PRESENCIA DE PUBLICACIONES DE
MUJERES EN DOS REVISTAS ACADÉMICAS DE HISTORIA EN CHILE ENTRE 1920 Y 1939
WOMEN’S
PUBLICATIONS IN TWO CHILEAN ACADEMIC MAGAZINES (1920 AND 1939)
Karín Román Guajardo
Resumen: El presente artículo se centra en el análisis de
publicaciones historiográficas de mujeres chilenas en la Academia de Historia
entre 1920 y 1939. Este abarca el contexto histórico que permitió dicha
producción académica, ligada al proceso desarrollo de la educación femenina en
Chile, el ingreso de las mujeres a la Universidad y la profesionalización del
trabajo de éstas, al igual que el estudio de las condiciones materiales e
inmateriales de los artículos publicados en las revistas Clío y Revista
Chilena de Historia y Geografía. El análisis de los artículos muestra un
cambio en los valores atribuidos a las mujeres: Desde un énfasis en temas
ligados a la pedagogía, que se desprende del rol tradicional de madre
(educadora) en la década del 20, hacia la incorporación de temas propios de la
disciplina histórica, que coincidió con la profesionalización femenina durante
la década del 30. Asimismo, el impacto de la crisis política de 1925 y
económica de 1929 se vio reflejado en la baja del número de publicaciones de
mujeres, dejando en evidencia la precaria situación de las mujeres
profesionales, abordada por el incipiente movimiento feminista en Chile.
Palabras clave: Academia de Historia, educación
femenina, revistas académicas, Historia de Chile.
Abstract: This article
centers on the analysis of women’s publications in the Academy of History in
Chile, from 1920 to 1939. It describes the historical background that made
their work possible: the development of women´s education and their access to
the University; the professionalization of their work, and the material and
unmaterial conditions of the articles written by them and published by Clío
and Revista Chilena de Historia y Geografía. The analysis shows a change
in societal values attributed to women: Education is the main subject in the
1920´s, in relation to the traditional value of motherhood, while during the
1930´s they incorporate a variety of topics directly related to the subject of
History, which coincides with the professionalization process of women labor.
The impact of the political and economic crisis - in 1925 and 1929
respectively- showed in the decline of publications made by women. This
reflected the precarious situation of professional women, brought up by the
newly established feminist movement in Chile.
Keywords: Academy of
History, women´s education, Academic Magazines, History of Chile.
Introducción
En
la actualidad experimentamos un renovado interés por estudiar y valorar las
contribuciones de mujeres intelectuales en las distintas ramas de la Academia y
las Ciencias Sociales, surgida de un resurgimiento de los movimientos
feministas a nivel mundial. Particularmente sobre la Academia de Historia, en
el caso chileno nos encontramos con escasas publicaciones que aborden el tema
en cuestión, sobre todo en cuanto a la primera mitad del siglo XX. La
convergencia entre este renovado interés y la escasez de publicaciones al respecto, nos lleva a dar los primeros pasos en el
tratamiento y análisis de las mujeres chilenas en la Academia de Historia,
durante la primera mitad del siglo XX.
El
ingreso de las mujeres chilenas a la producción del conocimiento científico en
sus diversas áreas, se desarrolla al amparo de las
universidades. La llegada de las mujeres a la universidad se da gracias a un
largo trayecto de perfeccionamiento de la educación femenina en Chile,
emprendida desde finales del siglo XIX.
El
desarrollo de la educación de las mujeres no se puede desligar de dos procesos
fundamentales. El primero es el proceso de fortalecimiento del Estado y
adopción de servicios públicos antes desempeñados por la iglesia, enmarcado en
la prerrogativa de secularización de la sociedad promovida por los gobiernos
liberales. En este puede
destacarse el Decreto Amunátegui de 1877, que permite la entrada
de las mujeres a la Universidad e impulsa el mejoramiento de la educación
secundaria femenina (Sánchez, 2006, p. 498)
Si bien el manejo estatal de la educación mejora las condiciones
generales de los establecimientos, su cobertura y los currículos educativos, se
da una marcada diferencia entre la educación destinada a los hombres y a las
mujeres. Hasta 1890 no existían escuelas fiscales para mujeres, por lo que toda
su educación recayó en colegios privados o confesionales, y no es hasta 1919
que se estandarizaron los programas educativos femeninos para garantizar una
preparación mínima, dirigida a rendir los exámenes de ingreso a la Universidad,
en oposición a un currículum colmado por los denominados “saberes femeninos”,
ligados a la mantención del hogar y cuidado de los hijos (Serrano, 2012, p.
325).
Es
por ello que debemos destacar como segundo proceso el
paulatino cambio de la idea de los roles de las mujeres en la sociedad,
específicamente su participación en el funcionamiento del Estado, que acogió a
las primeras profesionales chilenas de diversas áreas, como visitadoras,
matronas, enfermeras, médicas y educadoras (Illanes, 2006, pp.19-20). Mientras
la idea del rol social del Estado pasa de la caridad al de asistencia, los
valores atribuidos a las mujeres y sus capacidades también van transformándose:
Desde el ejercicio del cuidado por medio de valores del ámbito doméstico a un
ejercicio profesional, colmado de un saber científico propiamente tal (González
y Zárate, 2018, p. 382). Si bien la
concreción de este proceso es de mayor duración que nuestro marco de estudio,
nos permite entender las ideas, los roles y valores que enmarcan la labor de
las académicas chilenas.
A partir del
análisis de dos revistas académicas del período levantamos el problema: ¿Cuál
es la tendencia de las publicaciones escritas por mujeres en las revistas
académicas Revista chilena de Historia y Geografía y Clío entre
el período de 1920 y 1939? El territorio de estudio corresponde a Santiago de
Chile, lugar de publicación de las revistas, y el período estudiado es de 1920
a 1939.
Hipótesis
La hipótesis
levantada de manera preliminar, plantea que las
publicaciones llevadas a cabo por mujeres conlleva dos momentos: Entre 1920 y
1929 están ligadas a las políticas estatales de finales del siglo XIX que
impulsan la profesionalización docente femenina, lo que se observa en el cariz
pedagógico de las temáticas tocadas por las publicaciones de mujeres en la Revista
Chilena de Historia y Geografía. Por otra parte, se evidencia una baja en
las publicaciones entre 1930 y 1939, derivada de los efectos de la crisis
económica. En paralelo, junto a las mismas políticas estatales, se introduce un
cariz académico propiamente tal, con temas distintos del quehacer pedagógico,
como se observa en la revista Clío.
Objetivos
1.
Analizar el contexto de producción de las mujeres relacionadas con las
publicaciones académicas de historia.
2. Conocer las condiciones materiales e
inmateriales de dicha producción.
Metodología
Nuestro
enfoque parte desde una visión crítica del género, en cuanto a lo que se ha
referido el estudio de la integración y la emergencia de la mujer en el mundo
educacional, universitario y académico. Consideramos que existe una falta de
estudios rigurosos y que logran ponderar los cambios sufridos en su condición
de sujeto histórico e intelectual durante el siglo XX.
Es
por ello que hemos tratado de integrar una definición
y visión de género desde la autora Joan Scott, que se puede dividir en dos
partes: por un lado, visto como elemento constitutivo de las relaciones
sociales, basadas en diferencias percibidas entre los sexos y, por otro lado,
el género como una forma primaria de las relaciones simbólicas de poder.
Respecto al primer ámbito, podemos a la vez, subdividir su comprensión en
cuatro áreas: la primera es, que los símbolos disponibles evocan múltiples y
contradictorias representaciones; la segunda es, que los conceptos normativos
que existen sobre las interpretaciones de los significados de los símbolos
antes mencionados se constituyen básicamente en formas de oposiciones binarias,
afirmando de forma categórica e inequívoca el sentido de hombre y de mujer); el
tercero, es la restricción que se ha creado en el mundo de las ciencias
sociales respecto del uso del mismo término de género, asociándolo al sistema
de parentesco, centrado en el hogar y la familia (faltaría integrar su uso en
campos como la educación, el mercado de trabajo y el régimen gubernamental); el
cuarto, hace referencia al ámbito subjetivo del término, en cómo construye
identificaciones a través de las actividades, organizaciones sociales y
representaciones histórico-culturales. El segundo eje, referido al género como
una forma primaria de desarrollo de las relaciones simbólicas de poder,
entiende que los conceptos de género, establecidos como objetivos o conjuntos
de referencias, estructuran las percepciones, las organizaciones concretas y
simbólicas de la vida social (Scott, 2008. pp. 65-68).
Comprendemos,
entonces, que las concepciones de género predominantes en la sociedad
científica e historiográfica, son aquellas que han
predominado en el análisis de la estructuración del campo intelectual inherente
al desarrollo académico de este campo del saber, por lo que una comprensión de
los símbolos en su contexto que le han dado forma, nos han permitido entrar a
un espacio de análisis bastante inexplorado.
Para el
análisis de las revistas, además, y como hemos querido rescatar en los
objetivos el ámbito de apropiación es que hemos decidido integrar tres
dimensiones de análisis bajo la propuesta de Alexandra Pita y María Grillo. La
primera, consiste en el análisis de la dimensión netamente material de las
revistas a analizar centrados en su configuración de forma. La segunda,
consiste en una dimensión material e inmaterial, centrada en la ponderación de
aspectos de contenido, donde se busca la relación entre la forma en que se
desarrolla materialmente una revista y el fondo de relaciones sociales e ideas
que simbolizan dichas formas de desarrollarlo tanto en su ubicación dentro de
la revista como en el tipo de distribución que tenía. La tercera dimensión de
análisis que vamos a incorporar es la que corresponde a la inmaterialidad, es
decir, todo el ámbito humano en torno a las revistas que nos interesan
analizar, por ejemplo, en cuanto a los comités editoriales, las personas que
publicaban (grandes escritores, por ejemplo) o quiénes la recibían (González
& Grillo, 2015, pp. 7-24)
Discusión
historiográfica:
De la presencia de estudios historiográficos sobre mujeres académicas
Nos
parece importante hacer un punto sobre el estado general de las publicaciones
en torno a la temática del rol académico e intelectual de las mujeres en la
revisión y análisis de la historiografía chilena.
En
términos generales, la mayoría de las obras que hacen una revisión amplia del
quehacer historiográfico se han centrado en la coyuntura de reconfiguración
intelectual, que se sucedió en la década de 1980 en Chile. No es de extrañar, que en términos cuantitativos y cualitativos, fue una época
de emergencia de nuevas historiadoras y cientistas
sociales en torno a la publicación de revistas académicas, como también de
grupos de estudio extra- académicos.
Desde
un enfoque más centrado en la reagrupación intelectual y las propuestas
metodológicas y social-políticas, vemos que autores como Gabriel Salazar
(Salazar, 2017) y Julio Pinto (Pinto, 2016) han colocado la coyuntura de
protestas sociales entre 1983 y 1987 como espacio de eclosión de diferentes
grupos intelectuales que contaban con la participación de mujeres
historiadoras. Tales fueron los casos del grupo “Encuentro de Historiadores
Jóvenes” a partir de noviembre de 1982, con la presencia de historiadoras como
Isabel Torres; el grupo de historiadores e historiadoras jóvenes reunidos al
alero de la Pontificia Universidad Católica de Santiago, el Instituto Chileno
de Estudio Humanísticos, que con un sello socialcristiano reunió a
investigadoras como Sol Serrano y Mariana Aylwin; otro caso interesante es la
inclusión en el Centro de Estudios Latinoamericanos -cuyo núcleo estaba
mayormente compuesto por filósofos centrados en el estudio de la historia de
las ideas- de María Angélica Illanes (Salazar, 2017, pp. 37-45).
Colocándose
en un plano más temático y teórico, Pinto rescata la inclusión de la categoría
de género que habría sido utilizada desde finales de los años ochenta con obras
como las de Cecilia Salinas “La mujer
proletaria: una historia para contar” de 1987; la obra colectiva del grupo
formado por Edda Gaviola, Ximena Jiles,
Lorella Lopresti y Claudia
Rojas en “Queremos votar en las próximas
elecciones: historia del movimiento femenino en Chile” de 1986; como
también hace hincapié en el rol de las “chilenistas”,
especialmente estadounidenses, que desarrollan sus tesis a comienzos de los
años noventa; finalmente incluye la importancia de la revista dependiente de la
ONG SUR -que venía trabajando desde los años ochenta- en el número 21 de 1992,
titulado “Género, Mujer y Sociedad”
(Pinto, 2016, pp. 104-105).
Como
podemos darnos cuenta, la historiografía se ha centrado en una revisión que
abarca mayormente la época más actual en cuanto a la labor intelectual de
historiadoras. También, otro tipo de análisis historiográfico existente ha sido
el análisis respecto a los estudios de historia de las mujeres como la historia
del uso de la categoría de género en Chile. Tales casos son los de María
Soledad Zárate y Lorena Godoy (Zárate & Godoy, 2005), que criticaban la
producción historiográfica centrada mayormente en exponer la historia de los
hombres proletarios como categoría abarcadora de una realidad que excluía a las
mujeres. En cuanto a los estudios que han utilizado la categoría de género bajo
un balance histórico, a comienzos de los dos mil aparece el artículo de Thomas Klobock “Writing the history of
Women and Gender in twentieth-Century Chile” (Klobock,
2001).
Entonces,
¿qué es lo que existe respecto a la historia del campo intelectual de mujeres
historiadoras? Contamos con pocos casos de estudios que recobran los orígenes y
el desarrollo de dicha actividad, pero existen algunos a mencionar.
Primeramente, queremos mencionar la obra en dos tomos de Cristián Gazmuri “La
historiografía chilena”, que incluye en sus secciones de ensayo bibliográfico
la presencia intelectual de mujeres a través de la entrega de algunos datos
biográficos y sus escritos. Además, tenemos que colocar acento a que incluye
una visión sobre la escritura de la historia bastante más amplia de la que
tenemos hoy, respondiendo al contexto de la época y el propio concepto de la
historia que abarcaba también géneros como la biografía o la crónica (Gazmuri,
2012). Hablamos del concepto de la historia, puesto que Gazmuri rescató una
visión propia de gran parte del siglo XX respecto a la escritura de la historia,
expuesta por F. A. Encina en 1935, que le entregaba un concepto bastante
ampliado a la idea de “literatura histórica” del siglo XIX, su cultivo
extendido y la pérdida de su gran papel a inicios del siglo XX, en detrimento
de géneros como la novela, la crítica y la poesía (Encina, 1997, pp. 41-57).
En segundo
lugar, dentro de los pocos escritos dedicados a esta temática tenemos que
destacar el artículo hecho por Luz María Méndez “La mujer y la historiografía
chilena” de 1984, colocando un énfasis importante en la labor inicial a inicios
del siglo XX de las mujeres que entraron a la carrera de Pedagogía en Historia
y Geografía en el Instituto Pedagógico a cargo de la Universidad de Chile
(desde 1890 estuvo a cargo), y que lograron agruparse en torno a publicaciones
como “Memorias de los Egresados”, la recepción de algunos artículos en la
revista Clío -dependiente de la Universidad-, el caso de Amanda Labarca,
el de Olga Poblete, el de Elsa Urbina, todas dedicadas a la docencia
universitaria desde la década de los treinta hasta mediados de siglo (Méndez,
1984). Otro texto que consideramos sigue esta línea es el que realizaron María
Cabrera y Josefina Errázuriz, de 2015, que apuntaba a las publicaciones de
mujeres de las revistas Cuadernos de
Historia e Historia, que
demostraron un avance tanto cuantitativo como cualitativo desde mediados de los
años ochenta, siendo parte de la “explosión historiográfica” de los años
noventa en el país (Cabrera & Errázuriz, 2015).
Las mujeres
y el acceso a la educación y el mundo del trabajo en Chile.
Para
poder comprender cómo se dieron las condiciones de probabilidad para que
mujeres pudieran escribir en revista académicas de historiografía en la primera
mitad del siglo XX, obligatoriamente nos tiene que remitir a lo que fue el
proceso de integración a la educación secundaria y universitaria que
vivenciaron como sujeto histórico a finales del siglo XIX.
Con
el impulso secularizador que se sufrió en torno a la discusión política y al
interior de la elite chilena durante la década de 1870, precedente y base
directa de las leyes laicas de 1880, cambió la concepción existente sobre el
Estado docente de mediados de siglo. Ésta concebía una educación donde se
integraban al hombre y la mujer en roles de género marcados para la época,
siendo el primero aquel que tendería a la formación en una profesión, ya fuera
técnica o universitaria, y la segunda, recibiría educación que le fuera de
utilidad, principalmente, para su función privada al interior de la sociedad,
en específico, dentro de la familia. Sin embargo, el cambio de concepción que
se sucedió a partir del último tercio del siglo,
integró la idea de la mujer como educadora y sostén civilizador principal dentro
de la familia, por lo que la discusión por una educación más completa se hizo
patente (Serrano, 2012, pp. 320-321)
Autoras
como Karin Sánchez destacan la discusión previa que se llevó antes del decreto
que permitió la rendición de exámenes libres para la entrada a la universidad
de mujeres, el conocido decreto Amunátegui de 1877. Si bien en realidad nunca
estuvo prohibido en sí tal derecho, la sociedad chilena, representada en este
caso en las acciones del Ministerio de Educación y del Consejo de Educación de
la Universidad de Chile, mostraron durante varios años su reticencia y lentitud
para integrar peticiones como las de Antonia Tarragó
e Isabel Le Brun, ambas directoras de colegios fundados para la educación de
mujeres. Estas mujeres directoras de establecimiento educacionales demostrarían
un verdadero impulso desde abajo -entendido como la sociedad civil-,
que a partir de las peticiones iniciales de Tarragó
en 1872 solo tendrían una respuesta hacia 1876, año en que asume el gobierno de
Anibal Pinto, y con ello, asume de ministro el
mencionado Amunátegui. Lebrun hizo lo propio en 1876, con la petición de acceso
a exámenes para sus alumnas y finalmente, después de un traspaso constante de
las atribuciones entre el Consejo y el Ministerio, se publica la ley un 5 de
febrero de 1877. Bajo la visión de esta autora, dicho decreto de ley debía
considerarse como parte del proceso de leyes laicas y secularización liberal
del Estado (Sánchez, 2006, pp. 497-514)
Uno
de los impulsos principales que permitió la promulgación de la ley fue la
posibilidad de incentivar la fundación de Liceos femeninos. Sin embargo, el
Estado utilizaría una estrategia conocida que demostró el poco impulso
existente desde arriba, puesto que se utilizó la fórmula de subsidio y becas a
alumnas, mientras que la conformación de liceos estaría bajo la congregación de
padres en sociedades y en base a su propio autofinanciamiento. Sin embargo,
sería un impulso autogestionado desde las mujeres de la clase alta y media que
marcaría un inicio fundamental a partir de los primeros liceos de Valparaíso en
1877, Copiapó en 1878 y Concepción en 1883 (Serrano, 2012, pp. 324-325).
Un aspecto
que nos demuestra la importancia de este cambio fue el aumento exponencial de
las matrículas femeninas que se dio desde
finales del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX. Según Serrano, las
estadísticas mostraban que en 1895, las alumnas
matriculadas en los liceos fiscales era 110, mientras que para 1908 llegaban a
la suma de 5.627 y, para 1927, alcanzaron la suma de 19.580, llegando a
aumentar en 187 veces en dicha temporalidad. Sumado a aquello, el porcentaje de
asistencia femenina siempre estuvo en un nivel bastante alto y estable, entre
el 75% y el 81%; eso sí, hay que señalar que si bien
la cobertura escolar fue en aumento, solo varió entre el 0,9% en 1907 y el 2,7%
en 1930 (Serrano, 2012, pp. 327-329).
La obra
intelectual de mujeres en las revistas Clío y Revista de la Sociedad
Chilena de Historia y Geografía como caso de análisis: 1920 -1939.
Para
entrar en el análisis de las publicaciones de mujeres en las señaladas revistas
de historias durante el período de 1920 a 1939, es necesario tener en cuenta la
situación de las mujeres como sujetos históricos, y la situación de los
colectivos de mujeres desde la sociedad civil. Estos tienen un rol no solo en
la reproducción de las políticas estatales ampliamente discutidas, sino que en
el cambio de las mismas por medio de discursos que
resignifican los valores de la sociedad, provenientes ya no desde la
verticalidad de un Estado, sino que desde las mujeres de élite y clase media.
Es por ello que nos detendremos brevemente en los
discursos de las propias mujeres del período, para observar de qué manera
significan su labor dentro del espacio universitario.
En 1927 se cumplen los 50 años del decreto Amunátegui. Como forma de conmemoración un grupo de mujeres santiaguinas que habían concretado sus estudios superiores hasta la fecha conforman un documento denominado “Actividades femeninas en Chile”. Entre los distintos escritos, la profesora Sara Guerín realizó un informe sobre los logros de las profesionales chilenas en las diversas áreas del conocimiento a las que ingresaron desde 1877. La obra dice:
Aunque personalidades de sobra conocidas, aún más allá de
nuestras fronteras, no podríamos prescindir en esta rápida revista a nuestras
profesionales, de insertar algunos rasgos de su actuación, a título de ejemplo
y para satisfacer el sentimiento de legítimo orgullo que inspiran por sus altas
idealidades y por su inquebrantable propósito de con quistar, al lado del
hombre, los más valiosos triunfos, primeramente en los estudios y después en el
ejercicio de su profesión, cimentando así el prestigio de la intelectualidad
femenina. (Guerín, 1928, p. 514)
Si bien Guerín exalta los éxitos de las primeras profesionales universitarias chilenas y su participación destacada en la esfera tradicionalmente masculina, esto no significó despojarse de los valores asociados con la idea tradicional de lo femenino. Si bien la adopción de este nuevo rol por parte de las mujeres de la clase media y la elite correspondió a una ampliación de sus posibilidades de participación en la esfera pública, la narrativa y los valores tradicionales se mantuvieron latentes y condicionantes de gran parte de la trayectoria femenina en la educación superior.
María Aragonés señala que la incorporación de las mujeres a la universidad no se hace pensando en su desarrollo profesional futuro, sino en un incremento cultural y una relativa independencia económica a utilizar en casos especiales, como soltería o viudez u otra dificultad que irrumpa con el esquema de la familia tradicional. A su vez, la mayor incorporación de mujeres a la universidad no implicó una alteración de la imagen del rol femenino tradicional, sino una prolongación de este rol en una formación universitaria que podríamos llamar feminizada, con algunas carreras selectas. Existe por tanto una división de carreras que se corresponden a valores tradicionalmente femeninos con las que son tradicionalmente asociadas con lo masculino (Aragonés, 1978).
La tendencia general de la entrada a la universidad de las mujeres era a las carreras de corta duración y ligadas a las materias subsidiarias de la maternidad y la caridad cristiana, como es el caso de la educación, la salud y el servicio social. Asimismo, el grueso del sistema educativo para 1932 seguía practicando los currículos segregados por género, presentándose los primeros intentos de coeducación en 1932 a pequeña escala y obedeciendo más bien a una falta de recursos que a un esfuerzo por crear un currículum fiscal igualitario. Es por ello que las mujeres llegaban a la universidad con una educación que aún estaba fundamentalmente pensada para las labores domésticas y el cuidado del hogar en lugar de la vista en una trayectoria universitaria como la de los hombres (Austin y Vidal, 2004). Es necesario tener en cuenta que no todos los establecimientos educativos preparaban a las mujeres para rendir exámenes universitarios, y los que lo tenían eran frecuentemente privados, por lo que el acceso era limitado a la clase media y acomodada.
Como
contrapunto, las décadas de estudio marcaron también el auge de las primeras
movilizaciones feministas en Chile, lideradas por la primera generación de
mujeres universitarias, que insta a la crítica de la situación de opresión
política, jurídica, económica y social en que se encontraban las mujeres de la
época. Entre ellas se destacan el Movimiento pro-Emancipación de la Mujer
Chilena (MEMCH) fundado en 1935. La mejora del acceso a la universidad también
fue un punto en la agenda política que estas organizaciones persiguieron,
además de marcar el comienzo de la crítica a los estereotipos de género y el
valor de las mujeres solo como esposas y madres, tal como lo expresa su
programa (La Mujer Nueva, 3/11/1935).
Si bien la
persistencia de la retórica de la profesionalización femenina en torno a
valores tradicionales se proyecta con fuerza en el período de estudio, estos
mismos valores empezarán a ser puestos en cuestionamiento por parte de las
mismas mujeres que lograron acceder a la educación universitaria.
La Academia de Historia y la
publicación en revistas de historia
En
primer lugar, es necesario señalar que el ingreso a la Academia de Historia en
el período de análisis está directamente ligado a la carrera de pedagogía, en
tanto las Universidades aún no ofrecen las licenciaturas. Como ya señalamos, el
estudio de la pedagogía es una de las ramas con más presencia de mujeres en
esta época, en tanto la educación se veía como una proyección natural del rol
femenino de la madre. Emma Salas plantea que entre 1887 y 1935 las mujeres
tituladas de pedagogía correspondían a un 52% del total de titulados (Salas,
2004).
Sin
embargo, es necesario hacer la distinción entre el rubro de la educación y el
quehacer académico como tal. Mientras la pedagogía es una de las profesiones
que el discurso social adaptó para las mujeres de forma temprana, en tanto se
identificaba como la extensión del rol de madre, el quehacer académico está
ligado tanto a la producción del conocimiento como a la docencia universitaria,
roles que en su naturaleza siguen considerándose un espacio altamente masculino,
tal como señala María Ángeles Durán (Durán, 1989). Aquí el acceso de las
mujeres se hace más limitado, otro factor que permite explicar la escasa
cantidad de publicaciones realizadas por mujeres.
Sobre
la disciplina de historia en particular, Luz Méndez establece que las primeras
publicaciones de mujeres a principios del siglo XX corresponden a tesis de
grado, y se presenta un aumento progresivo de éstas hacia 1926 (Méndez, 1984). Dicho
factor lo vemos presente en nuestro análisis de los números correspondientes a
la Revista chilena de Historia y Geografía.
Fundada
en 1911, por la Sociedad Chilena de Historia y Geografía, contó con la
publicación de 95 números entre su período de inicio y 1939. Ilustrativamente,
podemos señalar las publicaciones de las tesis de grado para optar al título de
profesora de Estado en Historia y Geografía de Edulia
Silva Salas “Biografía de Adolfo Ibáñez”, aparecida en los números 38 y 39 de
1920 (Revista chilena de Historia y Geografía, 1920); en la publicación
de la tesis de Ana Gómez de Latorre “Julio Bañados Espinosa” en los números 53
y 54 de 1924 (Revista chilena de Historia y Geografía, 1924); en este
último año, también aparece la publicación de la tesis de grado de Aida
Chaparro “El corsario Francisco Drake en Chile” tanto en el número 54 como 55 (Revista
chilena de Historia y Geografía, 1924, 1925, 1926); y hacia 1927, con la
publicación de la tesis de grado de Dora Muñoz “Cartografía primitiva
americana” aparecida en los números 59,60 y 61 de 1927 y 1928 (Revista
chilena de Historia y Geografía, 1927, 1928). La mayoría de dichas tesis
dedicadas al género de la biografía histórica de personajes considerados
importantes para la construcción de la historia nacional.
Sin embargo, Méndez advirtió una caída en el número de publicaciones. Las razones para esto no están claras y la autora aventura que puede tratarse de una baja en el interés por publicar o porque las tesis de esos años no lograron la calidad suficiente (Méndez, 1984). En términos cuantitativos, podemos señalar que en la Revista chilena de Historia y Geografía se notó que frente al impulso inicial que se dio entre 1920 y 1925 -donde están la mayoría de artículos de mujeres publicados- con publicaciones en 6 números (38, 39, 45, 53, 54 y 55), ya se demarcó una clara baja de publicaciones en el quinquenio siguiente, que si bien tuvo una cantidad similar de 6 números con apariciones, tiene que destacarse la ausencia en varios números entre 1926 y 1927 y, una cantidad menor de autoras entre 1927 y 1929, que fueron básicamente la publicación en varios números de la tesis de Dora Muñoz (Revista chilena de Historia y Geografía, 1927, 1928) y de Rebeca Román en los números 64, 65 y 66 de 1929 (Revista chilena de Historia y Geografía, 1929).
Dicha coyuntura es ampliada por Emma Salas en sus razones de una forma más compleja -y en contraste con Méndez-, pues denuncia no solo una caída en las publicaciones de mujeres, sino también una caída en el número de tituladas. La autora señala que entre 1920 y 1928 el número de tituladas aumentó sostenidamente hasta alcanzar un 38%, cifra que disminuye dramáticamente en 1932 hasta un 15%, la que repunta nuevamente en 1935 hasta el 38% (Salas, 2004).
Tanto
Salas como Austin y Vidal establecen que este decaimiento podría deberse a
factores contextuales más amplios. Ellos ven una relación entre los efectos de
la crisis económica mundial, que en Chile golpeó con fuerza en la década del
30, con la caída en las publicaciones de mujeres. Los autores señalan que ellas
fueron las más afectadas de la población por la crisis, debido a factores como
“prácticas laborales discriminatorias, salarios menores, obstaculización de la
defensa de sus derechos laborales y la ceguera para con su doble rol de
productora y reproductora de la fuerza laboral.” (Austin y Vidal, 2004, p. 60)
Esto contribuyó al retiro de muchas mujeres de la universidad, actividad
costosa para las familias y que solían privilegiar para el hijo varón.
La
revista Clío fue fundada en 1933 por el Centro de Estudiantes de
Historia y Geografía de la Universidad de Chile. Entre 1933 y 1937 cuenta con
11 números publicados.
De 78 publicaciones monográficas entre el período de 1920 y 1939, 10 fueron escritas por mujeres, siendo las autoras Olga Poblete (Revista Clío, 1933), Luisa Frey (Revista Clío, 1933), Elsa Kam-Chings (Revista Clío, 1934), Elena Valle (Revista Clío, 1936), Elizabeth Thiers (Revista Clío, 1936) y Luisa Hucke (Revista Clío, 1937). Entre ellas, solo dos tienen registro actividad académica más allá de una publicación aislada. Estas corresponden a Elena Valle, quien publica 2 artículos con temáticas distintas, y Olga Poblete, quien cuenta con una reconocida trayectoria en la Universidad de Chile y como educadora y activista feminista.
Las
temáticas de la revista Clío son variadas y responden a investigaciones
de la disciplina histórica y no así del ámbito educativo en diversos ámbitos:
Historia Antigua, Historia de oriente, Historia de la Ciencia, Historia Local e
Historia Colonial de Chile. Esto constituye una evolución de parte del quehacer
histórico de las mujeres de finales del siglo XIX y primeras décadas del XX, en
tanto se desligan del género biográfico y hagiográfico para centrarse en
temáticas más diversas (Gazmuri).
Conclusión
En
conclusión, consideramos que el decreto Amunátegui de 1877, significó un cambio
y ruptura importante dentro de un sistema que mantuvo sus roles de jerarquía y
subordinación en cuanto a los roles de género. Esta ruptura estableció una
coyuntura crítica a partir del impulso desde abajo de mujeres de sectores altos
y medios de la sociedad, que reclamaron por la finalización de la etapa escolar
y la entrada al mundo universitario.
La
respuesta fue un creciente aumento de la matrícula hacia fines del siglo XIX y
las primeras décadas del siglo XX, que permitió establecer la
profesionalización de mujeres y su acceso a disciplinas de las que no había
sido parte en tiempos pretéritos. En dicho sentido, junto con la
profesionalización de disciplinas como la historiografía nacional y la creación
de dispositivos culturales como lo fueron las revistas académicas, las mujeres
tuvieron una presencia más temprana de lo considerado por los estudios de
historiografía que hasta el momento se han desarrollado.
De
la mano de la entrada a profesiones como las pedagogías, existió un espacio de
desenvolvimiento que sí fue aprovechado y tuvo su presencia en el mundo
académico. Esto fue expresado, en un principio desde 1920 a 1930 con la
publicación de tesis de pedagogía que abrieron lentamente una serie de
temáticas que antes había estado vedadas a éstas como sujeto histórico, y que a la larga, con el paso a la nueva década de 1930 y
hasta 1940 significó la diversificación constante de la temáticas tratadas por
éstas.
Es
necesario hacer patente que el impulso inicial en las dos revistas estudiadas,
tanto la Revista de la sociedad de Historia y Geografía como Clío,
fueron dispositivos culturales reflejo de su tiempo, una existencia durante la
primera mitad del siglo XX, y no estuvo ajena a coyunturas como las crisis
políticas de 1925 o económicas de 1929, por lo que también vemos una caída en
la cantidad de publicaciones hechas por mujeres, fenómeno que nosotros aludimos
a los efectos que tuvieron dichas crisis sobre nuestro sujeto social.
En adelante
queda mucho trabajo por hacer, por lo que presentamos nuestro estudio como un
paso a la revisión de un campo intelectual que incluya la perspectiva de género
y la presencia de sujetos históricos invisibilizados en su presencia intelectual
que reflejaría de mejor forma los cambios al interior de una disciplina como la
historiografía y su desarrollo académico.
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