Educación para el desarrollo sostenible y Responsabilidad Social Educativa. Una mirada histórica desde la persona
En 1974 la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia
y la Cultura (UNESCO) introdujo la educación para el desarrollo en la agenda
internacional. Desde este momento, la educación se concibe como “un proceso
global de la sociedad, a través del cual las personas y los grupos sociales aprenden
a desarrollar conscientemente en el interior de la comunidad nacional e internacional
y en beneficio de ellas, la totalidad de sus capacidades, actitudes, aptitudes y
conocimientos”. Sobre este proceso educativo, la Unesco apuesta por una educación
definida como educación para la comprensión internacional, dónde se conjuga el
conocimiento, la cooperación y el respeto mutuo de los países y las culturas, siempre
desde la perspectiva de los derechos humanos y libertades individuales.
El Nuevo Consenso Europeo sobre Desarrollo recoge en su punto 88 el papel
de la Educación para el Desarrollo y la Sensibilización como parte de las labores
encomendadas a las organizaciones de la sociedad civil, remarcando el carácter de
agentes del cambio social de las mismas. La educación es vista como un espacio de
acción, cambio de valores y fomento de nuevas realidades; un instrumento
coadyuvante de la lucha contra la pobreza, de promoción del medio ambiente y de
erradicación de todos los problemas de la sociedad actual.
Desde la perspectiva educativa, la educación para el desarrollo sostenible se
considera como un proceso interactivo enfocado en la formación, la concienciación y
el compromiso que busca en la educación formal, no formal e informal la comprensión
y el compromiso de la persona sobre los problemas que atañen al desarrollo, al
subdesarrollo, a la pobreza, a la desigualdad, a las personas y los países que los
sufren (Eizaguirre, 2000).
Desde la triple naturaleza propia de la educación, la transformación, la
complejidad y la apertura (Calderón y Monclús, 2001), la educación para el desarrollo
aparece como una herramienta de cambio, de mejora, de manejo de situaciones y
temáticas actuales. Este hecho permite reenfocar la educación formal tradicional,
trascender las limitaciones y potenciar un proceso educativo diverso, permanente y
que genere transformaciones significativas tanto en los entornos inmediatos como en
aquellos más alejados. Su campo de acción va más allá de la adquisición de
conocimientos y asume como parte de su función el aprendizaje de nuevos valores y
actitudes (Calderón y Monclús, 2001).
Metodología
El artículo que se propone se centra en analizar la importancia del proceso
educativo desde el origen del derecho a la educación. Desde un punto de vista
histórico, la educación es parte innegable de la formación y plenitud de la persona, la
importancia de la responsabilidad social educativa y la educación para el desarrollo