CLÉMENCE
ZAMORA CRUZ, O PARÍS PARA SEGUIR VIVA: ENTRE ESPERANZAS Y DESILUSIONES.
CLÉMENCE ZAMORA CRUZ OR PARIS TO STAY ALIVE: BETWEEN
HOPES AND DISAPPOINTMENTS[1]
.
Nadia
Brouardelle
Universidad
del País Vasco
Resumen:
Nacida en 1975 en Puebla, en México, la vida de
Clémence Zamora Cruz se truncó cuando, con tan sólo 6 años, anunció a sus
padres que se quería casar con su profesor de inglés. Una confesión que
trastornó su devenir, ya que tuvo que abandonar el domicilio familiar, un
domicilio teñido de transfobia. El ambiente exterior, más cruel aún que el
hogar familiar, le hizo darse cuenta de la vulnerabilidad de las personas de su
condición. El acoso verbal y físico sufrido se hizo efectivo tanto en la
escuela como en la calle con la represión policial. Con 15 años decidió
abandonar su casa; pasó un año en la calle y fue rescatada por su abuela que,
sin entenderla realmente, le enseñó algunos mecanismos de supervivencia para
hacer frente a la homo-transfobia reinante en la calle. Finalmente, dio el paso
transatlántico para exiliarse en París con la ayuda de un novio francés que
tenía en aquel entonces. Una experiencia personal que refleja la vida de miles
de transgénero en América Latina que nos gustaría exponer a lo largo de este
artículo, gracias también al testimonio vivo de Clémence Zamora Cruz que se ha
prestado amablemente a una entrevista virtual. Sus palabras nos testimonian que
la situación de los personas transgénero está todavía muy lejos de su deseable inclusión
en la sociedad mejicana del siglo XXI.
Palabras claves:
Clémence Zamora Cruz; transfobia; transgénero; leyes
Abstract:
Born in 1975 in Puebla, Mexico, Clémence Zamora Cruz's
life was cut short when, at the age of six, she announced to her parents that
she wanted to marry her English teacher. A confession that turned her life
upside down, as she had to leave the family home, a home tinged with
transphobia. The outside environment, even more cruel than the family home,
made her realise the vulnerability of people of her condition. The verbal and
physical harassment she suffered became effective both at school and in the
street with police repression. At the age of 15, she decided to leave home; she
spent a year on the street and was rescued by her grandmother who, without
really understanding her, taught her some survival mechanisms to cope with the
prevailing homo-transphobia in the street. Finally, she took the transatlantic
step to go into exile in Paris with the help of a French boyfriend she had at
the time. A personal experience that reflects the lives of thousands of
transgender people in Latin America, which we would like to describe in this
article, thanks also to the living testimony of Clémence Zamora Cruz, who
kindly lent herself to a virtual interview. Her words testify that the
situation of transgender people is still far from their desirable integration
into 21st century Mexican society.
Key words: Clémence
Zamora Cruz; transphobia; transgender; law
Según la teoría del
estigma de Erving Goffman, una persona estigmatizada está privada de la plena
aceptación social y reducida a una condición de persona manchada, con una
identidad deteriorada por el hecho de tener un atributo, una diferencia no
deseada que la identifica y la lleva a ser menospreciada y marginalizada. El
grupo de las personas transgénero, que incluye diferentes realidades y que hace
referencia a las personas que tienen una identidad de género o una expresión de
género que difiere de lo típicamente asociado al sexo asignado al momento del
nacimiento, es sin duda uno de los grupos sociales más estigmatizados,
discriminados y marginados. La ausencia de reconocimiento legal, la exclusión,
la negación de servicios y de derechos básicos contribuyen al aislamiento y
marginación con consecuencias sobre la salud [...], la esperanza de vida y la
capacidad de respuesta a las necesidades básicas. (Charlebois,
2020, p.13)
1. Introducción
Cifras demoledoras, inconcebibles en el siglo XXI. Mónica
Mena Roa, periodista de Statistas[2],
denunció, en un artículo publicado el 18 de noviembre de 2021, que datos del trabajo
de investigación TvT[3] revelaban la cifra
aproximada de 4042 asesinatos de personas transgénero, en sus diversas
manifestaciones, entre enero de 2008 y septiembre de 2021 a nivel mundial.
Peor aún. Añade la cronista que, según dichos datos, 2021 fue el año más
mortífero hacia estos colectivos en situación de precariedad social y
económica: 375 víctimas entre el 1 de octubre de 2020 y el 30 de septiembre de
2021; la mayor parte de estos actos criminales tuvieron lugar en Brasil, con 125
personas muertas, 53 en Honduras, la misma cifra en Estados Unidos y 65 en
México, país de origen de la protagonista de este artículo, Clémence Zamora
Cruz, que tuvo que huir del país en 1996 para sobrevivir. Mónica Mena Roa concluye subrayando que esos
números no son el puro reflejo de la realidad ya que “muchos asesinatos no se
reportan, los datos no se recogen de manera sistemática en muchos países, y las
familias, autoridades y medios suelen referirse a la persona con el género
incorrecto.” (Mena Roa, 2021). Si nos centramos en la población mexicana, que
es la que nos interesa, cabe subrayar que la transfobia es persistente,
palpable, desgraciadamente efectiva: México es, en el mundo, el segundo con más
transfeminicidios después de Brasil, con 261 homicidios de mujeres trans de un
total de 473 personas LGTB+[4],
fallecidas entre 2013 y 2018. La esperanza de vida de dicho colectivo es de 35
años (Barragán, 2020) frente a los 76 años para los y las heterosexuales (Quiroga,
2020). Una realidad cruda que perdura en dicho país, de 32 entidades
federativas, donde las leyes son totalmente distintas en cada una. La tierra
que vio nacer a Clémence Zamora Cruz sigue siendo liderada por un patriarcado y
un machismo que dificulta el reconocimiento de los trans, 25 años después de su
partida, provocada por el miedo a perder la vida.
2.
Un coming
out precoz y doloroso
Por todo el mundo, las personas que viven su identidad
de género fuera de las normas convencionales, se enfrentan cotidianamente a
violencias de todo tipo, como abusos, violaciones, torturas y, como hemos dicho
arriba, son víctimas de crímenes alimentados por una transfobia patológica. De
hecho, nuestra sociedad sigue anclada en el modelo heterosexual, en el que
hombres y mujeres nacidos personas con uno u otro sexo, desempeñan el rol concreto
que la sociedad sexista, patriarcal y católica estableció en su día:
El rol de género incluye una serie de conductas y
actitudes que, en cada momento y contexto sociocultural, delimitan el contexto
de la masculinidad y la feminidad, adquiridas a través del proceso de
socialización. A medida que los niños y las niñas crecen adoptan roles e
género, lo que equivale a decir que adoptan patrones generales de conductas que
son considerados por la sociedad como apropiados y deseables en función del
sexo que los realice. A través del proceso de socialización, esta adquisición y
realización de actos y actitudes ocurren de manera paulatina. Los roles de
género prescritos suelen exagerarse y transformarse en estereotipos, constituyendo
un conjunto de creencias estructuradas acerca de los comportamientos y las
características que se creen apropiadas para cada sexo. Constituyen opiniones
ya creadas que son impuestas como un cliché a los miembros de la comunidad y
designa lo que uno es para los otros. (Hurtado Villanueva, 2014, p. 16).
La transexualidad es un fenómeno tan viejo como la humanidad. A lo largo de
la historia se han reportado seres con estas características, los cuales han sido
rechazados o admirados dependiendo de las características culturales en las que
se les describe. [...] Durante la Edad Media y el Renacimiento también
existieron personajes que se vistieron y actuaron como transexuales, pero en
general la conducta se ocultó por miedo a la represión que ejerció la Iglesia
Católica contra este tipo de conductas, que como la homosexualidad, no conducían
a la formación de la familia y a la procreación de la especie. (Salin-Pascual,
2008, p. 25).
La sociedad mexicana sigue anclada en la mentalidad católica[5] 32 estados, 32 códigos
legales distintos, unos más avanzados que otros, en los que el espíritu
católico y sexista hace más difícil abrirse a nuevas perspectivas sexuales, a
verlas y a aceptarlas. Clémence Zamora Cruz, nacida en el último cuarto del
siglo XX, en Puebla, cuarta ciudad más poblada de México, entenderá muy pronto,
cuando, incomprendida por su orientación sexual, tiene que abandonar el
domicilio familiar para vivir la experiencia de la calle, al igual que buena
parte de sus semejantes. Nacida en el
seno de una familia mexicana y católica, Clémence Zamora Cruz hizo su coming out muy pronto, con 6 años[6]. Sin conocer los términos
que rodean la transexualidad, de manera espontánea e inocente, anunció a su
familia y a sus 5 hermanos/as, durante una comida dominical, que quería casarse
con su profesor de inglés. Corrían los primeros años de la década de los 80 en
el siglo XX, en un país donde barbarie[7] y patriarcado caminan de
la mano: incapaz de pensar el origen de tal confesión, el padre pensó que se
trataba del capricho de una niña que se enamora de su profesor, como frecuentemente
ocurre en la infancia con figuras docentes admiradas. Así las cosas, le
contestó: “No puedes ya que los chicos no
pueden casarse con otros chicos.” La réplica de Clem[8], nombre andrógino que
adoptó muy pronto, creó cierto desconcierto, ya que confesó verbalmente a la
familia que no había ningún problema, puesto que ella no era un niño. De hecho,
nos asegura que antes de declarar su identidad más profunda, soñaba muy a
menudo despertarse en un cuerpo de niña. Ella entendía perfectamente su
propósito; sentía que había nacido en un cuerpo equivocado. Sus padres, no. Al
igual que muchos progenitores que se enfrentan a esta situación, los suyos reaccionaron
de manera violenta, en un intento de virilizar a su vástago. Su confesión, inasumible
para su familia católica, acarreó un antes y un después en la vida de la
incomprendida: consultaron un psicólogo[9], quien, diagnosticada una
posible homosexualidad, les prescribió una masculinización estricta. Así, se
empeñaron en cambiarle la apariencia y las actividades: le cortaron el pelo, le
prohibieron la música, el baile folclórico y el dibujo que los sexistas
consideran actividades femeninas. Sus auténticas aficiones fueron sustituidas
por el fútbol, deporte muy viril, según las mismas personas. La niña no podía
entender lo que pasaba en su entorno, ya que, para ella, no se trataba de
confusión mental, ni de disforia de género. Era un sentimiento profundo,
anclado en su ser, una convicción. Al igual que sus padres no habían elegido
ser heterosexuales, ella no había elegido ser transexual, un término que, por
otro lado, no pertenecía al léxico de una persona de 6 años. De lo que sí
percataba era de la insistencia de sus padres en hacerla vivir en un género que
rechazaba interiormente. Un sufrimiento que Salin- Pascual plasma a la
perfección: “Algunos niños tienen dificultades serias para desempeñar el papel
de su supuesto género, y sufren todo el día para tratar de aparentar lo que no
son. Los padres desesperados y sin entender la situación real de sus hijos, se
transforman en los perseguidores más cercanos.” (Salin-Pascual, 2008, p. 29). Perseguida
por sus progenitores, la casa familiar resultó convertirse en un infierno. En
el ámbito escolar se reproducía el mismo escenario de persecución y acoso que
en la casa. El director de la escuela donde estudiaba, le reprochaba su atuendo
femenino, que no hacía sino llamar la atención de sus compañeros de clase,
entre insultos homófobos y transfóbicos, burlas y empujones. Asimismo, la
dirección de la escuela acusó a los padres de no haber dado a Clem la educación
adecuada, además de ser incapaces de encontrar una solución al problema de su
“hijo”. Incomprensión total en su vida social y privada. Así resume nuestra
protagonista, con cierto dolor, su infancia y adolescencia: un camino jalonado
de obstáculos y humillaciones diversas. Una verdadera violencia de género como
lo expresan las autoras de Contenidos
docentes de vanguardia:
Solemos entender por violencia de género la que padecen las mujeres a manos
de sus parejas, pero quizá convenga ya extender dicho concepto a otros
colectivos o “minorías” que también sufren violencia por ser el género
hegemónico en la cultura patriarcal, la cual jerarquiza, discrimina y, en
definitiva, ejerce violencia sobre las otras identidades de género que
transgreden el rígido modelo heteronormativo de dos sexos dos
géneros/heterosexualidad. En este sentido, las personas que no se ajustan a
esos patrones, culturalmente establecidos, están más en disposición de sufrir
actitudes discriminatorias y violencias como consecuencia de la interiorización
y presunción de los valores patriarcales. (Chao Fernández, Amaro Agudo,
Rodorigo, 2018, p. 221).
Todavía menor de edad, Clem no podía más con
la situación que su coming out había
generado. Afectada por las emociones negativas, como la frustración y la
desesperanza, que la dominaban, por la falta de entendimiento que sufría con
respecto a su situación, se daba cuenta de que en el hogar familiar, al igual
que en los espacios públicos, en este mundo excesivamente binario, no había
tregua posible. Clem nos cuenta que en la escuela como en casa, las violencias,
tanto verbales como físicas, se multiplicaron. Por añadidura, sus hermanos y
hermanas la hacían responsable del acoso que ellos mismos sufrían; sus padres
se sentían impotentes. En definitiva, se sentía responsable de los daños
colaterales que su coming out generaba
sobre su familia. Afirma tristemente que todos los miembros de su familia eran
infelices y reinaba un ambiente transfobo que la familia era incapaz de
superar. Harta de tanto acoso físico y emocional, después de un violento
altercado con su padre, decidió marcharse; era nochebuena y tan sólo tenía 15
años. Esta decisión es de libro: La situación de estigmatización y
discriminación en todos los ámbitos vitales empuja a la gente discriminada a
huir del ámbito familiar que, en lugar de proteger y comprender, alimenta los
mismos sentimientos transfobicos que se perciben fuera del hogar:
[...] es un error pensar la
familia solamente como un espacio de amor, protección y cuidado, sin reconocer
que puede operar como ámbito de dolor, castigo y opresión. Los testimonios
demuestran que en las familias ocurren los principales hechos de homo-, lesbo- y transfobia y de sufrimiento para los y las
estudiantes LGTB; por lo tanto, hay que pensar la familia también como lugar de
generación de violencia. El castigo psicológico mediante palabras soeces,
insultos, señalamientos, estigmas y juicios de valor negativos refleja un
desconocimiento del orden simbólico del lenguaje y el orden psíquico de la
comunicación, elementos invariables en la constitución del ser humano. (Guido,
Garzón, 2020. p. 157).
2. La situación de la calle: un acercamiento real a las
injusticias socio-económicas.
Huir. Era su decisión, para evitar más daños a
su familia y también para escapar de un ambiente que se estaba degradando cada
vez más. Ella sabía que no podía quedarse en casa. La niña en cuerpo de niño
pasó la nochebuena en la plaza central de Puebla, con otras “escorias de la
sociedad”, otras personas incomprendidas que habían abandonado a sus
progenitores por las mismas razones. Sin embargo, Clem aprendió rápido que la calle,
como refugio abierto es un lugar hostil y peligroso para expresar su
sexualidad. Un lugar donde la transfobia es más palpable, más real y, sobre
todo, más cruel. Pero no tenía otra escapatoria posible. Sin embargo, no tenía
intención de quedarse en Puebla. Con el poco dinero que llevaba encima, al día
siguiente cogió un bus para México Distrito Federal (ahora Ciudad de México). Allí,
durante más de un año, vivió lo cotidiano de muchas personas de su colectivo;
una experiencia muy dura. Reconoce que la situación en casa era complicada,
pero que, al menos, podía disfrutar de una cama y comer cuando lo necesitaba.
El espacio abierto de la calle le enseñó a ser solidaria y a arreglárselas por
sí misma para sobrevivir; asimismo, afirma que se dio cuenta de lo que el
tercer sexo soportaba en la calle, de las opresiones hacia ella y de las
desigualdades económicas y sociales que sufría. Al igual que sus congéneres,
fue trabajadora sexual para no perecer en este ambiente transfóbico. Aclara que
esta actividad es una de las pocas vías laborales en las que se pueden
desarrollar las personas transgénero, al ver cómo se cierran para ellas las
puertas de actividades que ejercen la gente heterosexual; una de las pocas vías
de escape para sobrevivir, que subraya Carmen Meneses:
[...] La transexualidad puede
acontecer de varón a mujer o de mujer a varón, pero son principalmente las
personas transexuales con anatomía de varón e identidad de género femenina las
que recurren a la prostitución. Son diversas las razones o motivos que llevan a
estas personas a ejercer esta actividad, pero entre ellas podemos destacar su
marginación y exclusión social del mercado laboral si manifiestan públicamente
su identidad de género. Son escasos los trabajos que aceptan empleados y
empleadas transexuales y para muchas de estas personas los empleos en
espectáculos, la pornografía o la prostitución se vislumbra como única salida. (2007,
p. 31).
Los años 90 eran tiempos difíciles para las personas
transexuales, cuya estigmatización era feroz y muda a los ojos de la sociedad mexicana[10], machista
y endémica, que reinaba sin tapujos y que hacía oídos sordos a la
discriminación y violencia hacia este colectivo. Clem, que recibió la
protección de una prostituta transexual, fue testigo de la hostilidad verbal y
física hacia su colectivo además de las mil penas que experimentó para
sobrevivir en la jungla de la calle: mendigar para procurarse alimento, deambular
para encontrar un sitio seguro para dormir lejos de las personas malintencionadas.
Supo, y entendió, lo que era ser y sentirse excluida de las diferentes esferas
públicas; palpó lo que era la transfobia que Ulises Borgogno
resume en esas líneas:
La transfobia se manifiesta en diversos contextos de
la vida de los seres humanos trans: en la institucionalidad pública como la
escuela y la salud, en la familia, en el ámbito laboral, así como en el sistema
jurídico legal y en las actividades que se realizan cotidianamente en el
espacio público. La transfobia niega las expresiones e identidades de género
que se eligen. Con lo cual, atenta contra la autonomía, la dignidad y la vida
de las personas trans. Las expresiones transfóbicas obstruyen y anulan otros
derechos humanos como el acceso a la salud, al trabajo y a la educación, así
como la identidad, la familia, la vida y la libertad, entre otros. (2010).
Tras un año entero deambulando por las calles de una
de las capitales más pobladas del mundo (ciudad de México), Clem iba a crecer y
madurar a la fuerza. Sin embargo, siendo menor de edad, fue localizada por la
policía, que dio aviso a sus padres. Tenía todavía cierto rechazo a la idea de
volver al hogar familiar, sobre todo para evitar el sufrimiento derivado del
acoso que generaba su condición y por el recuerdo doloroso de que su familia no
quería aceptar su verdadero “yo”. Entonces, se trasladó a casa de su abuela[11]. Aparentemente
emocionada, confiesa que su abuela tampoco entendía la transexualidad que vivía
su nieta; sin embargo, se comprometió a ayudarla. Primero, le inculcó unas
estrategias para no estar sola en la calle y no aislarse nunca por miedo a que
la agrediesen. Clem era consciente del odio en la calle hacia las personas de su
condición y, a la fuerza, había adquirido habilidades de defensa. La anciana le
animó a proseguir sus estudios. Para ello, buscaron y encontraron un piso en
Puebla. También la convenció para ocultar su orientación sexual, y así poder estudiar
sin tener que sentir el acoso permanente de los demás sobre ella. Así, sin
grandes males, consiguió un diploma en “Administración de turismo”, y pronto
obtuvo su primer empleo. Recuerda que de día se “disfrazaba” de hombre, para
vivir libremente de noche como mujer; el pan de cada día del colectivo LGTB
para integrarse en el mercado laboral tan sexista: “Paradójicamente,
llevar una vida normal significa para muchos transexuales aceptar vivir una
doble vida para escapar del rechazo, [...] esconder su identidad una parte del
día. La visibilidad de la transexualidad provoca a veces la exclusión del mundo
del trabajo. “(Tin, 2015, p. 461).
Clémence nos cuenta que para esta etapa de su vida, ya se
había comprometido con el activismo político y con la lucha a favor de los
derechos humanos. En este sentido, participaba, junto con otros estudiantes progresistas,
en manifestaciones a favor de la democracia. A principios de los años 90, en
México, se inició también la reivindicación de una justicia social a favor de
los derechos para los LGTB. No es difícil imaginar que ser activista y
transexual en una época de mucha represión hacia los que renegaban del gobierno,
y hacia quienes transgredían la heteronormatividad impuesta en un país sexista
y machista[12],
significaba ser el blanco de la policía. Así fue; relata Clem que, si bien el
mundo es conocedor de las protestas estudiantiles de 1968, conocidas como la
masacre de Tlatelolco, donde murieron centenares de estudiantes a mano de las
fuerzas de seguridad del Gobierno, muchas otras revueltas fueron también reprimidas
muy violentamente por la misma policía aunque el único eco de estas acciones y
la falta de documentación fue el silencio. La joven trans afirma que, como
consecuencia de su participación en diferentes manifestaciones, fue encarcelada
y torturada varias veces, sin ninguna prueba. De manera anecdótica, recuerda
cómo un día ella y sus acompañantes bloquearon las calles principales de Puebla
antes de dispersarse. Ella y su grupo fueron hacia un centro comercial, donde
la policía les rodeó y empezó a golpearles. Luego, les dispersó y les ordenó
mirar en silencio cómo se ensañaba con unas personas y detenían a otras que
desaparecieron para siempre. Violencia sobre todo hacia el colectivo LGTB, que
se refleja en el testimonio de personas perseguidas y acosadas por su identidad
o género: “Las narrativas también ponen de manifiesto la violencia ejercida
contra las personas transgénero en los espacios públicos, donde con frecuencia
so insultadas, hostigadas, perseguidas y detenidas, incluso, en muchos casos,
de manera absolutamente arbitraria. (Cabral y Hoffman, 2009). “
Clémence percibía que el clima político era cada día más
hostil y peligroso para ella. La firme decisión de abandonar el país la tomó
después de que un día, mientras esperaba un bus, fue detenida por un agente que
le puso un arma en la sien, amenazándola: si no se iba de México, su familia
podía estar en peligro de muerte. Huir para seguir viva, huir para mantener la
integridad de su familia. En aquella época, tenía un novio francés que tenía
que volver a Francia por su trabajo; era sin lugar a duda el momento para pedir
un visado y marcharse al país de los derechos del hombre, o, mejor dicho, de
los derechos humanos.
En 1995, inició los trámites para abandonar México, lo
que resultaba complejo al ser ella blanco de las fuerzas de seguridad. Además,
en aquella época se requería la cartilla militar para tramitar por primera vez
el pasaporte. (Xilotl Ramírez, 1982). Un auténtico
problema para una persona transgénero. La dificultad estaba asegurada: después
de numerosos vaivenes en su afán por conseguir el documento que garantizaría su
libertad, se encontró un día con un alto funcionario de la embajada francesa en
México y, desesperada por todos los intentos infructuosos, le dijo que si no le
expedía un visado la condenaba a muerte. Cuenta que, en ese momento, el
funcionario dejó de tomar notas y ambos entablaron una conversación abierta y
sincera. Al final, era una disidente política... Obtuvo un visado para estudiar
en Francia, donde llegó en 1996. Recuerda que la sensación de libertad, durante
los primeros meses en la capital francesa, era total, absoluta: no se sentía
perseguida, observada; podía andar por la calle sin miedo. Sin embargo, pronto
se dio cuenta de que el ambiente estaba teñido de un aura transfóbico. En
efecto, sentía que en determinados sectores en los que se movía, se hacía
palpable cierta aversión hacia el colectivo LGTB; según ella, una transfobia
insidiosa, silenciosa, pero real, se instalaba a la hora de ir, por ejemplo, al
médico. Clem relata y denuncia los mismos hechos que FELGTB[13] y Médicos del Mundo:
[...] el 20 por ciento
de las personas trans anulan sus compromisos médicos por miedo a que se las llame por un nombre
que no es el suyo, el 16
por ciento para evitar que se las falte al respecto y el 14 por ciento por
temor a visibilizarse como personas trans en la consulta [...]; el 50 por
ciento de estas personas han sufrido un trato discriminatorio en alguna ocasión
al acudir a los servicios sanitarios, incluido un 16 por ciento que asegura
sufrirlo siempre, o casi siempre [...]. Por otra parte, casi el 30 por ciento de
las personas encuestadas afirmaron que ya no van al médico nunca o casi nunca y alegaron como motivo también el
trato discriminatorio: no se sienten bien atendidas por la falta de formación
del personal sanitario y reciben, en general, un trato que las hace sentirse
incómodas. (Redacción médica ,2019).
Asimismo,
la policía francesa no es tan violenta hacia los transexuales como en México;
finge ayudar, pero no actúa. Esa era la sensación que tuvo Clem las veces que
se vio en la necesidad de denunciar el acoso callejero que sufría. Aclara que
el propio cuerpo de seguridad eliminaba de un plumazo las denuncias utilizando argumentos
homofóbicos. Igualmente, en la vía pública podía oír, desde un coche patrulla,
insultos transfobos hacia su persona, aconsejándole cambiarse de barrio, para
no tener problemas con las fuerzas del orden. Discursos y delitos de odio que
caen en el olvido, ya que se dirigen a un colectivo que sigue siendo
vulnerable, marginado y expuesto a muchos riesgos; una realidad que sigue existiendo
hoy en día, y a la cual se intenta todavía encontrar una solución:
Les pouvoirs
publics doivent agir pour reconnaître légalement l’orientation sexuelle,
l’identité de genre et les caractéristiques sexuelles comme des motifs de
crimes et de discours de haine. Mais l’efficacité de la mise en œuvre des lois
contre cette violence est cruciale. C’est pourquoi il faut former les policiers
à traiter sérieusement les crimes de haine […] L’incapacité à instruire comme
il se doit les crimes de haine à l’encontre de la population LGBTI crée un
sentiment d’impunité chez les auteurs et, pourtant, peut déboucher sur une
montée des violences contre les minorités sexuelles et de genre. […] La police
est en première ligne du système de justice pénale et constitue le premier
point de contact pour de nombreuses victimes. (OECD, 2020: 174).[14]
El
ninguneo policial es una muestra más de los prejuicios sociales, que se suman a
otros factores que impiden a las personas LGTB tener una vida digna, acceder a
un trabajo decente y a una educación acreedora. La enseñanza superior tampoco
se queda atrás; en efecto, para Clémence, acabar sus estudios fue un verdadero
calvario, ya que había mucha estigmatización en el ambiente universitario.
Cuenta los múltiples conflictos en los que se vio envuelta, sobre todo con los
profesores que usaban un discurso transfóbico y una actitud despreciable hacia
ella. Recuerda un examen oral durante el cual el profesor parecía no prestarle
atención; perpleja, le preguntó por qué no le hacía caso. El docente le
contestó sin tapujos que personas como ella no le interesaban...Su paso por la
universidad de La Sorbona estuvo jalonado de obstáculos, debido a su condición
sexual, que supo superar, aunque admite que su paso por dicha universidad fue
una auténtica lucha. Ni el acoso, físico o verbal, ni las humillaciones incesantes
tanto por parte de los profesores y profesoras, como de los estudiantes; ni las
burlas y empujones, en fin, todo lo que la lacra del acoso conlleva con
respecto al no binario, nada pudo con ella. En 2001, a las duras y a las maduras,
consiguió licenciarse en letras extranjeras. Once años después, l’Union Nationale des Étudiants en France
(UNEF) sigue denunciando la trans-homofobia anclada en las universidades
francesas:
La lutte contre
les discriminations ne figure pas toujours parmi les priorités des universités,
d'après l'UNEF. Si l'on en croit son enquête, 7% d'entre elles ne communiquent
sur aucun dispositif de lutte contre les discriminations. 45,1% ne disposent pas
d'une cellule de veille et d'écoute (CVE) consacrée à cette mission. Même
lorsqu'un CVE existe, 64,1 % d'entre eux ne traitent pas du tout des LGBTphobies. (Têtu, 2020).[15]
Tres
años después, en 2004, obtuvo la nacionalidad francesa con su sexo varón y
nombre de nacimiento, Clemente.[16]
Explica que lo vivió como otro acto violento. Era consciente de que tenía que
vivir cara a la sociedad con el sexo no deseado, a fin de encontrar un trabajo;
igual que en México vivía de día como un hombre y de noche como una mujer. Así
fue como encontró sus primeros empleos en la CCI (Cámara de Comercio e
Industria), como profesora de castellano. Un poco más tarde, obtuvo un contrato
indefinido y fue cuando decidió, por fin, emprender la transformación física
con la cual había soñado desde siempre. Empezó una hormonoterapia, un
tratamiento de por vida, que consiste en inyectarse progesterona cada dos
meses. Su voz empezó a ser más aguda, su pecho a desarrollarse y sus rasgos faciales
a afinarse. Para no llamar la atención, seguía vistiéndose de hombre, con ropa,
eso sí, un poco más ancha. Finalmente, un verano, tras haber anunciado a sus
compañeros de trabajo que iba a vivir como una mujer, cogió un vuelo para
Tailandia para ser operada. Corrían los primeros años del siglo XXI, y Francia,
así como otros países europeos, exigían la esterilización de las personas que
deseaban cambiar de sexo, como lo expresa este artículo de 2014:
Sur
le territoire européen, il existe des législations différentes mais qui, dans
tous les cas, considèrent que pour changer de sexe à l’état civil, il faut
donner la preuve d’une inadéquation de genre et d’un désordre psychique. En
France et dans la plus grande partie des pays européens, depuis 1989 et jusqu’à
présent, la stérilisation irréversible des personnes trans pour obtenir
des papiers « en conformité avec leur genre désiré »
est obligatoire. C’est donc, dans ces pays, le sexe biologique qui fonde le
sexe de l’état civil, reconnu en droit.[…] En
Espagne, il n’est plus nécessaire d’être sous traitement hormonal ou stérile
pour obtenir un changement d’état civil. Le gouvernement espagnol exige
toutefois en contrepartie un « test de vie réelle » et un
suivi psychiatrique. Le modèle a été repris en France par la Haute autorité en
santé (has).
La has préconise
alors de « prouver » que les personnes trans vivent bien
dans le genre opposé de celui assigné à la naissance dans tous les pans de leur
vie privée ou publique […] ils doivent prouver qu’ils ne sont pas des
sujets « délirants » et « souffrent »
bien de « dysphorie de genre ». […] Cela montre que dans le
cas des personnes trans les questions médicales sont très étroitement liées aux
questions juridiques. Nous pourrions situer à 1989 le début du processus
d’entrée de la question trans dans le droit français. […] En 1992, la Cour
européenne des droits de l’Homme (cedh), suite aux
pressions des activistes trans françaises, a condamné la France en mettant en
évidence que le droit français plaçait les requérantes dans un non-respect de
la vie privée (art. 8 de la cedh). La population
trans a alors commencé à s’organiser et, en 1997, la première Existrans a eu lieu à l’initiative de l’Association du
syndrome de Benjamin. […] En février 2010, Roselyne Bachelot Narquin, alors ministre chargée de la Santé et des Sports,
a annoncé la dépsychiatrisation des personnes trans. (Aguado, Zdanowicz, 2014). [17]
Clémence
no quería esperar más. No quería enfrentarse a más trámites ni traba alguna impuesta
por la legislación francesa. Deseaba ver realizado su deseo de ser mujer, y Tailandia
era el destino adecuado para llevar a cabo su transformación. [18] Cuenta
que se quedó más tiempo de lo previsto en el país asiático, ya que la operación
quirúrgica se complicó. Afirma que, durante su estancia en Tailandia, se
comunicó con sus compañeros y compañeras de trabajo, que seguían paso a paso su
transformación, expectantes de volver a verla. Pasado un año, volvió a “enfrentarse”
a las aulas, incluso con antiguos estudiantes. Preparada para recibir cualquier
tipo de rechazo, ocurrió todo lo contrario; quienes la veían como hombre, la
aplaudieron y entendieron su aspiración a ser mujer. Podía, por fin, sentirse y
vivir como una mujer. Por medio de internet, conoció a su actual marido, que siempre
la vio como mujer. Con su ayuda, Clémence emprendió los trámites para ser
reconocida legalmente como mujer. Junto a todo el papeleo necesario para llevar
a cabo la petición, hacía falta un certificado de las personas allegadas para
apoyar el deseo de cambiar el estado civil. Su marido recalcó que siempre la
había visto tener una actitud femenina y que le costaba creer que un día había
sido hombre. ¿Una declaración que invitó al reconocimiento legal? Sea lo que
fuese, la demanda de Clémence prosperó, y consiguió cambiar su estado civil en
2011, cinco años antes de aprobarse la ley de 18 de noviembre de 2016: “Art. 61-5. Toute personne majeure ou
mineure émancipée qui démontre par une réunion suffisante de faits que la
mention relative à son sexe dans les actes de l'état civil ne correspond pas à
celui dans lequel elle se présente et dans lequel elle est connue peut en
obtenir la modification. “[19]
Una
ley por la que luchó Clémence Zamora Cruz, que sigue comprometida con la causa
de las personas transexuales y la comunidad LGTBIQ+.
4.
Consideraciones finales.
Viva
a pesar de todas las adversidades; así ha sido la vida de Clémence. Ha salido
airosa de una larga lucha en la que ha hecho frente a numerosos obstáculos que
se han quedado atrás, permitiéndole disfrutar más de su presente. Sin embargo,
no olvida aquellos años de lucha en su labor de prestar la mejor ayuda posible a
la comunidad LGTB en la actualidad. En efecto, más de 10 años después de su
logro, sigue luchando por los derechos de dicha colectividad: fue portavoz del
Inter LGBT[20], de 2014 a 2020, y ahora
es copresidenta de Transgender Europe[21], donde
trabaja para la mejora de condiciones de vida de las generaciones futuras. También
es secretaria de la asociación Au-delà du genre (Más allá del género), donde ayuda a jóvenes trans y
a sus familias en la lucha contra la transfobia. Asimismo, imparte clases de
francés a jóvenes migrantes trans en la organización transgénero Pari-T (Apuesta-T). Más de 25 años después de su llegada a
Francia, considera que ha habido avances en los derechos de las personas LGTB,
pero afirma que todavía hay un largo camino por recorrer. Según ella, la
situación del colectivo puede mejorar de manera sustancial a través de la
educación, ya que es fundamental romper los estereotipos de género desde la
edad más temprana. Económicamente, es necesario otorgar más fondos y tratar el
tema de la interseccionalidad. A nivel gubernamental, hace falta frenar la
LGTBTQ-fobia institucional para dar más visibilidad a este colectivo, todavía
muy discriminado. En Francia, se avanza paulatinamente; la última ley a favor
de las personas LGBTQ+ fue aprobada el 31 de enero de 2022, y prohíbe cualquier
terapia de conversión hacia dicho colectivo. (Assemblée Nationale, 2022). Otro
paso adelante que tiene que plasmarse en la práctica... En México también ha
habido cambios desde la huida de Clémence en 1996. Según el periodista Edgar
Ulises, aunque sigan existiendo leyes homofóbicas en dicho país, de los 32 entidades
federativas que lo conforman, en 21 ya se ha aprobado el matrimonio igualitario;
en 15 se reconoce la identidad de género de las personas trans y, en 6 estados
se prohíben las terapias de conversión (Ulises, 2021). [22]
Finalmente, Clémence volvió a conectar con su familia a la que no había visto
desde su adolescencia. Las actitudes homofóbicas han desaparecido. Su familia
la acepta y la respeta porque, además de constatar que ha sabido arreglárselas
contra viento y marea, ahora encaja en el carácter binario hombre-mujer, lo que
tranquiliza a una familia tradicional mexicana.
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[1] Este artículo ha sido escrito en el marco del proyecto de investigación Condición de extranjería. Escritoras latinoamericanas del s. XXI, entre América y Europa (PID2020-112913GB-100)
[3] Proyecto de
investigación Transrespecto versus
Transfobia en el Mundo que recoge un estudio comparativo de la
situación de los derechos humanos entre el colectivo las personas Trans, México
incluido, con 60 muertes entre 2008 y 2011.
[4] En este artículo utilizaremos principalmente la sigla
LGTB, aunque somos consciente que se va extendiendo a fin de “abarcar mejor la
diversidad sexual y de género [...] De ahí surgen las siglas LGTBIQ En tiempos
recientes se ha propuesto aumentar aún más la secuencia quedando como LGTBIQ+
para dar cabida a adiciones futuras.”(Lings, 2021, p. 24).
[5] En 2020, alrededor de 77,7% de la población mejicana se considera católica (Statista, 2021) y en Puebla, es la que más se profesa con 84,3% en el mismo año (Zambrano, 2021).
[6] En el
mismo libro, Salin-Pascual explica que los niños y niñas transgénero perciben
sus diferencias a partir de los 5- años (ibidem p.26).
[7] En 2018, México ocupaba el
segundo lugar a nivel mundial en tasa de homicidios a personas transgénero ( Romero,
2018)
[8] Por
respeto a Clémence, usaremos términos femeninos para referirnos a ella.
[9] En México, como en muchos otros países, los trastornos de identidad sexual
eran o confundidos con la orientación sexual, o tratados como una especie de
enfermedad mental. Los médicos, al igual que el psicólogo de Clem, preconizaban
“soluciones” como terapia de conversión u otros tratamientos cuyo objetivo era
convencer a las personas trans identificarse al sexo que les había sido
atribuido al nacer. A este propósito, los autores de Psicología y sociología aplicadas a la medicina confirman estas
prácticas:
Históricamente, las profesiones psicológicas han medicalizado a las personas LGBT mediante categorías de diagnóstico psiquiátrico. En 1952, la homosexualidad fue incluida en el Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (DSM) de la American Psychiatric Association (APA) y fue considerado una forma de desarrollo sexual alterado [...] La APA desclasificó la homosexualidad como un trastorno mental en 1973 [...] Las profesiones psicológicas también han medicalizado a las personas transexuales [...] El diagnóstico de “transexualismo” se introdujo por primera vez en el DSM-3 en 1980 y fue sustituida por “trastorno de identidad sexual” (TIS) EN 1994. (Teijlingen, Humphris, 2020, p. 46).
[10]Según Vázquez Parra y
León, la transfobia tangible en los países latinoamericanos podría tener su
origen en su propia historia; habla del caso argentino pero creemos que se
puede aplicar a otros países: [...] basta con considerar la imposición
religiosa y axiológica que vino aparejada con la conquista militar española, la
cual fue justificada a partir del mandato bíblico de expandir la fe cristiana y
sobre la que se edificó la nueva sociedad colonial de la región. Esta nueva fe
tenía un sustento teológico muy estructurado, el cual señalaba los parámetros
de aquello que se debía considerar como correcto y premiable, e incorrecto y
suprimible (2019). Según esta reflexión, lo correcto con respecto a los cánones
eclesiásticos será, a nivel de sexualidad, el matrimonio heterosexual, un hombre
y una mujer, bajo las leyes civiles y eclesiásticas. Lo incorrecto sería toda
sexualidad ejercida fuera del contexto conyugal. Por lo tanto la aversión hacia
el tercer sexo se justificaría por una religiosidad teñida a la vez del
carácter machista mexicano: el adulterio, la bigamia, el amancebamiento, la
prostitución, la homosexualidad y el incesto, como principales desviaciones
sexuales, fueron fuertemente reprimidas y castigadas. Estas prácticas sexuales
fueron consideradas como aberrantes y atentatorias del fin único de la
sexualidad: la reproducción a partir de la familia monogámica heterosexual,
basada en la fidelidad y en el amor mutuo. La desviación con respecto a este
modelo fue motivo de represión, persecución y castigo (Becaria, 2001).
[11] Cuenta que la convivencia con su abuela fue interrumpida por una estancia
de 5 meses en el distrito de Queens en Nueva York donde tenía familiares. Ahí
se hormonó por primera vez con la ayuda del colectivo trans de dicho barrio.
[12] Navarro
Arias subraya que en México, “se sigue enfrentando a los hombres y las mujeres
mediante una educación machista y sexista. El machismo postula que los hombres
son superiores a las mujeres, gozan de libertad absoluta, controlan a su pareja
e hijos, pueden tener otras mujeres y temen sus mejores sentimientos. Por
tradición, los hombres deben comportarse como machos narcisistas, mientras que
las mujeres están obligadas a encarnar el estereotipo de sumisas, dulces y
“sufridas” ”. (2004, p IX).
[13] Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales.
[14] Los gobiernos deben actuar para reconocer legalmente la orientación
sexual, la identidad de género y las características sexuales como motivos para
los delitos de odio y el discurso de odio. Pero la efectividad de la implementación de las leyes contra esta
violencia es crucial. Es por esto que la policía debe estar capacitada para
tratar con seriedad los delitos de odio […] La falta de investigación adecuada
de los delitos de odio contra la población LGBTI genera un sentimiento de
impunidad entre los perpetradores y, por lo tanto, puede conducir a un aumento
de la violencia contra minorías de género. […] La policía está en la primera
línea del sistema de justicia penal y es el primer punto de contacto para
muchas víctimas.
[15] La lucha contra la discriminación no siempre está entre las prioridades de las universidades, según la UNEF. Si damos crédito a su encuesta, el 7% de ellas no refieren ningún mecanismo para luchar contra la discriminación. El 45,1% no cuenta con una unidad de seguimiento y escucha (CVE) dedicada a esta misión. Incluso, cuando existe un CVE, el 64,1% de ellos no abordan la LGBTfobia en absoluto.
[16] La
ley nº 2016-1547 de 18 de noviembre de 2016, para la justicia en el siglo XXI
desmedicalizó el procedimiento de cambio de sexo en el registro civil. (Catto,
2019).
[17] En territorio europeo existen legislaciones diferentes pero que, en todos los casos, contemplan que para cambiar de sexo en el registro civil es necesario acreditar un desajuste de género y un trastorno mental. En Francia y en la mayoría de los países europeos, desde 1989 y hasta ahora, es obligatoria la esterilización irreversible de las personas trans para obtener papeles “de acuerdo con su género deseado”. Por tanto, en estos países, es el sexo biológico el que determina el sexo en el registro civil. [...]En España ya no es necesario estar en tratamiento hormonal o de esterilización para obtener el cambio en el registro civil; sin embargo, el gobierno español exige a cambio un “test de vida real” y seguimiento psiquiátrico. modelo ha sido adoptado en Francia por la Alta Autoridad para la Salud (HAS). En efecto, la HAS preconiza "demostrar" que las personas trans sí viven en el género opuesto al de nacimiento en todos los aspectos de su vida privada o pública [...] deben demostrar que no son sujetos "delirantes" y "sufren claramente de “disforia de género”. [...]Esto demuestra que en el caso de las personas trans los temas médicos están muy ligados a los legales. Podríamos situar en 1989 el inicio del proceso de incorporación de la cuestión trans al derecho francés. [...]En 1992, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), bajo la presión de los activistas trans franceses y francesas, condenó a Francia al señalar que la ley francesa colocaba a los demandantes en una violación de la privacidad (art. 8 del ECHR). La población trans comenzó entonces a organizarse y, en 1997, se realizó el primer Existrans por iniciativa de la Asociación Síndrome de Benjamín. [...] En febrero de 2010, Roselyne Bachelot Narquin, entonces ministra de Salud y Deportes, anunció la despsiquiatrización de las personas trans.
16 Tailandia es el segundo país después de India en reconocer en su constitución un tercer género. ( ABC, 2015)
[19] Art. 61-5. Puede obtener la modificación de la mención relativa a su sexo toda persona mayor de edad o menor, emancipada que demuestre por una combinación suficiente de hechos que dicha mención en las actas del registro civil no se corresponde con aquella en que se presenta y en que se le conoce.
[20] Inter LGBT agrupa a unas sesenta asociaciones que militan por los derechos
de las personas lesbianas, gais, bisexuales y transgénero. Fue fundada en 1999
en París.
[21] Transgender Europe es una ONG, creada en 2005, que actúa a favor de los
derechos de las personas trans y en contra de la transfobia.
[22] Se trata de Ciudad de México (24 de julio de 2020), Edomex (20 de octubre
de 2020), Baja California del sur (28 de julio de 2021), Acateca y Yucatán (25
de agosto de 2021) y Colima (27 de septiembre de 2021).