ISSN
0213-7771
- e-ISSN
2443-9991
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Cuestiones Pedagógicas,
1(33), 2024, 183-200
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Televisión, Redes Sociales y Responsabilidad
Social Educativa: una necesidad imperiosa
Television, Social Media and Social Educational
Responsability (SEduR): an urgent need
Mª Isabel de la Rubia Rivas
Universidad Rey Juan Carlos
https://orcid.org/0000-0002-4574-1094
Resumen: La educación es uno de los aspectos más
relevantes de la vida social, como demuestra el interés
de entidades públicas y privadas por su control.
Precisamente vinculados a esta trascendencia,
aparece la idea de los agentes educativos, figura que
habitualmente se ha relacionado con el ambiente más
próximo al sujeto, la familia, para luego extrapolarlo a
entidades suprafamiliares, como la escuela, el estado.
La presencia de influencias aún más externas
evidentes entre los agentes educativos actuales obliga
a poner atención sobre el impacto que estas tienen en
la evolución y formación de niños y adolescentes.
Desde casi su aparición, los diferentes organismos y
entidades vinculados a la comunicación han sido
conscientes de que el poder de los medios va más allá
del entretenimiento. Sin embargo, el cambio de
paradigma de un espacio público o social, propio de los
antiguos medios como la radio o la televisión, a uno
privado, como es el caso de las redes sociales, nos
lleva a preguntarnos si somos conscientes del impacto
real que estas herramientas tienen en sus usuarios,
especial pero no exclusivamente, en los más jóvenes.
En este trabajo buscaremos revisar aspectos tales
como la preocupación relativa al control de los medios
de comunicación, la necesidad de prestar atención a
este nuevo fenómeno desde el resto de los agentes
educativos, por su relevancia en el comportamiento y
la constitución de una nueva realidad social que a
todos nos afecta. Esto se producirá a partir del análisis
Abstract : Education is one of the most relevant
aspects of social life, as the interest of public and
private entities in its control demonstrate. With this,
the idea of educational agents appears, a figure that
has usually been related to the environment closest
to the subject, the family, and then extrapolated to
suprafamilial entities, such as school or state. The
presence of even more external influences evident
among current educational agents, forces us to pay
attention to the impact they have on the evolution
and training of children and teenagers. Since almost
its appearance, different organizations linked with
communication have been aware that the power of
the media goes beyond entertainment. However, the
paradigm shift from a public or social space, typical
of radio and televisión, to a private one, as social
networks, leads us to ask ourselves if we are aware
of the real impact that these communication tools
have on their users, especially but not exclusively in
the youngest ones . In this work, we will try to review
not only the concern related to the control of the
media, but also the need to pay attention to this new
phenomenon from the rest of the educational agents,
due to its relevance in behavior and the constitution
of a new social reality that affects us all. Finally,
having highlighted the problems surrounding these
new media and their influence on the formation of the
new society, the importance of paying attention to
Recibido: 25/03/2024 | Revisado: 01/04/2024 | Aceptado: 13/05/2024 |
Online First: 15/06/2024 | Publicado: 30/06/2024
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de artículos y trabajos de actualidad que centren su
atención en los intereses en torno a los medios y los
posibles efectos derivados de la falta de control de
estos. Para terminar, al haber puesto de relevancia la
problemática en torno a estos nuevos medios y su
influencia en la conformación de la nueva sociedad, se
resaltará la importancia de prestar atención a estos
fenómenos y la necesidad de proponer nuevas
soluciones.
these phenomena and the need to propose new
solutions will be highlighted
Palabras clave: Responsabilidad, televisión,
adolescentes, influencia social, educación tecnológica,
cambio social
Key words: Responsability, television, teenagers,
social influence, tecnological education, social
change.
Introducción
El mundo educativo y formativo en la actualidad es uno de los aspectos que más
preocupa en general a la sociedad, no solo a nivel nacional, sino internacional (Cabrera,
2020). Esto es debido a que se relaciona la mayor formación con el aumento de salario y
las mejores condiciones de vida, algo que, aunque no siempre es real, casi siempre es así
entendido.
En cualquier caso, un concepto que debe ser considerado en materia de educación
es el de los agentes educativos. Esto es, aquellos que participan de la formación como
generadores de esta; los que se muestran como un elemento activo en el desarrollo y la
adquisición de conocimientos, valores o comportamientos de los individuos, niños o adultos.
Según la Declaración de derechos humanos, se reconoce el derecho de los padres
o tutores a ser los primeros que determinen el tipo de educación que deben recibir sus hijos
(ONU, 1948); sin embargo, no podemos dejar de considerar que no son estos los únicos
agentes educativos, sino que se constata la influencia de otros en la educación. Entre estos
podríamos destacar (Martínez Domínguez et al. 2023):
- Familiares: hermanos, abuelos y demás parientes.
- Comunidades de referencia: colectivos vinculados al origen, a las
características personales determinadas por edad o afinidad o por cualquier
otro motivo.
- Sociedades conocidas: aquellos que aportan algún servicio o producto y que
se encuentran en determinados espacios, tales como internet, los comercios,
las redes sociales, etc
- Individuos influyentes: aquellos que, por el motivo que sea, tienen una
especial relevancia para los individuos.
Como se puede apreciar, el ámbito familiar no deja de ser uno más de los contextos
donde se genera educación. No solo no es exclusivo, sino que, en muchas ocasiones, como
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veremos, pugna por recuperar la importancia que tuvo en otros momentos de la historia,
donde la influencia familiar se consideraba mucho mayor.
Conscientes entonces de que la educación no es solo cosa de la familia o la escuela,
debemos plantearnos la idea de en manos de quién está y qué niveles de responsabilidad
o conciencia se les puede exigir a los agentes anteriormente mencionados. En este
contexto, surge la idea de contemplar la Responsabilidad Social Educativa como elemento
de referencia que nos permita considerarlos precursores o no, de comportamientos y/o
valores que observamos en la sociedad y que no siempre tienen porqué resultar aceptables.
Antes de exponer los objetivos que buscamos esclarecer en este artículo, creemos
interesante destacar el hecho de que, frente a la evidente trascendencia que podríamos
asumir en cuanto a influencia, en torno a la familia y la escuela como agentes educativos
considerados principales, no podemos obviar que este hecho puede cambiar y cambia a lo
largo de la vida, condicionado por las relaciones que el individuo va entrelazando y que
parten del nivel más próximo comúnmente considerado, el familiar, hasta el ámbito general
(Frías-Armenta, López-Escobar, & Díaz-Méndez, 2003).
Dada la particularidad señalada en cuanto al desplazamiento, o cuanto menos,
complementariedad, de la influencia de elementos ajenos a la familia, la escuela o incluso
las relaciones directas en el caso de las redes sociales y los influyentes en el aspecto
educativo, en este artículo buscamos realizar una primera aproximación a la
responsabilidad social educativa de algunos de aquellos agentes más externos. Vaya por
delante que somos conscientes de la complejidad de este análisis, de ahí que lo que
busquemos no sea concretar un trabajo definitivo, sino señalar los siguientes objetivos, que
buscan como punto central, poner en evidencia la necesidad de estudios más extensos y
que nos aporten una visión mayor de este fenómeno y sus cambios en los últimos años.
En cuanto a nuestros objetivos secundarios debemos destacar:
o Observar el papel de la tv hasta el surgimiento de las RRSS, cómo esta introducía
ya en el pasado modelos de comportamiento y cuáles eran.
o Mostrar la trascendencia adquirida por las redes sociales aun en contra de la tv,
aunque esta no haya desaparecido.
o Observar si los modelos de comportamiento han ido cambiando por influencia de las
RRSS.
o Considerar la importancia de la RSEdu y los temas especialmente sensibles a ella
en la actualidad.
Una vez expuestos los objetivos que buscamos plantear, comenzaremos a
desgranarlos de forma sucesiva, tratando de reparar en el grado de responsabilidad social
educativa que muestran y en cómo este ha ido cambiando o no, a lo largo de los años.
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Metodología
La manera de analizar los resultados que expondremos más adelante ha sido
compleja y ha procurado seguir la metodología PRISMA. En primer lugar, nos acercamos a
la consulta de materiales publicados en formato libro consultando tanto títulos que llevaran
“Responsabilidad Social Educativa”, como los resúmenes y sinopsis, con los que
realizaríamos la aproximación relativa a cuestiones más puramente educativas, como el
concepto de agentes educativos. Para consultar trabajos en formato artículo, recurrimos a
diversas bases de datos, entre las que destacan Dialnet y Web of Science, donde
realizamos una primera batida, de nuevo por medio de títulos y resúmenes, a través de la
introducción de términos como “Responsabilidad social+ Televisión”, “Responsabilidad
Social Educativa + redes Sociales”, “Adolescentes + Redes Sociales, o “Adolescentes +
Influencers”. Las bases de datos arrojaron una cantidad nada desdeñable de resultados a
los que aplicamos diferentes filtros.
Estos consistieron en la consideración de la fecha de publicación, posterior a 2015,
por tratarse de un fenómeno reciente, salvo algunas excepciones concretamente relativas
a la televisión, que consideramos referentes y aplicables a los objetivos que perseguíamos,
a pesar de ser más antiguas. Ante la gran cantidad de trabajos que nos encontramos,
debimos aplicar un segundo filtro eliminando los trabajos duplicados. Aunque, por tratarse
de una primera aproximación, nos centramos como se puede apreciar en los términos de
búsqueda, por considerar trabajos publicados en lengua castellana, esto no limita el trabajo
al ámbito español, sino que engloba también artículos y estudios publicados en revistas o
instituciones hispanoamericanas. Por último, consultamos la información institucional de las
cadenas de televisn en España a partir de las páginas oficiales, de cara a obtener de
primera mano y sin intermediarios la información que estas aportan en materia de
protección a los menores.
Con todo ello, buscamos como decimos un primer acercamiento al tema que nos
ocupa, que ya deja entrever de forma evidente la gran necesidad del tema en cuestión de
ser abordado.
La influencia social de la televisión y las Redes Sociales
Desde los inicios de la televisión en abierto se ha sido consciente de la gran cantidad
de información que podría entrar en todos los hogares y establecimientos a través de los
canales de televisión y la programación contenida en ellos. Multitud de trabajos han
mostrado la trascendencia de esta (Martín Serrano, 1981; Jiménez Hernández & Torres
Barzabal, 2005; García Beaudoux, 2014; Crespo, 2005; Guarinos, Gordillo, Ramírez,
Jiménez-Varea, & Hermida, 2010) y la importancia de preservar según qué contenidos de
determinados sectores de la población, poco dados a ser críticos o a comprender de forma
adecuada aquello que recibían sin filtro o control. En este sentido, se ha visto clara una
relación entre los padres o tutores, que debían cumplir con esta función, su ausencia como
supervisores y el llamado comportamiento antisocial (Justicia et al., 2006).
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Este hecho ya nos da dos elementos en los que reparar. Por un lado, el de que la
televisión tiene efectos en los individuos. Por otro, que debe ser reconocida su necesidad
de supervisión, dadas las repercusiones que puede tener en el desarrollo de los individuos
que la consumen, hecho sobre el que volveremos más adelante.
Precisamente esta necesidad de supervisión no ha sido siempre ignorada, pues las
propias cadenas en abierto, en España, conscientes de la problemática que suponía y de
su propia influencia, suscribieron un acuerdo en el que todas ellas, así como el entonces
Ministerio de Educación y Ciencia, acordaron proteger a los telespectadores de
determinados contenidos más sensibles en horarios susceptibles de presentar un público
menos crítico. A pesar de ello, este código, refrendado en los años 90, no se consideraba
una norma legal real, sino una meramente moral, de tal forma que, aunque suscrito por las
cadenas de televisión, estas no se verían legalmente obligadas a secundarlo (Crespo,
2005).
En este sentido, se observa una dicotomía compleja. Por un lado, las propias
televisiones serían conscientes del peso que sus contenidos tendrían en los
telespectadores; por otro, no se observó un interés real en organizar de forma eficaz la
oferta, de cara a amoldarla a las distintas edades susceptibles de consumirlas en uno u otro
horario
1
.
A pesar de que este hecho podría considerarse menor, no podemos dejar de hacer
notar el efecto que, según algunos estudios, tiene la exposición a ciertas informaciones en
la formación y desarrollo de los niños y jóvenes. El acceso a determinados contenidos,
especialmente los vinculados con la violencia o la sexualidad, nos lleva a considerar el eco
de estos en sus comportamientos (Ruiz Pacheco, 1999). Este hecho se sustenta en las
teorías de Bandura sobre el aprendizaje social, en donde se considera que precisamente
uno de los grandes influjos a la hora de comprender cómo valerse en el mundo, se adquiere
a partir de la observación de modelos socialmente aceptados (Crespo, 2005, p. 194). En
este punto cabría plantearnos ¿Qué hay más interiorizado en la sociedad que los modelos
televisivos o fílmicos que se nos presentan en series y cine?
Respondiendo a esta pregunta y a modo de ejemplo, no podemos ignorar que lo que
se muestra en los programas y series de televisión, como en el cine, no es ni más ni menos
que una realidad social aceptada en el momento (Justicia et al., 2006 y Guarinos et al.,
2010). Podemos encontrar para refrendar este hecho, ejemplos concretos sobre series de
televisión en España donde se proponían determinados comportamientos al mundo infantil
y adolescente. Es el caso destacado de las series Física o química y el internado, ambas
estrenadas en la primera década de los años 2000, cuando la televisión n no sentía la
gran amenaza que son actualmente las redes sociales, y se consolidaba como un enorme
factor de influencia sobre la población (Guarinos et al. 2010):
1
Cadenas de televisión privadas como Atresmedia sí señalan su compromiso desde el punto de vista social con lo que
consideran problemático: alimentación saludable, seguridad vial o seguridad en las redes sociales. No obstante, no
muestran referencias a una limitación de los contenidos más allá de la edad recomendada de consumo (Atresmedia,
2024).
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La ficción audiovisual posee la doble cualidad de representar un modelo y un espejo
social al mismo tiempo. Como espejo refleja y recrea la sociedad de la que surge el
relato, organizando historias ficcionales con patrones que reproducen esquemas de la
realidad. Como modelo sirve para confirmar, perpetuar y consolidar las actitudes que
representa. Por ello, el análisis de personajes dentro de las series de ficción permite
extrapolar conclusiones en relación con las culturas que consumen esos relatos.
Estos mismos autores (Guarinos et al. 2010) señalan la trascendencia de aquello
que observamos en la televisión, especialmente para algunos sectores de la población,
entre los que destacan los adolescentes que, no solamente buscan reconocer y
reconocerse a ellos mismos en los personajes de ficción, sino que llevan a querer ocupar
el lugar de estos en la propia ficción que interpretan como realidad. Esta extrapolación de
aquello que vemos en la pantalla debería ser uno de los primeros factores que nos inviten
a pensar en la necesidad de considerar la responsabilidad social educativa de los medios
de comunicación; dada la trascendencia y el riesgo que de ellos se desprende.
Modelos de comportamiento
Respecto a las ideas que se transmitían y se continúan incorporando a la sociedad
desde los medios de comunicación, debemos poner énfasis en ciertos rasgos importantes
y en los efectos que, como veremos, se han desplazado de forma más exagerada a las
redes sociales y, por extensión, a la realidad social actual.
El primero de los patrones de comportamiento que debemos mencionar ya ha sido
insinuado en las páginas precedentes. Nos referimos naturalmente a los estereotipos de
conducta asociados a los personajes con los que niños y adolescentes se identifican. Estos
modelos de vida han sido observados por parte de algunos expertos, tanto en el plano
nacional, como en el internacional, siendo algo extensible entonces, al menos, a la cultura
occidental (Crespo, 2005).
En este sentido, el rasgo social que surge de la televisión, pero que veremos
extenderse rápidamente a las redes sociales, es el relativo a la sexualidad y al
comportamiento abiertamente explícito de ciertos personajes en según qué series y
películas de televisn. Aunque como hemos comentado anteriormente, se trató de extender
un código deontológico que protegiera a distintos sectores de la población más sensible a
según qué contenidos, ya los estudios señalan que, en los años 90, en la televisión, se
observaban los siguientes cambios (Crespo 2005, pp. 193-194):
a) Un incremento en el número total de referencias/actos sexuales explícitos,
incluyendo la prostitución y la homosexualidad
2
.
b) Incrementos modestos o elevados de las referencias verbales e implícitas
en el contexto a actos sexuales completos.
2
En los últimos años, la década de los 2020, se ha extendido este fenómeno al movimiento transexual, con ejemplos
como los que se aprecian en la serie “Veneno”, biopic de una conocida colabora de televisión, transexual y prostituta,
emitida a través de la plataforma privada AtresMedia (2020).
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c) Presencia consistente de la presentación de sexo prematrimonial y de
infidelidad matrimonial, con la mayoría de las actividades sexuales ocurriendo entre
personas no casadas entre sí frente a las ocurridas entre marido y mujer.
d) Presentacn del sexo generalmente de una manera sugestiva, con un
incremento de los comportamientos de coqueteo y de las insinuaciones verbales.
e) Escasez de presentaciones visuales de los comportamientos sexuales más
íntimos: menos de 1 de cada 10 incidentes de actos sexuales completos tiene algún
componente visual.
f) Los besos y las caricias eróticas son los únicos actos sexuales que se hacen
visuales para los espectadores
3
.
g) Hablar de sexo es más frecuente que participar en él. En la mayoría de los
casos, la conversación consiste en sueños o fantasías, y negación o rechazo total
de la actividad.
h) Las enfermedades de transmisión sexual, los métodos anticonceptivos, el
aborto y la homosexualidad raramente o nunca son mencionados.
i) Aunque generalmente el sexo en televisión es tratado dentro de un contexto
de humor, se incrementa su presentación en programas de formato dramático.
j) Los estereotipos relativos a los papeles sexuales están presentes. Las
mujeres tienden a actuar seductivamente y a recibir las insinuaciones verbales de
los hombres. Sin embargo, se han encontrado indicios de una tendencia que
presenta a las mujeres como iniciadoras de la actividad sexual tan a menudo como
a los hombres.
k) Las edades de los participantes en los actos sexuales están entre los 20 y
los 30 años y hay una tendencia a que las mujeres sean incluso más jóvenes.
Lo que se desprende de este tipo de estudios es la imagen completamente
desregularizada de la sexualidad. Decimos “desregularizaday no “liberalizadaporque no
se limita a la práctica sexual sin supuestas “atadurasla que se transmitía ya en este tipo
de contenidos; sino la presencia de conductas que de una u otra manera pondrían en riesgo
la salud de los personajes, como en el caso de las enfermedades de transmisión sexual,
que, como acabamos de explicar en el punto h, raramente son mencionadas como un factor
de riesgo.
Aunque pudiera parecer que las referencias que se hacen a este tipo de conductas
proceden de hace unas décadas y, en el caso mencionado, del ejemplo de Estados Unidos,
no podemos ignorar que este hecho se ha venido extendiendo a lo largo y ancho del área
3
Aunque en general este hecho se puede sostener en el tiempo, se ha dado una ampliación a actos sexuales explícitos,
como los presentados en la serie norteamericana “Juego de Tronos”, que llegaron, por su evidencia, a ser denunciados
por las propias actrices que de ellos participaban.
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de influencia de dicho país, en donde sin duda se encuentra la inmensa mayoría del mundo
occidentalizado.
En cualquier caso, esta sería la realidad que se nos planteaba en los años 90 y 2000
a través de las series de televisión y películas, nacionales e internacionales que se
consumían en los canales señalados y que no difiere de lo actual. Sin embargo, el de la
sexualidad no es el único factor que debemos tener en cuenta. Otro de los papeles sin duda
relevantes que jugaría la televisión como principal referente hasta la llegada de las redes
sociales es el de la información.
Desde este punto de vista, en los últimos años se ha producido un efecto inverso.
Esto es, con la aparición de las redes sociales y la proliferación descontrolada de los
dispositivos portátiles personales, las novedades informativas han dejado de estar
capitalizadas por la prensa y la televisn, y ahora se encuentran en manos de cualquiera
a solo un botón de distancia. Esta novedad, ha supuesto una caída desmesurada del uso
de la prensa en papel, que solo engloba ya a un 13,8% de los consumidores de información,
frente a internet, que se lleva un 87,6%, por delante de la televisión con un 81,9%, siendo
youtube la fuente más consultada (EGM, 2023). Evidentemente, este factor tiene otras
consecuencias.
La primera de ellas es que se ha producido un viraje hacia otras fuentes de
información, lo que a priori puede conllevar una mayor diversidad, pero también un
problema de credibilidad, puesto que se desconoce quién posee la autoría de aquello que
consumimos. No obstante, se ha observado un cambio significativo en esta materia. Según
algunos estudios, este proceso se ha dado por los cambios favorecidos por el acceso a
dispositivos como los smartphones, pero también por la mayor tendencia a una inmediatez
y a priorizar cuestiones como confiabilidad, frente a la honestidad o a la objetividad (García
Jiménez et al. 2018). Como se puede observar, nos encontramos aquí con otra de las
señales de alarma, pues es la pretensión de tratar las noticias en función, ya no de la fuente
que la proporcione o de su objetividad, sino de aspectos relativos a una supuesta
credibilidad de su autor, pretendiendo ignorar o hacndolo por falta de sentido crítico, la
intencionalidad de los mismos.
Además, la preeminencia de las redes sociales que podemos observar frente a la
televisión tiene otra motivación, más allá de la sencillez de su acceso. Nos referimos a la
idea de internet como un ámbito privado en el que el sujeto crece de forma independiente,
frente al ámbito público de consumo que supondría el uso del medio televisivo; por otro
lado, es relevante señalar que se trataría de un acercamiento a la información más bien
esporádico. Es decir, los adolescentes y venes actuales no se sienten necesitados de
consultar la información de actualidad, sino que esta aparece y se les facilita a través de
las plataformas que ellos mismos consultan (García Jiménez et al. 2018).
Como se puede observar, se ha producido un desplazamiento del consumo de
información a otros medios, perdiendo su preeminencia la televisión, por no mencionar de
nuevo la caída sin precedentes de la prensa. Sin embargo, la pregunta que seguiría,
recuperando lo que antes veíamos como modelos de comportamiento en televisión, es si
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dicha influencia sobre las conductas se ha trasladado a las redes sociales, en qué medida
o de qué modos.
Pues bien, como es evidente, de la misma manera que se ha movilizado el consumo
de información hacia otras fuentes por su accesibilidad y su privacidad, los contenidos
consumidos vía internet por parte de adolescentes y jóvenes también han aumentado en el
plano de las redes sociales. En este sentido, este factor presenta una gran trascendencia
en cuanto a patrones de conducta y comportamiento.
El primer elemento que debemos destacar es muy significativo e implica que, según
algunos estudios como el de García Jiménez et al. (2018), los adolescentes son plenamente
conscientes de la irrealidad de las series y los modelos de comportamiento que se les
transmiten desde las plataformas y los contenidos audiovisuales, en cuanto a que son
estereotipos. No obstante, consideran que lo que se muestra son relaciones realistas,
posibles y, lo más importante, aunque se creen poco influidos por estos modelos en su vida
diaria, sí sostienen que afectan o influyen sobre sus iguales (García Jiménez et al. 2018).
Este factor no es el único elemento que nos han traído, o que se ha visto agudizado,
por las redes sociales. Actualmente encontramos ya, no solo ejemplos guionizados que,
como decimos, reproducen un aparente modelo social más o menos cuestionable, sino que
se ha dado una modificación de los perfiles de los personajes que actualmente suponen
una influencia en la sociedad. Es en este contexto donde encontramos la figura de los
nuevos fenómenos sociales, denominados con el término inglés influencers que Ferrer-
López (2020), citando al international bureau of information define como:
aquellas personas que se considera que tienen el potencial de crear
engagement, impulsar la conversación y/o influir en la decisión de compra de
productos/servicios a un público objetivo. Estos individuos pueden variar desde
celebridades hasta perfiles menos conocidos en un ámbito general, pero
reconocibles en su propio nicho más especializado.
Como se puede observar, la publicidad en este caso, pero de igual modo en otros
sectores de la comunicación, como el cine o la televisión, encuentra en estos personajes,
“seguidospor determinados grupos de la población, una inspiración o un modelo a imitar.
Aunque no podamos limitar este fenómeno a los adolescentes y jóvenes, puesto que es
extensivo a cualquier usuario de las redes sociales o la publicidad; dada la enorme conexión
que ya hemos mencionado entre estos grupos poblacionales e internet, parece más
probable que sea en estos grupos en donde se concentra la mayor parte de la “influencia”.
Un ejemplo interesante en este sentido lo representa un nuevo sector de influencers
que destacan por relacionarse con un modelo estético novedoso. Es el fenómeno de las
llamadas “microcelebrities”. Este reciente arquetipo publicitario y personal se ha extendido
de forma generalizada especialmente en redes sociales como Instagram o tiktok, las más
seguidas por los adolescentes desde la pandemia.
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desconocidos que, por uno u otro motivo, se convierten en trascendentales para un
sector de la población. Este es el ejemplo de las llamadas curvys”, mujeres que, por su
aspecto físico, nada tienen que ver con el mundo de la moda usual, pero que, a través de
plataformas como las antes mencionadas se han convertido en escaparate de una nueva
forma de entender la moda, el físico e incluso la salud (Blanes, 2017).
Como podemos observar a la luz de toda la información expuesta, la sociedad actual
y particularmente los adolescentes y jóvenes, considerados ya “nativos digitales y
miembros de la llamada “generación Z”, se encuentran ante una realidad informativa y
publicitaria que se ha transformado en los últimos años y que los lleva en muchas ocasiones
a la engañosa idea de que solo internet basta (Salas Delgado, 2020).
Así, hemos pasado de recibir la información de forma más o menos controlada a
través de la televisión y los medios de comunicación tradicionales, para hacerlo por vías
tales como internet o las redes sociales. Esto ha supuesto no solamente una mayor
posibilidad de elección para los consumidores, sino que desde el punto de vista de los
propios productores de información y publicidad se ha requerido de una vuelta de tuerca.
Si bien es un hecho que la crítica por la presencia de determinados contenidos más
sensibles ya se daba en los años 90 en los programas de televisión, no podemos ignorar
que la posibilidad de libre acceso y la individualización de las vías de comunicación, ha
favorecido el crecimiento en el consumo de según qué contenidos.
Llegados a este punto y habiendo revisado la influencia o el uso actual que se le da
a televisión y redes sociales, creemos oportuno abordar el último de los objetivos
planteados en este artículo. Esto es, la situación actual de la Responsabilidad Social
Educativa en un mundo hiperconectado y dónde queda el papel del resto de agentes
educativos en la misma.
Responsabilidad social educativa en los medios de comunicación y las redes
sociales
La importancia de los medios de comunicación y las redes sociales no se ciñe
exclusivamente al contenido que nos aportan, sino que tienen un peso claro en la
constitución de opiniones y estereotipos (Crespo, 2005). Como decíamos en páginas
precedentes, la televisión propone una serie de modelos socialmente aceptados o, cuanto
menos creíbles, de tal manera que los propios usuarios son conscientes, por lo menos en
otros sujetos, del efecto que el consumo de ciertos materiales puede tener en la vida de los
individuos (García Jiménez et al. 2018).
En cualquier caso, esta influencia no es ni gratuita ni esporádica, puesto que
responde a una reproduccn del contexto cultural. Es decir, lo que se traslada a las redes
sociales y la televisión es lo que está presente en la sociedad que va a consumir esos
En cualquier caso, este tipo de fenómenos se ven reflejados de muchas maneras,
aunque ya no se da tanto el mecanismo publicitario del rostro conocido por algún mérito o
éxito (personal o profesional) concreto, sino que son personajes más o menos.
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contenidos y ello tiene influencia en aquellos que, a partir de ideas más o menos ficticias,
pretenden trasladar estos hechos a la realidad que les incluye.
Ello se puede ejemplificar en lo que se refiere a distintos temas:
En primer lugar, si hacemos referencia a cuestiones relativas a la violencia, se ha
observado en estudios elaborados por la asociación americana de psicología (APA 1993 en
Justicia et al. 2006) que los individuos expuestos a violencia a corta edad, así como aquellos
que conviven con ella o que la perciben en la televisión de forma continuada, se vuelven
más inmunes a los comportamientos de este tipo y, aún más, perciben el mundo como un
lugar agresivo en donde solo podrán avanzar si luchan contra lo que les rodea.
Otro de los aspectos importantes que comenzó de forma masiva con la televisión, si
es que podemos concretar un momento de inicio, y se extiende de forma unánime con las
redes sociales, es la importancia del atractivo sico (Ruiz Pacheco, 1999). Es cierto que,
en este sentido, recientemente y a través de las redes sociales, hemos observado el
surgimiento de un fenómeno muy particular propio enteramente del mundo occidental
desarrollado, puesto que no tendría sentido contemplarlo en los espacios del mundo donde
no están cubiertas las necesidades básicas. Nos referimos al llamado fenómeno “curvy”,
que ya hemos mencionado en relación con las redes sociales y las diferentes influencias.
Este concepto, que se ha extendido en los últimos años, hace referencia a un tipo de
microcelebrity, idea que ya reprodujimos más arriba, que busca, en cierta manera, contestar
los cánones de belleza tradicionalmente presentes en el mundo occidental. Este tipo de
mujeres, porque normalmente se asocia este fenómeno con el sexo femenino, busca en
redes sociales mostrar otros patrones de belleza tratando de romper o, cuanto menos, de
abrir, las costuras del mundo de la moda (Blanes, 2017).
Esto pudiera parecer una idea a priori aceptada, si no tenemos en cuenta los
enormes problemas que los trastornos de la alimentación produjeron en los años 90 y 2000
y aun actualmente (Lacambra Morella et al. 2023). Es además especialmente relevante el
hecho de que parece haber una más alta predisposición, entre otros factores, de desarrollar
trastornos de la alimentación, cuando existe mayor consumo televisivo, no solo obviamente
por lo que de la televisión se percibe, sino por la mayor tendencia al sedentarismo (Veses
Alcobendas, 2015).
En cualquier caso, observamos otro factor determinante que se ve influido por el
ámbito exterior, el relativo al aspecto o apariencia física.
Además, otro elemento que se ha demostrado influido por las redes sociales y la
televisión es el concepto de “verdad”, por las llamadas fake news o incluso la conocida
como “posverdad”. Estos fenómenos se muestran cada vez más presentes en el mundo
que nos rodea, en tanto en cuanto cualquiera, desde cualquier dispositivo o punto del
planeta puede hacer trascender una información sin la necesidad de ser cotejada
aparentando, puesto que es lo que más valor parece tener, falta de intencionalidad (García
Jiménez et al. 2018).
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Si bien esta realidad no ha nacido recientemente, hasta hace relativamente poco
tiempo, se priorizaba la información obtenida a partir de fuentes fidedignas, tales como
periódicos o medios de comunicación oficiales (Turcotte et al. 2015). En este sentido, los
últimos años se ha producido un fenómeno muy curioso. Se trata de la idea de que los
usuarios encuentran las noticias ya no a través de los medios tradicionales, sino por vía de
las redes sociales, que proporcionan inmediatez, cercanía de la información e incluso
poder centrarnos exclusivamente en la temática que nos interesa, sin tener que pasar por
contenidos que nos podrían resultar ajenos. Este hecho es especialmente problemático en
el contexto adolescente, donde el aparato crítico no está desarrollado (García Jiménez et
al. 2018) y por tanto debe ser guiado o formado para poder contrastar los datos que asumen
como ciertos, dando veracidad excesiva en ocasiones a la fuente en cuestión.
Finalmente, pero no de menor importancia, se debe destacar la influencia de las
redes sociales y los medios de comunicación en el desarrollo de los estereotipos sexuales.
Si bien es cierto que cada vez es más frecuente encontrarnos en redes sociales y televisión
con personajes que pretenden romper los modelos de comportamiento que se espera de
ellos, este hecho suscita ciertas tensiones con los aspectos tradicionalmente aceptados
para los niños. Un ejemplo concreto sería precisamente el de las niñas y mujeres, que se
ven hipersexualizadas en redes sociales y programas de televisn, lo que genera una
autosexualización, pues el modelo que perciben desde pequeñas es precisamente este y
ello las lleva a una dinámica de reproducción circular (Moreno Barreneche, 2021).
Ante semejante nivel de influencia, es necesario contemplar la necesidad de un cierto
margen de control o supervisión en este plano. Si bien es cierto que, como ya hemos
mencionado, hubo algún intento por parte de las autoridades en cuanto a los contenidos
televisivos se refiere, también es verdad que este tipo de acuerdos no fueron nunca
vinculantes.
Podría por otro lado, plantearse la complejidad de establecer un control sobre los
contenidos, miles de millones, que podemos encontrar en las redes sociales. No obstante,
el caso del COVID y sus famosas fake news, que dificultaron no solo la lucha contra la
enfermedad, sino que supusieron en gran medida un riesgo para la salud colectiva y una
sensación general de desamparo y ansiedad ante un mal que se desconocía (Cavadas
Gormaz & López Talavera, 2022), nos demostraron la necesidad, si no de un control
institucionalizado, por lo menos de una responsabilidad exigible.
Es precisamente este ejemplo, libre de todo cuestionamiento, el que nos lleva a
plantearnos la necesidad de considerar la responsabilidad social educativa a todos los
niveles, pero especialmente en el ámbito de las redes sociales y la televisión.
Como hemos planteado aquí de forma breve, estas están presentes en múltiples
dimensiones de la sociedad, pero sobre todo están más vivas en los ámbitos más delicados,
puesto que aquellos que se consideran más activos o conectados, por su condición de
“nativos digitalesno presentan un desarrollo total del pensamiento crítico.
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Es aquí donde debería entrar el fenómeno de la responsabilidad social educativa. Es
necesario que parta de todos los ámbitos de la sociedad, pero es evidente que el más
cercano, perentorio y sencillo es el que surge del ámbito familiar (Dans Álvarez de
Sotomayor, et al. 2019).
Aunque esta es la primera y más prioritaria de las necesidades de responsabilidad
educativa, no es la única. Como ya hemos comentado, hubo intentos por parte de los
medios de comunicación de tratar de controlar los contenidos, pero actualmente lo
único que queda en aplicación es la recomendación en las edades de consumo que se
señala en algunos medios de comunicación (RTVE, 2024).
No obstante, ¿qué es lo que encontramos entre las familias o usuarios primarios y
las redes y medios de comunicación social? Podría responderse a esta pregunta que nada,
tal es la eficacia de la comunicación y la cercanía entre los interlocutores, sin embargo hay
un agente educativo que no se ha considerado. Nos referimos a la figura del centro
educativo. Del mismo modo que en materia de educación se han integrado desde hace
años la televisión o el cine (VV.AA, 2015), la necesidad de acercar las redes sociales a los
centros escolares se hace cada vez más necesaria. Si bien recientemente multitud de
comunidades autónomas han impuesto la prohibición de los dispositivos móviles en los
centros escolares (Europa Press, 2023), no estaría de más ser conscientes de la dificultad
de esta medida.
A pesar de que como decimos, se ha impuesto este veto a los teléfonos móviles por
considerarlos perjudiciales para el aprendizaje, hay un factor que no podemos obviar: el
hecho de que los menores pasan muchas horas, aunque sea fuera del centro, conectados
a este tipo de redes de información. Esto conlleva dos fenómenos: por un lado, los alumnos
sienten el dispositivo como algo más interesnte y que capta su atención y por tanto aún
más deseable y por otro, no invalida la idea de que deben aprender a interactuar con él
(Mendoza Bernal, 2014). Si bien con esto no queremos decir que secundemos el uso de
los teléfonos en las aulas, el hecho irrefutable de que los adolescentes tienen presencia en
las redes sociales debe movilizarnos para reconocer en este ámbito un nuevo espacio de
aprendizaje.
A la luz de todo esto, especialmente del escaso interés que parece suscitar este
factor de responsabilidad en los medios de comunicación masivos, el mundo educativo no
puede quedarse atrás. Prueba de ello es que, en la presente ley de educación (LOMLOE,
2020), se contempla la llamada Competencia Digital aseverando que implica el uso seguro,
saludable, sostenible, crítico y responsable de las tecnologías digitales para el aprendizaje,
para el trabajo y para la participación en la sociedad, así como la interacción con estas”.
Debemos proceder por tanto a asumir la responsabilidad que tenemos desde el ámbito
educativo para tratar de hacer a nuestros alumnos, adolescentes y jóvenes, sujetos críticos
y conscientes de la influencia que las redes sociales y demás herramientas mediáticas
tienen en nuestra vida.
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Como señalan Santiesteban Fernández & Jara (2020, p. 20):
El profesorado de ciencias sociales
4
debe proteger a sus estudiantes de los
salvadores y de los tiranos, pero no a través de un discurso ideológico, sino
ofreciendo herramientas de reflexión y de interpretación, enseñando a construir una
argumentación fundamentada, para debatir y para contrastar con las ideas de los
demás. En este sentido, la formación del pensamiento crítico es fundamental en un
mundo digital, donde encontramos todo tipo de conocimientos, pero también todo
tipo de mentiras y discursos del odio.
Ante la ingente cantidad de retos que podemos observar, desde las fake news y la
falta de criterio, hasta la hipersexualización y el daño que la imagen corporal irreal puede
hacer en los jóvenes y adolescentes; lo que procede es, si no dar un paso adelante en este
sentido, por lo menos ser conscientes de los desafíos que se nos presentan.
Conclusiones
Como se puede observar, la influencia de los medios de comunicación, en especial
de las redes sociales, alcanza a todos los ámbitos de la existencia de los individuos; desde
los más pequeños hasta la vida adulta, de un modo similar pero más intenso en cuanto más
personal, a como lo hacía la televisión en sus primeros momentos. Influye desde la
apariencia física y sus efectos en la autoestima hasta la forma que tendríamos de
considerar al otro, los estereotipos construidos y las noticias que nos suscitan credibilidad.
En todos estos casos nos encontramos con un fenómeno común: la falta de control.
Comentábamos al principio de este artículo la trascendencia de comprender qué o
quiénes actuarían en nuestra vida como agentes educativos. Como decíamos, englobaban
desde los padres y demás miembros de la familia hasta cualquiera de las colectividades de
las que nos pudiéramos sentir parte. El asunto a tratar aqsin embargo, es mucho más
complejo. La atomización que se ha producido a través de los llamados smartphones o
teléfonos inteligentes, generalizada en la actualidad, ha provocado un mayor acceso a la
información, de calidad o no, para todos aquellos que gocen de acceso a internet. Este
contacto con la realidad no es malo per se, pero debe ser contemplado en su contexto.
Como ya hemos recogido aquí, hay diversos aspectos que influyen en nuestro
comportamiento y nuestra forma de ver el mundo, precisamente por la noción de
“normalidadque se nos transmite por diferentes vías. Un ejemplo de ello es la idea de la
normalización de la violencia (Justicia et al., 2006), de los estereotipos de sexo femenino o
masculino (Ruiz Pacheco, 1999) o de comportamiento sexual (Crespo, 2005).
Estos elementos, que han trascendido de forma evidente en los últimos años, han
conllevado también un cambio social. Como hemos visto, no se asume de la misma forma
4
Extender esta responsabilidad a todos los profesionales educativos es una cuestión de criterio, aunque es evidente que
en la rama de conocimientos de Ciencias Sociales los contenidos parecen prestarse más al pensamiento crítico y su
trabajo.
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ni el atractivo físico, como en el ejemplo de las modelos “curvy” ni el principio de
sexualización especialmente de las mujeres
5
y las niñas (Moreno Barreneche, 2021).
En cualquier caso, siendo como somos conscientes, a la vista de los distintos
trabajos que aquí se han considerado, de esta cantidad de desafíos, llama la atención la
principal limitación que nos hemos encontrado al asomarnos a estos factores, y es la falta
de conciencia sobre el efecto que ello tiene en nuestra sociedad. Queda por tanto un camino
que recorrer, no solo en el plano de las redes sociales, sino desde el punto de vista de los
diversos agentes educativos. En una sociedad como decimos, cada vez más individualizada
y más atomizada por el uso de los dispositivos personales, ante la impasibidad de otros
agentes, la escuela y la familia especialmente, como primeros responsables de los alumnos
y generadores de pensamiento crítico, tienen una importante labor por delante.
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5
En este punto no nos referimos a la mujer como sexo biológico, algo que no es realmente importante en el contexto de
las redes sociales o la televisión actual por la entrada del fenómeno trans, sino a la apariencia física de la mujer como
objeto sexual.
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