La importancia de la educación
emprendedora tutorizada por Educadores
Sociales
The importance of entrepreneurial education tutored by
school social educators
Jesús Ruedas-Caletrio
Universidad de Salamanca (España)
ruedasjc@usal.es
https://orcid.org/0000-0002-9159-1568
Sara Serrate González
Universidad de Salamanca (España)
sarasg@usal.es
https://orcid.org/0000-0002-9985-7623
Resumen: La educación emprendedora se
convierte en una oportunidad dentro de la
formación del alumnado, en tanto que
permite a los estudiantes adquirir
determinadas competencias, especialmente
importantes en la actualidad, para afrontar el
futuro profesional y social. El propósito de
este trabajo se centra en fundamentar la
importancia de que la educación
emprendedora no debe convertirse, en
exclusiva, en un proceso vinculado a la
formación laboral, empresarial y, en
definitiva, en la adquisición de competencias
para el trabajo bajo los cánones de la
educación cada vez más mercantilizada.
Concretamente, la educación emprendedora
debe aprovecharse para educar a los
estudiantes en competencias y habilidades
que fomenten la autonomía del alumnado
para la vida, configurándose así en un apoyo
a la construcción de su identidad personal y
Abstract: Entrepreneurial education becomes
an opportunity within student training, insofar as
it allows students to acquire certain skills, which
are particularly important nowadays, in order to
face their professional and social future. The
purpose of this work is to support the
importance that entrepreneurial education
should not become, exclusively, a process
linked to work and business training and, in
short, to the acquisition of skills for work under
the canons of increasingly commercialised
education. Specifically, entrepreneurial
education should be used to educate students
in competences and skills that promote the
autonomy of students for life, thus providing
support for the construction of their personal
and social identity and the design of their life
project in its different dimensions. The need
arises to address entrepreneurial education in
the context of tutoring, with the peculiarity of the
support of new educational agents in tutorial
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social y al diseño de su proyecto vital en las
distintas dimensiones del mismo. Se plantea
la necesidad de abordar la educación
emprendedora en el contexto de la tutoría,
con la peculiaridad del apoyo de nuevos
agentes educativos en la acción tutorial que
apoyen y complementen la labor de los
docentes en las aulas. Nos referimos
específicamente a los educadores y
educadoras sociales, profesionales
competencialmente preparados para asumir
este requerimiento dentro del sistema
educativo y capacitador del desarrollo de la
competencia emprendedora en todas las
dimensiones sociopersonales del alumnado.
action that support and complement the work of
teachers in the classroom. We are referring
specifically to social educators, professionals
who are competently prepared to assume this
requirement within the educational system and
who are trainers in the development of
entrepreneurial competence in all the
socio-personal dimensions of the pupils.
Palabras Clave: Educación Social; Centros
de Enseñanza Secundaria; Tutoría;
Educación para la ciudadanía; Valores.
Keywords: Social Education; Secondary
Education Centres; Tutoring; Education for
Citizenship; Values.
Introducción
La sociedad en la que vivimos actualmente se ha visto sobresaltada y
abrumada, incluso asustada, por situaciones que han provocado inseguridad en los
ciudadanos y que nos han hecho replantearnos nuestros hábitos y formas de vivir,
de asumir el futuro, incluso la forma en la que nos relacionamos. Nos referimos
como no podría ser de otra manera a la pandemia vivida derivada del COVID-19 y
sus consecuencias: aislamientos, confinamientos, problemas de salud, dificultades
laborales, etc. La investigación educativa no puede quedarse al margen del
momento vital que ha ocasionado cambios en los modelos de enseñanza y
concepción de los colegios, institutos y universidades como espacios de
aprendizaje. Cambios así mismo que han permitido, de nuevo, revalorizar la figura
del docente y equipo de profesionales por el gran esfuerzo realizado durante largos
meses.
Es importante señalar que los profesionales del ámbito de la educación
escolar deben hacer frente ahora a múltiples cuestiones que pasan o pueden pasar
factura tras lo acontecido. Nos referimos a retrasos académicos, fracasos y
abandonos tempranos, problemas en la socialización del alumnado, fobias y miedos
desarrollados y graves problemas de salud mental en la etapa infantil y adolescente,
entre otras (UNICEF, 2020). En este escenario cobra sentido con una gran
relevancia la educación social escolar que permite ofrecer a los estudiantes
mecanismos y canales para afrontar sus proyectos vitales, aceptar y respetar la
realidad y la diversidad, convivir con el otro y los otros. Más aún, importante es
ayudar a los estudiantes a conjugar su progreso académico con su construcción
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identitaria, personal y social. Y para ello, a partir de la situación global vivida, unido
a las oportunidades que presta el sistema, concebimos el tema objeto de este
artículo, la educación emprendedora, como medio para otorgar espacio a la
educación social, entendida en sentido amplio, en los centros de secundaria. Este
escenario permite concebir una educación emprendedora que combine la formación
del alumnado en competencias para el mercado laboral con aprendizajes vinculados
al desarrollo personal y social, a esa idea de hacerse persona, de construirse como
ciudadano, con el desarrollo de una educación emprendedora adecuada y
apropiada a las necesidades de los estudiantes en las distintas etapas de la
educación (Jones & Iredale, 2010).
Marco Teórico
Una mirada diferente a la educación emprendedora
La trascendencia del –ya no tan- nuevo siglo XXI en los diferentes ámbitos
de la esfera global en la que nos desarrollamos ha evocado en una profunda
transformación de lo que entendíamos como sociedad, impulsada y dominada por la
aplicación de las nuevas tecnologías para la consecución de objetivos, más o
menos prioritarios, bajo los efectos de la globalización y el neoliberalismo. Ante una
sociedad cada vez más economizada que humanizada y ante las nuevas exigencias
del sistema, la educación también se ve alterada en todas sus etapas curriculares.
Molina afirma que “la escuela pretende posicionarse como un instrumento al
servicio de la mejora económica, obviando otras dimensiones que hasta ahora eran
parte sustancial de la educación obligatoria, como la formación social, cognitiva y
cultural” (2017, p. 45). Esta idea elude a la mercantilización de la educación como
un servicio al ciudadano que viene influida por las nuevas demandas que desde la
globalización se vienen imperando, mediante políticas educativas modificadas para
dar respuesta a la sociedad del mercado y su entorno financiero, priorizando valores
empresariales ante los antiguos ideales humanistas (Cañadell, 2018). La
competitividad, el acceso al empleo, el desarrollo económico de la sociedad más
que el desarrollo humano, todo ello evoca en un ideal pedagógico cuantificable. Un
sistema basado en resultados académicos, en un número más que en una persona
donde se niega el notable perfil social y ético de la educación en (Díez-Gutiérrez,
2010), mientras las moralidades del mercado se imponen en todas las dimensiones
sociales, en detrimento de las socioeducativas, las cuales han ido desapareciendo
progresivamente (Giroux, 2013).
Ante esta remodelación formativa –que no evolución formativa en términos
pedagógicos- con un carácter eminentemente profesional y vinculada a la futura
labor en empresas privadas y públicas, se apuesta por la incursión de una
educación basada en la capacitación autónoma de las personas; la educación
emprendedora. Siendo iniciada en el Consejo de Lisboa del año 2000, la educación
emprendedora se define como el conjunto de habilidades y conocimientos,
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adquiridos en la educación básica, que permitan al sujeto “emprender” en el sentido
más amplio de la palabra a lo largo de la vida (Coduras et al., 2010). En España la
Ley Orgánica de Calidad de la Educación (Ley 10/2002 de 23 de diciembre) inició
los primeros pasos hacia la adquisición de la competencia emprendedora en los
jóvenes a través de la educación emprendedora, incluida en los planes de primaria
y, sobretodo, en educación secundaria. Sin embargo, es con la Ley de Educación
(Ley 2/2006 de 3 de mayo) y la Ley Orgánica para la mejora de la Calidad Educativa
(Ley 8/2013 de 9 de diciembre) cuando se adquiere un claro compromiso ante la
necesidad de fomentar una cultura emprendedora que permita proporcionar
competencias, habilidades y destrezas necesarias para futuros emprendedores (De
la Torre et al., 2016). Se entiende así como una herramienta fundamental para
combatir el desempleo en la juventud, con la garantía del desarrollo de la
creatividad e innovación en el alumnado basados en el trabajo en grupo, necesarias
para el desarrollo social (De Pablo, 2013; Sánchez et al., 2017).
Sin embargo, apostamos por la necesidad de la educación emprendedora
que no se centre directamente en la empleabilidad y el emprendimiento empresarial,
pues hablaríamos entonces de formación emprendedora (Coduras et al., 2010).
Seguir fomentando un sistema educativo mercantilizado reduciría el horizonte de las
personas en su dimensión profesional, cuando esta es sólo una parte de nuestra
identidad (Ibáñez-Martín y Fuentes, 2015). Creemos necesario ofrecer, por tanto,
una educación que posibilite el desarrollo de personas emprendedoras ante todo
tipo de acciones y contextos preparando a los jóvenes para actuar en todas las
dimensiones de la vida a nivel personal, social y económico (Paños, 2017), siendo
el emprendimiento empresarial una de posibles dimensiones a abordar como
emprendedor. Tal y como apuntan Jones e Iredale (2010) la educación
emprendedora ofrece una pedagogía de la educación para el aprendizaje activo;
habilidades, comportamientos y cualidades personales ante determinados contextos
y a lo largo de la vida; y formación de personas emprendedoras en la comunidad,
en el hogar, en el puesto de trabajo, etc.
Este contexto, globalizado y capitalista, ha fomentado la prioridad económica
en la ciudadanía más que la social pues, como algunos estudios apuntan que los
españoles no perciben la educación actual como un problema social ni personal
importante, pues priorizan la situación económica, sanitaria, medioambiental,
generando que esa inseguridad ciudadana deje en un segundo plano el problema
educativo (Cabrera, 2020). Sin embargo, la educación emprendedora se percibe
como un elemento fundamental para dar respuesta a las distintas demandas
sociales (Sánchez et al., 2017), siendo preciso su incorporación de manera
transversal e integral a lo largo de la escolarización mediante la aplicación de
pedagogías contemporáneas adecuadas a las nuevas necesidades emergentes en
el alumnado y en la sociedad del conocimiento. consideramos que sea necesario
dejar de lado su funcionalidad con fines de desarrollo económico, pues la educación
emprendedora se centra en una mejora de la educación orientada al mundo
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profesional (Llorent, 2012). Sin embargo, para que la educación emprendedora
vaya dirigida a la capacitación del alumnado ante el mercado laboral, se deben,
también, trabajar habilidades y competencias determinantes como el trabajo
cooperativo, la tolerancia a la frustración, la resiliencia, la empatía, la capacidad de
liderazgo, etc. Condiciones y valores socioculturales que deben adquirir los jóvenes
para ir construyendo una base sociopersonal suficientemente estable que
repercutan del mismo modo en las competencias que demanda el mercado laboral.
En este sentido, la educación emprendedora debe configurarse como un
proyecto de educación humanizadora que promueva la iniciativa, la autonomía, la
responsabilidad y madurez personal, aspectos que permiten a los estudiantes
formular y dirigir sus proyectos personales (Bernal y Cárdenas, 2014). Nos basamos
por tanto, en una educación para el emprendimiento cuyo conocimiento propicie la
integración, el compromiso y el intercambio social basados en el desarrollo
comunitario (Martínez-Rodríguez, 2009) mediante un enfoque que facilite el
potencial emprendedor estudiantil a través del desarrollo intelectual, moral y
relacional de las personas, sin limitar la formación al crecimiento socioeconómico y
laboral, únicamente (Azqueta y Naval, 2019). Es decir, centramos la educación
emprendedora en la dimensión personal, basada en el conjunto de capacidades que
posibilitan la construcción de la identidad personal en los distintos ámbitos de la
vida (Bernal, 2014; Cárdenas y Montoro, 2017; Santamaría y Corbí, 2020).
La educación, como tal, no es el medio para conseguir un fin, sino un
proceso transformador de carácter propio que contribuye al desarrollo humano
(Azqueta y Naval, 2019) por lo que la educación emprendedora debe buscar el
potenciar los valores morales, intelectuales y sociales, así como potenciar el análisis
crítico, la cooperación, la capacidad de liderazgo y, por consiguiente, la agencialidad
humana para actuar con determinación en la sociedad (Bernal, 2014). Por tanto, la
identidad personal se encuentra en el eje de la educación emprendedora, en aras
de posibilitar el desarrollo de la madurez personal que facilite el camino para
provocar un futuro impacto en el ámbito productivo tras el desarrollo identitario
(Bernal, 2014). Del mismo modo, se entiende que la pedagogía de la educación
emprendedora puede tener un carácter personalizado y particular, y no tanto una
educación empresarial universalista que no tenga en cuenta las características del
alumnado (Blenker et al., 2012), sino que permita potencializar las capacidades de
cada adolescente de manera personalizada.
El educador y la educadora social escolar como respuesta
Algunos proyectos de educación emprendedora ya implantados dentro de la
educación secundaria confluyen en esta postura de apostar por el matiz social antes
que por el económico dentro del sistema educativo, intentando desarrollar la
motivación, la creatividad, la autocrítica, la gestión emocional, la autonomía, la
capacidad de gestionar conflictos, el liderazgo y las distintas competencias que,
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indirectamente, supongan un impacto en su desarrollo personal y, por tanto,
revertirán en un impacto económico positivo (Cárdenas y Montoro, 2017). Sin
embargo, desde las políticas e instituciones educativas deben adaptarse a las
nuevas demandas que confluyen en la sociedad y responder ante los cambios que
se originan en ella (Paños, 2017), teniendo en cuenta que la educación
emprendedora no está integrada como uno de los contenidos al que los docentes le
otorguen mayor importancia –quienes vienen trabajando en el desarrollo de la
competencia emprendedora- ni se percibe como prioritario dentro de las
instituciones educativas (Dehter, 2015) a pesar que desde las políticas si se vienen
desarrollando con mayor preocupación. Estudios como el de Núñez y Núñez (2018)
reflejan un bajo interés de los docentes hacia la cultura emprendedora, en tanto que
del llamamiento realizado para el estudio, únicamente el 1% accedió a participar, de
los que 1 de cada 4 docentes expresaron sentirse motivados para desarrollar la
educación emprendedora. En este sentido, se propone la presencia de un nuevo
profesional competente para responder a estas demandas y colaborar junto con los
docentes, quienes no se encuentran suficientemente capacitados (Simón, 2013), en
la implementación de una educación emprendedora adecuada a las circunstancias
sociales y personales.
El educador y la educadora social escolar como respuesta
Ante la plétora de acciones dirigidas a la consecución de objetivos
eminentemente académicos, desde los equipos directivos de los centros, se
presenta la necesidad de dar respuesta a las características sociopersonales del
alumnado a través de diferentes metodologías y campos de intervención. La notable
carga académica de los docentes deriva en que sea necesaria la intervención de un
–ya no tan- nuevo profesional dentro del sistema educativo: el educador o
educadora social. Tradicionalmente la función de esta figura en la sociedad se ha
visto vinculada a reducir y/o solventar situaciones de desigualdad que afectan a
personas y/o colectivos que se les considera vulnerables o en situación de riesgo y
exclusión social, trabajando en su capacitación para la inclusión social con el resto
de las personas (Sierra et al., 2017), independientemente de la etnia, raza, género,
diversidad funcional, nivel educativo, etc.
Sin embargo, los centros escolares, principalmente en la etapa de
secundaria, se encuentra en constante transformación mediante leyes y proyectos
que pretenden terminar con su periodo de crisis, promoviendo nuevos impulsos y
objetivos hacia metodologías más participativas que comprometan a todos los
agentes educativos vinculados al centro (docentes, estudiantes y familias) así como
la incorporación de nuevos programas y profesionales que faciliten la adaptación al
contexto social emergente (Castillo, 2012; Sierra et al., 2017). Ante este reajuste de
sus funciones y dinámicas, se postula la incorporación del educador y educadora
social como agente socioeducativo que fomenten la aplicación de un sistema
equitativo (Vila, Cortés y Martín, 2020) y que complemente la labor educativa que se
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La importancia de la educación emprendedora tutorizada por Educadores Sociales
viene desarrollando en los centros de educación secundaria ofreciendo líneas de
intervención que faciliten el desarrollo de una educación integral (González, Olmos
y Serrate, 2016).
En este sentido, Caride (2017) apuesta por ampliar la noción que tenemos de
educación y sociedad, enfocándolo como una construcción social y pedagógica
formada por múltiples experiencias y concepciones que, hasta ahora, quedaban
sujetas dentro del límite escolar. A pesar de que las funciones educativas de la
escuela son aplicables a la educación social, aquellas relativas a la socialización,
desarrollo de la personalidad y construcción identitaria de los jóvenes se han visto
mermadas por la prevalencia de la difusión del conocimiento y la consecución de
logros académicos (Ortega, 2014). Se torna fundamental equiparar estas funciones,
teniendo en cuenta que en los centros educativos se perciben necesidades
socioeducativas que afectan al alumnado, muchas veces relacionadas con la
convivencia debido a una carencia en el desarrollo de habilidades sociales (Aguión
et al., 2020). Y es en el desarrollo de esas habilidades sociales donde tiene cabida
la educación emprendedora y la importancia del educador/a social escolar como
agente educativo dentro de este enclave. No sólo se habla desde la perspectiva de
los investigadores, si no que el propio colectivo de jóvenes estudiantes en
educación secundaria afirma la importancia de contar con un educador o educadora
social en el centro educativo (Ruedas-Caletrio y Serrate, 2021), existiendo una
convergencia entre la teoría científica y lo que los propios destinatarios de su
intervención y de la educación emprendedora sostienen.
La educación social pretende mejorar la realidad, centrando gran parte de su
praxis en el desarrollo de valores, actitudes, conocimientos y demás pautas
socioculturales que promuevan la competencia emprendedora como impulsora del
desarrollo comunitario (Martínez-Rodríguez, 2009). Mientras que la educación
emprendedora es facilitadora en la generación de aptitudes tales como pensamiento
crítico, resolución de problemas, liderazgo, cooperación, etc., se percibe la
necesidad de promover una inversión educativa (De la Torre et al., 2016) en cuanto
a la incorporación del educador/a social en las escuelas a favor de su capacidad
competencial para transmitir las actitudes, aptitudes y valores propios necesarios
para despertar la competencia emprendedora entre los jóvenes. De esta forma,
junto a este profesional, es necesario convertir los centros de educación secundaria
en escenarios de acción educativa que permita replantear la cultura escolar, de
manera complementaria con los docentes (Sierra et al., 2017).
La investigación de González et al. (2016) pone de manifiesto que el
educador/a social responde a las diferentes necesidades socioeducativas en el
ámbito académico, permitiendo ofrecer respuestas a la institución escolar sobre las
exigencias que el entorno social demanda, quedando justificada su incorporación al
contexto formal. Sin entrar en profundidad en la multitud de funciones que le
corresponden al educador/a social escolar, podemos destacar algunas relacionadas
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estrechamente con la posibilidad de trabajar la educación emprendedora junto con
el alumnado. Sierra et al. (2017) destaca el diseño y desarrollo de programas
socioeducativos; de programas para el fomento de habilidades sociales y
relacionales; y de programas formativos en educación en valores. Estos contenidos
resultan oportunos al educador/a social quien, por su formación, se considera clave
para el desarrollo de la competencia emprendedora, así como la construcción
identitaria y sociopersonal del alumnado en tanto que autores como Lozada, Rivera
y Bonilla (2018) afirman que cuantas mayores habilidades sociales tengan los
jóvenes, mayor será su actitud ante el emprendimiento.
La educación emprendedora se refiere al desarrollo de valores y actitudes
sociopersonales como la responsabilidad, la autoestima, el control emocional, el
pensamiento crítico, el autoconomiento, la resiliencia, y otros conceptos (Marina,
2010) indispensables para el desarrollo emprendedor del alumno o alumna, y de su
desarrollo integral como persona. Sin embargo, para ejecutar una correcta
educación emprendedora es necesario que exista una adaptación sociocurricular al
nivel de cada uno. Sin embargo, para ejecutar una correcta educación
emprendedora es necesario que exista una adaptación socio-curricular al nivel de
cada uno (Blenker et al., 2012; Pepin, 2012). En las aulas normalmente
encontramos a adolescentes inseguros al expresarse, evitando comunicarse con el
grupo de pares, tímidos, etc., con habilidades sociales poco desarrolladas que
limitan su desarrollo social de manera adecuada, con bajas expectativas e
insatisfacción académica (Lozada et al., 2018). Ante esta situación, si queremos
desempeñar una educación emprendedora que garantice la autonomía y el
desarrollo integral de los jóvenes para cumplir con un papel en la sociedad futura,
no basta con el trabajo del profesorado, quienes ven limitadas sus tareas de
atención socioeducativa por las labores puramente académicas, pidiendo desde la
comunidad educativa la incorporación de los educadores/as sociales escolares,
quienes cuentan con gran reconocimiento por estos profesionales (Arpal, 2019;
González et al., 2016; Serrate et al., 2017).
El educador/a social como profesional socioeducativo está capacitado para
trabajar y desarrollar, de manera eficaz y eficiente, la empatía; el trabajo
comunitario; la adquisición de valores pro-sociales y socioculturales; habilidades
sociales; el trabajo cooperativo; así como distintas herramientas que aborden con
solvencia las múltiples realidades sociales (Arpal, 2019), lo que denota la idoneidad
de la figura del educador/a social dentro de los centros educativos para abordar la
educación emprendedora, la cual requiere del desarrollo de cuestiones
sociopersonales como las destacadas. No hablamos, además, de una cuestión sin
fundamentos “reales” ya que existen experiencias puntuales de educación
emprendedora que han sido llevados a cabo por un/a educador/a social. Arpal
(2019) apunta al Programa Alter, desarrollado en Palma de Mallorca por
educadores/as sociales en los centros de secundaria donde se trabajó la educación
emprendedora a través del educador/a social. Se centró en jóvenes con dificultes
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La importancia de la educación emprendedora tutorizada por Educadores Sociales
curriculares, conductas desajustadas y en situación de vulnerabilidad social, donde
se trabajó en el desarrollo del pensamiento crítico, desarrollo de aptitudes para la
organización y difusión del conocimiento, fomento de actitudes basadas en la
autoconfianza, iniciativa, capacidad de planificación, toma de decisiones y asunción
de responsabilidades y, por supuesto, el desarrollo de la competencia
emprendedora.
Por tanto, queda claro que la demanda de respuestas socioeducativas ante
las nuevas necesidades sociales deriva en la necesidad de valorar el capital
profesional (Hargreaves y Fullan, 2014) con el que cuentan los centros escolares,
incidiendo en la necesidad de incorporar profesionales como el educador/a social,
especializados en el abordaje del desarrollo integral e identitario de las personas,
cuya figura podría fomentar la satisfacción de múltiples necesidades
socioeducativas, así como un desempeño profesional adecuado y adaptado al
propio sistema educativo formal, facilitando el desarrollo de personas adaptados a
la ciudadanía actual. Para ello, la educación emprendedora debe ser un elemento
transversal en la vida formativa del alumnado, siendo desarrollada en un espacio de
intervención concreto: la tutoría.
La teoría como espacio de intervención
Como se viene mostrando, la educación emprendedora enarbola la
posibilidad de un desarrollo integral e identitario en las personas. Por esta razón, los
diferentes procesos de aprendizaje proporcionados a los adolescentes en las
distintas asignaturas del currículum deben coadyuvar el desarrollo de la
competencia emprendedora (Marina, 2010). Sin embargo, la educación secundaria
cada vez se centra más en la dimensión puramente académica y no tanto social,
por lo que el desarrollo de las distintas materias no termina favoreciendo el
desarrollo de esta competencia. Como apunta Álvarez-Justel (2017), en la etapa
secundaria no se debe garantizar al alumnado únicamente los conocimientos
académicos, también se le debe formar en los distintos procesos de aprendizaje y
en la capacitación para definir sus proyectos de vida personal y profesional,
destacando la tutoría como un espacio de intervención clave en el desarrollo
integral de los mismos. En palabras de Comellas (1999), la tutoría contribuye a la
educación integral a través del desarrollo de la identidad, los valores, la
personalidad y la sociabilidad, fomentando las relaciones en el grupo de pares para
el aprendizaje cooperativo, mediado todo el proceso por un guía que suele ser el
docente responsable de ese grupo.
Cuando hablamos de tutoría, se viene entendiendo como un proceso
continuo, que se desarrolla de manera activa y dinámica mediante metodologías
participativas que facilita el desarrollo del alumnado, llevándose a cabo desde una
perspectiva interdisciplinar donde colaboren los distintos agentes educativos
(docentes, educadores/as sociales, alumnado y familias) mediante una planificación
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sistemática (Morales, 2010). Además, la tutoría aparece como el enclave idóneo
para la práctica de la educación emprendedora pues, al igual que ella, este espacio
de intervención adquiere gran importancia en la adolescencia en referencia a las
necesidades en la transformación de la identidad, toma de decisiones, relaciones
sociales, etc. a las que se le puede dar respuesta desde la acción tutorial
(Comellas, 1999). En suma, la tutoría posibilita trabajar desde distintos niveles de
acción educativa, tal y como manifiesta Carballo (1996):
Niveles de información adquiridos por el alumnado:
- Conocimientos académicos; profesionales; medioambientales.
Nivel de desarrollo socioemocional del alumnado:
- Autoconocimiento personal.
- Actitudes y responsabilidad en problemáticas sociales.
- Hábitos sociales: conductas, normas de convivencia, derechos y
deberes.
- Sociabilidad.
- Pensamiento crítico.
Capacidad de elección del alumnado:
- Académica; personal; profesional.
Satisfacción del alumnado:
- Académico; personal; familiar.
Los niveles presentados pretenden responder a los procesos de maduración
de los y las estudiantes. Concretamente, y según lo presentado por Comellas
(1999), pretenden responder a procesos de maduración a nivel cognitivo
(razonamiento); personal (autonomía, autoestima, equilibrio emocional) y social
(convivencia, relaciones entre pares y familiares). En este sentido, la autora refleja
la necesidad de responder a los procesos de aprendizaje (actitud e interés ante lo
académico, técnicas de estudio y aprendizajes competenciales) y a los procesos de
formación personal (valores y actitudes pro-sociales) y relacional (habilidades
sociales, pautas de comportamiento e integración) a través de la tutoría. Por tanto,
hablamos de la necesidad de educar en el emprendimiento mediante tutorías para
la prevención y el desarrollo (Álvarez Justel, 2017) a través del perfeccionamiento
de contenidos de carácter funcional (dinámica del grupo); carácter metodológico
(programación de elementos que facilitan el aprendizaje); carácter informativo
(cuestiones profesionales) y carácter formativo (progreso de la personalidad del
alumno) (Carballo, 1996).
Dentro de este enclave, se ve necesaria realizar una planificación adecuada
de la acción tutorial para la educación emprendedora, en aras de evitar que la
intervención educativa resulte poco sistematizada e inconsistente ante la
consecución de los objetivos que se pretenden (Comellas, 1999). Del mismo modo,
pueden existir diferentes problemáticas durante el desarrollo de las tutorías. Tal y
como apunta Álvarez-Justel (2017), en muchas ocasiones los tutores pueden
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La importancia de la educación emprendedora tutorizada por Educadores Sociales
ofrecer un desempeño alejado a lo que se espera de ellos en este espacio de
intervención, pudiendo deberse a carencias en su formación; por conceder más
tiempo y prioridad a lo académico antes que a lo formativo y lo emprendedor; por
desconocer diferentes técnicas y dinámicas tutoriales y de grupo; por no prestar
atención suficiente al alumnado de manera individualizada; etc. Ante este tipo de
situaciones, las tutorías pueden derivar en resultados poco funcionales ante las
carencias que puedan surgir en la eficiencia y eficacia del proceso socioeducativo,
llegando a tener un impacto poco relevante para el alumnado y, tampoco de lo que
se espera de la educación emprendedora, para la sociedad (Carballo, 1996).
Educador social durante la acción tutorial
Observamos que el contenido sociocurricular de la educación emprendedora,
así como los niveles de formación desarrollados en las tutorías, junto con la
finalidad de ambas, guardan mucha relación y similitud con una de las principales
funciones del educador/a social escolar: la educación integral del alumnado y su
consiguiente desarrollo socio personal (figura 1). Los tres elementos presentados
forman parte de un proceso en el que contamos con las piezas clave necesarias
para el desarrollo de la competencia emprendedora: el contenido (educación
emprendedora); el contexto (tutoría escolar); y el agente socioeducativo (educador/a
social). Es decir, la convergencia de este proceso entre las distintas partes busca
promover la construcción identitaria del alumnado, así como el desarrollo de las
habilidades sociales y la sociabilidad, del pensamiento crítico, y de los valores
pro-sociales en aras de facilitar la planificación de un proyecto de vida personal y
profesional, asumiendo cuestiones sociales indispensables e inherentes a la
ciudadanía para la posterior consecución de una competencia emprendedora eficaz.
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Figura 1.
Convergencia de los distintos elementos en el desarrollo de una educación integral.
Fuente: elaboración propia.
En relación a las problemáticas que pueden surgir en la tutoría con respecto
al tutor/a, algunos trabajos apuntan al plan de acción tutorial como un ámbito
donde debe estar vinculado, incluso comenzando a participar en tutorías de
manera muy puntual (Aguión et al., 2020). Ante esto, no se demanda la necesidad
de que la tutoría sea un espacio de intervención para ejecutar la educación
emprendedora únicamente para el educador/a social y eximir al tutor/a de su labor
en este proceso. Realmente se considera oportuno la colaboración del profesorado
con el educador/a social en el funcionamiento del aula para que, en conjunto,
construyan una intervención socioeducativa (Sierra et al., 2017) que permitan
diseñar y ejecutar los programas de educación emprendedora con garantías.
Resulta necesario, por tanto, advertir la idoneidad del trabajo conjunto entre el
profesorado y el educador/a social, pudiendo colaborar y complementarse en la
consecución de objetivos compartidos (Ortega, 2014).
El educador/a social demuestra tener competencias para trabajar con todo el
alumnado, independientemente de sus características y situaciones
sociopersonales y familiares (Arpal, 2019) pudiendo desarrollar sus funciones en
distintos espacios y momentos. Sin embargo, la tutoría emerge como el contexto
idóneo para la implementación de su actividad y la consecución de sus objetivos:
fomentar el desarrollo social e inclusivo del alumnado hacia un constructo de
personas cívicas con una serie de características sociopersonales desarrolladas y,
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La importancia de la educación emprendedora tutorizada por Educadores Sociales
por ende, con una competencia emprendedora asentada para poder ejecutar
planes de futuro y cimentar con seguridad su futuro papel en la sociedad. Por
tanto, la figura del educador/a social debe formar parte de la comunidad educativa
de los centros de secundaria (Ortega, 2014), planteando desafíos que amplíen los
espacios y tiempos educativos en aras de conseguir una construcción más íntegra
de cada adolescente, así como sus procesos de interacción social, los
aprendizajes, la iniciativa, etc. (Caride, 2017; Ruedas-Caletrio y Serrate, 2021).
Por tanto, aunque la participación del educador/a social en la tutoría de
educación emprendedora pueda suponer en un primer momento desconocimiento
e incomprensión por parte del resto de profesionales (Vila et al., 2020), estos
terminan advirtiendo una valoración positiva casi de manera unánime ante la
petición de que exista una mayor presencia de educadores/as sociales en los
centros educativos (González et al., 2016; Vila et al., 2020). En este contexto, y de
acuerdo con López (2013), se demanda un modelo de educadores/as sociales
adscritos a los centros educativos formando parte del equipo interdisciplinar,
posibilitando una interacción cercana y directa con el objetivo de generar una
mayor cohesión para llevar a cabo con éxito respuestas socioeducativas, como la
educación para el emprendimiento y la capacitación de un espíritu emprendedor
dirigido por un profesional capacitado por sus metodologías para estimular la
confianza, el autoconocimiento, la creatividad y las capacidades comunicativas y
cooperativas del alumnado (Leffler, 2009).
Conclusiones
El interés por la educación emprendedora ha cobrado mayor fuerza en el
inicio y desarrollo del siglo actual ante las nuevas exigencias socioeconómicas y
ante el auge del propio concepto de emprendimiento, con la aparición de nuevos
sistemas de interacción mediados por las nuevas tecnologías. Este nuevo sistema
social impulsa una educación basada en la competitividad y en la formación de
ciudadanos repletos de conocimientos teóricos y prácticos, pero sin una
profundización formativa en la construcción de su persona. Ante esta escena se
debe trabajar la educación para el emprendimiento en los estudiantes desde la
perspectiva social, ya que una persona emprendedora tiene unas cualidades,
habilidades y una manera de ser, con unas condiciones y valores socioculturales
que le permitan desarrollar un rol y un status social y económico en la sociedad. Por
tanto, el emprendimiento no debe limitarse a competencias empresariales, sino que
debe centrarse en satisfacer las necesidades en la conformación identitaria de la
persona para contar con medios y recursos que logren un fin en la sociedad.
La necesidad, por tanto, de educar en el liderazgo, la empatía, el
pensamiento crítico, el trabajo cooperativo, la resiliencia, las habilidades sociales,
así como la perspectiva axiológica, denotan la necesidad de que dicha educación
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emprendedora deba ser llevada a cabo por un profesional con funciones muy
similares a la consecución de estos componentes sociorelacionales. Es en este
punto donde emerge el educador o educadora social escolar como el agente
socioeducativo capacitado para la formación del alumnado a través de la educación
emprendedora. En una etapa como la adolescencia, con todo lo que ello implica,
requiere de una educación integral, evitando que la acción educativa en las aulas se
centre, únicamente, en el aprendizaje de conocimientos académicos. La educación
social, con el objetivo de mejorar la realidad social, se percibe como un elemento
indispensable para desarrollar esos valores, actitudes, habilidades y pautas
socioculturales necesarias para promover la competencia emprendedora en los
adolescentes, a través de la construcción saludable de su identidad.
En este trabajo se ha presentado y fundamentado la tutoría como el espacio
de intervención idóneo, por su idiosincrasia y finalidad, para alcanzar el desarrollo
óptimo de las cuestiones relativas a la formación sociopersonal del alumnado.
Situada al margen del desarrollo académico, y diseñada para fomentar distintos
procesos de aprendizaje y resolución de conflictos, entre otras acciones, la
educación emprendedora resulta un elemento primordial que debe ser desarrollado
en las tutorías, en el sentido de ser facilitadora del trabajo cooperativo y la toma de
decisiones, contando con el alumnado dentro de su hábitat más cercano, el aula.
Ante este modelo de tutoría emprendedora los tutores y tutoras, en múltiples
ocasiones, no cuentan con la motivación, formación y/o competencias adecuadas
para desarrollar una educación para el emprendimiento adecuada, por lo que
necesitan el apoyo y la cooperación de la figura del educador/a social. La sinergia
entre ambos profesionales puede potenciar el desarrollo avanzado de la
competencia emprendedora, de manera individualizada, entre los jóvenes, al
conocer las características y situaciones propias de cada miembro del aula. La
capacidad del tutor/a para transmitir conocimientos, así como la capacidad de
dinamizar, observar y facilitar herramientas sociales por parte del educador/a social
permitiría garantizar un asentamiento en las bases sociopersonales del alumnado
para desarrollar paralelamente las económicas y dar sentido a la inclusión de la
educación emprendedora en la educación secundaria.
Por tanto, se advierte la necesidad de incorporar la figura del educador o
educadora social como profesional educativo dentro del sistema educativo,
formando parte del equipo interdisciplinar y participante del funcionamiento diario de
las acciones socioeducativas ejecutadas en los centros de educación secundaria. A
pesar de la existencia de esta figura en los centros educativos de varias
comunidades autónomas del país, Extremadura, Andalucía, Castilla La Mancha,
Baleares y Canarias son las únicas que cuentan con su presencia ligada de manera
interna al centro, y no de manera puntual y externa mediante proyectos u otros
servicios comunitarios. Se requiere de su presencia en los centros porque esto le
permite desarrollar e implementar una educación emprendedora basada en la
confianza, el respeto, la observación y el seguimiento continuo de los alumnos y
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La importancia de la educación emprendedora tutorizada por Educadores Sociales
alumnas así como de la coordinación con los tutores y tutoras para llevar a cabo
iniciativas adecuadas al rendimiento que se espera obtener en la consecución de la
competencia emprendedora en el adolescente.
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