Mª Isabel de la Rubia Rivas
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de influencia de dicho país, en donde sin duda se encuentra la inmensa mayoría del mundo
occidentalizado.
En cualquier caso, esta sería la realidad que se nos planteaba en los años 90 y 2000
a través de las series de televisión y películas, nacionales e internacionales que se
consumían en los canales señalados y que no difiere de lo actual. Sin embargo, el de la
sexualidad no es el único factor que debemos tener en cuenta. Otro de los papeles sin duda
relevantes que jugaría la televisión como principal referente hasta la llegada de las redes
sociales es el de la información.
Desde este punto de vista, en los últimos años se ha producido un efecto inverso.
Esto es, con la aparición de las redes sociales y la proliferación descontrolada de los
dispositivos portátiles personales, las novedades informativas han dejado de estar
capitalizadas por la prensa y la televisión, y ahora se encuentran en manos de cualquiera
a solo un botón de distancia. Esta novedad, ha supuesto una caída desmesurada del uso
de la prensa en papel, que solo engloba ya a un 13,8% de los consumidores de información,
frente a internet, que se lleva un 87,6%, por delante de la televisión con un 81,9%, siendo
youtube la fuente más consultada (EGM, 2023). Evidentemente, este factor tiene otras
consecuencias.
La primera de ellas es que se ha producido un viraje hacia otras fuentes de
información, lo que a priori puede conllevar una mayor diversidad, pero también un
problema de credibilidad, puesto que se desconoce quién posee la autoría de aquello que
consumimos. No obstante, se ha observado un cambio significativo en esta materia. Según
algunos estudios, este proceso se ha dado por los cambios favorecidos por el acceso a
dispositivos como los smartphones, pero también por la mayor tendencia a una inmediatez
y a priorizar cuestiones como confiabilidad, frente a la honestidad o a la objetividad (García
Jiménez et al. 2018). Como se puede observar, nos encontramos aquí con otra de las
señales de alarma, pues es la pretensión de tratar las noticias en función, ya no de la fuente
que la proporcione o de su objetividad, sino de aspectos relativos a una supuesta
credibilidad de su autor, pretendiendo ignorar o haciéndolo por falta de sentido crítico, la
intencionalidad de los mismos.
Además, la preeminencia de las redes sociales que podemos observar frente a la
televisión tiene otra motivación, más allá de la sencillez de su acceso. Nos referimos a la
idea de internet como un ámbito privado en el que el sujeto crece de forma independiente,
frente al ámbito público de consumo que supondría el uso del medio televisivo; por otro
lado, es relevante señalar que se trataría de un acercamiento a la información más bien
esporádico. Es decir, los adolescentes y jóvenes actuales no se sienten necesitados de
consultar la información de actualidad, sino que esta aparece y se les facilita a través de
las plataformas que ellos mismos consultan (García Jiménez et al. 2018).
Como se puede observar, se ha producido un desplazamiento del consumo de
información a otros medios, perdiendo su preeminencia la televisión, por no mencionar de
nuevo la caída sin precedentes de la prensa. Sin embargo, la pregunta que seguiría,
recuperando lo que antes veíamos como modelos de comportamiento en televisión, es si