From Zion to September 11.
The Image of the “Conspiring Jew” to Our Days
Recibido: 21/01/2020 | Revisado: 11/05/2020 | Aceptado: 25/05/2020 | Publicado: 30/06/2020
Carolina Rúa Fernández
ERAM-Universitat de Girona y Universitat Pompeu Fabra
José Manuel Rúa Fernández
Centre d’ Estudis Històrics Internacionals. Universitat de Barcelona
Resumen: El presente texto pretende aproximarse al mito del “judío conspirador” desde una perspectiva histórica, tomando como punto de referencia uno de los escritos antisemitas más populares y difundidos: Los Protocolos de los sabios de Sión. Sus ideas principales, basadas en prejuicios y estereotipos negativos, llegan hasta la actualidad, reforzadas y fuertemente difundidas gracias a las nuevas tecnologías. Se estudiarán los viejos tópicos racistas asociados a los judíos (por ejemplo, como maestros de la mentira o conspiradores que realizan planes para implantar el dominio mundial…) y cómo se reproducen en diversos vídeos de YouTube, etc. Estos documentos son de muy fácil acceso (simplemente con introducir el término “judío” o “conspiración” en un buscador aparecen multitud de resultados), se difunden rápido y promueven discursos de odio que buscan dar respuesta a las grandes incertidumbres o problemas actuales. Desde conflictos bélicos, a crisis económicas o incluso atentados terroristas como el 11S, la amenaza del “complot judío” parece estar siempre presente. Ya sea desde la sombra o bien de manera visible a través de los gobiernos, los judíos- denuncian los vídeos- ostentan el poder y manejan al resto del mundo en beneficio propio. Las herramientas (internet, las redes…) resultan novedosas; la aversión hacia ellos, tristemente antigua.
Abstract: The present text tries to approach the myth of the “conspirator Jew” from a historical perspective, taking as reference point one of the most popular and widespread anti-Semitic writings: The Protocols of the Elders of Zion. His main ideas, based on prejudices and negative stereotypes, come to the present, reinforced and strongly disseminated thanks to new technologies. The old racist topics associated with the Jews will be studied (for example, as teachers of lies or conspirators who make plans to establish world domination ...) and how they are reproduced in various YouTube videos, etc. These documents are very easy to find (by simply entering the term “Jew” or “conspiracy” in a search engine, a multitude of results appear), they spread quickly and promote hate speech that seeks to respond to the great uncertainties or current problems. From war conflicts, to economic crises or even terrorist attacks like 9/11, the threat of the “Jewish plot” seems to be always present. Whether from the shadows or visibly through governments, Jews -denounce the videos- hold power and manage the rest of the world for their own benefit. The tools (internet, networks ...) are novel; the aversion to them, sadly old.
Palabras clave: judío, conspiración, 11S, Sion, antisemitismo, internet.
Keywords: antisemitism, conspiration, september 11, Zion, Internet, Jews.
Cuestiones Pedagógicas, nº 29, 2020
Páginas 14-25
Introducción
Bauman calificó nuestra era como la de la Modernidad líquida (Bauman, 2016). Una sociedad donde el avance de las nuevas tecnologías permitía publicar constantemente nuestros pensamientos y sentimientos a través de las redes sociales. El abaratamiento y simplificación en los procesos de producción y distribución fruto de dichas tecnologías ha permitido la proliferación de obras cuyos autores, a menudo desconocidos para el gran público, han encontrado una audiencia, ávida por otra parte de respuestas comprensibles y sencillas, superando algunos de ellos los medios más tradicionales.
El mecanismo para acceder a este tipo de material no es otro que la búsqueda en Google y YouTube de términos relacionados con “judío/judíos” y “conspiración/complot”, que ha permitido hallar sin dificultad alguna multitud de vídeos que, una vez seleccionados, conducen a decenas de recursos audiovisuales similares. Como explica García (2019), el “odio on-line” va en aumento (p.154). Se trata de un
frente abierto en el mundo de las redes sociales que, por sus características particulares, hace que el anonimato y la proliferación de mensajes de todo tipo crezca sin apenas ningún control, siendo éste un elemento clave en el neo-antisemitismo que, como vemos, adopta nuevas formas que van en consonancia con los tiempos (García, 2019, p. 154).
De acuerdo con lo anterior, procederemos en el presente trabajo a un análisis de diversos documentales, vídeos cortos o webs que por su fácil acceso (la mayoría a través de YouTube) son vistos por decenas (y en algunos casos cientos) de miles de personas. Entre los clips visualizados y analizados destacamos los siguientes:
Tabla 1
Vídeos trabajados
Autor |
Título |
Año |
Duración |
Observaciones y URL |
Panorama |
Ursula Haverbeck interview |
2015 |
48 min |
Se trata de un capítulo del programa Panorama de la televisión alemana, donde U. Haverbeck cuestiona el Holocausto judío |
Wittenberger, P. |
Marching to Zion |
2015 |
108min |
Uno de los vídeos más famosos del pastor bautista, independiente y fundamentalista cristiano, S. Anderson, con fuerte contenido antisemita |
Anderson, S. |
El engaño del Holocausto/ The Holocaust Hoax Exposed |
2015 |
37min |
Actualmente el vídeo no se puede consultar dado que el vídeo ha sido suprimido por infringir las condiciones del servicio de YouTube. No obstante, en septiembre de 2017 contaba con más de medio millón de visitas. |
Wise, D. |
New World Order (NWO). Communism by backdoor |
2014 |
5h 25min |
|
Dawson, R. |
9/11 war by deception |
2013 |
135min |
|
Delaney, M. |
Missing Links |
2014 |
127min |
|
Jews are destroying the west |
2013 |
10min |
Actualmente el vídeo no se puede consultar dado que se ha cancelado la cuenta en YouTube. No obstante, en septiembre de 2017 contaba con más de 72.000 visitas |
|
Los judíos tienen al Mundo merced de su esclavitud |
2012 |
11min |
Dada la extensión que supondría, no nos es posible realizar un comentario pormenorizado de cada uno de los vídeos, sin embargo, podría decirse que todos ellos, aunque con formatos y estilos diferentes, caen en lugares comunes y temas recurrentes dentro del campo del antisemitismo que sí serán analizados.
A nivel formal, los documentales de S. Anderson son más “clásicos”, siguiendo la estructura de la entrevista. En cambio, otros como Communism by the backdoor, los dedicados al 11S o Los Judíos tienen el mundo a su merced operan a partir de la mezcla de imágenes y voz en off que hace de narrador. El uso de la música sirve a menudo para incrementar el dramatismo, mientras que la yuxtaposición de las imágenes consigue un efecto explicativo y concluyente a partir del montaje de atracciones. Por ejemplo, en War by deception, justo tras la pregunta de “¿Por qué nos odian? (a los EE.UU)”, añaden una imagen de Obama saludando a Netanyahu, combinada con la demolición de casas palestinas.
Sobre el contenido, algunos de los tópicos recurrentes en la mayoría de los vídeos -todos ellos ideas centrales que ya aparecían en los Los Protocolos (Nilus, 1963)- son:
Todos los vídeos son recientes y dadas las características de la red donde los vídeos son publicados y eliminados con frecuencia para volver a lanzarse con otros títulos o reeditados, resulta aventurado saber hacía donde evolucionaran, sin embargo, su base ideológica no es nueva. Muy al contrario, se fundamenta en antiguos escritos como Los Protocolos de los sabios de Sión, con los que podemos establecer paralelismos. Veámoslo.
Los Protocolos de los sabios de Sión, una historia de violencia
No nos remontaremos a los inicios del antisemitismo religioso, también conocido como antijudaísmo, como fenómeno histórico, centrándonos específicamente en el antisemitismo contemporáneo nacido en el siglo XIX para contextualizar correctamente su evolución hasta nuestros días. La pieza clave son Los Protocolos, aparecida en la Francia del Affaire Dreyfus y escrito por Pedro Ratchovsky, un agente de la policía secreta rusa en París en 1897, el mismo año en que Theodor Herlz organiza el Primer Congreso Sionista y nacía en el Imperio Ruso el Bund, importante partido y sindicato judío de tipo socialista. De manera resumida, Los Protocolos se presentan como una “obra compuesta por un consejo de sabios judíos para dominar el mundo y aniquilar a la cristiandad” en el periódico ruso Znamia (“La Bandera”) y se desarrollan completamente en 1905 en forma de apéndice en la obra de Sergei Alexandrovich Nilus titulada El Grande en el Pequeño: El Advenimiento del Anticristo y el Dominio de Satán en la Tierra. El supuesto plan judío consistiría en debilitar Europa haciendo caer a las monarquías alemanas y a la aristocracia rusa para reducir finalmente a la esclavitud a todos los no judíos. Las herramientas para conseguirlo son variadas; desde la Revolución Francesa, al liberalismo, el socialismo o la anarquía todo sería un invento judío. Sumado al control del precio del oro y de los medios de comunicación, los judíos podrían provocar crisis o azotar conflictos religiosos para presentarse entonces como los benefactores y líderes naturales.
Los textos fundacionales del mito del peligro judío ligados a los estereotipos de complot y conexión internacional se remontan siglos atrás. Tenemos la Carta de los judíos de Constantinopla del S.XVI, un documento falsificado realizado por el arzobispo toledano Juan Martínez Silíceo que, en su origen, llegó a circular manuscrito y revelaba un maléfico plan de los judíos ante el edicto de expulsión de 1942, o La isla de los Monopantos de Quevedo, incluida en Fortuna con seso (1650). Una ficción satírica, contraria al proyecto del Conde-Duque de Olivares de apoyarse en acaudalados mercaderes marranos y que detallaba un encuentro clandestino entre judíos de todo el mundo y sus colaboradores cristianos (los llamados Monopantos), para controlar el mundo (Pérez, 2005, p. 258-259). Sin embargo, la gran obra la encontramos con Los Protocolos. Además de estos textos, entre las fuentes de inspiración (o de plagio) de Los Protocolos también encontramos las obras Joseph Balsamo (1849) de Alejandro Dumas, Dialogue aux enfers entre Machiavel et Montesquieu (1864) de Maurice Joly, que nada decía de los judíos y era una crítica a Napoleón, y Biarritz (1868), ficción novelesca escrita por Hermann Goedsche. En el capítulo “En el cementerio de Praga” relata una reunión de líderes de las 13 tribus de Israel para destruir el cristianismo y las similitudes entre las tres obras son tantas que Joseph Perez coincide con la conclusión del hispanista J. A. Van Praag de que Goedsche debía conocer el trabajo de Quevedo: “De ser cierta esta aseveración –y parece muy probable que así lo sea— el más feroz panfleto antisemita de la historia vendría a tener fuentes hispánicas” (Domínguez Arribas, 2009, p.69-70; Attali, 2011, p.350).
Nunca existió tal reunión y Los Protocolos forman parte de todo un entramado de mentiras que ayudaron a canalizar el odio hacia los judíos en tiempos política y socialmente convulsos (Revolución Rusa de 1905), pero el mito de la trama conspirativa se extendió enormemente (tanto geográfica como temporalmente) y muchos creyeron en su veracidad. De hecho, lo parecía. El falsario aportaba nombres reales y seguía la estructura típica de las actas. Las investigaciones han concluido que se trató de una campaña orquestada por la OJRANA (la policía secreta imperial rusa) para, en el contexto de la revolución, influir al Zar Nicolás II y aumentar el rechazo a la oposición socialista, donde sí había muchos judíos (Domínguez Arribas, 2009, p.69).
En 1920, Theodor Vimber, lo edita por primera vez en alemán y el 8 de mayo de 1921, el Times de Londres realiza el editorial “Pax Judaica”. También llega a Estados Unidos de la mano del magnate automovilístico Henry Ford, quien lo distribuye en concesionarios y publica asimismo El judío internacional: el primer problema del mundo y partes de Los Protocolos en su diario The Dearborn Independent en 1920. Será finalmente en agosto de 1921 cuando Philip Graves, miembro del diario Times de Londres, lo desacredite. Solamente en Alemania, hundida económicamente tras la guerra, seguirán en alza estas ideas. Los Protocolos habían abierto la puerta a la teoría del complot judío, algo que el nazismo explotará.
Tras la derrota nazi, lejos de quedar en el olvido Los Protocolos continuaron siendo un texto de referencia y aceptado por grupos supremacistas, negacionistas o neonazis. A pesar de las repetidas informaciones que demuestran su falsedad, Los Protocolos han reaparecido en EE.UU u Oriente Próximo gracias a su fácil acceso en la red. En Egipto, por ejemplo, la retransmisión de la serie televisiva Un caballero sin caballo, donde algunos elementos del argumento se basan en Los Protocolos y se habla del complot judío, llevó al Departamento de Estado estadounidense a pedir su retirada. Ante las presiones, la serie se emitió igualmente pero varió la introducción de su cabecera (MEMRI, 2002). Otro caso sería la Carta fundacional de Hamas, publicada en 1988 y con claras alusiones antisemitas:
la conspiración sionista no tiene límites, y después de hacerse con Palestina querrá extenderse desde el Nilo hasta el Eufrates […]. Su proyecto quedó enunciado en Los Protocolos de los sabios de Sión, y su conducta actual es la mejor prueba de ello […]. No tenemos más elección que unir todas nuestras fuerzas y nuestras energías con el fin de hacer frente a esta despreciable invasión (Taguieff, 2003, p.132-133).
Otros clichés que se repiten son el poder judío, la dominación de gobiernos gracias a sociedades secretas (dedicando el artículo 28 a la Conspiración de Israel, los judíos y el judaísmo) o la responsabilidad en multitud de desastres (Johnson, 2008).
El nuevo antisemitismo, una vieja historia
Si bien es cierto que la propaganda antisemita en su vertiente racial ha sido desterrada del discurso oficial en los medios de comunicación y principales partidos en occidente, el mito de las confabulaciones en particular o la gran influencia que ejercen sobre los medios de comunicación o la banca siguen siendo lugares comunes también en nuestras sociedades. Hablamos de una desconfianza latente que puede acentuarse en ciertos momentos de crisis como los actuales, donde la búsqueda del chivo expiatorio es un recurso fácil, y convertirse en rechazo o incluso en odio.
En todos los vídeos estudiados, uno de los recursos habituales consiste en descubrir cómo el colectivo judío se enriquece y dispone a su antojo de los mercados, resultando en una especie de arquitecto oculto de la globalización capaz de dirigir los flujos económicos y, por ende, responsable del sufrimiento ligado a las desigualdades sociales. Jacques Attali dedica el capítulo número 5: “Para terminar con el mito del dinero judío” justamente a desmentirlo (2011). Después de la Shoah, cree difícil hablar de empresas específicamente judías, puesto que algunos se han convertido (Marcel Bloch pasa a ser Marcel Dassault), otros han cambiado su nombre sin ocultarlo (Ralph Lauren era Ralf Lifchitz) o simplemente han desaparecido. Su argumento es sencillo, los judíos que asumen cargos directivos no convierten automáticamente a las empresas en las que trabajan en “judías”, como es el caso de Microsoft, con Steve Balmer, o muchas otras como Time Warner, Warner Music, ABC o la CBS con cuadros judíos. La agencia Reuters, por ejemplo, tampoco se proclama como específicamente judía y lo mismo sucede para la prensa escrita. Tenemos el Washington Post, el Vogue o New Yorker pero “ninguna red secreta los reúne, ni en público ni detrás de la escena”, marca el autor. Entre los bancos, solamente Goldman-Sachs, Lazar y Rothschild siguen siendo relevantes, pero nótese que el primero no está dirigido por descendientes de los fundadores. Finalmente, el hecho de que algunas figuras judías hayan resultado destacables en organizaciones financieras a partir de 1944 no las ha salvado de falsas imputaciones, lo que desmentiría su gran dominio del mundo o poder. Por ejemplo, Harry Dexter White, judío y primer administrador estadounidense del FMI, acusado de ser un comunista durante la caza de brujas tuvo que renunciar al cargo (Attali, 2011, pp.475-480). Con el recuerdo aún reciente del Holocausto, a principios de la década de los 1950, el libro The Federal Reserve Corporation de W. Wickliffe obtuvo gran éxito explicando que los judíos mandaban en el Banco Federal de Reserva, también The Federal Reserve Conspiracy de E. Mulllins (Attali, 2011, p. 481).
Por lo que respecta a la leyenda conspirativa no solo se ha perpetuado, sino que, con el paso del tiempo, se ha hecho más sutil y flexible ante nuevas problemáticas. La versión moderna de este mito tiene su punto de partida en la Guerra de los seis días (1967). Tras su desenlace, proliferaron múltiples reediciones actualizadas de Los Protocolos que demonizaron a Israel. En palabras de Taguieff (2003): “son crueles y sanguinarios por naturaleza (de ahí la reactivación de viejas leyendas: la del «homicidio ritual», la del envenenamiento del agua o de los alimentos)” (p.135). Si bien es cierto que la intoxicación de pozos ya no ha lugar dentro de la fantasía antisemita actual, llama la atención la cantidad de noticias aparecidas en 2010 tras el terremoto de Haití donde se acusaba a las Fuerzas de Defensa Israelís -en misión de ayuda humanitaria- de traficar con órganos (Benhorin, 2010; Paul, 2010).
Una segunda oleada del renovado antisemitismo experimentó un nuevo impulso a partir de 1987 con la primera Intifada, aunque cabe diferenciar en este sentido las legítimas aspiraciones nacionales de las organizaciones laicas palestinas -expresadas en términos políticos- de los discursos religiosos de las organizaciones islamistas, impregnados de judeofobia. Como explica Taguieff (2003), los dirigentes del islamismo radical vuelven a formular la vieja tesis del complot judío mundial, adoptando la forma de una denuncia de la conspiración sionista u occidental contra los musulmanes. En realidad, esta judeofobia va unida, según el autor, a “un discurso legitimador y movilizador que se difunde a escala planetaria” y reconocemos en ella términos heredados de antiguas tradiciones antisemitas (p. 16). Se trata de una fantasía que los retrata como seres maléficos, acusados de estar en todas partes y de ser solidarios entre sí, lo que les permitiría conectarse y llevar a cabo sus nefastos planes. Otro elemento sumado a la ecuación sería el rumor de su culpabilidad convertido en estereotipo, el judío es responsable en “la producción de los males del mundo: las injusticias y las desigualdades, las opresiones y las explotaciones, los conflictos sangrientos y las masacres genocidas” (p. 19).
Según el mismo autor, la temática antijudía es ya un clásico en la extrema derecha con neofascistas, nacionalistas xenófobos, pero también en cristianos fundamentalistas (los antisemitas milenarios) o radicales islamistas (Taguieff, 2003, p. 16-17). En resumen, a la vieja acusación de deicidio (antijudaísmo), se han añadido las críticas al gobierno israelí en clave antisemita (no política) o la de una usura modernizada, que tiene que ver con las actuales crisis económicas (el antisemitismo económico).
Finalmente, a estas acusaciones de maquinadores y amos del mundo, se añade la de falsedad. Esto es: las cámaras de gas no existieron, pero los judíos, respaldados por los aliados, concibieron la farsa de su propio exterminio y del genocidio nazi para conseguir un Estado propio (Taguieff, 2003, pp. 135-136).
La gran mentira judía: el Holocausto como invento
En marzo de 2015, en el espacio televisivo Panorama de la televisión pública alemana ARD, tuvo lugar la entrevista a U. Haverbeck, una revisionista que negó, entre otras cosas, el gran número de víctimas judías del Holocausto. El vídeo cuenta con diversas entradas en YouTube con subtítulos en castellano y cientos de miles de visitas. En su intervención, se esfuerza por destacar el sufrimiento alemán del que, según ella apenas se habla (desplazados, bombardeos…), que los judíos no fueron exterminados, sino que eran utilizados como mano de obra, y que la ley no permite la disensión en dicho tema. Aporta como pruebas los Reglamentos de Comandancia y Guarnición, donde se especifican las dietas con sopas espesas y nutritivas de los supuestos trabajadores, y pone de manifiesto la incoherencia que supondría exterminar la mano de obra necesitada.
Haberveck describe Auswitch como un complejo industrial para la fabricación de armas. IG-Farben instaló allí una fábrica de caucho sintético en la que invirtió 700 millones de Reichsmarks y que produjo 25 mil toneladas. En 1943 se le unieron otras importantes sociedades como las fábricas de detonadores de Krupp con 17 proyectos de reinstalación, pero la naturaleza del campo sin duda alguna es criminal. El propio Führer solicita en noviembre de 1942 que todos los judíos sean retirados de la industria armamentística y substituidos por polacos (Attali, 2011, p. 443).
Volviendo al vídeo de Panorama, las condiciones de vida, según la entrevistada, eran relativamente buenas (menciona tiempos para la siesta) y los piojos (nótese el elemento conspirador) fueron deliberadamente introducidos desde fuera. Las pilas de cadáveres no serían de judíos, sino de alemanes muertos en bombardeos, con lo que encontramos otra de las constantes del negacionismo: la manipulación y el mundo al revés. Insiste en que también los alemanes fueron movilizados y que el internamiento en campos de trabajo de familias enteras es una medida habitual y perfectamente legal de todo Estado en guerra para evitar el espionaje. Finalmente, reclama un “verdadero Estado de derecho” donde se pueda hablar abiertamente de estos temas (la gente no lo hace “por miedo”). Haverbeck ha sido multada por sus declaraciones, sentenciada por incitación al odio y condenada a dos años de cárcel por negación a la edad de 88 años (Condenada a dos años de cárcel…, 2017).
En El engaño del Holocausto su protagonista, el pastor bautista S. L. Anderson, apunta que es incluso ilegal en algunos países interrogarse sobre ello. Lo cierto es que el delito es negar el Holocausto, no estudiarlo. A través de una larga explicación, llega a la conclusión de que no murieron 6 millones, sino que es un número por el que los judíos sienten especial atracción (pone por caso La guerra de los 6 días, las 6 puntas de la estrella de David) e incluso que los 6 campos de la muerte (Auschwitz, Treblinka, Chelmo, Sobibor, Majdanek y Belzec), no fueron más que de trabajo. Todo sería un invento según el pastor, pero Attali (2011) sentencia “aun cuando lo innominable no puede reducirse a la abstracción de los números, éstos hablan claro: había 9 millones de judíos en Europa en 1933; dos tercios fueron exterminados” (p.444).
El vídeo se centra en que no era posible quemar tantos cuerpos y que solamente se incineraba a los muertos, como se hace actualmente en todo el mundo poniendo el ejemplo de los crematorios de Phoenix (EE.UU), sin que ello implique un Holocausto. Sin embargo, el gran motivo para mantener esta mentira, según el audiovisual, sería la justificación del Estado de Israel, dado que sin él no existiría. Negacionistas como Robert Faurisson argumentan: “esta mentira, que es de origen esencialmente sionista, ha permitido una gigantesca estafa político-financiera cuyo fundamental beneficiario es el Estado de Israel… las principales víctimas de esta mentira y de esta estafa son el pueblo alemán y el pueblo palestino” (Taguieff, 2003, p.136).
Volviendo a El engaño del Holocausto, sobre los supervivientes, rápidamente niega sus versiones, bien aduciendo que mienten (de la misma forma que los judíos ya negaron a Cristo, nos explica) o bien aportando como prueba que muchos han resultado estafadores. Finalmente, el extremismo religioso se aprecia en una de las conclusiones donde se afirma que el verdadero horno no es otro que el del infierno.
En Marching to Zion, con el mismo protagonista y narrador, se aborda la problemática derivada del apoyo norteamericano al Estado de Israel. Según Anderson, bastaría un vistazo a la realidad, con guerras y catástrofes de todo tipo, para diferir de la supuesta bendición divina -en lenguaje religioso- que habría de darse por secundar a Israel. Muy al contrario, esta alianza no ha hecho más que generar el desprecio y odio de los países árabes, pero esto formaría parte de un enrevesado plan del gobierno mundial judío en la sombra para que EE.UU e Israel tengan los mismos enemigos y así beneficiarse éste último de su lucha conjunta.
El judío internacional y el gobierno mundial en la sombra
Uno de los estereotipos más negativos que siguen siendo atribuidos a los judíos es el del control político-mundial, independientemente de que ese control se ejerza en forma de globalización neoliberal o mediante el internacionalismo marxista. De este modo, ya sea de manera indirecta (el primer ministro malayo, Mahathir Bin Mohamad, hizo un sonado alegato antijudío en 2003 afirmando que “los judíos gobiernan el mundo por delegación”), a través de instituciones internacionales como la ONU o bien entrando directamente en los mismos equipos de gobierno, la Anti-Defamation League (ADL) advertía sobre la presentación del judío como un elemento capaz de mover todos los hilos (ADL, 2011 y 2016; Ortiz de Zárate, 2018). La ADL, una organización judía creada en 1913 por la B´nai B´rith para estudiar el antisemitismo y combatir toda forma de intolerancia a nivel mundial, justamente ha estudiado la gran campaña de desprestigio en Twitter hacia el yerno de D. Trump, Jared Kushner. Kushner es un empresario de origen judío que formó parte de su equipo de consejeros durante la campaña electoral (ADL, 2017).
En resumen, no importa si son republicanos o demócratas. Según las teorías conspirativas, los principales partidos responderían a una misma agenda de fondo para implantar la utopía judía. De ahí toda la amalgama de la vulgata antisemita para referirse a Estados Unidos, sus ciudadanos o sus políticas como: judeoestadounidenses, Estados Unidos Judíos, Judea York e imperialismo estadounidense-sionista (Taguieff, 2003, p.20). Resulta curioso destacar cómo en el documental Protocols of Zion de Marc Levin (2005), el autor se entrevista con algunos manifestantes que protestan por el 11S y, refiriéndose al poder judío, hablan de “jewmerica” y Rudolph Jewliani (Giuliani)”, el antiguo alcalde de Nueva York entre 1994 y 2001.
En todo el mundo, capitalismo, comunismo, monarquía y sionismo se han fusionado bajo el disfraz del globalismo según NWO Communism by backdoor. Con expresiones como el Tratado Libre de Comercio (el NAFTA de 1993), se ha restado poder a los Estados para concedérselo a las grandes empresas (en manos judías según este esquema de pensamiento). Es más, incluso en el caso de uno de los padres del neoconservadurismo, Irving Kristol, judío y defensor del libre mercado, se destacaría el hecho de que en su juventud había sido troskista e internacionalista. En cualquier caso, el hilo de continuidad sería siempre la aspiración de hegemonía mundial (Alandete, 2009).
Se plantea entonces una batalla entre el bien y el mal y no entre el clásico binomio político de izquierda-derecha. Como afirman en el documental, el objetivo es crear un gobierno mundial donde, unidos por la francmasonería, serán financiados por bancos dirigidos por los Rothchild o Rockefeller y protegidos por los militares israelís y norteamericanos. Las estrategias de promoción son variadas. Hollywood, la industria de la música o plataformas como Wikipedia y YouTube estarían bajo la influencia judía para conseguir este nuevo y peligroso orden. Incluso la Iglesia católica muestra cambios respecto al aborto o la homosexualidad, ambos en sintonía con el programa comunista y alejados del modelo tradicional de familia. Por eso, aunque la URSS se derrumbara, el objetivo del New World Order es el mismo, un gobierno mundial como el proclamado por K. Marx. El único que ha intentado frenar este poder sería Hitler, según NWO, y rápidamente fueron los judíos quienes planearon su destrucción moviendo a los poderes del capitalismo occidental y a la Unión Soviética para barrer el nacionalsocialismo. ¿Por qué este odio de los judíos? Se pregunta Haverbeck, “los judíos empezaron antes a odiarnos”, “no he leído jamás de ningún otro pueblo expresiones tan llenas de odio hacia otro pueblo como las de los judíos” explica. Siguiendo esta línea, en NWO se aporta como prueba el titular del Daily Express de Londres fechado en marzo de 1933: “Germans deny jew persecutions” para señalar que fueron ellos los que empezaron el boicot y la guerra. Nuevamente se niega el Holocausto, nuevamente se invierten los términos: la víctima es el verdugo. Taguieff (2003) concluye: “Incluso cuando son ellos las víctimas, siguen siendo culpables. Culpables esenciales” (p. 20).
Es más, siguiendo al mismo autor, se puede establecer un paralelismo con el presente. La propaganda antijudía de los años 30 y el revisionismo de los años 60 insistían en que los judíos empujaron a la II Guerra Mundial. Una acusación que se basa en la simple existencia judía y que a día de hoy llevaría a otra catástrofe planetaria (Taguieff, 2003, p. 148). Esta terrible predicción es habitual en muchos de los vídeos que circulan por internet. Un ejemplo es Jews are destroying the west donde se les acusa de abrir las fronteras deliberadamente con la intención de acabar con la cultura blanca (en NWO tachan el fenómeno de “democidio blanco”).
Una de las herramientas de este gobierno mundial en la sombra sería el mestizaje. El multiculturalismo fruto de la integración de latinos en EE.UU ayudaría a disimular la presencia judía. El matrimonio interracial sería otro de los planes que, en definitiva, llevarían según el clip titulado “Los judíos tienen al mundo a merced de su esclavitud global” a una contaminación racial. El vídeo, que no aporta prueba alguna, ilustra su relato con símbolos de biohazard, de riesgo biológico, asociados a virus o bacterias, un discurso que recuerda mucho al de los años 30 en Alemania. En este último lamentan cómo el pueblo francés, de mayoría caucásica, está siendo mermado por la aprobación de leyes migratorias que permiten la entrada masiva de africanos. Idea que sintoniza con la teoría del autor conspiracionista e icono de la extrema derecha Renaud Camus en su libro Le grande remplacement (2011).
Según el vídeo, Sarkozy -al que acusan de ser un antiguo agente del Mossad- habría sido elegido por los sionistas, de la misma manera que Obama y los anteriores 8 presidentes fueron sus marionetas. Siguiendo con su argumentación, solamente un presidente de la historia contemporánea, J. F. Kennedy, se atrevió a denunciar a una supuesta élite que controlaba la vida americana y de ahí su asesinato. Las teorías conspirativas creen ver en el famoso discurso de abril de 1961 a la American Newspaper Publisher Associations toda una declaración de principios del joven presidente ante las llamadas sociedades secretas y del alcance conjurador capaz de cometer actos criminales en las más altas esferas. El uso de esa expresión y del término “conspiración” hace las delicias de dichas hipótesis, pero el citado discurso debería situarse en su contexto antes de avanzar tales conclusiones. Días antes, tenía lugar la fallida operación de Bahía de Cochinos y los rusos encabezaban la carrera espacial. Cuando se refiere a “infiltración” y “subversión”, más que a un complot judío, se refiere a la competencia ideológica entre EE.UU y URSS y al deseo de no revelar datos que hicieran peligrar la seguridad nacional.
Es habitual en elucubraciones de este tipo seleccionar los elementos que encajan con su perspectiva y desechar el resto. De ahí que el afamado director John Carpenter tuviera que negar públicamente que su film They live, donde el protagonista consigue unas gafas que le permiten ver que los extraterrestres se están apoderando de la tierra, fuera una metáfora del control judío (Brucculleri, 2017). La denuncia que contenía la película estaría motivada por razones ideológicas y políticas desde una perspectiva de lucha de clases, en absoluto ligada a aspectos raciales o religiosos derivados de algún tipo de complot judío.
Volviendo al supuesto “plan” para acabar con la Europa blanca y racialmente homogénea, gracias a los vídeos descubrimos que llevaría décadas en marcha. Es habitual la mención (por ejemplo, en NWO), a Richard Nikolaus Graf Coudenhove-Kalergi (1894-1972), un pacifista checo y masón, defensor del europeísmo que en 1922 fundó la Unión Paneuropea. Kalergi apostaba por la creación de un mercado amplío y una moneda común. Él propuso el actual himno, la Oda a la Alegría de Beethoven y, sin duda, sus ideas son precursoras en la constitución de la Unión. Un proyecto, según los vídeos, basado en dos principios del globalismo o comunismo internacional: la supresión de fronteras y los gobiernos soberanos.
Según las teorías conspirativas, se permitiría la entrada masiva de africanos y asiáticos para superar en número a los blancos, más preparados y difíciles de manipular. Es una constante en estos vídeos la crítica al movimiento feminista al que acusan de coartar la maternidad para explicar las bajas tasas de natalidad. Por el contrario, los inmigrantes tendrían muchos hijos cambiando la morfología y costumbres europeas. Lejos de la caridad, la solidaridad o la empatía, la ayuda a los refugiados de Siria por ejemplo o a cualquier otro demandante de asilo supondría un nuevo paso en esta despiadada estrategia. De ahí las críticas a Angela Merkel (Premio Europeo Kalergi en 2010 por su contribución al proceso de unificación europea) o a toda la campaña de Refugees Welcome. Fuera de Europa, la destrucción blanca ya se habría dado en Sudáfrica donde imágenes descontextualizadas muestran a los blancos como víctimas de los negros y de las políticas del comunista Nelson Mandela (The Federal Chancellor, 2011). Nuevamente, se han invertido los términos.
La consolidación del nuevo orden mundial requiere una destrucción del existente. Si las maniobras migratorias no son suficientes, los vídeos se afanan en mostrar el lado más violento y extremo de los judíos. Para lograr sus fines, cometerían atentados como los de la maratón de Boston o el 11S. Idea que ya aparecía en Los Protocolos “Jews also control the price of gold and have the power to evoke economic crises, rule the media, create religious and tribal feuds, and destroy cities if the need arises” (Yad Vashem. Shoah Resource Center).
La eterna conspiración: un 11s judío
Las teorías de la conspiración antisemitas que atribuyen el 11S al colectivo judío son una nueva versión de las que atribuían a la cábala judía los hechos más siniestros para ganar o mantener su poder. Esta reciente metamorfosis de la judeofobia, como buena expresión de la teoría de la conspiración, respondería con notable eficacia simbólica a la necesidad explicativa, a la demanda de sentido y causas. El componente antisemita del llamado movimiento por la verdad (el “9/11 truth movement”) cree que los ataques a las Torres Gemelas formaban parte de una serie de operaciones encubiertas y llevadas a cabo por Israel conocidas con el nombre de false flag para culpabilizar a los árabes y que Estados Unidos les declarara la guerra.
En EE.UU, las teorías de la conspiración antisemitas han acusado a Israel, a los lobbys israelíes o a los miembros judíos de la administración Bush de estar detrás de los ataques. La ADL cita como ejemplos: la web ReDiscover 9/11, las publicaciones de la American Free Press y concretamente a G. Duff con su web Veterans Today, a A. Sabrosky que escribe para el anterior, a K. Barret que dirige el sitio Truth Jihab y presenta un programa de radio en Internet y a J. Fetzer, cofundador de Scholars for 9/11 y también columnista de Veterans Today. En lo que respecta al mundo audiovisual, la ADL destaca dos vídeos en particular: Missing Links: The Definitive Truth about 9/11, producido por M. Delaney y War by deception, de R. Dawson, ambos del 2008 (ADL, 2011, p.7). Las teorías conspirativas del 11S han evolucionado, pero suelen tener en común alguno de los siguientes puntos:
Conclusiones
Aunque respecto a Los Protocolos la única conspiración certificada es la orquestada por la policía secreta zarista, la Ojrana, a principios del siglo XX, para publicar precisamente este escrito y fomentar el antisemitismo, los judíos siguen encabezando la lista de los relatos conspiranoicos. Navegando por internet se encuentran fácilmente acusaciones antisemitas que los responsabilizan de las guerras mundiales, los atentados de Boston, del 11S, del tráfico de órganos en desastres humanitarios, de la muerte de JFK y hasta del Brexit. Por si esto no fuera suficiente, estarían preparando otras tantas catástrofes para ampliar su poder. Como explica Perednik (2018) “Se le teme y odia por ser el culpable de los males más insospechados, virtualmente de todos los males” (p.15). Más allá de lo disparatada que pueda parecer la lista, debemos tratar de analizar las claves del éxito de este tipo de teorías. En primer lugar, son muy eficaces a la hora de dar respuesta a la necesidad explicativa de causas y efectos, ofreciendo certidumbres ante las inseguridades y los miedos colectivos, especialmente en tiempos de crisis. Sin olvidar que la búsqueda de un chivo expiatorio siempre es más sencilla que un análisis complejo y lleno de matices.
En segundo lugar, porque son muy flexibles. Las teorías de la conspiración toman aquello que les interesa y lo adaptan a su antisemitismo. Finalmente, y prueba de esta elasticidad, sería su naturaleza contradictoria. En las teorías conspirativas, una idea y su opuesto tienen un mismo propósito: fomentar el antisemitismo. Como ejemplo tenemos la figura de D. Trump. Por un lado, apoyado por la alt-right y los sectores más conservadores, es visto como un bastión y defensa ante la infiltración extranjera, etc. The Crusader, periódico supremacista de referencia del KKK, le dio su apoyo en campaña (Alonso, 2016). Por otro lado, y con motivo de su parentesco con Jared Kushner, es denunciado por abrir la puerta a la influencia sionista. Estamos, por tanto, ante una serie de ideas estigmatizadoras (el judío como maestro de la mentira y la conspiración, con voluntad de dominar el mundo), atribuidas a los judíos desde la publicación de Los Protocolos y que han adoptado diferentes formas y expresiones en la actualidad. Éstas siguen cumpliendo la función social de encontrar culpables de todo aquello que nos resulta difícilmente explicable y soportable en un mundo tan complejo como convulso.
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