Luis Manuel Martínez Domínguez | Myriam Muñoz Guitart
origine a sí mismo. El origen debe ser en acto perpetuo con capacidad de originar
personas originales. Lo que lo hace un ser pleno en sí mismo y omnipotente.
La existencia del ser personal es otra premisa fundamental que va más allá del
origen de lo metafísico. Se puede decir que los trascendentales del ser metafísico son
el Bien, el Ser, la Verdad, la Belleza, y la Unidad. Así, metafísicamente hablando, el
origen es Bien, Ser, Verdad, Belleza, y Unidad increada y originadora (Valiente
Sánchez-Valdepeñas, 2022).
Pero la antropología, además de los trascendentales metafísicos, cuenta con
los trascendentales personales. La metafísica puede aportar explicación a la
generación del cosmos, pero no da respuesta a la creación de realidades personales,
que, a su vez, son las únicas realidades que necesitan educación y pueden ser
educadas.
Así, una educación sensible a la originalidad es una educación sensible a la
originalidad de la persona, que, a su vez, se dispone para ser sensible a la originalidad
del cosmos, de las demás personas y del origen de todo.
El caso es que la persona es una originación cósmica, sin embargo, en su
originalidad, cuenta con elementos extracósmicos como es la libertad. El cosmos es
original necesariamente, sin embargo, la persona, por su sensibilidad personal, es
capaz de captar su originalidad y puede aceptarla o no, desarrollarla tal y como le es
dada o, por el contrario, puede negar su propio ser y hacerse original con su “tener”,
con su “haber”.
Ese hacerse original negando la propia originalidad, recubriéndola con lo que
se tiene es la falsificación del propio ser original y, así, la persona puede negarse a
ser lo que es en su origen y tratar de aparentar ser lo que hace y tiene.
A estos trascendentales antropológicos que llevan a la persona a desplegarse
mediante la educación con un ser original o falso, Leonardo Polo (2016) los llama el
acto de ser co-existencial, la libertad, el intelecto en acto y el amor donal, y desde el
primer instante de la originación de la persona, están en acto.
Así, se parte de la consideración de la persona originada en el cosmos y, por
tanto, es originada por algo originado previamente. En cuanto originada en el cosmos,
la persona es cósmica, pero en su originación la persona cuenta con rasgos de
originalidad procedentes directamente del origen último y, por tanto, extracósmicos.
Así mismo, estos rasgos extracósmicos son los que diferencian a la persona del resto
de animales y le hacen educable con un impacto libre en el devenir del cosmos, de
las demás personas y de sí mismo.
Por lo tanto, la educación debe ser necesariamente sensible a la originalidad
para ser auténtica educación. Y sólo con una auténtica educación, las personas
podrán habitar de forma original y formar una humanidad auténtica en sinergia con el
origen y el resto del cosmos.