José Luis Olivo-Franco.
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(Martín, 2021). En el segundo caso, una imagen de ciencia rígida y algorítmica
conduce a concebir el proceso científico como un proceso estático y mecánico de
etapas, un mero algoritmo que no puede fallar y así es asumida por el estudiantado.
Esta visión junto con la tercera, es decir, la de una imagen bancaria son heredadas
del positivismo radical y llevan a un ejercicio de una educación bancaria, que
considera suficiente la trasmisión de contenidos (Freire, 1985; Martínez, 2012).
Cuarto, se tiene la imagen de una ciencia descontextualizada, es decir, alejada
de la realidad, que ignora las dimensiones sociales y tecnológicas del conocimiento.
De modo que no da cuenta de los impactos que pudiesen tener los saberes en la
sociedad. En quinto lugar y relacionada con la anterior, se tiene la imagen de una
ciencia aproblemática y ahistórica. En este sentido, se da por sentado el carácter
procesual y evolutivo del trabajo científico, los distintos referentes o modelos en el
tiempo y espacio y las dificultades que deben superarse para llegar a producir
conocimiento científico. Si se profundiza en estas consideraciones puede llegarse a
Kuhn (1971), cuyas presunciones advierten que las teorías científicas se evalúan
desde parámetros ideadas por ellas mismas, por lo tanto, no son neutrales. Esto
conduce a pensar que la verdad científica lejos de ser estática y neutra se construye
desde un contexto particular, espacio y tiempo histórico (Laguna et al., 2016). No
obstante, los principios epistemológicos Kuhnianos privilegian el cambio conceptual
sobre el cambio en otras dimensiones y lo mismo puede observarse en modelos
psicológicos como la Gestalt, el piagetino y el cognitivismo (Rainudo y Peralta, 2017).
En sexto lugar, la imagen de una ciencia elitista conduce a concebirla como un
producto de un grupo selecto de seres humanos, extraños y en cierto modo ermitaños,
imagen que ha sido popularizada por los medios de comunicación como la televisión,
el cine o las caricaturas. (Fernández et al., 2005; Martín, 2021). Finalmente y en
séptimo lugar, una ciencia androcéntrica, a través de la cual se supone el trabajo
científico desempeñado y dominado por individuos de género masculino. En
consecuencia, se transmite expectativas negativas sobre la ciencia y se excluye a las
niñas y adolescentes, se oculta el rol que han desempañado las mujeres en los hitos
científicos (Paz y Jessup, 2007). Tal exclusión es mucho más compleja porque
obedece a factores socio-políticos, religiosos, culturales y económicos en regiones
como África, India y Latinoamérica principalmente (Céspedes y Robles, 2016;
Guevara y Robles, 2018).
En la gráfica 1 se ha desarrollado una síntesis sobre cada una de estas
visiones.
Debe señalarse que las imágenes erróneas de la ciencia según García et al.
(2021), López (2017), Porlán et al. (1997) y Paz y Jessup (2021), han tenido como es
de esperarse una fuerte incidencia en la enseñanza de la misma porque el
profesorado tiende a reproducir y perpetuar lo que ha aprendido o a causa del
“conocimiento tácito profesional” (Porlán, 2018, p. 8). En este orden de ideas, se han
privilegiado tres tendencias de enseñanza de las ciencias a saber: i) una
fundamentada en el dominio de los contenidos y cuyas bases se encuentran en las