Estudio sobre Comprensión Lectora en estudiantes Universitarios, basado en el Test Cloze
p. 3), considerando que “la apropiación y el uso de la lectura […] no se acaban nunca”
(Solé, 2012, p. 45). La comprensión lectora, en este sentido, se erige como un recurso
cognitivo excepcional, que permite integrar conocimientos, facilitar la toma de
decisiones en el ámbito académico y personal, desarrollar un sentido de autonomía y
autodirección en el proceso de aprendizaje de la profesión y generar un pensamiento
crítico en los alumnos (Solé, 2011; De-la-Peña & Luque-Rojas, 2021).
Dentro de este concepto, caben tres niveles que, conjuntamente, propician un
entendimiento integral y profundo del texto: literal, inferencial y crítico (Lujano, 2022).
Para efectos del presente estudio, el segundo suscita especial atención: se trata de
la etapa en la que, tras la decodificación y localización de información exacta en el
texto, la persona lectora genera predicciones, hipótesis o conclusiones respecto del
contenido disponible en el texto (Ripoll Salcedo, 2015). Es un punto en el que la
lectura se torna “necesariamente interpretativa” (Carlino, 2008, p. 48) y demanda un
mayor protagonismo de quien lee, pues la construcción del significado surge de la
relación multidireccional entre lo explícito, lo implícito y lo que el lector aporta.
También, abarca la generación de conexiones “de orden temporal, espacial, causal,
de correferencia y sustituciones” (Vásquez Sierra, 2022, p. 626) y de conclusiones
sobre la tipología textual y sus propiedades.
Para evaluar el nivel de comprensión lectora, existe un amplio conjunto de
recursos que han servido para llevar a cabo las investigaciones existentes en este
campo. Entre ellos, se destaca la existencia de uno que ha sido aplicado
preferentemente en alumnos universitarios: el test cloze (Difabio de Anglat, 2008;
González Moreira, 1998). Originado alrededor de mediados del siglo pasado, consiste
en “un texto del que han sido suprimidas una serie de palabras de forma mecánica y
sistemática” (Instituto Cervantes, 2024, párr. 1), por lo que resulta especialmente útil
para examinar la capacidad inferencial de quien la resuelve, pero también permite
determinar su nivel de dominio sobre el vocabulario y las estructuras gramaticales.
Aunque para Jensen & Elbro (2022), este proporciona una medición pobre de la
comprensión, también enfatizan en que se puede profundizar su complejidad,
mediante el uso de textos que ofrezcan un contexto más claro alrededor de la palabra
a inferir. Su sencilla elaboración y su revisión —a través de un listado de palabras
admisibles como respuestas— lo convierten en una técnica ampliamente empleada
que ofrece una validez significativa, como demostraron Moncada et al. (2023), gracias
a la comparación de sus resultados con los de otro test estandarizado.
Por otra parte, la revisión de la literatura realizada por De-la-Peña & Luque-
Rojas (2021) apunta a un panorama menos optimista sobre la situación del nivel de
comprensión lectora en estudiantes universitarios, diagnosticada igualmente por
medio de diferentes técnicas: no cuentan con estrategias adecuadas de lectura, sus
habilidades se enmarcan en el nivel literal, tienen dificultades para formular
inferencias y, por ende, para reconocer la macroestructura del texto escrito. De
manera más puntual, se traen a colación tres estudios de especial relevancia: el