REESCRITURA DEL MITO Y REPRESENTACIÓN DE LO FEMENINO EN LA
NOVELA LES PRÉNOMS ÉPICÈNES (2018) DE AMÉLIE NOTHOMB
REWRITING MYTHS TO RE-THINK FEMININE
ROLES: AMÉLIE NOTHOMBS LES PRÉNOMS ÉPICÈNES (2018)
Antonella Ippolito Speziale
Resumen
La
contribución analiza los mecanismos con los que Amélie Nothomb,
en su novela Les
prénoms épicènes (2018),
establece un proceso de recombinación y reescritura a partir de diferentes
formas de “mito”. El relato convierte la relación explícita con la
comedia Epicoene (1609) de Ben Johnson y el recurso
al mito órfico en instrumentos de escenificación irónica de clichés asociados a
la identidad femenina.
Palabras clave: [mito, intertextualidad, estereotipos, postmoderno]
Abstract
The contribution analyzes the way Amélie Nothomb re-uses different forms of (literary as well as
cultural) myths to in her novel Les
prénoms épicènes (2018) through
a process of deconstruction and re-combination of their constitutive
elements. The intertextual relation to the Elizabethan comedy Epicoene (1609) and to the myth of Orpheus are used to
ironically point at the many clichés related to female roles.
Keywords: [myth, intertextuality, clichés, postmodern]
1. La novela Les prenoms épicènes
Epicenos son aquellos substantivos cuya forma
masculina y femenina se designa por igual, sean éstos nombres comunes o propios,
como Claude y Dominique, protagonistas de la novela homónima de Amélie
Nothomb. Con este título
la autora nos sumerge en una narración típicamente postmoderna que recupera y
varía unos temas ya presentes, incluso tópicos en sus obras anteriores. Por
tanto, junto al tema de la familia disfuncional y de la amistad se elabora la
idea de éxito en la época del
capitalismo industrial. Por otro lado, desde el punto de vista formal, el texto se
constituye como un mosaico que recompone fragmentos de narraciones bíblicas, literarias
y mitológicas, recontextualizados (a menudo en clave paródica) mediante
procesos de duplicación, repetición y variación, rasgos típicos de la autora.
En una primera
lectura, el libro
desarrolla una historia algo sencilla y casi banal, ambientada en los años 70: por una parte, una relación malsana
entre marido y mujer, en la que la esposa se niega a admitir la gravedad del
comportamiento del cónyuge; por otra, una niña elaborando sus propias estrategias para
sobrevivir al rechazo emocional de su padre[1]. Tras una breve escena dialógica, que desde
el punto de vista del contenido resulta ajena a la narración siguiente, el
verdadero relato se abre con la figura de Dominique, una chica no convencional
para su época: de origen modesto, está feliz con su trabajo de secretaria, el
cual le permitió independizarse económicamente y no le interesa ni la moda, ni
la belleza, ni las relaciones amorosas. Sin embargo, su vida cambia cuando
Claude, aparentemente el hombre perfecto, empieza a cortejarla. Claude consigue
que Dominique se case con él, lo acompañe en París en su imparable ascenso social y que, tras mucho
intentarlo, le dé una hija que se llamará Épicène; pero muy pronto, a pesar de
ser hermosa y muy inteligente, la niña tendrá que resignarse al inexplicable
odio de su padre e intentar protegerse de su influencia para no perderse en la
infelicidad.
Un segundo nivel
de lectura, pero aún a nivel de contenido, destaca el tema del engaño y de la
intriga. En un montaje
casi cinematográfico, a lo largo del texto se diseminan pistas que ayudan al
lector a desentrañar poco a poco el misterio que esconde la historia. Y es que
Claude, devorado por la ira tras una decepción amorosa, ha organizado toda su
existencia alrededor de oscuros proyectos de venganza personal contra la mujer
que lo abandonó, cuyo instrumento inadvertido sería otra mujer, aparentemente acomplejada
y sin cualidades intelectuales para ser usada como él desee, pero lo
suficientemente bella para aparecer en la sociedad (véase Nothomb,
2018: 109[A1] [A2] ).
El juego con el lector - cuyas expectativas se ven constantemente
influenciadas, incluso de manera engañosa - se establece a partir de la escena
introductoria con su carácter dialógico y su estructura anular marcada por la
repetición del verbo décolérer al
principio y al fin (Nothomb, 2018: 7 “Il ne décolère pas” - 11 “Il ne décolerera
pas”). Aquí, una
joven llamada Reine, tras una noche con su novio (la autora no desvela su
nombre) le comunica su intención de casarse con otro, lo que le garantizaría
una vida cómoda en París. En este sentido, se sugiere la idea de un personaje
femenino frío y calculador, orientado al ascenso social a pesar de los
sentimientos del amante devoto; sin embargo, a medida que la acción avanza y se
revela la verdadera naturaleza de las relaciones entre los protagonistas, estas
características resultan pertenecer al personaje masculino de la escena, que es
el propio Claude.
La estructura narrativa de Les prénoms épicènes se
encuentra caracterizada por la repetición diferencial de unos temas y motivos
centrales, lo que también es un rasgo característico de la producción artística
de la autora. Así asistimos a la puesta en abismo del tema de la
amistad, primero a travès de Épicène y de su compañera de escuela Samia, luego
a travès de Dominique y de Madame Cléry. Esta figura (cuyo nombre, Reine,
plantea en el lector unas preguntas bien fundadas en relación a la escena
inicial) aparece como la esposa de una persona importante con la que Claude
pretende hacer negocios: cuando Épicène empieza a ir a un colegio elegante,
Claude sugiere que Dominique se acerque a ella aprovechando que sus hijas
asisten a la misma escuela.
La relación de Dominique con su amiga se desarrolla mediante
la moda, de la que Madame Cléry es una experta. En este contexto se repiten las
alusiones a la magia y a la seducción - que también había caracterizado el
encuentro con Claude - a través del
motivo del champagne (sean éstos “Reine procédait par la plus naturelle des magies ...
débouchait une bouteille de champagne en disant que le Deutz était son thé
préféré”;
Nothomb, 2018: 95)[2]
y la referencia explícita a la seducción por Claude como una experiencia
similar (ibid.: “elle était séduite. Claude aussi l’avait séduite et elle
avait adoré cela, qui avait duré quelques jours. Avec Reine, la séduction n’en
finissait pas”). De este modo, el texto sugiere un parecido que sólo es otra forma de
engañar y sorprender al lector, ya que la amistad con Reine resultará ser
sincera. El coche, el regalo exagerado y vistoso que esta última obsequia a
Dominique, se convertirà en el instrumento de su liberación.
Un tercer nivel
de significado - en nuestra opinión, el hilo conductor subyacente en el relato
- es una deconstrucción irónica del tema
de lo masculino y lo femenino. Se trata de un nivel más complexo que sólo se revela al lector “activo”,
capaz de cuestionar el significado y el valor de la intensa intertextualidad
con la que Nothomb construye este cautivador relato.
Una deconstrucción irónica de los estereotipos y convenciones de género y,
especialmente, de la forma tóxica en que estos actúan dentro de las relaciones,
impregna totalmente la narración y merece un análisis que aún no se ha
intentado. Para realizar esta operación, la autora recurre a la puesta en
escena de diferentes modelos femeninos y masculinos, basada en el contraste
entre pasividad y actividad, dependencia e independencia, a partir de la
reinterpretación y del entrelazamiento de una serie de mitos,
descompuestos en sus elementos constitutivos y hábilmente reposicionados en el
tejido narrativo. Sin embargo, cuando hablamos de mitos, lo hacemos en el
sentido más amplio de la palabra. Si bien la autora recurre abundantemente al
mito clásico, su repertorio incluye no menos mitos literarios, así como
una variedad de ‘mitos contemporáneos’, o sea símbolos y estereotipos
culturales y sociales. La constante transformación y desmitificación - sólo
aparentemente lúdica - a las que la ficción somete este conjunto de
reminiscencias[3] arrastra al lector a un mundo de
significados abiertos a la interpretación, lo que confiere al propio texto de Nothomb el valor ejemplar de un texto mítico. Estos
aspectos merecen ser desarrollados con más detalle mediante una lectura crítica
que analice atentamente la ‘escritura-palimpsesto’ de Les prénoms épicènes.
2. El mito literario: Epicoene,
or the Silent
Woman (Ben Jonson, 1606) como intertexto principal
El nombre de la protagonista efectúa
un impacto inmediato de sugerencias pertinentes a su carácter emblemático (por
ser un nombre común que se convierte en propio). Este primer y más obvio
mecanismo ‘mitográfico’ también revela la estructura
intertextual de la novela,
ya que establece una
relación con un modelo
preciso, es decir, la comedia en prosa Epicœne, or
the silent woman (1606)[4] de Ben Jonson. La razón por la que la protagonista se
llama Épicène es explicada por Claude en la página 39 en respuesta a la
observación de su esposa sobre la ambivalencia de sus propios nombres. Claude
es el primero en definirlos prénoms épicènes añadiendo la mención explícita
del dramaturgo isabelino, lo que indica el papel central de esta referencia: “Ben Jonson, un célèbre contemporain de
Shakespeare, a donné ce titre à l’une de ses pièces. Il en fait le nom de la
femme parfaite” (Nothomb, 2018, p. 39). No es éste el lugar para tratar con
detalle esta obra, que fue de las
más populares de Jonson; no obstante, para nuestro discurso cabe observar que la
intriga que su compleja trama plantea toca unos temas cruciales de la novela y
nos hablan de una sociedad en la que el papel de la mujer era realmente frágil
y sus oportunidades dependían de un posible matrimonio. A partir de la combinación de dos
chanzas de origen griego (una de las cuales se encuentra en la Casina de
Plauto) el argumento plantea una variación sobre el motivo del hombre inducido
a casarse por engaño con una mujer que, como resultará al final, en realidad es
un hombre adiestrado a tal efecto. Así, a través del motivo central del engaño,
del disfraz y de la sustitución se abordan temas significativos de acuerdo con
los patrones culturales de la época: el matrimonio, la virtud femenina y la esposa perfecta. Según se alterna
la perspectiva entre unos y otros personajes, el matrimonio se presenta como
solución o como problema. Según el personaje principal, perfecta significa sumisa y silenciosa
como tal vez ni siquiera exista, ya que las mujeres serían generalmente
ruidosas y prepotentes. En este sentido, la comedia también contiene una
referencia al estereotipo satírico caracterizando a la mujer instruida como un
monstruo y un peligro para los hombres[5].
A la virtud
deseable en una mujer se refieren varios personajes. En la broma, en la que un
sobrino quiere impedir el matrimonio de su tío rico que le dejaría sin la
herencia, la supuesta novia Epicœne (es decir, el muchacho disfrazado) inmediatamente después del
matrimonio se revela muy parlanchina, de modo que el marido quiere deshacerse
de ella y busca la manera de solicitar el divorcio. Para arreglar las cosas,
dos personajes afirman haber tenido relaciones con Epicœne, lo que la haría ‘despreciable’. Por lo tanto, la virtud femenina
depende de los hombres para ser confirmada o negada.
En Les prénoms épicènes, la relación con la comedia de Ben Jonson, ya
entrevista en Pétronille (2014), se refleja
a diferentes niveles e implica una inversión de sabor irónico. Al igual que Morose, el protagonista de Epicoene,
Claude busca una “mujer silenciosa” para llevar a cabo su venganza y elige a
Dominique porque la considera indebidamente una persona sosa y anodina ( “J’ai choisi ma femme parce qu’elle n’existe pas [...] Cette femme n’est rien. [...] Je l’ai
choisie parce qu’elle était assez belle pour jouer les femmes du monde et assez
complexée pour que j’en fasse ce que je voulais”; Nothomb, 2018, p. 109). Jonson, señala Claude, hace de Epicoene
“le nom de la femme parfaite” (ibid.), pero el sentido de tal perfección se le
volverá en contra: su hija Épicène demostrará ser realmente la mujer perfecta,
pero no por su silencio, sino por su capacidad de remontar y erigirse como
dueña de sus emociones, de su libertad y de su autonomía personal hasta desmarcarse definitivamente
de él. La perfección de Épicène consistirá en sacar su fuerza de la
ambivalencia que su nombre señala. Al igual que la Epicoene de la
comedia, la chica sabrá interpretar un doble papel - masculino y femenino - para lograr una venganza exitosa, que es, precisamente, lo
opuesto a la fracasada venganza planteada por su padre. Además, también está presente una alusión al motivo paródico de la mujer instruida, cuyo
valor negativo se refleja en la figura cómica de la gorda profesora de latín
Madame Caracala[6] y encuentra su contraparte en la propia Épicène, una
estudiante brillante que encarna un modelo positivo de mujer culta.
3. Los clichés de lo cotidiano a través del filtro del imaginario literario: Chanel nº 5 como
dispositivo de la seducción
El recurso a clichés facilmente
identificables es un elemento esencial del relato. Al comienzo de la historia, la construcción del personaje de Claude
como el novio ideal se nutre de fórmulas convencionales, de un lenguaje
estereotipado cargado de lugares comunes y de una gestualidad correspondiente a
ésos. La oferta de un champagne (por supuesto, un champagne muy caro) es la
primera frase con la que Claude se dirige a Dominique (Nothomb, 2018, p. 12); sin embargo, no escucha lo que dice
Dominique (ibid.) y la felicita por su aspecto físico con
un lenguaje también estereotipado (“vous êtes ravissante, Dominique” [...] “vous n’êtes pas de
celles qu’on oublie”; Nothomb, 2018, p. 15). Lo mismo ocurre con la propuesta de casarse (“Dominique, acceptez-vous de devenir ma femme? [...] Au premier regard, j’ai
su que vous étiez celle que je cherchais”; Nothomb, 2018, p. 17). En este sentido no sorprende que Nothomb
se decante por el campo metafórico de la caza para representar alusivamente la
petición de matrimonio como una acción de conquista[7], cuya percepción suscita en Dominique
sentimientos conflictivos entre perplejidad y miedo (“elle éprouva la joie du gibier victorieux”; Nothomb, 2018, p. 18). La situación llega a un punto de inflexión cuando Claude decide comprarle
a su novia un perfume de lujo. La vendedora se da cuenta de que delante de ella
no hay un hombre enamorado, sino un presuntuoso que ni siquiera conoce a la destinataria
del regalo y sólo pretende impresionarla con un símbolo de prestigio, y se
venga recomendándole al cliente un producto que, por ser el cliché de los
clichés, debería ponerla en guardia ante el peligro: Chanel nº 5.
Al probar el
perfume, Dominique se siente completamente abrumada por él, entrando en un
estado de intoxicación casi erótica: en una escena clave, se desnuda
completamente para aplicarlo a su piel, que aparecerá transformada al efecto de
la fragancia (“[...] elle porta
à ses narines sa peau metamorphosée par l’onction [...]”; Nothomb,
2018, p. 29). Cabe destacar que el término unción proporciona a la
acción una connotación sacra, reconocible en otro lugar a nivel léxico (“le dieu du parfum”; Nothomb,
2018, p. 30). Asimismo, Dominique vive una situación de éxtasis en la
que el perfume se convierte en un Ersatz del hombre como objeto de amor
(“l’objet lui parut d’une beauté inégalable”; Nothomb, 2018, p. 28): a través del regalo, se convence de que ama a
Claude y acepta casarse con él. El perfume de lujo como ‘mito de lo moderno’ adquiere así
una función de dispositivo textual marcado por una fuerte ambivalencia: por un
lado se refiere, simbólicamente, al papel femenino al que Claude pretende
empujar a Dominique, mientras que por otro lado encarna también el potencial
seductor de la figura masculina, la sexualidad y el despertar del deseo. En este momento,
hay una proliferación de alusiones a la tradición del mito clásico y del cuento
de hadas. Así, el uso agudo e irónico del verbo stupéfier, que indica
maravilla, pero también el efecto de drogas, conjura el motivo de la poción
amorosa (“l’odeur la stupéfia trop
profondément pour qu’elle puisse savoir si cela lui plaisait”; Nothomb, 2018, p. 29). La fragancia disipa los miedos y las
dudas haciendo que Dominique se sienta como una reina (ibid: “elle aurait
dit que cela sentait la reine d’un autre monde”), cuyo noble libertador será Claude (“ce prince qui la délivrerait du sortilège qui l’emprisonnait”;
Nothomb, 2018, p. 31). Incluso el clásico beso se convierte en una experiencia
olfativa: Chanel nº 5 es “la beauté enfin encarnée et le baiser de ses rêves” (Nothomb,
2018, p. 29).
Asimismo, la escena conlleva una
reminiscencia literaria específica. Los gestos de Dominique aplicando el
perfume recuerdan uno de los episodios más famosos de la Metamorfosis de Apuleyo, y precisamente la transformación de la
maga Pánfila en un ave nocturna a merced de un ungüento mágico, que llevará al
protagonista y narrador Lucio a ser convertido en asno por desear hacer lo
mismo, pero con el ungüento equivocado. El juego intertextual subvierte el modelo en la medida en que
‘desplaza’ sus motivos estructurantes, otorgándole a Dominique, al
mismo tiempo, los roles de ambos personajes del relato apuleyano - una vez más,
con un efecto irónico. Dominique se imagina a sí misma alzando el vuelo como la
maga Pánfila. Sin embargo, su porvenir se aproximará más al de Lucio, al
embadurnarse, si no con el ungüento equivocado, al menos con aquel que la
persona equivocada (y por las razones equivocadas) le trae. El Chanel nº 5 no
es el regalo de un amante, sino el de un manipulador, y el encantamiento que
opera es totalmente ‘maléfico’. Como Lucio en asno, Dominique queda
convertida en algo diferente de lo que es. Si al principio de la historia casi
no se considera una chica ‘normal’ (véase Nothomb, 2018, p. 14), a partir de ese momento empieza a pensar y actuar
como una mujer-estereotipo. Así, cuando su colega intenta avisarla acerca de
Claude, ella lo interpreta como envidia (“jalousie”; Nothomb, 2018, p. 31) y sueña con París como la
ciudad en la que “de telles mesquineries n’existaient pas”;
renuncia a su trabajo y solo apoya y elogia los éxitos de Claude; frente a su
autoritaria exigencia de que le diera hijos, ella acepta y se siente
culpable por el retraso del embarazo, justificando los reproches de su marido
con decir que “la haine est proche de l’amour” (Nothomb, 2018, p. 36).
Así se describirá la transformación de Dominque a través de los ojos
de su hija Épicène: “Bizarrement, maman aimait papa... cela se voyait, se
sentait, s’entendait. Maman avait pour s’adresser à papa une voix pleine de
déférence, des yeux intenses et des gestes choisis” (Nothomb,
2018,
p. 51).
4. El intertexto mítico: Orfeo y Eurídice
4.1. Una voz para Eurídice: el mito órfico como referencia
inspiradora en la obra narrativa de Amélie Nothomb
La escritura de Amélie Nothomb ha
sido descrita por Yolande Helm
como “une écriture alimentée à la source de l’orphisme”, debido a la
importancia del rol que el mito de Orfeo desempeña en sus obras y que ha sido investigado
sobre todo a partir de su primer relato, Hygiène de l’assassin (1992)[8]. Un paralelismo entre los personajes
femeninos y la figura de Eurídice se establece frecuentemente a través de los
motivos básicos elaborados en las tramas de las novelas, como en el caso, entre
otros, de Mercure (1998)[9].
Además, Nothomb parece reconstruir el
mito de Orfeo a su manera, creando en sus novelas una estructura que destaca a
la figura de Eurídice para darle voz y vida[10]; «une écriture qui puisse redonner vie à Eurydice », como la
propia autora ya declaró en 1997 en una carta citada por Yolande Helm (Helm,
1997, p. 51). Por lo tanto, no es sorprendente la
relevancia del arquetipo órfico en Les prénoms épicènes. Una vez más,
como en novelas anteriores, la autora transfiere a sus protagonistas los rasgos
característicos de las figuras del mito, lo que implica la deconstrucción de su
tradición dentro del paradigma patriarcal y produce una reinterpretación
subversiva[11], sobre todo en relación con la
identidad fantasmal del personaje de Eurídice.
La reelaboración literaria del mito desde
esta perspectiva encaja en una evolución que forma parte de las tendencias
literarias del siglo XX y que ha sido relacionada – en lo que concierne a la literatura francesa
– con el momento en que la influencia del pensamiento psicanalítico freudiano
penetra en Francia[12]. Reescrituras como la de Marguerite Yourcenar en La Nouvelle Eurydice (1931),
el drama Eurydice (1963) de Jean Anouilh, las novelas de Michèle Sarde Histoire
d'Eurydice pendant la remontée (1979) y de Sylvie Germain L'enfant
Méduse (1991)[13] muestran cómo la atención de los escritores se aleja de Orfeo para
dirigirse a Eurídice y al tema (cada vez más central) del descenso a los
infiernos.
De hecho, si
consideramos la historia tal y como las fuentes nos la han transmitido,
vemos que Eurídice parece no tener un carácter propio y quedarse escondida
detrás del de Orfeo. Las dos versiones más conocidas del mito, la de Virgilio y
la de Ovidio, subrayan este aspecto a la vez que acentúan el cariz sentimental
de la historia que de tanta fortuna gozará en la literatura y la música. Eurídice
se caracteriza principalmente por el anonimato y la indeterminación: no parece
tener un carácter propio e incluso su nombre no siempre se transmite de manera
unívoca[14].
Su existencia casi empieza
en el momento en que se muere, destinada a permitir el descenso de Orfeo al
averno y a destacar su talento poético y musical. Para ella, la mirada del
propio Orfeo será fatal, porque nunca le permitirá cruzar el ambiguo umbral
entre vida y muerte. Nunca habla: sólo en el relato virgiliano, cuando Orfeo se
vuelve para mirarla, lamenta que su furor destruya en un momento la
felicidad nada más recuperada (Georg.
IV, 494-495: “Quis et me, inquit, miseram et te perdidit, Orpheu, quis
tantus furor?”). Ovidio ni siquiera le permite esta actitud: al
presentarla una vez más en función del amor que Orfeo le tiene, sólo le hace
decir la palabra “adiós” comentando que Eurídice no tendría motivos para
quejarse de un error cometido por amor (Met. X, 60-61 “iamque
iterum moriens non est de coniuge quicquam / questa suo (quid enim nisi se
quereretur amatam?)”. En una palabra, sólo existe el ‘mito de Orfeo y
Eurídice’, pero no un ‘mito de Eurídice’.
4.2. Comment devenir un Orphée
moderne? El tratamiento creativo del modelo antiguo en Les prénoms épicènes
Retomando el término acuñado por
Lévi-Strauss, en el conjunto narrativo de Les prénoms épicènes se
encuentran varios mitemas que señalan una recuperación del mito de Orfeo y
Eurídice. Primero, el cruce del río como
frontera entre dos mundos. La niña Épicène cruzando a la otra orilla del Sena
para volver a ver a su mejor amiga Samia es explícitamente asociada con Orfeo,
con el cual ella se identifica. Cuando Claude pone fin a una amistad
socialmente indecorosa con unos comentarios racistas que alejan a Samia
definitivamente, su gesto cruel actúa como el decreto infernal que marca la
separación final de las chicas. Por otro lado, es precisamente la figura de
Claude la que se asocia con el otro mitema de la mirada dañina y mortal. Su
primer encuentro con Dominique nos lo muestra como el hombre que “à la table
voisine, la contemplait d’un regard fixe” (Nothomb,
2018,
p. 12). Es precisamente este “regard fixe” lo que
la confinará en años de pasividad
similar a la de Eurídice entre los muertos, quizá superponiendo a la
reminiscencia de Orfeo otra alusión mitológica a la mirada petrificante de
Medusa. En esta etapa se
le atribuyen a Dominique las reacciones emocionales típicas de las mujeres
sumisas que justifican a sus compañeros abusadores, como la idea de un ‘cambio’ del marido determinado por las responsabilidades laborales
asumidas para lograr un éxito del que la esposa es la partidaria y la fiel
colaboradora: “Il n’y a rien a regretter [...]. Il faut se
réjouir de son succès dont il est fier [...]. Il a voulu tout
ça et il m’a choisie pout etre à ses cotés” (Nothomb, 2018, p. 46)[15].
La estructura centrada en los personajes de Épicène y Dominique, hace que ambas figuras asuman, en
momentos diferentes, tanto las connotaciones de Orfeo como las de la propia
Eurídice. De esa forma, Amélie Nothomb
establece un paralelismo entre los personajes femeninos y los del mito órfico
imponiendo diferentes fenómenos de transformación en los motivos estructurantes
del mismo. En este contexto, el argumento desarrolla ampliamente el mitema del
descenso a los infiernos. Cuando Dominique, después de la revelación del
engaño, ‘despierta’ y deja París llevándose a su hija, su viaje se caracteriza
como una verdadera ascensión, no sólo geográfica. La mujer resurge del
inframundo en el que el proyecto de Claude la encarceló, representado, en su forma
más inmediata, por los roles convencionales y pasivos que recuerdan la inercia
fantasmal de Eurídice en los relatos antiguos. Varios elementos hacen que el
tejido mitológico clásico aflore en el texto; por ejemplo, la impresión que
Épicène siente de despertarse de “un sommeil mortifère de plusieurs siècles”
(Nothomb, 2018, p. 117), reiterada
por la voz narradora con referencia explícita al Inframundo, o
el motivo de la luz directamente asociado a la llegada a Brest (ibid.: “Dominique gara la voiture devant la
maison de ses parents. Il y avait de la lumière”).
Por lo tanto, Dominique encarna las funciones de Orfeo en un
doble nivel: es decir, en relación a sí misma, pero también a Épicène,
quitándosela a su padre-Plutón. Por su parte, tras llegar a Brest, Épicène se
convierte en Orfeo para su madre, pues la ayuda a superar la última de sus
actitudes pasivas solicitando el divorcio. También cabe destacar el papel
importante del coche, ya que acordarse por fin de saber conducir significa para
Dominique redescubrir la posibilidad olvidada de ser independiente (“Tu
conduis bien, maman. Je ne savais pas que tu avais le permis. - Je l’avais
oublié”; Nothomb, 2018, p. 117). Se observará que la autora manipula
aquí otro mito, pero moderno y comercial: el coche,
que como estereotipo publicitario asocia la libertad y la conquista al género
masculino, y que se convierte en el instrumento que garantiza la liberación de
las mujeres.
En este sentido, las figuras de Dominique y Épicène plantean por un lado una Eurídice pasiva como
la del mito tradicional; por otro lado, construyen al mismo tiempo una nueva
figura participando en el poder de Orfeo, capaz de sobrevivir a su mirada mortal.
La narración se basa en una serie de
estrategias de duplicación y multiplicación, en las que el papel de los
diferentes personajes del mito se fragmenta y se refleja en los de la historia. Un juego
de reflejos que se hace más complejo en el caso del personaje de Épicène, en correspondencia con
la ambivalencia que indica su nombre. Ya se
ha comentado que Épicène, a pesar de los rasgos que comparte en la ficción
narrativa con la figura de Eurídice, ya de niña se identifica expresamente con
Orfeo (Nothomb, 2018, pp. 59-61).
Por un lado, encarna a Eurídice resurgida de
sus años parisinos y de la “estrategia del celacanto” con la que logró escapar
a la influencia nociva de su padre silenciando sus sentimientos. Por
otro lado, una vez en Brest, se transforma en un Orfeo capaz de devolver la
vida a su madre y a ella misma. Pero la identificación con el carácter
masculino del mito aparece incluso antes. Particularmente interesante en este
sentido es la discusión entre Épicène y su amiga
Samia sobre la historia de Orfeo que acaban de estudiar en clase (Nothomb, 2018,
pp. 59-61). Épicène, que está a punto de trasladarse
a la Rive Gauche, asocia inmediatamente la imagen del río infernal Estigia con
el Sena. Las niñas se preguntan entonces cuál de ellas es Orfeo y cuál
Eurídice. Inicialmente es Samia quien se
ve a sí misma como Orfeo, porque está dispuesta a ir a visitar a Épicène (
“Je viendrais te voir”; Nothomb, 2018,
p. 67). Sin embargo, Épicène reclama el papel de Orfeo para sí misma y
lo de Eurídice para su amiga, pero por otras razones. En particular, le
atrae la figura del mítico cantor como el soberano por excelencia de la palabra
poética[16], cuyo poder principal consiste en manejar magistralmente el
lenguaje, ya sea literario o musical hasta “ser en mismo tiempo el poema, la música
y el texto” (cfr. Nothomb, 2018, p. 62); encarnación perfecta de una magia
transmisible casi por contaminación, en un pasaje que invierte irónicamente la
célebre imagen platónica del poeta-imán[17] y configura el efecto de la
poesía como epidemia (ibid.). Más
interesada en este aspecto del mito que en su lado sentimental, Épicène se
plantea entonces la cuestión de cómo convertirse en “un Orfeo moderno”, ya que
es precisamente su papel de cantor el que permite al héroe atravesar el
inframundo y quebrantar sus leyes (Nothomb, 2018, p. 60). Por consiguiente, como
adolescente y luego como adulta, Nothomb nos la representa en el acto de
contemplar los instrumentos lingüísticos, intentar dominarlos, apropiarse de un
idioma (en este caso el inglés), e incluso reconocerse en él: en este sentido,
dirá del verbo to crave, el tema de su tesis doctoral: “Ce verbe, c’est
moi” (Nothomb, 2018, p. 137). Un verbo que
debe entenderse más allá de la relación de su significado con la trama del
relato, es decir, más allá de la referencia a la necesidad emocional del
personaje-Épicène al que su padre nunca hizo caso. To crave esconde un
sentido autorreflexivo como una alusión a la necesidad de expresión y creación
artística. La figura de Épicène afirmando “Ce verbe, c’est moi” parece confirmar que el
lenguaje, para Amélie Nothomb, es una omnipotencia par excellence, un
instrumento personificado en el que la autora, a través de sus personajes,
expresa una profunda confianza. Mediante la conquista del
lenguaje, el personaje femenino Épicène se
apodera de cualidades propias del poeta y, en un sentido autorreflexivo, de los
escritores. Es, en definitiva, la
palabra el instrumento que permite a Eurídice ‘convertirse en Orfeo’ al
liberarse del inframundo y recuperar su
autonomía.
4.3. Tuer le père: el sacrificio ritual de un Orfeo derrocado
Pero esto requerirá un acto definitivo de destitución del
Orfeo original. Sorprendentemente para el lector, una forma de
auto-identificación con el signo lingüístico también se produce en Claude.
Enfermo terminal, durante su último encuentro con su hija comentará, tras
aprender la traducción de to crave, “avoir un besoin éperdu de”: “C’était le
verbe de ma vie et je ne le connaissais pas” (Nothomb, 2018, p. 141). Padre e hija se descubren similares en
la necesidad desesperada de algo que para Épicène ha permanecido sin nombre,
mientras que para el padre se identifica con su amante perdida (Nothomb, 2018, p. 145). Cuando
Épicène pone fin a la vida de Claude quitándole el respirador sin premeditación,
es como si finalmente silenciara una parte de sí misma.
Pero también cabe tener en cuenta que ya al principio de la
novela, a través del motivo del perfume, Claude ha sido presentado en el signo
del encantamiento y del hechizo. Su lenguaje cautivador, pero lleno de clichés,
es la herramienta encantadora de un Orfeo en negativo; un Orfeo masculino,
fracasado, y ahora agotado por un gesto ritual de sacrificio restaurando un
orden liberador. El
acto final remite así a lo que Yolande Helm
define como paradigma fundamental del mito órfico: “la créativité via l’absence, la mort de l’autre” (Helm,
1997, p. 160), un paradigma ya claramente ilustrado en Hygiène de l’assassin
(1992). Ahora la autonomía de Dominique y Épicène puede comenzar definitivamente,
en un universo femenino en el que Claude se revela como la verdadera “tercera
persona”: “C’était Claude, la tierce personne”.
5.
Conclusiones
Con Les prénoms épicènes, Amélie
Nothomb ha construido un relato que dibuja el contraste entre mujeres fuertes,
que luchan para sobrevivir ante relaciones de abuso, y hombres que creen tener
un poder psicológico y material, pero que no saben hasta qué punto pueden
resultar prescindibles actores secundarios. Para representar esto, la escritora
parece operar a través de la recuperación y deconstrucción de modelos
literarios, cuyos fragmentos recompone en un marco que incluye su propia
experiencia, personalidad y filosofía.
Las referencias míticas y la red intertextual tejida por el texto actúan
de forma subversiva y provocadora para responder a los conflictos existenciales
típicos del mundo contemporáneo. En este sentido, en Les prénoms épicènes
se produce una inversión sistemática del relato canónico del mito de Orfeo y
Eurídice. Las características de Orfeo, un personaje masculino, como poseedor
de un poder se transfieren a los personajes femeninos de la novela. A través de
estos múltiples procedimientos, el juego literario de Nothomb induce a
cuestionar los modelos sociales adquiridos. La intertextualidad y el juego de
las reminiscencias se convierten en los instrumentos de una escritura-símbolo
que arrastra al lector al ‘hechizo’ proveniente del lenguaje como
herramienta omnipotente. La literatura se convierte así en una escritura
femenina de doble filo, ya que, divirtiendo al lector, le lleva a plantearse
problemas sin influir en él, pero fomentando la lectura como una experiencia
activa de ‘co-construcción’ de significados.
Referencias
bibliográficas
Fuentes primarias
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silent woman (1609), ed.
R. Holdsworth. Bloomsbury.
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Nothomb, Amélie (1995). Les Catilinaires. Albin Michel.
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Nothomb, Amélie (2008). Le fait du prince. Albin Michel.
Nothomb, Amélie (2014). Pétronille. Albin Michel.
Nothomb, Amélie (2017). Frappe-toi le cœur. Albin Michel.
Nothomb, Amélie (2018). Les prénoms épicènes. Albin Michel.
Fuentes
secundarias
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de Dionysos dans l’oeuvre d’Amélie Nothomb. Réligiologiques, 25, 131-146.
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Ribarova, Pavlina (2013). Dimensions mythologiques des romans d’A. Nothomb: Mythifier, demythifier et remythifier. Bulgaria Research Papers, 51(1), 193-205.
[1] El tema ya aparece en Frappe-toi le cœur (2017), donde la figura negativa es la madre.
[2] Nothomb retoma aquí el simbolismo de la burbuja de champán, ya decisivo para obras como Le fait du prince (2008) et Pétronille (2014). La burbuja funciona como un dispositivo textual que hace referencia a la magia, el sentimiento y la ebriedad.
[3] Los
relatos de Nothomb contienen toda una serie de alusiones más o menos aparentes;
el grado de evidencia que se da a las diversas
alusiones es variable, así como la distancia irónica y/o subversiva que emerge
en el texto. Cfr.
Constant, Isabelle (2003). Construction hypertextuelle : “Attentat” d’Amélie Nothomb. The French
Review, 76/5, pp. 933-934; Oberhuber, Andrea (2004). Réécrire à l’ère du soupçon
insidieux : Amélie Nothomb et le récit postmodeme, Études françaises, 40(1), 111-128. El
resultado, según Yolande Helm, es una empresa de “desacralización” de la recepción
y producción literaria y del mito en general. La densa red de referencias se
alimenta de los estudios filosóficos y filológicos de la autora, pero también
mezcla cultura “alta” y el entretenimiento pop; vid. Helm, Yolande (1996). Amélie Nothomb : l’ «enfant
terrible» des lettres belges de langue française. Études francophones, 11(1), 120.
[4] Representada en 1609 e impresa en 1616, la pièce tal
vez fue juzgada como la más perfecta comedia inglesa.
[5] En la comedia, el
grupo de las Collegiate Ladies y la figura de Mrs. Otter encarnan la
asociación entre las características negativas atribuidas a las mujeres y la
pasión por el estudio.
[6] En la obra de Amélie Nothomb, la obesidad es un elemento típico que caracteriza a muchos personajes negativos, como Prétextat Tach en Hygiène de l'Assassin (1992) y Bernadette en Les Catilinaires (1995).
[7] Cfr. Nothomb, 2018, p. 17: “quand vous m'aurez épousé, vous n'aurez d'autre choix que d’y (=à Paris) habiter”.
[8] Helm, Yolande (1997). Amélie Nothomb: une écriture alimentée à la source de l’orphisme. Réligiologiques, 15, 151-163, especialmente pp. 152-153.
[9]
Cfr. Marois, Laurence (2011). Le double mythique : la figure d’Eurydice dans Mercure
d’Amélie Nothomb”, Revista de
mitocrítica, 3, pp. 73-93.
[10] Cfr.
Benali, Souad (2009). Le personnage féminin en
difficulté. Cas d’étude: les romans d’Amélie Nothomb. Les cahiers du CRASC,
20, pp. 41-52.
[11] Cfr. Amanieux, Laureline (2009). Le récit siamois.
Identité et personnage dans l’œuvre d’Amélie Nothomb, Albin Michel, 2009, 145-156; Ribarova, Pavlina
(2013). Dimensions
mythologiques des romans d’A. Nothomb: Mythifier, demythifier et remythifier. Bulgaria Research
Papers, 51/1 (2013), p. 197.
[12] Kushner, Eva (1961). Le mythe d’Orphée dans la littérature française
contemporaine, A.
G. Nizet, p. 348.
[13] Cfr. Bouloumié, Arlette (2004, Enero). La résurgence du mythe
d’Eurydice et ses métamorphoses dans l’oeuvre d’Anouilh, de Pascal Quignard, de
Henri Bosco, de Marguerite Yourcenar, de Michèle Sarde, et de Jean-Loup
Trassard. Loxias - Revue des centres de recherche pluridisciplinaires,
2, http://revel.unice.fr/loxias/document.html?id= 1244.
[14] Cfr. Béague, Annick,
Boulogne, Jacques, Deremetz, Alain, y Toulze, Françoise (1998). Les visages d’Orphée,
Presses universitaires du Septentrion, p. 49. La primera mención se encuentra
en el poeta helenístico Hermesianacte de Colofón (III s. a. de C.); sin
embargo, hay fuentes donde se registra el nombre de Argiope/Agriope. Cfr. Heurgon, Jacques (1932). Orphée et Eurydice avant
Virgile. Mélanges d’archéologie et d’histoire, 49(1), p. 15.
[15]
No sorprende que la escena
termine con Dominique refugiándose en la autoilusión que encarna el perfume: “s'isolait parfois avec le flacon de Chanel n. 5 qu'elle n'osait plus
porter. Et respirait le parfum du temps où l'amour l'énivrait” (Nothomb
2018: 46).
[16] Vid. Kushner, Eva (1961). Le
mythe d’Orphée dans la littérature française
contemporaine. A. G.
Nizet, p. 74.
[17]
La referencia es al Ion, 533d-534a.
[A1]En la bibliografía final, falta la referencia de esta edición en castellano. El resto de las citas está en francés y se corresponde con la edición francesa.
[A2]Se trata aquí de una paráfrasis, lo que quería indicar con cfr. Las citas textuales siempre se refieren a la edición francesa. He intentado de hacer más claro que no hay referencias directas.