¿Trayectorias Educativas Interculturales? Relatos Etnográficos de Alumnado de Aulas Específicas de
Adaptación Lingüística
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de este caso que en su aula ordinaria ella no era la única alumna inmigrante y/o
extranjera, lo que configura un escenario de súper-diversidad (Vertovec, 2007;
Padilla, Azevedo y Olmos Alcaraz, 2015) hacía el interior del grupo de iguales que
propicia el establecimiento de relaciones que podrían definirse como interculturales,
de acuerdo con la teoría al respecto. El caso es que este escenario intercultural –
como podría definirse– en el que Nicoleta construyó su trayectoria educativa, se ha
conformado con independencia de la puesta en marcha en su centro de programas
educativos como el de las ATAL. Su relato evidencia retóricas del paradigma
intercultural que definen a este modelo educativo como una herramienta para el
diálogo (Dietz, 2017; Walsh, 2012); haciendo referencia a la teoría del contacto como
máxima intercultural (Allport, 1954, en Zapata-Barrero, 2015), pero solo hacia el
interior de la grupalidad que se conforma de alumnado inmigrante y/o extranjero. Ello
remite directamente al concepto de convivialidad (Gilroy, 2008) y la interacción como
máxima intercultural; pero siguen primando nociones esencialistas y reduccionistas
de lo cultural que atañen meramente a lo folclórico en cuanto a las relaciones
interculturales, y un instrumento principal en la transmisión del folclore es la lengua.
Así es cómo la interculturalidad en el contexto educativo va a definirse como “lo
multicultural”, desde que retóricas que reconocen la diversidad del alumnado pero no
las relaciones de intercambio entre ellos y ellas. Lo que alude a formas de entender
la interculturalidad como axiología, desde la que se construyen nociones de este
paradigma referentes a la tolerancia o el respeto a las diferencias (Solano-Campos,
2013).
De esta manera el caso de Nicoleta sí que podría haber conllevado la
construcción de una trayectoria educativa intercultural, si se tienen en cuenta
retóricas de este paradigma educativo como las que entienden la interculturalidad
como las habilidades sociales que propician procesos de comunicación para el
establecimiento de relaciones sociales en la escuela. El sesgo viene cuando esto, en
la práctica educativa, solo va a depender de una parte de la población escolar, el
alumnado, y no de prácticas estructurales en las que participe el conjunto de la
escuela. Aun así, Nicoleta habla de que, por otro lado, asistía a clases de apoyo y de
cómo estas clases formaron parte trayectoria educativa y de su adquisición del
lenguaje. Nicoleta decía: “Por un lado supongo que no está hecho de la mejor manera,
porque te sacan de clase para meterte en otra, una que se supone que es una que
necesitas, pero por otro lado yo me lo pasé súper bien” (Nicoleta). Ello nos indica de
nuevo la existencia procesos que se dan hacia el interior de una grupalidad de
alumnado inmigrante y/o extranjero. Esta alumna habla incluso de cuestiones no
académicas que se dan en estas clases de apoyo, del intercambio de vivencias,
“conexionismo” (Brubaker y Cooper, 2001), entre quienes asistían a estas, en
referencia quizás a aquellas relaciones sociales definidas como interculturales en el
contexto educativo que aluden a retóricas relativas al, insistimos, intercambio de
saberes. De nuevo solo hacía el interior del grupo. Esto remite a las críticas al modelo
de interculturalidad relacional (Walsh, 2012), que entiende la noción de interacción