Ana Verde | María Cristina Rodríguez Álvarez
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Por último, la sensibilidad apertural, no está disponible para los animales. Las
personas, además de disponer de la experiencia mental que ofrece la sensibilidad
corporal y la experiencia subjetiva que brinda la sensibilidad mental, dispone de una
sensibilidad apertural (o espiritual) que le permite captar la propia originalidad: “quién
soy”, “de dónde vengo”, “a dónde voy”, pero no es un proceso mental de la razón, el
sentimiento y la voluntad, sino que es un “además” que popularmente se ha conocido
por “corazón” y como diría Pascal, en su obra Pensées, sección III: “el corazón tiene
razones, que la razón no entiende”, reconociendo que las emociones se escapan del
dominio racional al que aspiraba el Racionalismo Moderno que anteponía la razón a
las emociones. El corazón no es sólo sentimiento, instinto o voluntad, posee también
funciones intelectuales o especulativas (González, 2004).
Es necesario puntualizar que la diferenciación planteada es meramente teórica
para favorecer la interpretación, pero en la realidad vivida, la sensibilidad humana se
manifiesta como una unidad irreductible e inseparable que es la sensibilidad personal,
y que a su vez, está formando una unidad con el resto de dimensiones del “yo”, que
a su vez, forma una unidad con el “nosotros”, y cada “nosotros” forman una
vinculación de nosotros con la que forman la sociedad, que a su vez está vinculada
con la naturaleza, y todo, permanece vinculado con el origen de todo (Martínez-
Domínguez, 2023). Como decía Anaxágoras de Clazomene: “todo está en todo”.
Propuesta para educar la sensibilidad humana
La dimensión triádica ha sido olvidada por la modernidad. Si queremos
incentivar la educación en el aula de la sensibilidad humana en su tridimensionalidad
se hace necesario primeramente tener la sensibilidad de uno mismo, siendo
primeramente consciente de “quién soy”, actuando desde la verdad, desde “mi
originalidad” sin intentar imitar a otros o adaptarme al medio. La sensibilidad nos lleva
a no adaptarnos a lo que hay o nos rodea sino hacia un pensamiento crítico. Esta
sensibilidad del cuerpo nos lleva a un primer conocimiento sensible básico, para pasar
a un conocimiento de la mente, crítico, y, en tercer lugar, a ese pensamiento creativo
o espiritual.
La Educación Sensible permite que el “yo” habite en su “hogar interior”
creciendo hacia su “apoteosis original” en el “nosotros”. En esa nueva expresión del
“yo”, el “nosotros” se hace cocreador de belleza con libertad, sabiduría y amor. De
esta forma, mediante una pedagogía no invasiva como la Educación Sensible, se
sostiene a la persona, no sin exigencia, para que acepte desplegar su versión original
y conseguir una vida gozosa en un “nosotros-maduro”. (Martínez Domínguez, 2022).
No se trata de proteger a los sensibles, lo cual sólo les debilitaría, sino de coexistir
cada uno de nosotros con el otro, ya que la Educación Sensible es inclusiva a todas
las personas, independientemente de su sensibilidad alta, media o baja. La
sensibilidad personal es capaz de captar la propia originalidad y disponerse para