encaje. ¡No sé hacerlo! ¡No puedo
hacerlo…! […]. (Medio, 1953, p. 37).
Lena Rivero tiene claro que quiere ser
algo más que una esposa y madre, tiene sueños e ilusiones por los que va a
luchar: ser escritora.
¡Sería escritora! Su camino estaba trazado ya. Su nombre en letras
de molde, sus fotografías en los periódicos. […] Cuando alguien le preguntase «¿Cómo
nació su vocación?», ella diría:
—«Desde niña he sentido la necesidad de escribir […]». (Medio,
1953, p. 263).
La
muerte de la Señora Rivero supone para nuestra heroína una liberación, como
podemos leer en el siguiente fragmento:
Lena se arrodilló junto a la cama de su madre, sin devoción, sin
pena. En un estado de insensibilidad tal, que la tenía asustada.
«Soy una bestia inmunda —pensó—. Si ahora se levantase mamá y me
gritase, reteniéndome por las muñecas, como hacía en otro tiempo: “¡Mala hija,
mala hija, lloras por tu ‘Kedi-Bey’ y la muerte de tu
madre no te arranca una lágrima de dolor!”, Pero no, mamá no puede ya
levantarse y decirme que estoy loca. ¡No! Ya no volverá a decirme que soy fea y
sin gracia, sin una pizca de coquetería, que parezco una sufragista inglesa…».
(Medio, 1953, p. 302).
Después
de la muerte de su madre, nuestra heroína se marcha a Madrid para escapar y
empezar a vivir su vida tal y como ella quiere dejando atrás “la ciudad que
siempre había amordazado su inquietud con su ambiente asfixiante” (Medio, 1953,
p. 336).
En
El pez sigue flotando nos encontramos con una Lena Rivero que ha
alcanzado su sueño de ser escritora y de vivir sola en Madrid. Y aunque “Lena Rivero llegó a Madrid sin un
céntimo en el bolsillo, casi sin ropa […]” (Medio, 1959, p. 136), en su nueva vida como dice la propia Lena “nadie
la retiene cuando toma una determinación” (Medio, 1959, p. 141). La gran ciudad
se configura como un espacio liberador que le brinda la oportunidad de poder
realizarse como mujer, vivir sola y ser independiente[6], a diferencia del espacio carcelario que
simboliza Oviedo:
Una ciudad cargada de prejuicios y de intereses creados que, como
la mayor parte de las viejas capitales provincianas, amaba el orden sobre todas
las cosas y tenía muy arraigado el concepto del honor al antiguo estilo. Todo
lo que representase una innovación o un desquiciamiento en su vida apacible era
acogido con recelo, cuando no rechazado sin miramientos de ninguna clase.
(Medio, 1953, p. 49).
Finalmente, vemos cómo al
final nuestra heroína ha tomado consciencia de sí misma como mujer y como
sujeto independiente y libre. En definitiva, estamos, según López, ante “una
heroína de las novelas de aprendizaje en el sentido más tradicional” (1995, p.
71). Lena Rivero simboliza la esperanza femenina ante una sociedad que reprimía
a la mujer y la obligaba a comportarse según unas normas. Por ello, creemos que
el mote con el que se dirigen a ella, “ranita” guarda relación con esta
representación de la protagonista. Según Cirlot
(2013, p. 385) la rana “fue uno de los principales seres asociados a la idea de
creación y resurrección”.
3.2
Arquetipos femeninos en las protagonistas de Nosotros, los Rivero y El
pez sigue flotando
Dolores
Medio retrató la sociedad de posguerra y los estereotipos de la mujer de su
época: la perfecta casada, la solterona, la que dedica su vida a Dios, o la
“chica rara”, que acabamos de ver encarnada en el personaje de Lena. Dolores
Medio sugiere a través de algunos de sus personajes femeninos modelos de
conductas alternativos, sin embargo, muchas siguen estando atrapadas en el rol
femenino de la época como podemos ver en el personaje de Madame Garín de El
pez sigue flotando. Al principio se nos muestra como una mujer
independiente, que tiene otras preocupaciones que no son los hombres, como
podemos leer en el siguiente fragmento:
Julia Garín se encuentra
muy bien sola. La conversación de las muchachas le produce vértigo.
—Siempre hablando de amores, hablando de hombres… ¿Es que no hay
otro tema?
Sí hay otro tema. Podrían hablar, por ejemplo, de la carestía de
las patatas, de un posible conflicto internacional o de la buena vida que se da
en su casa la señora Planell. Pero a las muchachas no
les importa la carestía de las patatas, ni una posible guerra, ni mucho menos
la vida privada de los vecinos de Madame Garín.
[…]
—Me sofocan. Sí, me irritan… Hombres, hombres… ¿es que en la vida
todo se encierra en eso? (Medio, 1959, pp. 117-118).
Pero
esta actitud no es porque realmente quiera ser independiente y tener una vida
diferente del rol de “ángel del hogar” que se espera de ella, sino que es debido
a la rabia que siente hacia las jóvenes que pueden tener eso que ella tanto
anhela. Conforme vamos conociendo la historia de Julia vemos cómo fantasea con
tener algún hombre en su casa:
- Buen muchacho Bruno…No ha tenido suerte…Si yo me atreviera…Sé
que debe dinero en la pensión…Yo vivo sola…Mi casa es grande…Pero estas cosas
han de partir de ellos, una se anticipa…En seguida lo toman por otra parte. Y
una ya se sabe… (Medio, 1959, p. 173).
Julia Garín reúne las características del
estereotipo de la solterona[7] ya que es una mujer
frustrada y que se pasa el día criticando y cotilleando. Como podemos ver más
adelante cuando Julia va a visitar al médico para calmar su curiosidad sobre el
ramo de flores que lleva todos los días:
Se esperaba…Como todas, una cochina. Eso era lo que buscaba.
Dejarse engañar por él, a ver si se casaba…Se dan casos… Feas, tontas y pobres,
¡pero qué listas andan para eso! ...Y el hombre, el pobre hombre, si es un
caballero cae en la trampa. (Medio, 1959, p. 180).
Otro
de los personajes femeninos que aparece en la novela es Gina Planell, que representa la situación de las mujeres
casadas. Por un lado, está atrapada por la figura de la suegra; por otro lado,
tiene que trabajar a escondidas ya que el trabajo a mujeres casadas resultaba
especialmente prohibitivo[8].
—Le repito, señor Morales, que no quería enterar a mi familia. La
madre de mi marido tiene un carácter un poco… esto, no sé cómo decirle… un poco
autoritario. Yo no quiero contrariarla. Si supiera que trabajo para una tienda,
sufriría un accidente. (Medio, 1959, p. 216).
Gina
le cuenta a Senén Morales que trabaja “por gusto. Por placer de trabajar”
(Medio, 1959, p. 217). Es, en cierta forma, una manera de rebelarse contra el
sistema que la obliga a estar en casa, aunque para hacerlo tenga que salir de
casa para que nadie “descubriera que una trabaja fuera de casa” (Medio, 1959,
p. 217).
Dolores Medio reflejó en esta novela las
dificultades a las que había de enfrentarse una mujer española para salir
adelante. Además, como señala Nash (2015, p. 210), el papel de ama de casa
exaltado por el régimen no eximía de la responsabilidad de trabajar, sobre
todo, a las mujeres de clase baja. Ejemplo de ello, son Marta Ribé, Veva Martínez o Juana
Galán. Estos dos últimos personajes, además realizan sus trabajos fuera de la
frontera del hogar. Marta Ribé está atrapada en el
deber del sacrificio y cuida a la vieja Tata a pesar de que ella desea con
todas sus fuerzas ser una mujer libre, como podemos leer en el siguiente
fragmento:
Si ella pudiera…Pero, no. No puede ser. Sólo hay un medio de
devolverle a Marta el pan y la libertad – sobre todo la libertad – que le está
robando. (Medio, 1959, p. 29).
En
el segundo fragmento se puede observar lo que comentábamos anteriormente: el
deber del cuidado asignado a las mujeres frente al deseo de ser libre. Marta
recuerda las palabras que el doctor le había dicho:
Tendrá usted Tata para muchos años… Para muchos años… Para muchos
años… Todos los que me quedan de juventud. […] Vivir sola…, libre…, libre. No
tener que querer a nadie… Porque yo quiero a Tata. Mucho. La quiero mucho. Si
no la quisiera… La dejaría en el asilo, claro, como ella dice… Pero no se irá.
Yo la cuidaré. Hasta que se muera… ¿Años? … Pues años. Todo lo que me queda de
juventud. (Medio, 1959, p. 189).
En
cuanto a los personajes femeninos de Nosotros, los Rivero podemos
nombrar a la hermana de Lena, María, que encarna el rol de
mujer dócil y obediente y que comulga con la religión católica. Le dice la
señora Rivero a Lena:
—De nada me ha servido emplear contigo procedimientos de
tolerancia. Inútil es cuanto se haga para enseñarte a ser una señorita. ¡Ahí
tienes a tu hermana! Una muchacha modelo. Jamás sale de casa si no es para ir a
la iglesia o a pasear decentemente, como hacen todas las señoritas. Tú siempre
por carreteras y vericuetos, como un pilluelo… […]
—También Ger sale al campo —se disculpó Lena.
—Pero Ger es un muchacho. ¡Ger es un hombre!
«¡Un hombre! ¡Qué cosa más hermosa es ser un hombre!», pensó Lena.
Cuando le preguntaba a María: «¿Por qué no nos ayuda Ger en nuestro trabajo?»,
su hermana le contestaba: «¡Ah, no! Ger es un hombre! ¡Ger tiene que estudiar!
Es el único varón de la familia y mamá ha puesto en él todas sus esperanzas».
Si interrogaba a tía Mag: «¿Por qué bajas tú el cubo
de la basura? Dile a Ger…» «¿A Ger, Nita?… —contestaba la señorita Quintana
escandalizada—. ¿Estás loca? Podría mancharse el traje. Además, Ger es un
chico. Déjale con sus libros. Bastante hace el ángel mío con tener que
metérselos en la cabeza» … «Tu hermano tiene siempre razón», suspiraba la señora
Rivero. «Además, como es un hombre» …
«¡Qué cosa más hermosa es ser un hombre!», pensaba Lena. Y
protestó aquella tarde:
— ¡Yo también quiero ser un hombre! (Medio, 1953, p. 179).
Además, vemos como Lena se cuestiona que las mujeres y los hombres
no puedan realizar las mismas tareas.
La
Señora Rivero representa la España conservadora que no quiere que la mujer tenga
los mismos derechos que los hombres y que además debe ser sumisa a su marido
como podemos leer en el siguiente pasaje: “al matrimonio debía irse como a una
obligación santa, para dar hijos al Cielo y a la Patria, cometiéndose
resignadamente al marido” (Medio, 1953, p. 207). En este pasaje podemos ver
cómo la sociedad estaba sometida a la Iglesia y al Régimen y la mujer carecía
de emancipación. Sin embargo, Ger, el antagonista de la señora Rivero, defiende
la libertad de la mujer y que “el hogar no puede ser la única aspiración de la
mujer moderna” (Medio, 1953, p.183). En definitiva, la Señora Rivero representa
los valores del régimen Franquista y Ger y su padre, “el Aguilucho”, encarnan
los valores de la II República.
—Mamá, ¿no has pensado nunca en el porvenir de tus hijas?
[…]
—¡Pues claro que he pensado! […] ¿No he procurado siempre que tus
hermanas fuesen unas señoritas?… Si Lena es un pilluelo, no será porque yo le
haya regateado mis consejos y empleado con ella cuantos procedimientos me
parecían adecuados para traerla al buen camino. Aunque estoy ya perdiendo las
esperanzas de conseguirlo. ¿Qué hombre va a cargar con esta muchacha, que no
tiene una sola cualidad buena? […]
—[…] A mí me han educado de una manera tradicionalista y así
formaré a mis hijas. Me desagradas tus ideas revolucionarias. (Medio, 1953, p. 181).
La
madre de Lena defiende la educación tradicional y la sumisión de la mujer al
hombre, es un personaje antifeminista que:
Sentía aversión hacia los marimachos, a los que calificaba de
sufragistas y defendía con toda su energía lo que llamaba la delicadeza, la
feminidad de la mujer. Si la mujer salía de casa a ganarse el pan, el concepto
de hogar tradicional desaparecería… (Medio, 1953, p. 182).
4.
Conclusiones
A través de este artículo hemos visto cómo Dolores Medio creó una
prosa comprometida con su tiempo donde reflejó sus preocupaciones sociales como
la educación laica e igualitaria, el papel de la mujer en la sociedad, la falta
de libertad y las penurias y miseras que asolaron a España durante más de 30
años. Ante una sociedad patriarcal donde la mujer tenía restringido el acceso a
la educación y se las privaba de su independencia ella cuestionó los nuevos
valores y la moralidad impuesta, dejando constancia en todas sus novelas
sorteando las dificultades que se encontró con la censura editorial.
El discurso crítico que se
mantiene a lo largo de Nosotros, los Rivero evidencia que las
posibilidades de la mujer de acceder a una vida plena e independiente fueron
mucho mayores durante la II República que en los años 50. Las ideas más
revolucionarias de la autora sobre la situación política y social se dan a
través de Ger, un personaje masculino, que defiende sus ideales y muere por
ellos.
No obstante, a través del personaje de Lena Rivero, Dolores Medio
reivindicó el papel de la mujer en la esfera pública, la posibilidad de poder
construir su identidad propia y dio voz a todas aquellas mujeres incomprendidas
por la sociedad. Lena representa el triunfo y la libertad que confirma su
trayectoria a lo largo de las dos novelas. Además, como señala López (1995, p.
105) “este personaje rompe con el mito de la pureza y el recato, así como con
la ética del sacrificio” que vemos en los personajes femeninos de El pez
sigue florando. Lena se configura como una
mujer fuerte y segura de sí misma, capaz de tomar sus propias decisiones y a la
que no le preocupan los comentarios ajenos. Lena cuestiona la superioridad del
hombre, las tareas que la mujer tiene asignadas dentro del hogar y que la mujer
no pueda trabajar fuera del hogar, que como bien expresa a través del personaje
de Gina Planell, “tampoco es una tragedia” (Medio,
1959, p. 213).
En una época en la que la censura marcaba todo cuando debía ser
leído, las escritoras de la generación de medio siglo y las “chicas raras” se
convirtieron en el espejo de muchas mujeres españolas, y dieron voz a un
colectivo que se sentían incomprendido y excluido por la sociedad. Estas
heroínas se convirtieron a partir de los años 40 en un modelo femenino rebelde
e inconformista y se mostraban dispuestas a desafiar los cánones establecidos
para romper con el mito de la feminidad y luchar por sus derechos y su
emancipación, porque “no son ideas revolucionarias […] y esos viejos prejuicios
[…] deben desaparecer” (Medio, 1953, p. 182).
5. Bibliografía
Aldecoa,
Josefina (1983). Los niños de la guerra. Ediciones generales Anaya.
Alted Vigil, Alicia (1991). “Las mujeres en la sociedad
española de los años cuarenta”. En Las
mujeres y la guerra civil española. Ed.
Ministerio de Trabajo e inmigración, Instituto de la Mujer (pp. 293-303).
Carrasco de Miguel, Berta (2011). La mujer española, escritora de su propia experiencia carcelaria.
Western Michigan University.
Cirlot, Juan Eduardo (2013). Diccionario de símbolos. Siruela.
Linuesa
Torrijos,
Estefanía (2021). “Ana María Matute. Censura y autocensura: la (no)
recuperación de su producción literaria”. Revista de crítica literaria Diablotexto Digital Vol. 10, pp. 193-2013. DOI: https://doi.org/10.7203/diablotexto.10.21544
Löfquist, Eva (2008). Mujeres
que escriben Mujeres que leen. Escrituras
y lecturas desde una mirada de género. Löfquist.
López Alonso, Covadonga (1993). “Introducción”. En Diario de una maestra
(pp. 7-65). Castalia.
López, Francisca (1995) Mito
y discurso en la novela femenina de posguerra en España. Pliegos.
Martín Gaite, Carmen (1987). Desde la ventana.
Espasa Calpe.
Martín Gaite, Carmen (1994). Usos amorosos de la
posguerra española. Anagrama.
Medio Estrada, Dolores (1953). Nosotros,
los Rivero. Destino.
Medio Estrada, Dolores (1959). El pez sigue flotando. Destino.
Medio Estrada, Dolores (1980). Atrapados
en la ratonera. Memorias de una novelista. Editorial Alce.
Medio Estrada, Dolores (1993). Diario de una maestra. Castalia
Montejo Gurruchaga, Lucía (2010). Discurso de autora: género y censura en la narrativa española de
posguerra. UNED.
Plaza Plaza, Antonio (2021). “El asociacionismo femenino en
España hasta la Guerra Civil. Una aproximación”. En Negrete Peña, Rocío y Somolinos Molina, Cristina (Eds.). Las mujeres que
cosían y los hombres que fumaban (Pp. 25- 57). UMA editorial.
Rodríguez, Antonia (2005). María Lejárraga, una mujer en la sombra.
Algaba.
Sarlo, Beatriz (2000). El imperio de los sentimientos. Norma.
Soldevila Durante, Ignacio (1967). “La novela española actual.
Tentativa de entendimiento”, Revista Hispánica moderna, n.º 1-2, pp.
89-108.
Soldevila Durante, Ignacio (1980). La novela española desde
1936. Alhambra.
Zuin, Margherita (2019). La chica rara. Escritoras de posguerra se miran al espejo. [Tesis doctoral]. Università Ca’Focari Venezia. Recuperado de http://hdl.handle.net/10579/15216. [Fecha de consulta: 23/11/2021]
[1] La influencia de Carmen Laforet es muy importante en la narrativa de Dolores Medio. Carmen Laforet presentó un género que rompía con los esquemas establecidos y reflejó en Andrea a muchas mujeres que se sentían incomprendidas. Por este motivo, podemos observar como no solo encontramos similitudes entre Andrea y Lena, sino que también aparecen semejanzas en cuando a las estrategias narrativas: son ellas las que toman la palabra y ya adultas narran los acontecimientos pasados. En el caso de Nosotros, los Rivero la voz narrativa es la de un narrador omnisciente.
[2] La simbología está muy presente en Nosotros, los Rivero y por ello podemos encontrar una connotación especial en el mote del padre de Lena, “el aguilucho”. Como hemos mencionado, el padre representa los valores liberales frente a la madre que representa la España conservadora y castiza por ello podríamos hacer la analogía con el águila, un animal que se identifica “con el sol […] el águila simboliza también al padre” (Cirlot,2013, p. 72), por este motivo, podríamos identificarlo con el sol, la esperanza de una situación socio-política más favorable. Sin embargo, al morir el padre vemos como muere el optimismo de recuperar los derechos que la II República había conferido a los ciudadanos.
[3] La crítica a la censura aparece en numerosas ocasiones a lo largo de la novela. Dolores Medio sufrió los efectos de la (auto)censura en su producción literaria y tuvo que enfrentarse a la tijera censora. Una de sus obras que más sufrió los efectos censores fue Nosotros, los Rivero. La primera vez que fue presentada a censura fue denegada su publicación por atacar a la moral y tener pasajes que atentaban contra el régimen y sus instituciones. Por ello, Dolores Medio se vio obligada a suprimir páginas y páginas para que su obra pudiera ver la luz. En 2017 la Editorial de Libros de la Letra Azul publicó una edición con el texto íntegro.
[4] El pasaje pertenece al mecanuscrito de Nosotros, los Rivero presentado a censura por la editorial Rumbos el 11 de febrero de 1952. La novela no consiguió pasar la censura. Las tachaduras que aquí se reproducen son las que tachó el censor. El fragmento fue censurado por tratar de forma explícita un tema tabú en la literatura femenina: se narra el encuentro sexual forzado entre el Capitán y Lena. En la edición que ganó el premio Nadal estas líneas fueron suprimidas por la autora.
[5] AGA Sign. 21/09795 Exp. 668-52.
[6] La ciudad de Madrid es un espacio significativo cuando analizamos los personajes de las “chicas raras”: Andrea decide abandonar Barcelona para empezar una nueva vida en Madrid y Natalia expresa su deseo de mudarse a la gran ciudad cuando termine sus estudios de bachillerato.
[7] Como señala López (1995, p. 21): “la solterona es un ser fracasado y, por tanto, desprestigiado socialmente, que no ha sido capaz de lograr la única meta digna en la vida de una mujer. La sociedad sólo se preocupa de que algún día encontrará a ese príncipe azul que le promete la novela rosa”.
[8] Durante el franquismo solo se aceptó que la mujer trabajara fuera del hogar cuando estaba soltera, aun así, se esperaba que se tratase de una situación temporal y, que cuando se casase, dejase de hacerlo.