ISSN 0213-7771 - e-ISSN 2443-9991
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Cuestiones Pedagógicas, 1(34), 2025, 11-14


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Presentación


Darlene Clover.

Universidad de Victoria, British Columbia, Canadá
clover@uvic.ca


Paula Guimarães.

Universidad de Lisboa, Portugal
pguimaraes@ie.ulisboa.pt


Jorge Osorio Vargas.

Universidad de Valparaíso, Chile
josorio.humanidades@gmail.com


Emilio Lucio-Villegas.

Universidad de Sevilla, España
elucio@us.es





La ascensión del Sr. Donald Trump al trono imperial de los Estados Unidos de
América ha puesto de manifiesto las tendencias que ya hace 20 años Michael Hardt
y Antonio Negri (2004) planteaban en su obra Imperio. La dominación adopta un
carácter global y se extiende a todas las facetas de la vida de la persona.

Que la dominación adopta un carácter global y un estilo imperial se ha puesto
de manifiesto en los deseos expansionistas del Sr. Trump: Canadá, Groenlandia, las
tierras raras de Ucrania, una Riviera en Gaza – sin los y las habitantes de Gaza, claro
está – o el Canal de Panamá. Todas las riquezas del mundo, por no decir del universo,
deben estar al servicio de la voluntad imperial.

Pero esta voluntad imperial de dominio no solo se extiende sobre las riquezas
materiales, sino también sobre la vida de las personas, convirtiéndose en un biopoder,
como lo denominaban Hardt y Negri. El mando imperial debe dominar todas las
facetas de la vida de las personas – y sobre todo la vida personal que se convierte en
el elemento fundamental de explotación. Y para realizar esa labor se han unido al
mando imperial los nuevos cónsules – con el Sr. Elon Musk a la cabeza –, magnates
de las grandes empresas que dominan las redes sociales, que compran periódicos,
que limitan los controles sobre esas mismas redes sociales y las convierten en
elementos de transmisión de lo anticientífico, antiecológico, de bulos y falsas noticias
que crean una verdad paralela al servicio de su negocio. De esta forma, han
conseguido hacer realidad el sueño de un pensamiento único que ha creado un
consenso hegemónico que, si no ponemos remedio, nos conduce a la destrucción de

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la democracia – por medio del fascismo – y, posiblemente, a la destrucción de la vida
en la Tierra tal y como la conocemos.

Y todo ello no es una exageración. En un artículo anónimo – como en cualquier
régimen fascista el miedo comienza a producir sus efectos – publicado en el British
Medical Journal el 12 de Febrero de 2025 un científico explica como tienen que
escribir anónimamente para no ser señalado en las redes sociales – y despedido de
su trabajo. También ha sido ‘invitado’ a borrar todos los registros de investigación
relativos a grupos vulnerables, mujeres – la llamada ideología de género – la
diversidad, etc. Se han borrado, indica esta persona anónima, datos demográficos de
determinadas poblaciones que permitirían anticipar ciertos acontecimientos y actuar
para aumentar el bienestar de las personas.

Pero el mando imperial no se ha construido solo y de la nada. El mando imperial
es uno de los resultados de la renuncia de la fuerzas democráticas y llamadas
progresistas a construir una alternativa, a construir una hegemonía diferente basada
en las ideas de progreso y bienestar para las personas y para el resto de seres que
habitan el Planeta. El mando imperial se constituye porque hace tiempo que se
renunció a dar la batalla cultural, económica, política y educativa con el fin de no
molestar a los poderes llamados fácticos. La responsabilidad de la socialdemocracia
es enorme. De hecho, algunas de las políticas del Sr. Reagan o de la Sra. Thatcher
ya marcaban, aunque más tímidamente, algunas de las tendencias actuales. En ese
sentido es bueno recordar que para Hardt y Negri (2004) el imperio es una respuesta
a los deseos y los movimientos de lo que llaman la multitud. Y cuales son los grandes
avances que se quieren destruir: el reconocimiento de la diversidad, étnica, de
género, etc.; el Estado de Bienestar y la garantía de unos mínimos de vida para todas
las personas, la construcción de pensamientos alternativos para vivir de otras formas,
la construcción de ciudades pensadas para las personas, etc. Esos y otros son los
avances que se quieren destruir.

Es importante, en ese sentido, volver a recordar a Raymond Williams, que nos
presenta algunas de las tareas que una educación de personas adultas comprometida
con el desarrollo de las personas debería plantearse.

Si la persona es esencialmente un ser que aprende y se comunica, la única
organización social adecuada a su naturaleza es la democracia participativa, en la
que todos nosotros, como individuos únicos, aprendemos, comunicamos y
gobernamos. Cualquier disminución, cualquier sistema restrictivo es, simplemente, un
desperdicio de nuestros verdaderos recursos; dilapidar individuos, expulsándolos de
un proceso de participación efectivo, es dañar nuestro auténtico proceso común
(Williams, 1965, p. 118).

Porque hoy la urgencia es enfrentarse al mando imperial y recuperar la batalla
cultural y educativa que permita desmontar la realidad paralela que los cónsules de
ese mando imperial están creando en sus redes sociales.

El problema es que en los último 50 años las políticas y las prácticas de
educación de personas adultas han cambiado de forma radical. El camino recorrido
desde las prácticas basadas en la Educación Popular hasta las actuales derivadas de
las políticas y prácticas del Aprendizaje a lo largo de la vida ha supuesto el abandono

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de las conexiones con la comunidad, el olvido de los intereses, problemas,
curiosidades y deseos por aprender de las personas. Ha supuesto también el olvido
de la experiencia de las personas como motor del conocimiento en educación de
personas adultas. Por último, han devaluado la educación en general y la educación
de personas adultas en particular como dominio de intervención educativa humanista,
y de desarrollo personal y social.

Todo ello ha sido sustituido por conceptos y términos que derivan del lenguaje
empresarial, por la potenciación de procesos educativos que priman lo individual
frente a lo colectivo y por colocar el mundo del trabajo y no la vida cotidiana de las
personas como el centro de los procesos educativos. Y, de alguna forma, eso ha
llevado a la desafección por lo comunitario, por la participación, por la construcción
de una sociedad solidaria y ha abierto la puerta al fascismo y a las tendencias
totalitarias tanto en lo político como en la reducción de la vida cotidiana al yo – y no
al nosotros, ese pronombre peligroso (Sennett, 2000).

El optimismo de la voluntad de Gramsci, la pedagogía de la esperanza, más
allá de la indignación que no es creativa, de la que Freire hablaba son elementos
esenciales para volver a reconstruir una educación que sirva a las personas y a las
comunidades. En un momento educativo, social y político de retos locales, regionales,
nacionales y globales, diferentes proyectos y actividades siguen pensando y haciendo
una educación de personas adultas crítica y reflexiva, problematizadora y dialógica,
centrada en las personas, pero también en los procesos sociales de cambio. Eso es
lo que hemos pretendido presentar en este número monográfico.

En él hay una serie de artículos que abordan diferentes temáticas de forma
diversa. Licinio Lima plantea, entre otras cuestiones, la contradicción entre la
utilización de herramientas digitales y la mayor burocratización de la educación con
el peligro de construir escenarios de dominación y no de liberación.

Darlene Clover y Sema Kaya plantean la necesidad de (re)imaginar la
educación de personas adultas desde una perspectiva estética y basada en las artes.
Se trata de pensar una educación de personas adultas al servicio de las personas no
sólo como instrucción, sino mediante la construcción de juicios estéticos.

Conectando la educación de personas adultas, la justicia social, los espacios
públicos de la llamada educación no formal y la cultura popular Samir Halliru se
centra en contexto de Nigeria.

María Rosa Goldar nos introduce en las conexiones entre la educación de
personas jóvenes y adultas y los movimientos sociales para construir una educación
que ayude al desarrollo individual y colectivo.

Peter Mayo reflexiona sobre el papel de las diferentes prácticas, y de los
espacios donde estas se producen, y su importancia para la educación de personas
adultas.

La educación de personas adultas indígenas es el tema del texto de Jean-Paul
Restoule
que se convierte en un canto a la diversidad, la misma que el imperio quiere
hacer desaparecer.

Gloria Elvira Hernández, Carmen Campero y Ana María Méndez se
detienen, entre otros aspectos, en los vínculos comunitarios de la educación de

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personas jóvenes y adultas, para recordarnos que la educación no se produce en un
vacío – ni conceptual ni territorial – sino ligado a los espacios donde las personas
viven.

Por último, Leonardo Baptista y Regina Simões, desde una perspectiva
histórica, nos acerca a la experiencia de MOBRAL em Brasil narrada por las personas
que fueron protagonistas de esa historia: el profesorado y el alumnado.

Hemos pretendido que el lector o la lectora encuentre en estos textos una
perspectiva amplia – en los enfoques y en los contextos geográficos – pero de una
determinada educación de personas adultas siempre comprometida con las
personas.

Referencias Bibliográficas

Hardt, M., y Negri, A. (2004). Imperio. Paidós.
Sennett, R. (2000). La corrosion del carácter. Anagrama.
Williams, R. (1965). The Long Revolution. Pelican Books.