Nº 65 | VERANO 2024

ISSN: 1139-1979 | E-ISSN: 1988-5733
© 2024. E. Universidad de Sevilla.

CC BY-NC-SA 4.0

10.12795/Ambitos.2024.i65.08

pp. 132-151


El periodismo como medio de fijación término-conceptual: el caso de El País durante la cobertura de las revueltas árabes de 2011

Journalism as a means of term-conceptual fixation: the case of El País during the coverage of the Arab revolts of 2011

Mohamed Assif

Universidad de Sevilla I C/Américo Vespucio s/n, 41092 Isla de la Cartuja, Sevilla, España.

0000-0002-0210-6453 · mohamedassif1985@gmail.com

Fechas: Recepción: 25/01/2024 · Aceptación: 30/05/2024 · Publicación: 15/07/2024


Resumen

Ante un acontecimiento de resonancia internacional, el periodismo se erige en catalizador e, incluso, acuñador de conceptos y percepciones. Las revueltas árabes de 2011 presentan el paradigma de fijaciones término-conceptuales en la prensa. La expresión Primavera Árabe es, por antonomasia, el ejemplo más evidente de tal acuñación conceptual, amén de otras cuestiones de mayor sensibilidad para los lectores como la subida al poder del «islam político» o la ensalzada figura de Mohamed Bouazizi, el vendedor ambulante quemado a lo bonzo el 17 de diciembre de 2010 por su situación socioeconómica. Sin embargo, investigadores varios desmitifican la imagen de Bouazizi y rebautizan las revueltas como otoño o invierno árabe. Esta investigación indaga las terminologías y las locuciones prevalecientes en los géneros informativos de la sección internacional de El País durante el tratamiento de las revueltas árabes de 2011 para lo que se realiza un análisis sobre 1200 textos. De la mano de un método mixto –cuantitativo y cualitativo– se examinan los conceptos que este diario utiliza con frecuencia para condicionar la agenda pública sobre este acontecimiento internacional. Los resultados indican que El País se ha hecho eco, aunque tardíamente, del neologismo: Primavera Árabe. Esta demora en incluirlo dentro de la nomenclatura definitoria de tales sucesos se atribuye a que la cabecera madrileña opte por aguardar un atisbo de la consolidación de los logros obtenidos en Túnez y Egipto, así como su contagio a otras naciones para poder catalogar estos hechos como una Primavera Árabe.

Palabras clave: revueltas árabes, periodismo, El País, Primavera Árabe.

Abstract

Faced with an event of international resonance, journalism stands as a catalyst and even a coiner of concepts and perceptions. The Arab revolts of 2011 present the paradigm of term-conceptual fixations in the press. The expression Arab Spring is, by excellence, the most obvious example of such conceptual coinage, in addition to other terminologies and issues of greater sensitivity to readers such as the rise to power of «political Islam» or the praised figure of Mohamed Bouazizi, the street vendor burned to death on December 17, 2010 for his socioeconomic situation. However, various researchers demystify the image of Bouazizi and rename the revolts as Arab autumn or winter. This research investigates the prevailing terminologies and locutions in the informative genres of the international section of El País during the treatment of the Arab revolts of 2011 for which we will carry out an analysis of 1200 texts. Hand in hand with a mixed method –quantitative and qualitative– we will examine the concepts that this newspaper frequently uses to condition the public agenda on this international event. The results indicate that El País has echoed, albeit belatedly, the neologism: Arab Spring. This delay in including it within the defining nomenclature of such events is attributed to the fact that the Madrid newspaper chose to wait for a glimpse of the consolidation of the achievements obtained in Tunisia and Egypt, as well as its contagion to other nations in order to classify these events as a Arab Spring.

Keywords: Arab revolts, journalism, El País, Arab Spring.

1. Introducción

La historia humana está jalonada por hitos de variada índole. Guerras, revoluciones, inventos, todos conllevan sus propias señas de identidad, si bien algunos se desvanecen con el paso del tiempo, otros pasan a la posteridad. Es el caso de las revueltas árabes de 2011, cuyo devenir geoestratégico ha dejado una impronta indeleble en esta parte del mundo, pero, sobre todo, el florecimiento de conceptos, expresiones y percepciones, ha eternizado su recuerdo. Prueba de ello es el neologismo Primavera Árabe. Su notoriedad ha alcanzado cotas internacionales gracias a su meteórica difusión por los medios de comunicación (López García, 2013). Se ha convertido, pues, en la locución en boga de estas movilizaciones árabes.

Otros términos nada baladíes han hecho, asimismo, acto de presencia en los medios informativos. Se trata de vocablos como revolución, revuelta y rebelión. El propósito de emplearlos es aclarar este acontecimiento inédito en el mundo árabe, puesto que cada término guarda similitudes, pero, sobre todo, matices diferenciales de otro. Sin embargo, el uso indistinto y, a veces, arbitrario de las tres terminologías condiciona el entendimiento de la esencia de las sublevaciones en cuestión. Además, aparte de reiterar conceptos con el fin de que el receptor los haga suyos, los profesionales de la información buscan historias conmovedoras. La quema a lo bonzo el 17 de diciembre de 2010 del vendedor ambulante Mohamed Bouazizi, por su situación socioeconómica cumple con creces las expectativas mediáticas y ha sido tratado sobremanera por distintos medios audiovisuales, digitales y escritos.

Ahora bien, la cobertura periodística ha sobredimensionado la figura del joven tunecino confiriéndole un halo de martirio por los derechos de la población árabe, por lo que, a fin de impactar en la opinión pública, se ha deslizado en los medios de comunicación alguna que otra falacia sobre su carrera y, máxime, sobre lo que le había inducido a suicidarse (Bensaada, 2015). Es más, incluso la emblemática expresión Primavera Árabe se encuentra en entredicho para quienes desmienten la espontaneidad de las revueltas que han sacudido el Magreb y algunos países del Oriente Medio. El descubrimiento de la intromisión extranjera desde antes del estallido de los levantamientos a finales de 2010 (Haddad, 2012; Denécé, 2012; Brahimi El Mili, 2012; Collon, 2014; Bensaada, 2015) ha propiciado la circulación de locuciones como otoño o invierno árabe. Eso sí, nada tienen que ver con la subida al poder de partidos de corte islamista a lo que más tarde intelectuales varios les atribuyen la metamorfosis de la primavera árabe en otoño o invierno árabe (Goytisolo, 2012; Álvarez-Ossorio, 2012).

En este marco, los medios mainstream sí que han hecho un seguimiento de la irrupción de estos partidos en la escena revolucionaria, otrora relegados a un segundo plano o laminados por los gobiernos en el poder. De hecho, abundan expresiones como «el islam político» o «el islamismo» para expresar su orientación ideológica, pero ahí reside el quid de la cuestión: pese a los nutridos estudios realizados ¿Occidente entiende, acaso, la esencia de la religión que profesan millones de musulmanes? El islam engloba acervo espiritual, político, económico, social y científico. Es, en suma, todo un modus vivendi. El establecimiento, pues, de divisiones resulta erróneo desde una perspectiva musulmana, ya que el islam regula el comportamiento del individuo y, por extensión, de la sociedad en todas sus facetas (Alamoush, 2021). De ahí el eterno choque entre un Occidente laico y un Oriente confesional. Una incomprensión que se traslada al campo mediático donde periodistas, con escaso o nulo conocimiento islámico, lo reducen todo a una simplista y maniquea división: islam político vs islam espiritual. Se trata, por tanto, de una ignorancia que podría degenerar en discursos incitadores a la islamofobia.

Así pues, en vista del caudal conceptual y terminológico que a diario los mass media vehiculan a la opinión pública de acuerdo con fines predeterminados, esta investigación contribuirá a matizar el concepto que se ha establecido en la agenda pública a base de repetir las mismas expresiones y percepciones. De igual manera, visibilizará el impacto de utilizar determinadas palabras e ideas en detrimento de otras. Por otro lado, los resultados de la misma podrían ser extrapolables a otros acontecimientos y fenómenos donde los medios de comunicación utilizasen una terminología específica para influir en su público.

2. Hipótesis y objetivos

El presente trabajo descansa en la hipótesis de que El País fija determinados términos, conceptos y percepciones a fuerza de reiterarlos durante su cobertura de las movilizaciones árabes de 2011. Tomando en cuenta esta premisa, el objetivo principal de esta investigación es determinar las expresiones y las percepciones predominantes en El País que, con más intensidad, repercuten en la agenda pública. Además, con el fin de esclarecer esta cuestión se desgranarán otros objetivos específicos, a saber:

3. Marco teórico

Desde su desencadenamiento a finales de 2010, las revueltas árabes han sido difundidas por diferentes plataformas (Facebook, Twitter, blogs, etc.) (Soengas, 2013) y tratadas hasta la saciedad por distintos medios (López García, 2013). No obstante, éstos se han mostrado limitados a la hora de analizar la génesis de estos levantamientos multitudinarios. Se han conformado, al menos en el ámbito español, con la versión que propugna la espontaneidad de las manifestaciones árabes. Por consiguiente, al cabo de más de una década de su arranque, siguen tajantemente refutando toda tesis impugnativa de la versión oficial. Los factores endógenos y, en menor medida, los factores exógenos son las únicas causas esgrimidas de la desafección del pueblo árabe para con sus déspotas (Majdoubi, 2012).

Otras voces, inconformes con la espontaneidad de las sublevaciones, aducen una manipulación foránea, en particular occidental encabezada por Estados Unidos, antes y durante el desarrollo de las mismas (Brahimi El Mili, 2012; Collon, 2014). Según estas voces, el propósito es sembrar la división en la zona MENA para apoderarse aún más de sus riquezas naturales mediante la implementación de métodos soft power (Darius Nazemroaya, 2013; Guilmain, 2012). Consisten, gracias a la involucración de la sociedad civil –ONG americanas y centros de asesoramiento–, en la formación y la financiación de los ciberactivistas árabes a la lucha no violenta; el manejo de las plataformas de Google, Facebook y Twitter con el fin de burlar la censura impuesta por los gobiernos árabes a la Red y a los medios afines; así como la permisividad de la institución militar en algunos estados árabes al derecho de manifestarse (Owen, 2012; Denécé, 2012). Faltaba, pues, el detonante. Mohamed Bouazizi, entre otros suicidas por el hambre y la humillación, fue el elegido.

3.1. Mohamed Bouazizi, de mártir por el pan a mártir mediático

La quema a lo bonzo de Mohamed Bouazizi resulta, como es notorio, el detonador de las revueltas árabes de 2011 (Shawki, 2013). Su martirio levanta, más tarde, un revuelo mediático sin parangón (Saadi Haddach & Zurbano Berenguer, 2012). En consecuencia, se ha escrito mucho sobre su gesto suicida, así como acerca de su figura. Sin embargo, pese a todo lo publicado, ¿acaso sabemos quién es, en realidad, Mohamed Bouazizi? ¿Su suicidio merece todo el bombo informativo que recibió en su momento?

Por cuestiones religiosas, para los ciudadanos árabes de confesión musulmana la tasa de suicidio no es tan alta como en otras partes del mundo (Banco Mundial, 2023). No obstante, esto no es óbice para que no se registren en la zona MENA acciones suicidas por diferentes razones, en especial socioeconómicas como las que desencadenaron los levantamientos multitudinarios de 2011 (Bassets, 2012). Por eso, el fenómeno del suicidio en el orbe árabe no nace con la llamada Primavera Árabe, sino que ésta sólo visibilizó el ambiente que se palpaba por entonces (Hadjar Kherfane, 2015). En el año 2000, por ejemplo, Túnez registró una tasa de mortandad por suicidio, por cada 100 000 habitantes, de 3.7 más alta que los 3.5 registrados en 2010, el año del estallido de las revueltas (Banco Mundial, 2023). Curiosamente, se trata, excepto en el caso de Libia cuya curva zigzaguea a lo largo de la década de 2000, de la misma tónica tendente a la bajada en los demás países árabes.

Por lógica, la sublevación árabe debiera darse en aquellos años de alta tasa de suicidio. No fue el caso, sin embargo. Un eclecticismo entre ambas versiones, tanto de defensores como de detractores de la espontaneidad de las revueltas, podría facilitarnos una respuesta. Por una parte, el miedo a la represión gubernamental, el escaso manejo de los TIC, la inexistencia de los cables de WikiLeaks y, por otra parte, una juventud sin formación alguna en la lucha no violenta son, entre otros, los factores inhibidores del estallido de la rebelión en los 2000. Además, no sin olvidar que a la sazón iniciaba, en vista de los atentados del 11–S de 2001 en Estados Unidos, una cruzada política, militar y, máxime, mediática sobre todo lo que es musulmán (El-Madkouri Maataoui, 2006). Por consiguiente, una coyuntura así de convulsiva no propiciaba un levantamiento popular.

Ahora bien, mientras la tasa de mortandad por suicidio en la región MENA en la década de los 2000 seguía cayendo en picado, la autoinmolación a lo bonzo de Mohamed Bouazizi coge, a diferencia de otros casos muy similares, por sorpresa a los medios de comunicación. Noticias, crónicas y reportajes dedicaron a su figura, así como a su acción suicida. El diario El País, el 13 de enero de 2011, perfilaba a este joven como «…un licenciado que vendía verduras fuera abofeteado por un policía, se le retirara el permiso para vender su mercancía y decidiera quemarse vivo frente a un edificio oficial de Sidi Bouzid, en el centro del país».

A pesar de lo común que llega a ser esta versión en los círculos mediáticos, hay quienes no la comparten del todo por lo que insisten en su falsedad:

… la historia del vendedor ambulante, Mohamed Buazizi, ha sido un puro espurio. Todo ha sido inventado en menos de una hora después de su muerte. El difunto no era licenciado desempleado, solo tenía el nivel secundario y encima inventamos la bofetada de la mujer policía. Aquí es una región rural y tradicional, eso impacta a la gente. En realidad, él se quemó a lo bonzo porque no querían recibirlo en el ayuntamiento. Así pues, gracias a nuestra arma, «el móvil», el rumor ha surtido efecto con alguna que otra llamada telefónica, en palabras de Lamine Al-Buazizi, un responsable sindical de Sidi Buzid (sin lazo parental con Mohamed Buazizi). (Bensaada, 2015, p. 119)

Esta última versión evidencia la capciosidad en la que incurren los medios informativos. De la mano, pues, de dichos medios el caso de Mohamed Bouazizi experimenta un salto exponencial para la opinión pública: de mártir por el pan a mártir mediático.

3.2. Primavera vs otoño o invierno árabe

El académico y politólogo Marc Lynch acuña el neologismo Primavera Árabe en un artículo titulado «Obama’s ‘arab spring’» publicado el 6 de enero de 2011 en la revista estadounidense Foreign Policy (Massad, 2012). Su utilización se ha intensificado, aunque bajo diferentes perspectivas, gracias a los medios de comunicación (Hroub, 2015). El carácter positivo de esta expresión está asociado, en apariencia, con la liberación y el desarrollo político y socioeconómico del pueblo árabe (López García, 2013); mientras que está subrepticiamente relacionado con favorecer la manipulación de los intereses geopolíticos de Estados Unidos (Rguig, 2019).

En el ámbito mediático, los periódicos de referencia en España se caracterizan por mantener posturas antagónicas entre sí respecto al uso que de este concepto se hace, unos le brindan, como consecuencia, una visión positiva de cambio político, económico y social; otros, negativa, teñida de oscurantismo islamista (López García, 2013). Fuera del mundo europeo las cabeceras estadounidenses capitalizan la connotación positiva de dicha expresión para incidir en las ideologías orientalistas de la islamofobia, la convulsión de los países árabes y la hegemonía occidental en detrimento de la oriental (Rguig, 2019).

Otros investigadores discrepan de esta denominación por carecer de sustrato histórico en la región, pues ha sido extrapolada inadecuadamente de otros contextos políticos que nada tienen que ver con el mundo arábigo-musulmán (Bourgou, 2011). En esta tesitura, se trata de un concepto capcioso dado que el optimismo que refleja no revierte en beneficios políticos ni socioeconómicos de los países que sufren las consecuencias de las manifestaciones (Pipes, 2011). Además, la intromisión foránea antes y durante los levantamientos árabes para llevar a cabo sus designios geoestratégicos (Haddad, 2012) tumba la percepción positiva que infunde la denominada Primavera Árabe para dejar paso a otros calificativos como otoño o invierno árabe.

Ambos conceptos, otoño o invierno árabe, alcanzan estimable predicamento con la toma del timón de naciones árabes por partidos de inspiración islamista. Si la expresión Primavera Árabe inspira alegría, renovación y emancipación, otoño o invierno árabe instilan decadencia e involución (López García, 2013). Tanto las expectativas incumplidas como el temor por el ascenso al poder de grupos y partidos islamistas que, a la larga, puedan afectar a la seguridad de Occidente, mantienen viva esta tesis de invierno árabe (Ruíz González, 2012). Así pues, la toma de la jefatura del gobierno por parte de partidos islámicos en países como Túnez, Marruecos y Egipto llevó a estas movilizaciones del florecimiento primaveral al ocaso otoñal (Goytisolo, 2012).

3.3. Revolución, revuelta o rebelión

Antes de acuñar la expresión Primavera Árabe las palabras revolución, revuelta y rebelión ya circulaban en los medios de información para determinar el carácter de las protestas populares de 2011. No son, sin embargo, sinónimos por más que se utilicen como tales. La revolución es violenta en su proceder de cambio social y, máxime, político para acabar con todo un sistema gubernamental (Reinares, 2011). La revuelta, en cambio, es un alboroto o una sedición contra el orden público sin generar cambios positivos de tipo alguno (Bassets, 2012). La rebelión, por su parte, es una sublevación popular sin propósito viable, por lo que es rechazada y atacada sin miramientos por considerarse un delito contra las instituciones gubernamentales (Paz, 1968).

Ahora bien, más allá de la diferencia existente entre los tres vocablos, matizar con propiedad la naturaleza de estos levantamientos encierra otra dificultad a la hora de optar por el término adecuado. Es una revolución democrática contra gobiernos autócratas con el fin de realizar cambios políticos, económicos y sociales (Reinaldo, 2014). Se trata, además, de una revolución ética, puesto que carece de pretensiones ideológicas ante la ausencia de un espectro político-partidista (Ben Jelloun, 2011). Es más, en razón de la internacionalización de las asonadas, se pueden catalogar como «revoluciones offshores en cuyas fases preparatorias han actuado agencias ocultas, ONG e individuos trabajando en el anonimato desde millones de kilómetros de la región MENA» (Haddad, 2011, p. 45). Para ellos, no son más que revueltas y rebeliones, belicosas en algunos casos, instigadas por Estados Unidos con ánimo de desestabilizar el mundo árabe (Meyssan, 2014).

En definitiva, ante la concurrencia de una amalgama de factores endógenos, exógenos e, incluso, encubiertos resulta complicado aventurar un término que exprese fidedignamente lo sucedido en estos acontecimientos. Cada movilización en cada nación árabe es susceptible de recibir su propia terminología. En el caso de Libia, por un lado, es apropiado designar las protestas como una revolución porque ha sido extirpado de raíz todo un régimen; por otro, en vista de la ausencia de líderes partidistas en dichas sublevaciones, resulta válido el uso de voces como revuelta o rebelión (Tahar Chaouch, 2012).

3.4. Islam político vs islam religioso

Ante esta cuestión tan espinosa es importante dejar claro, como apuntamos líneas arriba, que el musulmán no establece división alguna entre el islam y la política, pues el primero aglutina al segundo y a todas las disciplinas que atañen la vida humana. Para ello, el islam es un sistema holístico que comprende todos los ámbitos de la vida, por lo que la política forma parte indivisible de él (Alamoush, 2021). Por consiguiente, para entenderlo racional y lógicamente hace falta estudiarlo desde una perspectiva musulmana. Hacerlo, no obstante, desde una mirada occidental, regida por el laicismo, es imponer, por una parte, la visión del fuerte (Occidente) sobre el débil (Oriente) (Huntintong, 2002); desvirtuar, por otra, la esencia sobre la que se asienta el islam: una religión integral y completa para el ser humano en todos los tiempos y lugares (Ben Mohammad Safar, 2012).

La política en el islam difiere de la política occidental en no pocos aspectos, a título de ejemplo:

  1. Se trata de una política general y holística no perteneciente a la autoridad del Estado
  2. El islam estipula a la política que sea reformadora como principio moral y ético
  3. El objetivo de la política en el islam es la reforma en todos los ámbitos y no la toma del poder en sí como ocurre en Occidente (Al-Ghuraifi, 2023, p. 105).

Para que esta política tenga efectividad sobre el terreno debe ser regulada por el Sagrado Corán, considerado como la constitución de los musulmanes; debe obtener un impacto público y no privado; debe ser vinculante tanto para el gobernador como para el pueblo (Ben Mohammad Safar, 2012). Así pues, existe una interdependencia entre ambos, cosa que prohíbe separar la una de la otra (Atwan & Hatim Oulwan, 2010).

En cambio, el Occidente laico no concibe la integralidad del islam más allá de su dimensión religiosa y espiritual porque en tiempos pasados padeció la prepotencia de la Iglesia en diferentes ámbitos de la vida (Abdel Sattar, 2015). La solución era desligar la religión de la política y, de paso, de todos los aspectos mundanales con el fin de despojarlos del yugo clerical. Una tesitura que Europa aplicó al mundo musulmán en los años cuarenta del siglo XX con la acuñación de la expresión «islam político» cuyo propósito, bajo los valores del islam, era combatir el colonialismo, y que hoy día se le denomina también «islamismo» (Bramon, 2017). A ojos occidentales se le conoce a este nuevo islam como un:

conjunto de proyectos ideológicos de carácter político cuyo paradigma de legitimación es islámico. El término sirve para caracterizar una panoplia de discursos y tipos de activismo que tienen en común la reivindicación de la charia como eje jurídico del sistema estatal y la independencia del discurso religioso de sus detentadores tradicionales (ulemas, alfaquíes, imames). El islamismo, los islamismos, recorren el arco que va de las propuestas políticamente pluralistas y teológicamente inclusivas a los modelos autocráticos y excluyentes. (Gómez García, 2009, p. 165)

En los años ochenta y principios de los noventa del siglo pasado, el islam político se ha erigido como unificador de las sociedades musulmanas con el propósito de hacer frente a la hegemonía occidental (Étienne, 1996). Pero tales pretensiones se han ido desvaneciendo con el paso del tiempo por la represión de los gobernantes en el poder apoyados por los gobiernos occidentales; la guerra civil argelina fue contraproducente para continuar con un ideario islámico; el alejamiento de segmentos populares de los partidos islamistas gracias a la mejora en las condiciones socioeconómicas y la irrupción de una nueva élite burguesa que sí secundó los movimientos islamistas a cambio de un acercamiento a los regímenes en el poder (Izquierdo Brichs, 2013).

Estos factores, como consecuencia, han alienado los objetivos políticos de los partidos islamistas de unificadores a meros reformistas para poder acceder a la jefatura del gobierno, eso sí siempre a remolque del potente poder fáctico –militar, policial o real según cada régimen árabe– apuntalado por Occidente. Este Occidente, tanto los círculos políticos como mediáticos, siente, en palabras de Izquierdo Brichs, una enorme preocupación del islamismo. Una preocupación, infundada o no, cala desde hace décadas en el ámbito académico. ¿Acaso por ello, más allá de la laicidad arraigada en estas sociedades, escasean en la bibliografía especializada estudios que analicen el islam y la política desde un prisma musulmán, o sea, como un conjunto indivisible?

4. Metodología

Para la consecución de estos objetivos se recurre, mediante la utilización del estudio de caso como estrategia, al análisis de contenido cuantitativo y cualitativo (Krippendorff, 1990) aplicado sobre la unidad de análisis: textos periodísticos de El País en formato papel. Es una técnica de investigación que permite alcanzar inferencias interpretables, sólidas y objetivas (Krippendorff, 2004). En una primera fase se ha realizado un vaciado de la información de todos los textos informativos durante el período acotado. En una segunda fase se ha procedido al análisis de contenido.

4.1. La muestra

El corpus está formado por 1200 textos publicados en El País en el transcurso de las revueltas árabes desde su estallido el 17 de diciembre de 2010 hasta el 31 de diciembre de 2011. Dichas piezas periodísticas o unidades de análisis pertenecen al género informativo, por lo que se componen de textos informativos y complementarios que aparecen publicados en la sección internacional. En este contexto, el diseño muestral que se ha realizado sobre las piezas periodísticas ha sido el diseño no experimental, puesto que no se pretende manejar las variantes de los contenidos que aparecen en los textos de El País (Cea D’Ancona, 1996), sino analizar el tratamiento del contenido de las revueltas árabes de 2011. La muestra, por consiguiente, de esta investigación se compone de 8 variables. Las tres primeras están relacionadas entre sí, pues tratan la misma temática. Después cada dos variables están aunadas por un ítem, a fin de averiguar, por una parte, las terminologías y las locuciones que aparecen con más frecuencia en las páginas de El País, y por otra, indagar la autoría de la propagación de un término o concepto dados. Es decir, atribuir el uso de estas expresiones a la propia plantilla de la cabecera en cuestión, a colaboradores e investigadores o a otras personas cuyo papel en dichos levantamientos cobró especial relevancia. Al final, la última variable está dedicada a la islamofobia, tema al que El País dedicó buena parte de sus informaciones, puesto que es consustancial al desencadenamiento de estas revueltas árabes. Para ello, se ha elaborado una ficha de investigación (Tabla 1) formada por preguntas (valores asociados) cerradas categóricas y dicotómicas (Igartua Personaz, 2006). Estas últimas se han contestado mediante dos alternativas: sí y no. En caso de respuesta afirmativa, se ha procedido a elegir al o a los valores asociados adecuados. Google Forms ha sido la herramienta de procesamiento de los datos.

Tabla 1

Ficha de investigación

Variables

Valores asociados

Las sublevaciones árabes están calificadas bajo la expresión

  • Primavera Árabe
  • Invierno Árabe
  • Otoño Árabe
  • No aparece

El uso de las tres expresiones por meses

  • Diciembre de 2010
  • Enero de 2011
  • Febrero de 2011
  • Marzo de 2011
  • Abril de 2011
  • Mayo de 2011
  • Junio de 2011
  • Julio de 2011
  • Agosto de 2011
  • Septiembre de 2011
  • Octubre de 2011
  • Noviembre de 2011
  • Diciembre de 2011

La expresión utilizada por

  • Un redactor
  • Un historiador
  • Un politólogo
  • Un académico
  • Un líder político
  • Un ciberactivista
  • Un internauta
  • Un manifestante
  • Un insurrecto
  • Otros

La Primavera Árabe está calificada como

  • Una revolución
  • Una rebelión
  • Una revuelta
  • Otras

Calificada bajo esta denominación por

  • Un redactor
  • Un historiador
  • Un politólogo
  • Un académico
  • Un líder político
  • Un ciberactivista
  • Un internauta
  • Un manifestante
  • Un insurrecto
  • Otros

El discurso pone el acento en la figura de Mohamed Buazizi, el tunecino que se quemó a lo bonzo en señal de protesta por su situación socioeconómica

  • No
  • Como vendedor ambulante sin estudios universitarios
  • Como licenciado desempleado dedicado a la venta ambulante
  • Como un joven que se gana la vida gracias a la venta ambulante
  • Como un mártir

Calificado así por

  • El redactor
  • Líderes políticos
  • Académicos, politólogos e historiadores
  • Ciberactivistas, internautas, manifestantes e insurrectos
  • Otros

Se destacan noticias islamófobas

  • No

Fuente. Elaboración propia.

5. Resultados

El análisis de las piezas periodísticas de El País compuestas por 1200 textos informativos y complementarios de la sección internacional ha arrojado los siguientes datos:

5.1. Las sublevaciones árabes calificadas bajo la siguiente expresión

Los datos de la figura 1 apuntan que de las 1200 piezas periodísticas en 56 ocasiones El País ha utilizado uno de los tres neologismos, en el resto, un 95.3 %, no aparecen. La Primavera Árabe es la única locución utilizada y reiterada por este diario en un porcentaje de 4.7 %. En cambio, las expresiones otoño e invierno árabe no tienen cabida en ningún texto periodístico (0 %), ni lo referentes a la manipulación foránea de las revueltas ni a la subida al poder de partidos de inspiración islamista. Ello indica que, en el primer caso, El País está a favor de la versión que preconiza la espontaneidad de los levantamientos; mientras que, en el segundo supuesto, los partidos islamistas estaban en ciernes, por lo que era inoportuno aún calificar las revueltas como tal.

Figura 1

La denominación más utilizada para designar las revueltas árabes

Fuente. Elaboración propia.

Conviene hacer una puntualización terminológica: la cristalización de la locución Primavera Árabe ha dado lugar, en cinco ocasiones, a un leve cambio en su estructura nominal. Cuatro veces sustituyendo el sustantivo «árabe» por otro, sea adjetivo sea nombre, más específico al acontecimiento y una vez prescindiendo diametralmente de él. Por tanto, no forman parte de nuestro estudio, pero merece la pena citar estos ejemplos, a saber:

5.2. El uso de las tres expresiones por meses

La figura 2 trata la evolución a lo largo de 2011 de la expresión: Primavera Árabe. Las otras dos no aparecen porque nunca han sido utilizadas en El País. En este marco, el 27 de marzo de 2011 fue la primera vez que El País utiliza la expresión Primavera Árabe en el género informativo de la sección internacional de la mano de su corresponsal Ignacio Cembrero en una entrevista titulada: «Muchos factores apuntan a que el régimen caerá». Tomando en cuenta que el 17 de diciembre de 2010 fue la fecha de arranque de las manifestaciones, advertimos que este rotativo ha tardado en la inclusión de dicho concepto dentro de la nomenclatura definitoria de estas movilizaciones. A lo mejor la cabecera madrileña optó por aguardar un atisbo de la consolidación de los logros obtenidos en Túnez y Egipto, así como su contagio a otras naciones para poder catalogar estos sucesos como una Primavera Árabe. Es de subrayar, además, que desde su introducción a finales de marzo hasta abril esta expresión registra un uso progresivo para que en junio caiga en picado sin sacarla a colación ni una vez. Después de un zigzagueo entre julio y agosto, alcanza el pico de utilización más alto en los meses de septiembre y octubre, con una presencia de 15 veces conjuntamente. Para finales del año 2011, vuelve a tener, durante noviembre y diciembre, un uso moderado.

Figura 2

El uso de las tres expresiones por meses

Fuente. Elaboración propia.

5.3. El uso de la expresión Primavera Árabe

Los resultados reflejados en la figura 3 ostentan que los redactores son los que suelen hacer uso de la expresión Primavera Árabe en un 83.9 %, es decir, 47 veces. Después, los académicos la utilizan en seis ocasiones, lo cual equivale a un 10.7 %. Luego, los líderes políticos y otros en dos oportunidades han verbalizado respectivamente esta locución, equivalentes a 3.6 %. Por último, se posicionan los manifestantes en un 1.8 %, o sea, han hecho una vez uso de esta expresión. Los demás, historiadores, politólogos, ciberactivistas, internautas e insurrectos no la han utilizado ni una vez, esto es un 0 %.

Figura 3

Los artífices de esta denominación

Fuente. Elaboración propia.

5.4. La Primavera Árabe calificada bajo el siguiente vocablo

Entre los tres vocablos, revolución, rebelión y revuelta, este último mantiene la primacía sobre los otros dos en un 54,4 %, o sea, está repetido 455 veces a lo largo de un año de cobertura a los levantamientos árabes. En segundo lugar, la Primavera Árabe es concebida como una revolución en un 30 %, equivalente a 251 veces reiteradas bajo esta denominación. En tercer lugar, la palabra rebelión es la menos usada por los redactores de El País, de modo que aparece en un 13.9 %, es decir, la emplean 116 veces en sus textos. Asimismo, otras voces –protesta, levantamiento, sublevación, manifestación, insurrección, asonada, etc.– hacen acto de presencia en unas 574 ocasiones, lo que equivale a un 68.7 %. La figura 4 ilustra con nitidez el uso de cada vocablo por separado.

Figura 4

Los vocablos más utilizados para referirse a la Primavera Árabe

Fuente. Elaboración propia.

5.5. Artífices de esta denominación

Los resultados plasmados en la figura 5 evidencian que los redactores, ya que son los responsables de la redacción, son los primeros interesados en utilizar estos términos, con independencia de su óptimo uso, en un 97.6 %, esto es un total de 812 veces. El resto está repartido decrecientemente entre «otros» en un 5.5 %, o sea, 46 veces; «líderes políticos» en un 4.7 %, equivalente a 39 veces; «manifestantes» en un 3.4 %, lo que significa que han sido utilizadas en 28 ocasiones; «académicos» en un 2.8 %, es decir, 23 veces; «politólogos» en un 0.8 %, equivalente a 7 veces; «insurrecto» en un 0.5 %, esto es 4 veces; «historiadores» e «internautas» en un 0.2 % respectivamente, igual a 2 veces y, por último, 0 % «ciberactivistas».

Figura 5

Los artífices de esta denominación

Fuente. Elaboración propia.

5.6. La figura de Mohamed Buazizi en el discurso periodístico

Conforme a los datos de la figura 6 el discurso periodístico no pone más que el acento en el 2.6 % en la figura de Mohamed Buazizi, es decir, ha sido tratado en 30 oportunidades. Una cobertura que se antoja escasa, sin embargo, su mayor concentración en el mes de enero –17 veces, mientras que el resto está repartido a lo largo del año– le ha conferido un gran protagonismo al joven tunecino. De modo que cobra una omnipresencia durante el mes enero de 2011. Del mismo modo, como se aprecia en la figura 6, el 1.6 % de los discursos pone el foco tanto en su carrera como en su profesión. De hecho, en 19 veces ha sido tratado como un licenciado desempleado que se dedicaba a la venta ambulante. En cambio, sólo el 0.6 % destaca nada más su profesión como vendedor ambulante, o sea, en 7 ocasiones. Por otro lado, el 0.5 % de los textos versa sobre su martirio, por lo que 6 veces lo han tratado como un mártir. Y dos veces combinan entre el martirio, su carrera y su dedicación. Por el contrario, el caso de que el suicida no ha cursado estudios universitarios no tiene cabida ninguna en los textos de El País. Esto significa el interés en publicar la versión oficial: «un licenciado desempleado».

5.7. Los autores de esta denominación

Como podemos observar en la figura 7, los artífices de que el suicida a lo bonzo, Mohamed Bouzizi, salga a la palestra son, por excelencia, los redactores en un 93.3 %, es decir, en 28 ocasiones. Ello indica que son los responsables de crear la imagen de un mártir por el pan y la dignidad entre el público lector. Luego, los académicos, politólogos e historiadores en un 6.7 %, equivalente a 2 veces. El resto ni una vez (0 %).

Figura 6

Mohamed Buazizi según El País

Fuente. Elaboración propia.

Figura 7

Los artífices de proporcionar una identidad de Mohamed Buazizi

Fuente. Elaboración propia.

5.8. Las noticias islamófobas

Los datos de la figura 8 arrojan un saldo positivo porque los 92.6 % son libres de información islamófoba, mientras que el 7.4 % sí que plasma datos islamófobos directa o indirectamente. Ello significa que, por lo general, El País no es una publicación que suele infundir pavor u odio a sus lectores del islam.

Figura 8

El grado de la islamofobia en El País

Fuente. Elaboración propia.

De los 7.4 % de las informaciones islamófobas extraemos, a continuación, de El País algunas citas que las ejemplifican:

6. Conclusión

Las revueltas de 2011 fueron un acontecimiento bisagra para el mundo árabe. Su trascendencia polarizó la atención de unos medios de comunicación acostumbrados a la apatía y a la sumisión del ciudadano árabe para con sus mandatarios. De hecho, su cobertura se caracterizó por traducir esta vorágine de sucesos en la creación de neologismos y la consolidación de conceptos y percepciones. El País no fue ajeno a esta dinámica. A base de reiterar terminologías y concepciones viabilizó su fijación a través de su agenda-setting. Es lo que se puede inferir de los datos de esta investigación.

En primer lugar, Primavera Árabe, pese a su tardía utilización, es la única expresión que cuenta con la aquiescencia de la plantilla de El País. El corresponsal Ignacio Cembrero es el primer autor de su inclusión e, incluso, el responsable de su uso durante todo el mes de abril de 2011. A partir de mayo otros redactores empiezan a seguir sus pasos haciéndose eco de esta locución. Por consiguiente, la firma de los periodistas de El País resulta el aval de primer orden del uso de este neologismo para los lectores, en comparación con su escaso empleo por boca, verbigracia, de académicos o políticos.

En segundo lugar, el seguimiento de los acontecimientos en Túnez se ha caracterizado en los primeros días por el empleo de palabras como protesta, manifestación o movilización ciudadana o popular. Con el contagio de la sublevación a lo largo y ancho del país «revuelta» iba ganando cada vez más terreno en los textos periodísticos. Una vez defenestrado a Ben Ali del poder, «revolución» o «revolución tunecina» y «revolución de los jazmines» han sido los términos predilectos de los periodistas para coronar el desenlace de este suceso. De ahí que «revolución» esté asociada a la expulsión de la cabeza visible del poder. En cambio, «rebelión» ha sido utilizada para casos –Argelia, a título de ejemplo– donde las protestas no han prosperado en nada.

En tercer lugar, el discurso de El País acerca de la figura de Mohamed Bouazizi induce a la fijación de una percepción: el martirio de un licenciado vendedor ambulante por su situación socioeconómica. Se trata de una versión repetida sobremanera. Los redactores son, como consecuencia, los responsables de fomentar esta imagen hasta convertir a Bouazizi en fenómeno mediático, a diferencia de otras acciones suicidas que fueron tratadas superficialmente, unas; o pasaron desapercebidas de las páginas del diario, otras.

Por último, a pesar de la división que este rotativo suele establecer entre el islam y la política, El País no infunde la islamofobia entre sus lectores. Se trata, como se puede verificar de los datos de esta investigación, de un punto positivo, puesto que vivimos en una época donde los medios de comunicación son muy dados a instilar la islamofobia en la opinión pública.

En definitiva, acuñar, catalizar y reiterar locuciones, conceptos y percepciones a través de las páginas de El País hace que calen en el lector. No obstante, esta fijación término-conceptual encierra dos dimensiones comunicacionales antagónicas entre sí: denotativas y connotativas. En el lenguaje periodístico confluyen ambos aspectos. De ahí que su peligrosidad se vuelva impalpable, y, por tanto, imperceptible al público. Se trata, pues, de una cuestión que se presta a otras investigaciones futuras, en el marco de un modelo lingüístico, comunicativo y cognitivo, a fin de determinar la intencionalidad en el uso repetitivo de un término o concepto en detrimento de otros.

Semblanza del autor

Mohamed Assif cursa estudios en el Programa de Doctorado Interuniversitario en Comunicación en la Universidad de Sevilla donde elabora la tesis doctoral titulada El tratamiento de las revueltas árabes de 2011 en El País y L’Opinion: análisis de los factores larvados, endógenos y exógenos.

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