Reseñas
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de imprescindible consulta para el conocimiento profundo de aquellos derroteros a los
que va enfocada, en los que, por otra parte, queda patente su compromiso
sociopolítico con las clases populares. “La actividad como impulsor decidido de
proyectos de la educación y la cultura –escribe Lázaro Lorente- constituye, sin duda,
una de las más grandes ocupaciones dentro de actividad pública de Vicente Blasco
Ibáñez”. Su sueño de regeneracionista consecuente era que Valencia llegara a ser,
gracias a esos proyectos, una nueva Atenas del Mediterráneo. Atenas, como símbolo
y matriz del progreso, la democracia, la belleza. En un país con carencias escolares
clamorosas y una hegemonía clerical crónica, la educación tenía que ser la palanca
que liberara al pueblo de la ignorancia, de la injusticia y la superstición. Una educación
laica, guiada por la razón y la ciencia, y ajena a todo dogma.
A lo largo de los seis capítulos que componen esta obra, con epígrafes tan
descriptivos de su contenido como atractivos por su formulación, el autor recorre el
pensamiento y el incesante laboreo de Blasco en relación con la educación popular y
la difusión cultural. Vale la pena insistir en este “quijotismo” que lo acompañó todo su
periplo vital y le acarreó más de un disgusto. Como don Quijote, en él la lectura y la
vida son caras de una misma moneda: se mueve, con soltura y solvencia, entre una
y otra en una dialéctica constante y factible: lee, piensa y actúa. Blasco es un
intelectual y un hombre de acción, y por eso a su vida le cuadra a la perfección el
concepto de vita activa de Hannah Arendt, pues se podía esperar de él lo inesperado
y la posibilidad de acometer y poner en acto lo improbable.
Los tres primeros capítulos del libro se ocupan de la educación y la escuela.
Los números 1 y 2 dan cuenta de su visión de la educación y, por ende, la del
republicanismo valenciano, del que él fue valedor y líder. El primero (“Los emisarios
de Belcebú: la escuela laica como alternativa social y pedagógica”) y el segundo (“El
sigilo de los Venerables Hermanos. Masonería, librepensamiento, republicanismo y
educación”), nos desvelan las fuentes intelectuales e ideológicas de su concepción
educativa (la masonería, el republicanismo e, incluso, el anarquismo), y de su
proyecto escolar, basado en el laicismo, el anticlericalismo y el racionalismo; en la
defensa de la escuela pública y la necesidad su renovación pedagógica, y en el papel
crucial del Estado como garante del derecho a la escolarización. En el tercero (“Una
escuela laica vale por todos los casinos. La educación en el proyecto político y en la
práctica del republicanismo valenciano”), el profesor Lázaro ofrece un retrato de la
educación en Valencia entre 1899 y 1936, donde la falta y penuria de las escuelas
eran, como en otros lugares del país, un problema grave y arraigado; y, a
continuación, un minucioso recuento de escuelas laicas que, por inspiración o
intervención de Blasco y los blasquistas, fueron creadas en Valencia y provincia, no
sin conflictos con las autoridades religiosas y los adversarios políticos.
La segunda parte del libro consta de tres capítulos, dedicados a la educación
popular. Su argumento gira en torno a tres campos, en los que Blasco Ibáñez fue