Perla Meléndez Grijalva | Celia Carrera Hernández | Josefina Madrigal Luna
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Sobre el trabajo en equipo y la participación en las comunidades de
aprendizaje, los estudiantes no las consideran de valor significativo en su formación,
prefieren el trabajo individual, lo que se contrapone con las características de la nueva
sociedad, que, en palabras de Tobón et al. (2015), esta sociedad emerge a escala
global por lo que demanda nuevos procesos de formación, donde las comunidades
trabajen de manera colaborativa para resolver `problemas con una visión global y
apoyándose de la tecnología para superar las limitaciones de tiempo y espacio.
También, dentro de la metodología para el aprendizaje, se indagó en la
organización y los tiempos que le dedican a éste, encontrando que, en el caso de lo
académico, se divide casi en la misma cantidad aquellos que dicen tener horarios
definidos para sus actividades académicas, y los que mencionan no tener horarios y
realizar sus tareas cuando tienen ganas. En el caso de estudiar sobre temas no
académicos, la mayoría dice hacer indagaciones cuando surge el interés, sin importar
horarios ni espacios. Caram et al. (2017) encontraron en su estudio, que una de las
principales dificultades en el desempeño académico que manifiestan los estudiantes,
es precisamente la planificación y organización del tiempo de estudio; los autores
refieren que la dimensión del tiempo en la actualidad, se concentra en el presente y
lo inmediato, sin planes a largo plazo, lo que desorienta la acción planificada y los
compromisos sostenidos.
En el caso de los contenidos académicos, casi el total de los participantes
consideran que aportan a su formación profesional, sin embargo, muy pocos afirman
que les ayudan a solucionar problemas de su vida cotidiana. Esto deja ver que sigue
presentándose una distancia significativa entre la educación formal y las
características del mundo contemporáneo. Al respecto, la educación, tal como se
propone en el discurso, debe ser menos directiva y más transformadora, posibilitando
formar y preparar a los sujetos no sólo para el trabajo, también para la vida, y con ello
favorecer su desarrollo social e individual. Asimismo, esta formación tiene que
desarrollar la inteligencia para movilizar saberes y poder dar respuesta oportuna y
pertinente a las demandas del contexto laboral, familiar, comunitario, personal, etc.,
esto es, una formación integral de la personalidad (Ronquillo et al., 2019).
A la inversa, los aprendizajes no académicos, según la mayoría de los
participantes, les ayudan a su desarrollo personal y a la solución de necesidades de
su día a día, tal como menciona Fernández (2014), este aprendizaje está asociado a
actividades de la vida cotidiana en ámbitos familiares, de trabajo y ocio, además, está
controlado por el mismo sujeto, al no ajustarse a planificaciones institucionales. En
ideas similares, es necesaria una actitud individual comprometida con el propio
aprendizaje, ya que, al no existir una regulación externa como son las instituciones
educativas y los docentes, es el propio sujeto quien aprende haciendo, resolviendo y
cometiendo errores, convirtiéndose en autogestor de sus aprendizajes (Gairín et al.,
2020).